14 Poemas de Dancizo Toro

Litotelergia (I)

Estación de peces lunares
desove de astros ya presagiados a nuestra muerte.
¿Qué es lo inexhausto
sino el verde canto
llanto del rocío
la insaciable palingnesia de una lágrima
resbalando como el suspiro del ojo herido?
La última estimación de lo que falta por llover
hacia las tierras en aradas sedienta
hacia la harina que los molinos aceñando entregan
para endulzar la oscuridad
con un perfil de desfiguraciones
para vestir de chispa al lexema
de lo que rompe el tiempo
y se consume con sólo sentir
los párpados en el rostro
la piel en la noche
la mordedura en el silencio suciamente iluminado
por sedestaciones de campanadas distantes.
Todos caminan con una piedra en la mano
no saben qué hacer con sus piernas
y algunas adquieren la garra mineral
la autumnal exfoliación de los tallos.
Otras estudian la intención de las piras volcánicas
dispuestas al equilibrio.
Y se arrojan
no se arrojan
nos detienen
se detienen.
Pluman de cenizas trazadoras
de musgos astillosos e irascibles
tratando de no interactuar con los cuerdos
con los dogales heliotropos

con la centrífuga expansión
de las revoluciones adjuntas al peregrino planeta.

Anaforia

Si tan solo
viajar de la noche al día
no llevase arco-retinas de distancia.
Por un sueño
cada sol más protervo e hiriente
cada enjambre
más punzante e ignoto.
Encallando en párpados de otros mundos
recencellando su mar en el cuerpo
para verterlo groseramente
sobre este estroma
con cáscaras de luces secas
con geodas de algodones enrojecidos
y a la deriva raudos
por mis remeros ojos.

Recapitulación

Antaño fuiste infusorio hongo etc 

te salían patas articuladas 

alas de algo que aún no existía 

que creaste con la floración de tus hojas

para lamiscar la perfección de un nuevo sexo

para quedar con bocera de doble esperma

en los tobillos. 

¿Sabéis trashumar de cima en cima 

escrutar de beneficio en veneficio 

trastabillar de ángulo en remolino 

para volver con insistente perdición 

a un lugar seguro?

También así flagelaste el húmedo sustento

expandiste los tentáculos de tus paredes

y como ahora ríe 

te arrastrabas contrayendo el vientre

Entonces 

programaste la muerte 

hiciste emerger de tu escisión 

los géneros 

la vejez 

el hambre 

cohonestado por tus simbiontes. 

Y ahora 

anhelas 

sufres 

piensas 

te descamas 

tardamente te fisiones 

de tanto en tanto en algo más espúreo

más moderno 

más digno del hombre. 

¿Sabéis hablar? 

así vomita su miel la abeja 

aulla el lobicán por los eclipses 

tiembla el Canto soberbio sobre el que canto

y cuando escribes 

así urdimbran las arañas. 

Ego Mensura

¿Dios geometriza? 

¿Con qué codo pie palmo pulgar 

o nudo de garganta mide 

lo que en su omnímodo Ser 

debería ser el todo de su cuerpo?

¿Escande estos descreídos de su regla versos

cuenta con mis obras la suya que no entiende?

¿Cuántos dedos tiene el artífice de las manos

cuántas probóscides de elefante? 

¡Uranomensor! 

¡Circunscriptor de propiedades! 

¿De qué luz se sirvieron tus escuadras 

de qué número fuiste el dios de su suerte

de qué centro su compás? 

Viador 

sembrador 

¿Cuántos pasos diste 

para implantar la cancela del universo?

Calma 

calma 

empecemos por la unidad. 

¡Soy la medida de mis hechos! 

Inmetaforable (La Complejidad de una Sombra)

Si habré de hallarte aroma color y miedo
pero tú te expandes en el agua y creas los ritmos
te envuelves con el aire y acamas las espigas
los amentos
te escondes en mi mente y sabes ser más bella
disfrazada de zumbeles
en el trino de las piedras
detallada en la simpleza de mi sombra.
Es así que me cuento me dispongo en filas
clasifico los mostrencos motivos para adueñarme
de los que te prometen vertebrada
capaz del desmayo
tan digna como yo del dolor y la repugnancia.
Pero yo soy tantos y de tal modo te imagino
que terminas partida por mil planos
y eres solo una solo una solo una.
Mil veces Partícula
donde dejas reposar las geometrías de los espacios

curvos
de las nihilidadas inmensas
donde escuchas
y ríes
e irreductiblemente a
¿Qué más sencillo que la iteración
de variadas tú misma?
Entonces la humedad
muda su corteza y te precisa
undosa
para afectar con muecas tú sabor a tiempo
para secarme el río intentando torpemente
compararte con el agua.

Sobre la Incertidumbre

¿Cómo serán las flores cuando descastes
todos los insectos de la Tierra con tu sonrisa oropimente
el velamen de tus raíces expuestas
tu olor a venéreos confites.
Cómo se le agriará el envés de las mejillas
si entre su pulpa y las encías
sumerge bellotas enfurecidas.
¿Qué algodonera te obsequiará celajes
para que escampes de tus entradas sangrantes
o un lamisqueo hambriento le quite
el brillo a tus sorbibles efluvios?
Peor aún
¿hacia dónde caerán las lunas
cuando dejes de armar para mí la noche?
y finalmente
¿de qué crepusculares cascadas
se llenará tu rostro vacío
cuando decidas pintarte
los labios con espermas añejas?

Deja en paz a las noches no les quites el frío
no les robes los hombres porque aunque quieras
tu profundidad no es tan basta
como para fundar un pueblo con mis estrellas.

Intempestiva 

Aún queda mucho por morir 

y premuras la tarde 

mi ala de cuervo 

escama saturnal 

imbricada de pez nocturno 

sin recordar que las plantas 

también vician el aire de la noche 

que esas sombras vienen cargadas para tu fresna

y rompiendo el agua estriada 

de los charcos adoloridos 

con otro parto cinabrio 

donde perros lucharniegos 

devorarán la placenta abrupta. 

Donde frondosos de horcas umbilicales

de lianas salivales y espermáticas 

los seres que te miran desde abajo

y hacia abajo le atontarán con sus colas de lobo 

le asestarán sus arpones 

entre las launas que articulan su vientre

y de las branquias heridas espirará al mañana

donde no hay mar para mi nombre 

ni arenas para mi cuerpo. 

Falta aún tanto por callar 

y qué decir de árboles caídos 

de edificios no tumbados

de las plazas escafiladas 

de las estrellas que no empalamos 

de los versos inofensivos. 

Aún falta tanto por morir 

y hemos muerto a nadie 

lucernaria 

campanaria 

mi ascua 

mi luna. 

De : Litotelergia, o sobre el ímpetu de los cantos fugaces.  Buenos Aires: [Editorial Vinciguerra].(2008)

Arribo (I) 

Nos ha llegado el tiempo

de la roca absoluta, 

el clima es ahora 

la perpetua saciedad. El

Abismo que mira,

potencia primordial

donde antaño manaban

luciérnagas fecundas en

nuestro torvo tiempo es

la Ceguedad abismal; la

reluciente farsa 

de la materia plena.

¿Cómo podrá

entonces el viento dar

su fe 

entre anegados

juncos y herbáceas

liras? 

¿Cómo podrá el ave dar

justicia al momento de

la errancia y del nido

en este día eterno? 

¿Cómo podremos

cantar y qué diríamos si 

el desbrozado espacio no

muestra ya más tierra? 

Arribo (II) 

¡Oh defaunados dioses!

¡Oh cercenadas flamas!

A vosotros, númenes,

encomiendo mis versos.

Por fuera del viviente la

extensión rezuma

en coagulada sombra

nuestro abismo bautismal.

Como un cristal de sangre

que al perder el pulso

concreta su estructura

rodeando al que desangra.

Así cuaja nuestro ser, sin

terrenal morada 

en esta intemperie 

en la que nada dura.

¿De qué criatura pulsátil

se vertió esta sangre

—materia derramada—

que lo congela todo? De

las tempranas selvas,

¿cuál fue la defaunada

en original crimen 

por la incipiente lanza? 

Arribo (III) 

En el pensar humano

hay algo que, así mismo,

se derrama y espesa

sobre aquello que crece.

Elementales raíces 

de entre vosotras

Madres, ¿quién fue la

profanada por el

temprano verbo? Como

todo es sólido número, o

palabra, 

y el espacio un dios

mísero que no siembra

más que nutricio ruido

en su esquilmada

vera,

más que bramante humo

en su cielo escandido,

hemos de investigar 

con los labios

prudentes del bullicio,

su origen, para acendrar

el canto que, al enristrar

la lira del vagabundo

numen, trocamos en la

vara 

para contar sus cosas. 

Arribo (V) 

El espacio es el

cuándo donde ya nada

mora; 

solo entonces, un allí, 

y un punto de partida.

Tal es la franca ausencia

de lo que, moviéndose,

no crece ni circula 

y, estando, no dura. 

No es en el pasado 

donde la raíz anida 

ni es en la sima donde se

abre el magma del volcán,

sino en el dócil humus de la

presente tierra, 

donde la encepadura 

crece, brama y se

nutre. ¿Podríamos

quizás 

abrigar nuestros

bordes con el recuerdo

frágil 

de la extinta hoguera?

¿No es acaso en el

lecho de la viviente

flama

donde el calor anuncia 

su caro advenimiento? 

Desde que defaunamos 

nuestro sagrado fuego, 

todo lo encona y pudre 

su desatado humo. 

Hierba y músculos (I) 

¿Qué es lo eterno? Sino los primeros, dulces

brotes, que arribaron a la tierra con sutil llovizna; la

primordial raigambre componiendo el nido antes

que palabra alguna fuera un soplo estable. ¡Oh

raíces primigenias! Diosas venerables, vosotras

llegasteis promovidas del sin tiempo a encepar la

roca madre con elementales, hifas puras y

anhelantes de ulterior simbiosis. Abristeis el campo

prístino del velado ser al crecimiento original que

fundamenta los circinados tallos, las espirales

conchas. Con el temperamento de las aguas y el

fuego cultivasteis la carne, la palpitante hierba y las

criaturas fueron el ámbito del ente. 

Defaunación – Nacimiento 

Era al principio, el sagrado, arcano

fuego agitado canto en devenir hacia la

vida. 

En los fardos endebles del légamo latidas

acordes, luminosas cesuras del espliego.

En el relieve del tiempo, témpano de

fuego, deshelaban el presente y la esencia

fluida. El metabolismo, la humilde pulpa

nacida y trenzada en el extenso barro

riberiego.

Siendo tú mismo un árbol creaste los

montes y, siendo tu péndulo, perenne, a la

carne 

situaste en círculos como a la noche y el

día. En el volcán y el río retozabas bifronte 

como del hielo y el magma pulsaba tu

sangre, mas en tu pétalo honrado tu flama

caería. 

Tiempo y humo – Ave lucífuga la sombra

El ciclo de un pájaro efímero 

fue la envergadura de tu ninguna masa, 

umbroso pétalo que ensanchas el lomo 

y repliegas los élitros con alternancia diurna.

Tu péndulo que agita con frescura 

los arándanos saciados del sol 

también divierte al boletus y a la hormiga.

Hasta la hierba más rala es por ti motivo de grandeza. Lo

grávido para ti, sombra, fue el nombre pues decir es,

como el sol, hacer el día 

y al nombrarte ¿qué sombra de ti enciende?

¿Qué árbol, bajo tu árbol, derrama tal

silueta? Saliendo de las ramas, después,

impalpables del borde al fundamento, 

del polvo a la roca altísima, 

los endotelios rasantes de tu ninguna

altura para que no rezume lo

verdaderamente luz, que es el silencio, 

desde lo hondo al tacto tímpano del ojo. 

Por entre todas las conchas del relieve, te prefiero.

Ave lucífuga entre las ostreras del mar luminoso

donde se zambullen por ir tras los peces en desove

las estrellas que ya son sombra en la materia

oscura.

De : Arribo y defaunación del fuego. Valencia: Calambur  Editorial. (2021).

Dancizo Y. Toro-Rivadeneira (10 de marzo de 1985) nació en Ecuador, y es residente y naturalizado en España. Es Biólogo y Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid (2022). Posee másteres en distintas especializaciones de las ciencias biológicas, así como en Epistemología de las Ciencias Naturales y Sociales y Estudios Avanzados en Literatura Española y Latinoamericana.

Ha publicado diversas obras poéticas, destacando «Litotelergia, o sobre el ímpetu de los cantos fugaces» (Buenos Aires, 2008) y «Arribo y defaunación del fuego» (Madrid, 2022).

Su enfoque interdisciplinar atiende a los principios ecoevolutivos con un especial interés en la
filosofía de la ecología y las poéticas del ecosistema.

Enlaces de interés :


Redes Sociales y Páginas del autor :

https://www.lavanguardia.com/libros/libro/arribo-y-defaunacion-del-fuego-9788483595596

Nota : Todo el contenido poético así como la bio y fotografías compartidas ha sido seleccionado y cedido por el autor para su publicación en esta página.  Poiesis https://poetryalquimia.org/

¡Gracias a Dancizo Toro por su generosidad, atención y confianza!

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