Litotelergia (I)
Estación de peces lunares
desove de astros ya presagiados a nuestra muerte.
¿Qué es lo inexhausto
sino el verde canto
llanto del rocío
la insaciable palingnesia de una lágrima
resbalando como el suspiro del ojo herido?
La última estimación de lo que falta por llover
hacia las tierras en aradas sedienta
hacia la harina que los molinos aceñando entregan
para endulzar la oscuridad
con un perfil de desfiguraciones
para vestir de chispa al lexema
de lo que rompe el tiempo
y se consume con sólo sentir
los párpados en el rostro
la piel en la noche
la mordedura en el silencio suciamente iluminado
por sedestaciones de campanadas distantes.
Todos caminan con una piedra en la mano
no saben qué hacer con sus piernas
y algunas adquieren la garra mineral
la autumnal exfoliación de los tallos.
Otras estudian la intención de las piras volcánicas
dispuestas al equilibrio.
Y se arrojan
no se arrojan
nos detienen
se detienen.
Pluman de cenizas trazadoras
de musgos astillosos e irascibles
tratando de no interactuar con los cuerdos
con los dogales heliotropos
con la centrífuga expansión
de las revoluciones adjuntas al peregrino planeta.
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Anaforia
Si tan solo
viajar de la noche al día
no llevase arco-retinas de distancia.
Por un sueño
cada sol más protervo e hiriente
cada enjambre
más punzante e ignoto.
Encallando en párpados de otros mundos
recencellando su mar en el cuerpo
para verterlo groseramente
sobre este estroma
con cáscaras de luces secas
con geodas de algodones enrojecidos
y a la deriva raudos
por mis remeros ojos.
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Recapitulación
Antaño fuiste infusorio hongo etc
te salían patas articuladas
alas de algo que aún no existía
que creaste con la floración de tus hojas
para lamiscar la perfección de un nuevo sexo
para quedar con bocera de doble esperma
en los tobillos.
¿Sabéis trashumar de cima en cima
escrutar de beneficio en veneficio
trastabillar de ángulo en remolino
para volver con insistente perdición
a un lugar seguro?
También así flagelaste el húmedo sustento
expandiste los tentáculos de tus paredes
y como ahora ríe
te arrastrabas contrayendo el vientre
Entonces
programaste la muerte
hiciste emerger de tu escisión
los géneros
la vejez
el hambre
cohonestado por tus simbiontes.
Y ahora
anhelas
sufres
piensas
te descamas
tardamente te fisiones
de tanto en tanto en algo más espúreo
más moderno
más digno del hombre.
¿Sabéis hablar?
así vomita su miel la abeja
aulla el lobicán por los eclipses
tiembla el Canto soberbio sobre el que canto
y cuando escribes
así urdimbran las arañas.

Ego Mensura
¿Dios geometriza?
¿Con qué codo pie palmo pulgar
o nudo de garganta mide
lo que en su omnímodo Ser
debería ser el todo de su cuerpo?
¿Escande estos descreídos de su regla versos
cuenta con mis obras la suya que no entiende?
¿Cuántos dedos tiene el artífice de las manos
cuántas probóscides de elefante?
¡Uranomensor!
¡Circunscriptor de propiedades!
¿De qué luz se sirvieron tus escuadras
de qué número fuiste el dios de su suerte
de qué centro su compás?
Viador
sembrador
¿Cuántos pasos diste
para implantar la cancela del universo?
Calma
calma
empecemos por la unidad.
¡Soy la medida de mis hechos!
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Inmetaforable (La Complejidad de una Sombra)
Si habré de hallarte aroma color y miedo
pero tú te expandes en el agua y creas los ritmos
te envuelves con el aire y acamas las espigas
los amentos
te escondes en mi mente y sabes ser más bella
disfrazada de zumbeles
en el trino de las piedras
detallada en la simpleza de mi sombra.
Es así que me cuento me dispongo en filas
clasifico los mostrencos motivos para adueñarme
de los que te prometen vertebrada
capaz del desmayo
tan digna como yo del dolor y la repugnancia.
Pero yo soy tantos y de tal modo te imagino
que terminas partida por mil planos
y eres solo una solo una solo una.
Mil veces Partícula
donde dejas reposar las geometrías de los espacios
curvos
de las nihilidadas inmensas
donde escuchas
y ríes
e irreductiblemente a
¿Qué más sencillo que la iteración
de variadas tú misma?
Entonces la humedad
muda su corteza y te precisa
undosa
para afectar con muecas tú sabor a tiempo
para secarme el río intentando torpemente
compararte con el agua.
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Sobre la Incertidumbre
¿Cómo serán las flores cuando descastes
todos los insectos de la Tierra con tu sonrisa oropimente
el velamen de tus raíces expuestas
tu olor a venéreos confites.
Cómo se le agriará el envés de las mejillas
si entre su pulpa y las encías
sumerge bellotas enfurecidas.
¿Qué algodonera te obsequiará celajes
para que escampes de tus entradas sangrantes
o un lamisqueo hambriento le quite
el brillo a tus sorbibles efluvios?
Peor aún
¿hacia dónde caerán las lunas
cuando dejes de armar para mí la noche?
y finalmente
¿de qué crepusculares cascadas
se llenará tu rostro vacío
cuando decidas pintarte
los labios con espermas añejas?
Deja en paz a las noches no les quites el frío
no les robes los hombres porque aunque quieras
tu profundidad no es tan basta
como para fundar un pueblo con mis estrellas.
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Intempestiva
Aún queda mucho por morir
y premuras la tarde
mi ala de cuervo
escama saturnal
imbricada de pez nocturno
sin recordar que las plantas
también vician el aire de la noche
que esas sombras vienen cargadas para tu fresna
y rompiendo el agua estriada
de los charcos adoloridos
con otro parto cinabrio
donde perros lucharniegos
devorarán la placenta abrupta.
Donde frondosos de horcas umbilicales
de lianas salivales y espermáticas
los seres que te miran desde abajo
y hacia abajo le atontarán con sus colas de lobo
le asestarán sus arpones
entre las launas que articulan su vientre
y de las branquias heridas espirará al mañana
donde no hay mar para mi nombre
ni arenas para mi cuerpo.
Falta aún tanto por callar
y qué decir de árboles caídos
de edificios no tumbados
de las plazas escafiladas
de las estrellas que no empalamos
de los versos inofensivos.
Aún falta tanto por morir
y hemos muerto a nadie
lucernaria
campanaria
mi ascua
mi luna.
De : Litotelergia, o sobre el ímpetu de los cantos fugaces. Buenos Aires: [Editorial Vinciguerra].(2008)

Arribo (I)
Nos ha llegado el tiempo
de la roca absoluta,
el clima es ahora
la perpetua saciedad. El
Abismo que mira,
potencia primordial
donde antaño manaban
luciérnagas fecundas en
nuestro torvo tiempo es
la Ceguedad abismal; la
reluciente farsa
de la materia plena.
¿Cómo podrá
entonces el viento dar
su fe
entre anegados
juncos y herbáceas
liras?
¿Cómo podrá el ave dar
justicia al momento de
la errancia y del nido
en este día eterno?
¿Cómo podremos
cantar y qué diríamos si
el desbrozado espacio no
muestra ya más tierra?
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Arribo (II)
¡Oh defaunados dioses!
¡Oh cercenadas flamas!
A vosotros, númenes,
encomiendo mis versos.
Por fuera del viviente la
extensión rezuma
en coagulada sombra
nuestro abismo bautismal.
Como un cristal de sangre
que al perder el pulso
concreta su estructura
rodeando al que desangra.
Así cuaja nuestro ser, sin
terrenal morada
en esta intemperie
en la que nada dura.
¿De qué criatura pulsátil
se vertió esta sangre
—materia derramada—
que lo congela todo? De
las tempranas selvas,
¿cuál fue la defaunada
en original crimen
por la incipiente lanza?
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Arribo (III)
En el pensar humano
hay algo que, así mismo,
se derrama y espesa
sobre aquello que crece.
Elementales raíces
de entre vosotras
Madres, ¿quién fue la
profanada por el
temprano verbo? Como
todo es sólido número, o
palabra,
y el espacio un dios
mísero que no siembra
más que nutricio ruido
en su esquilmada
vera,
más que bramante humo
en su cielo escandido,
hemos de investigar
con los labios
prudentes del bullicio,
su origen, para acendrar
el canto que, al enristrar
la lira del vagabundo
numen, trocamos en la
vara
para contar sus cosas.
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Arribo (V)
El espacio es el
cuándo donde ya nada
mora;
solo entonces, un allí,
y un punto de partida.
Tal es la franca ausencia
de lo que, moviéndose,
no crece ni circula
y, estando, no dura.
No es en el pasado
donde la raíz anida
ni es en la sima donde se
abre el magma del volcán,
sino en el dócil humus de la
presente tierra,
donde la encepadura
crece, brama y se
nutre. ¿Podríamos
quizás
abrigar nuestros
bordes con el recuerdo
frágil
de la extinta hoguera?
¿No es acaso en el
lecho de la viviente
flama
donde el calor anuncia
su caro advenimiento?
Desde que defaunamos
nuestro sagrado fuego,
todo lo encona y pudre
su desatado humo.

Hierba y músculos (I)
¿Qué es lo eterno? Sino los primeros, dulces
brotes, que arribaron a la tierra con sutil llovizna; la
primordial raigambre componiendo el nido antes
que palabra alguna fuera un soplo estable. ¡Oh
raíces primigenias! Diosas venerables, vosotras
llegasteis promovidas del sin tiempo a encepar la
roca madre con elementales, hifas puras y
anhelantes de ulterior simbiosis. Abristeis el campo
prístino del velado ser al crecimiento original que
fundamenta los circinados tallos, las espirales
conchas. Con el temperamento de las aguas y el
fuego cultivasteis la carne, la palpitante hierba y las
criaturas fueron el ámbito del ente.
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Defaunación – Nacimiento
Era al principio, el sagrado, arcano
fuego agitado canto en devenir hacia la
vida.
En los fardos endebles del légamo latidas
acordes, luminosas cesuras del espliego.
En el relieve del tiempo, témpano de
fuego, deshelaban el presente y la esencia
fluida. El metabolismo, la humilde pulpa
nacida y trenzada en el extenso barro
riberiego.
Siendo tú mismo un árbol creaste los
montes y, siendo tu péndulo, perenne, a la
carne
situaste en círculos como a la noche y el
día. En el volcán y el río retozabas bifronte
como del hielo y el magma pulsaba tu
sangre, mas en tu pétalo honrado tu flama
caería.
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Tiempo y humo – Ave lucífuga la sombra
El ciclo de un pájaro efímero
fue la envergadura de tu ninguna masa,
umbroso pétalo que ensanchas el lomo
y repliegas los élitros con alternancia diurna.
Tu péndulo que agita con frescura
los arándanos saciados del sol
también divierte al boletus y a la hormiga.
Hasta la hierba más rala es por ti motivo de grandeza. Lo
grávido para ti, sombra, fue el nombre pues decir es,
como el sol, hacer el día
y al nombrarte ¿qué sombra de ti enciende?
¿Qué árbol, bajo tu árbol, derrama tal
silueta? Saliendo de las ramas, después,
impalpables del borde al fundamento,
del polvo a la roca altísima,
los endotelios rasantes de tu ninguna
altura para que no rezume lo
verdaderamente luz, que es el silencio,
desde lo hondo al tacto tímpano del ojo.
Por entre todas las conchas del relieve, te prefiero.
Ave lucífuga entre las ostreras del mar luminoso
donde se zambullen por ir tras los peces en desove
las estrellas que ya son sombra en la materia
oscura.
De : Arribo y defaunación del fuego. Valencia: Calambur Editorial. (2021).

Dancizo Y. Toro-Rivadeneira (10 de marzo de 1985) nació en Ecuador, y es residente y naturalizado en España. Es Biólogo y Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid (2022). Posee másteres en distintas especializaciones de las ciencias biológicas, así como en Epistemología de las Ciencias Naturales y Sociales y Estudios Avanzados en Literatura Española y Latinoamericana.
Ha publicado diversas obras poéticas, destacando «Litotelergia, o sobre el ímpetu de los cantos fugaces» (Buenos Aires, 2008) y «Arribo y defaunación del fuego» (Madrid, 2022).
Su enfoque interdisciplinar atiende a los principios ecoevolutivos con un especial interés en la
filosofía de la ecología y las poéticas del ecosistema.
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Nota : Todo el contenido poético así como la bio y fotografías compartidas ha sido seleccionado y cedido por el autor para su publicación en esta página. Poiesis https://poetryalquimia.org/
¡Gracias a Dancizo Toro por su generosidad, atención y confianza!
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