13 Poemas de Rafael Alberti

La paloma

Se equivocó la paloma
se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur
creyó que el trigo era agua,
se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo
que la noche, la mañana,
se equivocaba,
se equivocaba.

Que las estrellas, rocío
que la calor, la nevada,
se equivocaba,
se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa
que tu corazón, su casa,
se equivocaba,
se equivocaba.

Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.

Creyó que el mar era el cielo
que la noche, la mañana
se equivocaba,
se equivocaba.

Que las estrellas, rocío
que la calor, la nevada,
se equivocaba,
se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa
que tu corazón, su casa,
se equivocaba,
se equivocaba…

A galopar

Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
A corazón suenan, resuenan, resuenan,
las tierras de España, en las herraduras.

Galopa, jinete del pueblo
caballo de espuma
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo
que la tierra es tuya.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar! 

Alberti y M Teresa León

Canción de Amor

Amor, deja que me vaya, 
déjame morir, amor. 
Tú eres el mar y la playa. 
Amor. 
Amor, déjame la vida, 
no  dejes que muera, amor. 
Tú eres mi luz escondida. 
Amor. 
Amor, déjame quererte. 
Abre las fuentes, amor. 
Mis labios quieren beberte. 
Amor. 
Amor, está anocheciendo. 
Duermen las flores, amor, 
y tú estás amaneciendo. 
Amor.

Castigos

Es cuando golfos y bahías de sangre,
coagulados de astros difuntos y vengativos,
inundan los sueños.

Cuando golfos y bahías de sangre
atropellan la navegación de los lechos
y a la diestra del mundo muere olvidado un ángel.

Cuando saben a azufre los vientos
y las bocas nocturnas a hueso, vidrio y alambre.
Oídme.

Yo no sabía que las puertas cambiaban de sitio,
que las almas podían ruborizarse de sus cuerpos,
ni que al final de un túnel la luz traía la muerte.

Oídme aún.

Quieren huir los que duermen.
Pero esas tumbas del mar no son fijas,
esas tumbas que se abren por abandono y cansancio del cielo no son estables,
y las albas tropiezan con rostros desfigurados.

Oíd aún. Más todavía.

Hay noches en que las horas se hacen de piedra en los espacios,
en las venas no andan
y los silencios yerguen siglos y dioses futuros.

Un relámpago baraja las lenguas y trastorna las palabras.
Pensad en las esferas derruidas,
en las órbitas secas de los hombres deshabitados,
en los milenios mudos.

Más, más todavía. Oídme.

Se ve que los cuerpos no están en donde estaban,
que la luna se enfría de ser mirada
y que el llanto de un niño deforma las constelaciones.

Cielos enmohecidos nos oxidan las frentes desiertas,
donde cada minuto sepulta su cadáver sin nombre.

Oídme, oídme por último.

Porque siempre hay un último posterior a la caída de los páramos,
al advenimiento del frío en los sueños que se descuidan,
a los derrumbos de la muerte sobre el esqueleto de la nada.

Alberti y M. Teresa León, La Habana,16 de abril de 1935 

Mujer en camisa

Te amo así, sentada,
con los senos cortados y clavados en el filo,
como una transparencia,
del espaldar de la butaca rosa, 
con media cara en ángulo,
el cabello entubado de colores,
la camisa caída 
bajo el atornillado botón saliente del ombligo,
y las piernas,
las piernas confundidas con las patas
que sostienen tu cuerpo 
en apariencia dislocado,
adherido al journal que espera la lectura.
Divinamente ancha, precisa, aunque dispersa,
la belleza real 
que uno quisiera componer cada noche.

Balada del que nunca fué a Granada

Qué lejos por mares, campos y montañas
ya otros soles miran mi cabeza cana.
Nunca vi Granada.
 
Mi cabeza cana, los años perdidos,
quiero hallar los viejos, borrados caminos.
Nunca fui a Granada.
 
Dadle un ramo verde de luz a mi mano,
una rienda corta y un galope largo.
Nunca vi Granada.
 
¿Qué gente enemiga puebla sus adarves?
¿Quién los claros ecos libres de sus aires?
Nunca fui a Granada.
 
Venid, los que nunca fuisteis a Granada,
hay sangre caída, sangre que me llama,
nunca entré en Granada.
 
Hay sangre caída del mejor hermano;
sangre por los mirtos y agua de los patios.
Nunca vi Granada.
 
Si altas son las torres, el valor es alto,
venid por montañas, por mares y campos.
Entraré en Granada.
Aitana Alberti entre sus padres, Rafael y M. Teresa León

El mar, la mar

El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?

En sueños la marejada
me tira del corazón;
se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste
acá?

Luna mía de ayer, hoy de mi olvido

Luna mía de ayer, hoy de mi olvido, 
Ven esta noche a mí, baja a la tierra, 
Y en vez de ser hoy luna de la guerra, 
Sélo tan sólo de mi amor dormido. 

Dale en tu luz el reno perseguido 
Que por los yelos de tus ojos yerra, 
Y dile, si tu lumbre lo destierra, 
Que será lana su destierro y nido. 

Tiempos de horror en que la sangre habita 
Obligatoriamente separada 
De la linde natal de su terreno. 

¡Ay luna de mi olvido, tu visita 
no me despierte el labio de la espada, 
sí el de mi amor, guardado por tu reno!

Huele a sangre mezclada con espliego

Huele a sangre mezclada con espliego, 
Venida entre un olor de resplandores. 
A sangre huelen las quemadas flores 
Y a súbito ciprés de sangre el fuego. 

Del aire baja un repentino riego 
De astro y sangre resueltos en olores, 
Y un tornado de aromas y colores 
Al mundo deja por la sangre ciego. 

Fría y enferma y sin dormir y aullando, 
Desatada la fiebre va saltando, 
Como un temblor, por las terrazas solas. 

Coagulada la luna en la cornisa, 
Mira la adolescente sin camisa 
Poblársele las ingles de amapolas.

Háblame del mar marinero

Dicen que hay toros azules

en la primavera del mar.

El sol es el caporal

y las mantillas las nubes,

 que las mueve el temporal.

Dicen que hay toros azules

en la primavera del mar. 

Háblame del mar, marinero.

Dime si es verdad

lo que dicen de él.

Desde mi ventana

no puedo yo verlo.

Desde mi ventana

el mar no se ve.

Háblame del mar, marinero.

Cuéntame que sientes

allí, junto a él.

Desde mi ventana

no puedo saberlo,

desde mi ventana

el mar no se ve. 

Dicen que el barco navega

enamorado del mar.

Buscando sierenas va,

buscando sirenas nuevas

que le canten al pasar.

Dicen que el barco navega

enamorado del mar.

 Háblame del mar, marinero,

háblame del mar, háblame.

Sueño del marinero

Yo, marinero, en la ribera mía,		
posada sobre un cano y dulce río		
que da su brazo a un mar de Andalucía,		

sueño en ser almirante de navío,		
para partir el lomo de los mares		
al sol ardiente y a la luna fría.		

¡Oh los yelos del sur! ¡Oh las polares		
islas del norte! ¡Blanca primavera,		
desnuda y yerta sobre los glaciares,		

cuerpo de roca y alma de vidriera!		
¡Oh estío tropical, rojo, abrasado,		
bajo el plumero azul de la palmera!		

Mi sueño, por el mar condecorado,		
va sobre su bajel, firme, seguro,		
de una verde sirena enamorado,		

concha del agua allá en su seno oscuro.		
¡Arrójame a las ondas, marinero:		
-Sirenita del mar, yo te conjuro!		

Sal de tu gruta, que adorarte quiero,		
sal de tu gruta, virgen sembradora,		
a sembrarme en el pecho tu lucero.		

Ya está flotando el cuerpo de la aurora		
en la bandeja azul del océano		
y la cara del cielo se colora		

de carmín. Deja el vidrio de tu mano		
disuelto en la alba urna de mi frente,		
alga de nácar, cantadora en vano		

bajo el vergel añil de la corriente.		
¡Gélidos desposorios submarinos		
con el ángel barquero del relente		

y la luna del agua por padrinos!		
El mar, la tierra, el aire, mi sirena,		
surcaré atado a los cabellos finos		

y verdes de tu álgida melena.		
Mis gallardetes blancos enarbola,		
¡oh marinero!, ante la aurora llena		

¡y ruede por el mar tu caracola!
Alberti y Asunción Mateo

Autorretrato

                      I

Soy Pinochet, el Funeral Verdugo,		
el gran Funeralísimo chileno.		
Tengo por alma un batallón de cieno		
y por cabeza un general tarugo.		

Cuando mato me arrugo y desarrugo		
como culebra de mortal veneno;		
chupo la sangre y todo lo gangreno		
con mis flechas gamadas bajo el yugo.		

El más odiado y escupido soy		
de la fétida rastra de fecales		
ratas que vomitó letrina oscura.		

Soy Pinochet, es esto lo que doy:		
la libertad para los criminales		
y para el pueblo ni la sepultura.
	
                     II

Achtung! De Chile al fin escalé el trono		
yo, Pinochet, el funeral comprado		
sobre un gran Presidente asesinado,		
con cuya viva sangre me corono.		

Yo soy el que encarcelo y encañono		
a un valeroso pueblo desgarrado.		
El mirarlo a mis pies exterminado		
es la gloria más alta que ambiciono.		

Achtung, achtung! La historia de mañana		
ya me nombra en la era hitleriana		
vil asteroide y yanki aborrecido,		

aunque entre tanto para el mundo entero		
soy Pinochet, tapón de estercolero		
y el Gran Funeralísimo vendido.

                III

Gran Presidente: mírame mordiendo		
tu poderosa sangre acribillada.		
Soy Pinochet, el de la mano armada,		
el asesino de la mano ardiendo.		

Heme aquí babeando y escupiendo		
sobre tu viva imagen destrozada,		
viejo vampiro urgido de la nada		
para sorber la luz que ibas abriendo.		

Gran Presidente: soy lombriz, gorgojo,		
hijo espúreo de escoba y estropajo,		
pulga servil pagada por la gente		

que aplasta al hombre como aplasta un piojo		
el más mínimo y triste renacuajo,		
difunto ya a tus pies, Gran Presidente.

Al color

A ti, sonoro, puro, quieto, blando,		
incalculable al mar de la paleta,		
por quien la neta luz, la sombra neta		
en su trasmutación pasan soñando.		

A ti, por quien la vida combinando		
color y color busca ser concreta;		
metamorfosis de la forma, meta		
del paisaje tranquilo o caminando.		

A ti, armónica lengua, cielo abierto,		
descompasado dios, orden, concierto,		
raudo relieve, lisa investidura.		

Los posibles en ti nunca se acaban.		
Las materias sin términos te alaban.		
A ti, gloria y pasión de la Pintura.

Rafael Alberti Merello (El Puerto de Santa María, Cádiz, España, 16 de diciembre de 1902 – El Puerto de Santa María, Cádiz, 28 de octubre de 1999) poeta y dramaturgo español perteneciente a la generación del 27, militante del partido comunista, exiliado al finalizar la guerra civil española, regresó a España en 1977 después de la muerte del dictador Franco, con la instauración de la democracia fue elegido diputado por Cadiz aunque renunció poco después para continuar con su carrera literaria. En 1924, Rafael Alberti recibió el Premio nacional de Poesía por Marinero en Tierra. En 1980 recibió el Premio Nacional de teatro. En 1983 fué galardonado con el Premio Cervantes.

Enlaces de interés:

http://www.opushabana.cu/index.php/articulos/272-.html

http://eldardodelapalabra.blogspot.com/2017/02/miguel-hernandez-y-rafael-alberti-dos.html

https://elcultural.com/Cuando-Aitanita-crezca-un-poco-y-de-oveja-pase-a-ternera

https://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/biografias/napoles_rafael_alberti.htm

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/alberti_rafael.htm

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