14 Poemas de Cesare Pavese 

Verrà la morte e avrà i tuoi occhi

Verrà la morte e avrà i tuoi occh
questa morte che ci accompagna
dal mattino alla sera, insonne,
sorda, come un vecchio rimorso
o un vizio assurdo. I tuoi occhi
saranno una vana parola,
un grido taciuto, un silenzio.

Cosí li vedi ogni mattina
quando su te sola ti pieghi
nello specchio. O cara speranza,
quel giorno sapremo anche noi
che sei la vita e sei il nulla.

Per tutti la morte ha uno sguardo.

Verrà la morte e avrà i tuoi occhi.
Sarà come smettere un vizio,
come vedere nello specchio
riemergere un viso morto,
come ascoltare un labbro chiuso.

Scenderemo nel gorgo muti.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos…

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.

Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.

Mudos, descenderemos en el remolino.


22 marzo 1950

De: «Vendrá la muerte y tendrá tus ojos» – 1950
Recogido en “Cesare Pavese – Poesías Completas” – 1995.
Traducción de Carles José i Solsora

Voi

Per C di C

Tu,
screziato sorriso
su nevi gelate –
vento di Marzo,
balletto di rami
spuntati sulla neve,
gemendo e ardendo,
i tuoi piccoli «oh!» –
daina dalle membra bianche,
graziosa,
potessi io sapere
ancora
la grazia volteggiante
di tutti i tuoi giorni,
la trina di spuma
di tutte le tue vie –
domani è gelato
giù nella pianura –
tu, screziato sorriso,
tu, risata ardente.

Para C de C

Tú,
sonrisa moteada
sobre nieves heladas-
viento de marzo,
ballet de ramas
combadas sobre la nieve,
gimiendo y encendiendo
tus pequeños «¡oh!»-
gamo de blancos miembros,
gentil,
podría saber
todavía
la gracia deslizante
de todos tus días,
la blonda espumosa
de todos tus caminos-
se ha helado el mañana
abajo en la llanura-
tú, sonrisa moteada,
tú, risa encendida.

Indisciplina

L’ubriaco si lascia alle spalle le case stupite.
Mica tutti alla luce del sole si azzardano
a passare ubriachi. Traversa tranquillo la strada,
e potrebbe infilarsi nei muri, ché i muri ci stanno.
Solo un cane trascorre a quel modo, ma un cane si ferma
ogni volta che sente la cagna e la fiuta con cura.
L’ubriaco non guarda nessuno, nemmeno le donne.
Per la strada la gente, stravolta a guardarlo, non ride
e non vuole che sia l’ubriaco, ma i molti che inciampano
per seguirlo con gli occhi, riguardano innanzi
bestemmiando. Passato che c’è l’ubriaco,
tutta quanta la strada si muove piú lenta
nella luce del sole. Qualcuno che corre
come prima, è qualcuno che non sarà mai l’ubriaco.
Gli altri fissano, senza distinguere, il cielo e le case
che continuano a esserci, se anche nessuno li vede.
L’ubriaco non vede né case né cielo,
ma li sa, perché a passo malfermo percorre uno spazio
netto come le strisce di cielo. La gente impacciata
non comprende piú a cosa ci stiano le case,
e le donne non guardano gli uomini. Tutti
hanno come paura che a un tratto la voce
rauca scoppi a cantare e li segua nell’aria.
Ogni casa ha una porta, ma è inutile entrarci.
L’ubriaco non canta, ma tiene una strada
dove l’unico ostacolo è l’aria. Fortuna
che di là non c’è il mare, perché l’ubriaco
camminando tranquillo, entrerebbe anche in mare
e, scomparso, terrebbe sul fondo lo stesso cammino.
Fuori, sempre, la luce sarebbe la stessa.

Indisciplina

El borracho deja tras de sí las atónitas casas.
No todos se aventuran, bajo la luz solar,
a pasear borrachos. Atraviesa con calma la calle
y podría adentrarse entre paredes, pues paredes las hay.
Sólo un perro deambula así, pero un perro se detiene
cada vez que percibe una perra y la olisquea atentamente.
El borracho no mira a nadie, ni siquiera a las mujeres.

Por la calle, la gente, turbada al contemplarlo, no ríe
y desearía que no estuviese allí, pero los muchos que
tropiezan
mientras lo contemplan vuelven a mirar hacia adelante,
maldiciendo. Tan pronto como el borracho ha pasado,
la calle entera se mueve, con lentitud mayor,
bajo la luz solar. Si hay alguien que corre
como antes, ese alguien no podrá ser el borracho.
Los demás miran, sin percibirlos, el cielo y las casas,
que siguen estando presentes, aunque nadie los vea.

El borracho no ve ni las casas ni el cielo,
mas sabe que están, porque, tambaleándose, recorre un trecho
claro como las franjas del cielo. La gente, premiosa,
no comprende para qué están las casas
y las mujeres no miran a los hombres. Todos
tienen cierto temor de que, de repente, la voz
ronca se ponga a cantar y los persiga en el aire.

Cada casa tiene su puerta, pero es inútil entrar.
El borracho no canta, pero enfila una calle
cuyo único obstáculo es el aire. Por suerte
no va a parar el mar, porque el borracho,
caminando tranquilo, se adentraría también en el mar
y, al desaparecer, proseguiría en el fondo el mismo camino.
En el exterior, la luz sería siempre la misma.

De: «Lavorare stanca» (Trabajar cansa) – 1933 (Corregida en 1943)
Traducción de Carles José i Solsora
Recogido en “Cesare Pavese – Poesías Completas”

Ulisse

Questo è un vecchio deluso, perché ha fatto suo figlio
troppo tardi. Si guardano in faccia ogni tanto,
ma una volta bastava uno schiaffo. (Esce il vecchio
e ritorna col figlio che si stringe una guancia
e no leva più gli occhi). Ora il vecchio è seduto
fino a notte, davanti a una grande finestra,
ma non viene nessuno e la strada è deserta.

Stamattina è scappato il ragazzo, e ritorna
questa notte. Starà sogghignando. A nessuno
vorrà dire se a pranzo ha mangiato. Magari
avrà gli occhi pesanti e andrà a letto in silenzio:
due scarponi infangati. Il mattino era azzurro
sulle piogge di un mese.

Per la fresca finestra
scorre amaro un sentore di foglie. Ma il vecchio
non si muove dal buio, no ha sonno la notte,
e vorrebbe aver sonno e scordare ogni cosa
como un tempo al ritorno doppo un lungo cammino.
Per sacaldarsi, una volta gridava e picchiava.

Il ragazzo, che torna fra poco, non prende più schiffo.
Il ragazzo comincia a esser giovane e scopre
ogni giorno qualcosa e non parla a nessuno.
Non c’è nulla per strada che non possa sapersi
stando a questa finestra. Ma il ragazzo cammina
tutto il giorno per strada. Non cerca ancor donne
e non gioca più in terra. Ogni volta ritorna.
Il ragazzo ha un suo modo di uscire di casa
che, chi resta, s’accorge di non farci più nulla.

Ulises

Ese es un viejo frustrado, porque engendró a su hijo
demasiado tarde. De vez en cuando, se miran cara a cara,
pero, tiempo atrás, bastaba un sopapo. (Sale el viejo
y regresa con el hijo que se friega una mejilla
y ya no levanta la vista.) Ahora el viejo está sentado,
hasta el anochecer, ante una amplia ventana,
pero no acude nadie y la calle está vacía.

Esta mañana el muchacho huyó de su casa y regresa
esta noche. Se estará riendo con sorna. Si almorzó alguna
cosa,
a nadie habrá de decirlo. Acaso sus ojos
los cerrará el cansancio e irá a acostarse en silencio:
dos zapatos enlodados. Era azul la mañana
tras un mes de lluvias.

Por la fresca ventana,
amargo, penetra un olor de hojas. Pero el viejo
no se mueve de la oscuridad, de noche no tiene sueño
y quisiera tener sueño y olvidarse de todo
al igual que cuando volvía, hace tiempo, de una larga
andadura.
Tiempo atrás, gritaba y golpeaba para calentarse.

El muchacho que no tarda en llegar, no encaja ya más zurras.
El muchacho empieza a ser un joven y descubre
algo más cada día y no habla con nadie.
Nada hay en la calle que no pueda advertirse
desde esta ventana. Pero el muchacho deambula
por las calles todo el día. Aún no busca muchachas
y ya no juega en el suelo. Siempre regresa.
El muchacho tiene tal modo de marcharse a su casa
que quien se queda es consciente de que no hay nada que
hacer.

De: «Lavorare stanca» (Trabajar cansa) – 1933 (Corregida en 1943)
Traducción de Carles José i Solsora

Il paradiso sui tetti

Sarà un giorno tranquillo, di luce fredda
come il sole che nasce o che muore, e il vetro
chiuderà l’aria sudicia fuori del cielo.

Ci si sveglia un mattino, una volta per sempre,
nel tepore dell’ultimo sonno: l’ombra
sarà come il tepore. Empirà la stanza
per la grande finestra un cielo più grande.
Dalla scala salita un giorno per sempre
non verranno più voci, né visi morti.

Non sarà necessario lasciare il letto.
Solo l’alba entrerà nella stanza vuota.
Basterà la finestra a vestire ogni cosa
di un chiarore tranquillo, quasi una luce.
Poserà un’ombra scarna sul volto supino.
I ricordi saranno dei grumi d’ombra
appiattati così come vecchia brace
nel camino. Il ricordo sarà la vampa
che ancor ieri mordeva negli occhi spenti.

El paraíso sobre los tejados…

Será un día tranquilo, de luz fría
como el sol que nace o muere, y el cristal
cerrará el aire sucio fuera del cielo.

Se nos despierta una mañana, una vez para siempre,
en la tibieza del último sueño: la sombra
será como la tibieza. Llenará la estancia,
por la gran ventana, un cielo más grande.
Desde la escalera, subida una vez para siempre,
no llegarán voces, ni rostros muertos.

No será necesario dejar el lecho.
Sólo el alba entrará en la estancia vacía.
Bastará la ventana para vestir cada cosa
con una tranquila claridad, casi una luz.
Se posará una sombra descarnada sobre el rostro sumergido.

Será los recuerdos como grumos de sombra
aplastados como las viejas brasas
en el camino. El recuerdo será la llama
que todavía ayer mordía en los ojos apagados.

Costumbres

Sobre el asfalto de la avenida la luna forma un
lago
silencioso y el amigo recuerda otros tiempos.
Entonces le bastaba un encuentro imprevisto
para ya no estar solo. Mirando la luna
respiraba la noche. Pero más fresco era el olor
de la mujer encontrada, de la breve aventura
bajo escaleras inciertas. El cuarto tranquilo
y el pronto deseo de vivir siempre allí
colmaban su corazón. Luego, bajo la luna,
volvía contento, con grandes pasos
atolondrados.
Entonces era un gran compañero de sí mismo.
Despertaba temprano y saltaba del lecho
reencontrando su cuerpo y sus viejos
pensamientos.
Le gustaba salir a mojarse en la lluvia
o andar bajo el sol; gozaba mirando las calles,
conversando con gente fortuita. Creía
poder comenzar en cualquier oficio
cada nuevo día, cada nueva mañana.
Después de tantas fatigas se sentaba a fumar.
Su más grande placer era quedarse a solas.
Envejeció el amigo y quisiera una casa
que le fuera más grata; salir por la noche
y quedarse en la avenida mirando la luna,
pero hallando al volver una mujer sumisa,
una mujer tranquila, paciente en su espera.
Envejeció el amigo y ya no se basta a sí mismo.
Los transeúntes son siempre los mismos; la
lluvia
y el sol son siempre los mismos; la mañana un
desierto.
Trabajar no vale la pena. Y salir a la luna,
si nadie lo aguarda, tampoco vale la pena.

Creazione

Sono vivo e ho preso le stelle all’alba.
La mia compagno continua a dormire e ignorarlo.
Tutti miei compagni dormire. Il giorno chiaro
pulitore mi è stato rivelato che i volti letargici.

Da lontano, passare un vecchia strada di lavorare
o per godersi la mattina. Noi non siamo diversi
respirare sia uguale chiarezza
e il fumo per calmare il ventre.
Anche il corpo del vecchio dovrebbero essere sani
e vibrante – prima la mattina, dovrebbe essere nudo.

Questa mattina la vita scivola attraverso l’acqua
e il sole circa il riflesso dall’acqua
Sempre giovane, i corpi di tutti per essere
scoperto.
Sarà il sole raggiante e la ruvidezza del mare aperto
la fatica e greggio indebolimento sotto il sole,
e l’immobilità. Essere la compagna
-Un corpo segreto. Ognuno sentirai la sua
voce.
Nessuna voce rompe il silenzio dell’acqua
sotto l’alba. E neppure tutto ciò che è spaventoso
sotto il cielo. Solo un calore che diluisce le stelle.
Sentite la mattina scuote vibra
vergine, come se nessuno fosse sveglio.

Creación

Estoy vivo y he sorprendido las estrellas en el alba.
Mi compañera continúa durmiendo y lo ignora.
Mis compañeros duermen todos. La clara jornada
se me revela más limpia que los rostros aletargados.

A distancia, pasa un viejo, camino del trabajo
o a gozar la mañana. No somos distintos,
idéntica claridad respiramos los dos
y fumamos tranquilos para engañar el hambre.
También el cuerpo del viejo debería ser sano
y vibrante -ante la mañana, debería estar desnudo.

Esta mañana la vida se desliza por el agua
y el sol: alrededor está el fulgor del agua
siempre joven; los cuerpos de todos quedarán al
descubierto.
Estarán el sol radiante y la rudeza del mar abierto
y la tosca fatiga que debilita bajo el sol,
y la inmovilidad. Estará la compañera
-un secreto de cuerpos. Cada cual hará sentir su
voz.
No hay voz que quiebre el silencio del agua
bajo el alba. Y ni siquiera nada que se estremezca
bajo el cielo. Sólo una tibieza que diluye las estrellas.
Estremece sentir la mañana que vibre,
virgen, como si nadie estuviese despierto.

Los mares del Sur

A Monti

Caminamos una tarde por la falda de un cerro,
silenciosos. En la sombra del tardo crepúsculo
mi primo es un gigante vestido de blanco,
que se mueve pacato, con su rostro bronceado,
taciturno. Callar es nuestra virtud.
Algún antepasado nuestro debió estar muy solo
—un gran hombre entre idiotas o un pobre
loco—
para enseñar a los suyos tanto silencio.
Mi primo habló esta tarde. Me pidió
que subiera con él: desde la cumbre se divisa,
en las noches serenas, el reflejo del distante
faro de Turín. “Tú, que vives en Turín…”
me dijo, “…pero tienes razón. Hay que vivir la
vida
lejos del pueblo: se aprovecha y se goza;
luego, al volver después de cuarenta años, como
yo,
se encuentra todo nuevo. Las Langas no se
pierden”
Todo esto me ha dicho y no habla italiano,
pero emplea lentamente el dialecto que, como
las piedras
de esta misma colina, es tan abrupto
que veinte años de idiomas y océanos distintos
no han podido mellárselo. Y sube la cuesta
con la misma mirada abstraída que he visto, de
niño,
en los campesinos un poco cansados.
Veinte años anduvo viajando por el mundo.
Se fue cuando todavía era yo un niño faldero,
y lo dieron por muerto. Después oí a las mujeres
hablando a veces de él, como en una fábula;
pero los hombres, más reservados, lo olvidaron.
Un invierno, a mi padre ya muerto, le llegó una
tarjeta
con una gran estampilla verdosa con naves en
un puerto
y deseos de buena vendimia. Causó gran
asombro
y el niño más crecido explicó con vehemencia
que el mensaje venía de una isla llamada
Tasmania,
rodeada de un mar más azul y feroces escualos,
en el Pacífico, al sur de Australia. Y añadió que
en verdad
el primo era pescador de perlas. Y arrancó la
estampilla.
Todos opinaron al respecto, mas coincidieron
en que si no estaba ya muerto, pronto moriría.
Luego todos lo olvidaron y pasó mucho tiempo.
Oh, desde que yo jugaba a los piratas malayos,
cuánto tiempo ha pasado. Y desde la última vez
que bajé a bañarme en un sitio mortal
y en un árbol perseguí a un compañero de
juegos,
quebrando hermosas ramas, y le rompí la cabeza
a un rival y también me golpearon,
cuánta vida ha transcurrido. Otros días, otros
juegos,
otros sacudimientos de la sangre frente a rivales
más huidizos: los pensamientos y los sueños.
La ciudad me ha enseñado temores infinitos:
una multitud, una calle me han hecho temblar;
un pensamiento, a veces, entrevisto en un rostro.
Siento aún en los ojos la luz burlona
de miles de faroles sobre el tropel de pasos.
Entre otros pocos, mi primo regresó
al terminar la guerra. Y tenía dinero.
Los parientes murmuraban: “En un año, cuando
mucho,
se lo come todo y se larga.
Los desesperados mueren así.”
Mi primo tiene un semblante resuelto. Compró 
una planta baja
en el pueblo y construyó con cemento un taller
con su flamante bomba al frente, para vender
gasolina;
y sobre el puente, junto a la curva, un gran
letrero.
Luego empleó a un mecánico que le atendía el
negocio
mientras él se paseaba por Las Langas,
fumando.
Entretanto se casó en el pueblo. Eligió a una
muchacha
delgada y rubia, como las extranjeras
que alguna vez encontró por el mundo.
Pero siguió saliendo solo, vestido de blanco,
con las manos a la espalda y el rostro
bronceado;
por la mañana iba a las ferias y con aire
socarrón
compraba caballos. Después me explicó,
al fallarle el proyecto, que su plan
había sido suprimir las bestias del valle
y obligar a la gente a comprarle motores.
“Pero la bestia” decía, “más grande de todas
he sido yo al pensarlo. Debía saber
que aquí bueyes y gentes son una misma raza.”
Hemos caminado más de media hora. La
cumbre está cercana;
aumenta en torno nuestro el murmullo y el
silbar del viento.
Mi primo se detiene de pronto y se vuelve:
“Este año
escribiré en el letrero Santo Síefano
siempre ha sido el primero en las fiestas
en el valle del Belbo, aunque respinguen
los de Canelli.” Y sigue subiendo la cuesta.
Un perfume de tierra y de viento nos envuelve
en lo oscuro;
algunas luces lejanas: granjas, automóviles 
que apenas se oyen. Y pienso en la fuerza
que devolvió a este hombre, arrancándolo al mar,
a las tierras lejanas, al silencio que dura.
Mi primo jamás habla de sus viajes.
Dice parcamente que ha estado en tal o cual sitio
y vuelve a pensar en sus motores.
Sólo un sueño
le ha quedado en la sangre: una vez navegó
como fogonero en un barco pesquero holandés,
el Cetáceo;
vio volar los pesados arpones al sol,
vio huir ballenas entre espumas de sangre,
perseguirlas, lancear sus colas levantadas.
Me lo contó algunas veces.
Pero cuando le digo
que está entre los afortunados que han visto la
aurora
en las islas más hermosas del mundo,
sonríe al recordarlo y responde que el sol
se levantaba cuando el día ya era viejo para
ellos.

Hai viso di pietra scolpita

Hai viso di pietra scolpita,
sangue di terra dura,
sei venuta dal mare.
Tutto accogli e scruti
e respingi da te
come il mare. Nel cuore
hai silenzio, hai parole
inghiottite. Sei buia.
Per te l’alba è silenzio.

E sei come le voci
della terra – l’urto
della secchia nel pozzo,
la canzone del fuoco,
il tonfo di una mela;
le parole rassegnate
e cupe sulle soglie,
il grido del bimbo – le cose
che non passano mai.
Tu non muti. Sei buia.

Sei la cantina chiusa,
dal battuto di terra,
dov’è entrato una volta
ch’era scalzo il bambino,
e ci ripensa sempre.
Sei la camera buia
cui si ripensa sempre,
come al cortile antico
dove s’apriva l’alba.

Tienes rostro de piedra esculpida

Tienes rostro de piedra esculpida,
sangre de tierra dura,
viniste del mar.
Todo lo acoges y escudriñas
y rechazas
como el mar. En el corazón
tienes silencio, tienes palabras
engullidas. Eres oscura.
para ti el alba es silencio.

Y eres como las voces
de la tierra  —el choque
del cubo en el pozo,
la canción del fuego,
la caída de una manzana;
las palabras resignadas
y tenebrosas sobre los umbrales,
el grito del niño—  las cosas
que nunca pasan.
Tú no cambias. Eres oscura.

Eres la bodega cerrada
con la tierra removida,
donde el niño entró
una vez, descalzo,
y que siempre recuerda.
Eres la habitación oscura
en la que se vuelve a pensar siempre,
como en el patio antiguo
donde nacía el alba.

Cesare Pavese y Constance Dowling (1950)

The cats will know

Ancora cadrà la pioggia
sui tuoi dolci selciati,
una pioggia leggera
come un alito o un passo.
Ancora la brezza e l’alba
fioriranno leggere
come sotto il tuo passo,
quando tu rientrerai.
Tra fiori e davanzali
i gatti lo sapranno.

Ci saranno altri giorni,
ci saranno altre voci.
Sorriderai da sola.
I gatti lo sapranno.
Udrai parole antiche,
parole stanche e vane
come i costumi smessi
delle feste di ieri.

Farai gesti anche tu.
Risponderai parole –
viso di primavera,
farai gesti anche tu.

I gatti lo sapranno,
viso di primavera;
e la pioggia leggera,
l’alba color giacinto,
che dilaniano il cuore
di chi più non ti spera,
sono il triste sorriso
che sorridi da sola.
Ci saranno altri giorni,
altre voci e risvegli.
Soffriremo nell’alba,
viso di primavera.

The cats will know

Caerá otra vez la lluvia
sobre tus embaldosados dulces,
una lluvia ligera
como un hálito o un paso.
Otra vez la brisa y el alba
florecerán ligeras,
como bajo tu paso,
cuando regresarás.
Entre flores y alféizares,
los gatos lo sabrán.

Habrá otros días,
habrá otras voces.
Sonreirás a solas.
Los gatos lo sabrán.
Oirás palabras antiguas,
palabras cansadas y vanas
como trajes desechados
de fiestas del pasado.

También tú harás gestos.
Responderás palabras—
rostro de primavera,
también tú harás gestos.

Los gatos lo sabrán
rostro de primavera;
y la lluvia ligera,
el alba de color jacinto,
que laceran el corazón
de quien ya no te espera,
son la triste sonrisa
que sonríes a solas,
habrá otros días,
otras voces y despertares.
Sufriremos al alba,
rostro de primavera.

Fine della fantasia

Questo corpo mai più ricomincia. A toccargli le occhiaie
uno sente che un mucchio di terra è più vivo,
ché la terra, anche all’alba, non fa che tacere in se stessa.
Ma un cadavere è un resto di troppi risvegli.

Non abbiamo che questa virtù: cominciare
ogni giorno la vita – davanti alla terra,
sotto un cielo che tace – attendendo un risveglio.
Si stupisce qualcuno che l’alba sia tanta fatica;
di risveglio in risveglio un lavoro è compiuto.
Ma viviamo soltanto per dare in un brivido
al lavoro futuro e svegliare una volta la terra.
E talvolta ci accade. Poi torna a tacere con noi.

Se a sfiorare quel volto la mano non fosse malferma
viva mano che sente la vita se tocca –
se davvero quel freddo non fosse che il freddo
della terra, nell’alba che gela la terra,
forse questo sarebbe un risveglio, e le cose che tacciono
sotto l’alba, direbbero ancora parole. Ma trema
la mia mano, e di tutte le cose somiglia alla mano
che non muove.

Altre volte svegliarsi nell’alba
era un secco dolore, uno strappo di luce,
ma era pure una liberazione. L’avara parola
della terra era gaia, in un rapido istante,
e morire era ancora tornarci. Ora, il corpo che attende
è un avanzo di troppi risvegli e alla terra non torna.
Non lo dicon nemmeno, le labbra indurite.

Fin de fantasía

Este cuerpo no volverá a empezar de nuevo. Al tocar las
cuencas de sus ojos,
uno nota que un montón de tierra está más vivo,
ya que, incluso al alba, la tierra no hace sino guardar
silencio en su interior.
Pero un cadáver es un resto de demasiados despertares.

No tenemos más que esta virtud: comenzar
cada día la vida -ante la tierra,
bajo un cielo que calla-, esperando un despertar.
Se asombra alguien de que el alba implique tanto esfuerzo;
de despertar en despertar, una labor ha sido efectuada.
Pero vivimos solamente para darnos en un estremecimiento
al trabajo futuro y despertar, de una vez, la tierra.
Y alguna vez ocurre. Después vuelve a callar con nosotros.

Si al rozar aquel rostro la mano no estuviese insegura
-viva mano que siente la vida si toca-,
si de veras aquel frío no fuese otra cosa que el frío
de la tierra, en el alba que hiela la tierra,
tal vez eso sería un despertar y las cosas que callan
bajo el alba dirían todavía palabras. Pero tiembla
mi mano y entre todas las cosas se asemeja
a la mano inmóvil.
Otras veces, despertarse al alba
era un dolor seco, un jirón de luz,
pero era asimismo una liberación. La avara palabra
de la tierra era alegre, en un rápido instante,
y morir era todavía regresar a ella. Ahora, el cuerpo que
espera
es un resto de demasiados despertares y no regresa a la tierra.
Ni siquiera lo dicen los labios endurecidos.

Gelosia

1
Ci si siede di fronte e si vuotano i primi bicchieri lentamente,
fissando il rivale con l’occhio traverso.
Poi si aspetta che il vino gorgogli. Si guarda nel vuoto
canzonando. Se i muscoli tremano ancora
treman anche al rivale. Bisogna sforzarsi
per non bere di un fiato e sbronzarsi di colpo.

Oltre il bosco, si sente il ballabile e vedon lanterne
dondolanti – non sono restate che donne
sul palchetto. Lo schiaffo piantato alla bionda
ha portato via tutti a godersi lo scontro.
I rivali sentivano in bocca un sapore di rabbia
e di sangue; ora sentono il sapore del vino.
Per riempirsi di pugni bisogna esser soli
come a fare l’amore, ma c’è sempre la notte.

Sul palchetto i lampioni di carta e le donne
non stan fermi, nel fresco. La bionda, nervosa,
siede e cerca di ridere, ma s’immagina un prato
dove i due si dibattono e perdono sangue.
Li ha sentiti vociare di là dalle piante.
Malinconica, sopra il palchetto, una coppia di donne
gira in tondo; qualcuna fa cerchio alla bionda,
e s’informano se proprio le duole la faccia.

Per riempirsi di pugni bisogna esser soli.
Tra i colleghi c’è sempre qualcuno che blatera
e fa fare commedie. La gara del vino
non è mica uno sfogo: uno sente la rabbia
gorgogliare nel rutto e bruciare la gola.
Il rivale, piú calmo, dà mano al bicchiere

e lo vuota continuo. Ha finito il suo litro
e ne attacca un secondo. li calore del sangue
manda in secco i bicchieri, come dentro una stufa.
I colleghi d’intorno hanno facce sbiancate
e oscillanti, le voci si sentono appena.
Il bicchiere, si cerca e non c’è. Per stanotte
– anche a vincere – la bionda torna a casa da sola.

2

L’uomo vecchio ha la tetra di giorno, e di notte
ha una donna ch’è sua – ch’era sua fino a ieri.
Gli piaceva scoprirla, come aprire la terra,
e guardarsela a lungo, supina nell’ombra attendendo.
La donna sorrideva occhi chiusi.

L’uomo vecchio stanotte è seduto sul ciglio
del suo campo scoperto, ma non scruta la chiazza
della siepe lontana, non distende la mano
a divellere un’erba. Contempla tra i solchi
un pensiero rovente. La terra rivela
se qualcuno vi ha messo le mani e l’ha infranta:
lo rivela anche al buio. Ma non c’è donna viva
che conservi la traccia della stretta dell’uomo.

L’uomo vecchio si è accorto che la donna sorride
solamente occhi chiusi, attendendo supina,
e comprende improvviso che sul giovane corpo
passa in sogno la stretta di un altro ricordo.
L’uomo vecchio non vede più il campo nell’ombra.
Si è buttato in ginocchio, stringendo la terra
come fosse una donna e sapesse parlare.
Ma la donna distesa nell’ombra, non parla.

Dov’è stesa occhi chiusi la donna non parla
né sorride, stanotte, dalla bocca piegata
alla livida spalla. Rivela sul corpo
finalmente la stretta di un uomo: la sola
che potesse segnarla, e le ha spento il sorriso.

Celos

1

Uno se sienta de frente y se vacían los primeros vasos lentamente,
contemplando fijamente al rival con adversa mirada.
Después se espera el borboteo del vino. Se mira al vacío,
bromeando. Si tiemblan todavía los músculos,
también le tiemblan al rival. Hay que esforzarse
para no beber de un trago y embriagarse de golpe.

Allende el bosque, se oye el bailable y se ven faroles
bamboleantes -sólo han quedado mujeres
en el entarimado. El bofetón asestado a la rubia
congregó a todo el mundo para regodearse con el lance.
Los rivales notaban en la boca un gusto de rabia
y de sangre; ahora notan el gusto del vino.
Para liarse a golpes, es preciso estar solos,
como para hacer el amor, pero siempre está la noche.

En el entarimado, los faroles de papel y las mujeres
no están quietos con el aire fresco. La rubia, nerviosa,
se sienta e intenta reír, pero se imagina un prado
en que los dos contienden y se desangran.
Les ha oído vocear más allá de la vegetación.

Melancólica, sobre el entarimado, una pareja de mujeres
pasea en círculo; alguna que otra rodea a la rubia
y se informan acerca de si en verdad le duele la cara.

Para liarse a golpes es preciso estar solos.
Entre los compañeros siempre hay alguno que charla
y es objeto de bromas. La porfía del vino
ni siquiera es un desahogo: uno nota la rabia
borboteando en el eructo y quemando el gaznate.

El rival, más sosegado, ase el vaso
y lo apura sin interrupción. Ha trasegado un litro
y acomete el segundo. El calor de la sangre,
al igual que una estufa, seca pronto los vasos.
Los compañeros en derredor tienen rostros lívidos
y oscilantes, las voces apenas se oyen.

Se busca el vaso y no está. Por esta noche
-incluso venciendo- la rubia regresa sola a casa.

2

El viejo tiene la tierra durante el día y, de noche,
tiene una mujer que es suya -que hasta ayer fue suya.
Le gustaba desnudarla, como quien abre la tierra,
y mirarla largo tiempo, boca arriba en la sombra,
esperando. La mujer sonreía con sus ojos cerrados.

Se ha sentado el viejo esta noche al borde
de su campo desnudo, pero no escruta la mancha
del seto lejano, no extiende su mano
para arrancar la hierba. Contempla entre los surcos
un pensamiento candente. La tierra revela
si alguien ha colocado sus manos sobre ella y la ha violado:
lo revela incluso en la oscuridad. Mas no hay mujer viviente
que conserve el vestigio del abrazo del hombre.

El viejo ha advertido que la mujer sonríe
únicamente con los ojos cerrados, esperando supina,
y comprende de pronto que sobre su joven cuerpo
pasa, en sueños, el abrazo de otro recuerdo.
El viejo ya no contempla el campo en la sombra.
Se ha arrodillado, estrechando la tierra
como si fuese una mujer que supiera hablar.
Pero la mujer, tendida en la sombra, no habla.

Allí donde está tendida, con los ojos cerrados, la mujer no habla
ni sonríe, esta noche, desde la boca torcida
al hombro lívido. Revela en su cuerpo,
finalmente, el abrazo de un hombre: el único
que podría dejarle huella y que le ha borrado la sonrisa.

Las mañanas transcurren claras

Las mañanas transcurren claras
y desiertas. Así se abrían tus ojos
en otro tiempo. La mañana
fluía lentamente, era una gorga
de luz inmóvil. Callaba.
Tú callabas, viva. Las cosas
existían bajo tus ojos
(sin pena, sin fiebre, sin sombra)
como un claro mar en la mañana.
Luz, donde estás tú está la mañana.
Tú eras la vida y las cosas.
Despiertos en ti respirábamos
bajo el cielo que perdura en nosotros.
Sin pena, sin fiebre entonces,
sin esta pesada sombra del día,
poblado y distinto. Oh luz,
claridad lejana, aliento
vehemente: vuelve tus ojos
inmóviles, claros, hacia nosotros.
La mañana que pasa es oscura
sin la luz de tus ojos.

Ritorno di Deola

Torneremo per strada a fissare i passanti
e saremo passanti anche noi. Studieremo
come alzarci al mattino deponendo il disgusto
della notte e uscir fuori col passo di un tempo.
Piegheremo la testa al lavoro di un tempo.
Torneremo laggiù, contro il vetro, a fumare
intontiti. Ma gli occhi saranno gli stessi
e anche i gesti e anche il viso. Quel vano segreto
che c’indugia nel corpo e ci sperde lo sguardo
morirà lentamente nel ritmo del sangue
dove tutto scompare.
Usciremo un mattino,
non avremo più casa, usciremo per via;
il disgusto notturno ci avrà abbandonati;
tremeremo a star soli. Ma vorremo star soli.
Fisseremo i passanti col morto sorriso
di chi è stato battuto, ma non odia e non grida
perché sa che da tempo remoto la sorte
– tutto quanto è già stato o sarà – è dentro il sangue,
nel sussurro del sangue. Piegheremo la fronte
soli, in mezzo alla strada, in ascolto di un’eco
dentro il sangue. E quest’eco non vibrerà più.
Leveremo lo sguardo, fissando la strada.

Regreso de Deola

Volveremos a la calle a mirar transeúntes
y también nosotros seremos transeúntes. Idearemos
cómo levantarnos temprano, deponiendo el disgusto
de la noche y salir con el paso de otros tiempos.
Le daremos en la cabeza al trabajo de otros tiempos.
Volveremos a fumar atolondradamente contra el vidrio,
allá abajo. Pero los ojos serán los mismos,
también el rostro y los gestos. Ese vano secreto
que se demora en el cuerpo y nos extravía la mirada
morirá lentamente en el ritmo de la sangre
donde todo se pierde.

Saldremos una mañana,
ya no tendremos casa, saldremos a la calle;
nos abandonará el disgusto nocturno;
temblaremos de soledad. Pero querremos estar solos.
Veremos los transeúntes con la sonrisa muerta
del derrotado, pero que no grita ni odia
pues sabe que desde tiempos remotos la suerte
-todo lo que ha sido y será- lo contiene la sangre,
el murmullo de la sangre. Bajaremos la frente,
solos, a media calle, a escuchar un eco
encerrado en la sangre. Y ese eco nunca vibrará.
Levantaremos los ojos, miraremos la calle.

Tu sei come una terra

Tu sei come una terra
che nessuno ha mai detto.
Tu non attendi nulla
se non la parola
che sgorgherà dal fondo
come un frutto tra i rami.
C’è un vento che ti giunge.
Cose secche e rimorte
t’ingombrano e vanno nel vento.
Membra e parole antiche.
Tu tremi nell’estate.

29 ottobre 1945

Eres como una tierra…

Eres como una tierra
que nadie ha pronunciado
Tú no esperas nada
salvo la palabra
que brotará del fondo
como un fruto entre las ramas.
Hay un viento que te alcanza.
Cosas secas y exánimes
te impiden el paso y van en el viento.
Miembros y palabras antiguas.
Tiemblas en el verano.

29 de octubre de 1945

De: «La tierra y la muerte» – 1945-1946

Cesare Pavese ( Santo Stefano Belbo, Cuneo, Italia, el 9 de septiembre de 1908-Turín, Italia, 27 de agosto de 1950). Poeta, novelista y traductor.

En 1914 muere el padre, lo que le causa un primer trauma. Su madre, compensará la ausencia del marido educando de modo bastante rígido a su hijo.

 Obtuvo la Licenciatura en Letras en 1932. Se licencia con una tesis sobre el poeta estadounidense Walt Whitman, y antes de dedicarse a la poesía trabajó como editor y traductor de Melville y Anderson.

En 1935 fue detenido  por su actividad política (en realidad, sólo había conservado unas cartas comprometedoras de una activista comunista de la que se había enamorado) y confinado en Brancaleone Calabro. Un año después regresó a Turín, (Pavese descubre que la mujer a la que amaba se ha casado); tradujo a John Dos Passos, Gertrude Stein y Daniel Defoe, y  publicó la obra «Trabajar cansa». Es llamado a filas, pero se le dispensa por el asma que padece.

Desde el 8 de septiembre de 1943 hasta la liberación de Italia se refugia, en primer lugar, en casa de su hermana y, luego, en un colegio de Somascos en Casale Monferrato, sin contacto con los acontecimientos que sacuden Italia, mientras muchos de sus amigos entran en la Resistencia. Al terminar la guerra, en la cual murieron varios de sus amigos, Pavese se afilió al partido comunista.

El desengaño amoroso que sufre tras la ruptura de su relación sentimental con la actriz norteamericana Constance Dowling —a la que dedica sus últimos versos, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos—, sumado al antiguo trauma generado por el temprano fallecimiento de su padre cuando Pavese tenía seis años, la muerte de varios de sus amigos durante la Segunda Guerra Mundial y su malestar existencial lo llevan al suicidio el 27 de agosto de 1950. Tenía 42 años.

Obra poética:

«Lavorare stanca» de 1936 – (Trabajar cansa) – Edición corregida, 1943
«La terra e la morte» – 1945
«Vendrá la muerte y tendrá tus ojos» – 1951

Obra narrativa :

Allá en tu aldea, 1941; La playa, 1942; La cárcel, 1938-1939, publicado en 1949; Antes de que el gallo cante, 1949; El bello verano, 1949; Entre mujeres solas, 1949; El diablo en las colinas, 1949; La luna y las fogatas, 1950).

Su diario El oficio de vivir (1952) , que se publicará dos años despues de su muerte, es un extraordinario testimonio sobre la vida y el oficio de un escritor. Iniciado el 6 de octubre de 1935 durante su encierro por motivos políticos, este diario acompañó a Cesare Pavese hasta el 18 de agosto de 1950, nueve días antes de su muerte.

Enlaces de interés :

http://www.materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/cesare-pavese.1-1.pdf

https://valenciaplaza.com/diario-de-cesare-pavese-no-chismorreen-demasiado

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