7 Poemas de Yolanda Westphalen

Zapatos

Los zapatos negros

de cuero agrietado

Viven

en ese atardecer impostergable

Un gesto despoblado

de pasos

Viven

el fracaso del límite

del

uso

Son objetos ya sidos

descoloridos

roídos

sufridos y callados

Zapatos negros

olvidados en su pasividad

yacen

se agigantan

sonambulizan una extraña huida

hacia ese abismo

absoluto

de una soledad pretérita

La ciudad entera flotan en las suelas

gastadas y vencidas

de esos zapatos

excluidos del hombre

ajenos

extraños a su vivir diario

(fragmento)

Universo en el exilio

Desterrada estoy en la sal del desprecio

Despojada en el umbral de la palabra

Pero soy única

Entre los cuatro puntos cardinales

No tengo brújula que confirme mi universo

He matado el alba, he desollado la noche

He amortajado el recuerdo

He ahogado el grito de los pájaros

Me he ceñido los lomos con la carga

de todas las estrellas

Me abruma la oscuridad que crece en mi

como un parásito

Y la eternidad germina entre mis labios       

húmedos

como un helecho

cargado de silencio

Y el universo con sus formas y

sus símbolos

se vuelve transparente

Huye

la crueldad, el límite, el milagro y el mito

Los valores

La caótica belleza

Las piedras angulares

de este universo en exilio perenne

de evocación siempre en ascenso

en muda adoración apocalíptica

Y después qué?

El destierro en el umbral de la palabra

I

¡Oh la pasión de vivir
con el corazón
devorado
por los pájaros!

II

¡átame a la voracidad
de tu recuerdo!
al crujir del ala de un pájaro
al rodar en ascuas
de la noche
sobre los vastos letargos
del ayer
¡átame a la persistencia
de núbiles fardos –de tu voz y la mía-
ahogados
en la gota de sal
de la memoria!

III

En lo alto del silencio
la noche
en la sima del horizonte
la piedra
en la cumbre del dolor
la lágrima
en el silogismo total
de la memoria
tu figura.

IV

desplazando piedras rotas
declinan mis pasos
en un peregrinaje
audaz
tras el ala
breve
de una gaviota
que fragmenta
el mar.

V

aquí tu silencio
y tu añoranza
crean
un libro de imágenes
en góticas letras
de absurdas palabras.

Marina

El amanecer se agiganta sobre el bosque de mástiles.

La hierba húmeda palpita de nostalgia
en un silencio oscuro y miserable

Tu cuerpo es una larga figura geométrica
absurdamente azul.

Redes gigantes se despedazan sobre la playa.
Gritas.
Tu voz se diluye como un náutico espejismo
sobre el mar.

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XXV

Dime mujer – murmura el viento –

¿Quién te alumbra

con la brasa de tizones encendidos?

El sol, el agua y el tiempo

y la palabra olvidada

-que yace entre los cipreses

profanados-

Oscuridad

Siento un dolor muy viejo 
que se hace carne en mi carne 
en mi espíritu y en verdad 
que vuelve silencio el despertar la palabra. 
Madura pena que vuelve 
con el aire recién nacido 
y escapándose de su huida 
forja esos versos míos 
que crecerán en mis ojos 
precipitándose en su caída 
a eterna oscuridad.
Ojos ciegos para mirarme los sueños 
ojos que envejecieron 
la ciudad 
los hombres 
los edificios 
el viento. 
Ojos enceguecidos que la claridad 
del amor renueva 
amo el nuevo perfil de las cosas 
la intimidad de los objetos 
el sabor de la letra y la palabra 
Ya la claridad de lo oscuro se hace mía 
Ya el silencio y el dolor 
amado y consentido 
cobija mis párpados ciegos 
vive el color de los pájaros 
y es mía la fragancia
dura 
y breve
de confundir nubes con barcos en extramuros
y la lumbre de las estrellas se avecinan
a mi noche
y con ellas construyo mi universo en asombro.

Los pies pisan el cemento, la tierra, 
el excremento 
la bulla de la ciudad enceguecida a gritos 
te arrastra en un desvío permanente 
es simple vivir hasta el límite 
saber que eres mortal 
así palpado 
así vivido 
saber que tu vivir se abisma y precipita 
al avasallarte en lealtad toda palabra.

Requiem

Mariposas de sombra tiemblan sobre las flores ausentes
abisales espectros vivifican un paisaje desierto.
Sólo tu cuerpo avanza hacia una agonía de estrellas inconclusas
sólo tú y tu muerte.

Desde lejos llegan nubes rosadas, soles negros, metales angustiados,
que van dejando entre mis manos mustias
tu vida
tu sabia vegetal
tu cuerpo de pino agreste.

Desde tu infancia quieta llega a sepultarse
en la brisa
tu primera sonrisa.

Heme aquí sola
entre la niebla que presagia un viento interminable.

Yolanda Rodríguez Cartland de Westphalen.(Cajamarca, Perú, 10 de noviembre de 1920 – Lima, 26 de junio de 2011). Poeta, narradora, crítica literaria y profesora de la escuela de literatura de UNMSM. Ha sido reconocida como una de las voces mas importantes de la creación literaria peruana. Empezó a estudiar Literatura y Filosofía, más tarde realizaría un doctorado, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), cuando tenía poco más de 40 años y 4 hijos. 

Su tenaz voluntad de abrirse un espacio poético en la Lima de los años 60, donde ya brillaban compañeros suyos como Arturo Corcuera, Antonio Cisneros, César Calvo o Javier Heraud, la llevó a formar su propio círculo académico con mujeres intelectuales como Luisa Rivara de Tuesta, Carmen Luz Bejarano o Lola Thorne, nombres que, como el suyo, no obtuvieron la misma atención que sus compañeros masculinos.

En 1964 publicó su primero poemario, Palabra fugitiva seguido de Objetos enajenados( 1971),  Universo en exilio (1984), que fue traducido al francés, Ojos en ceguera clausurados(1989), Díptico (1996) y Graffiti (1999), por el que recibió el Premio Internacional de Literatura Latinoamérica y del Caribe Gabriela Mistral. En el año 2000 publica Himno a la vida (2000) y, posteriormente, Silencio de piedra (2004) y Viviendo el tiempo (2008). 

Ha publicado, además, artículos en los libros colectivos: Mujeres y género en la Historia del Perú; Mujer, cultura y sociedad (vol. 2); Estudios culturales: discursos, poderes y pulsiones; Vargas Llosa: escritor, ensayista, ciudadano y político; 100 años de con Yourcenar y Escritura femenina y reivindicación de género en América Latina, entre otros. Igualmente, colaboró en numerosas revistas especializadas.

En 1999 le fue otorgado el Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe Gabriela Mistral por su libro de poemas Graffiti.

Para su libro Palabra fugitiva eligió como epígrafe una cita del poeta alemán Friedrich Hölderlin, que podría servir también para definir su propia obra:

“Quien quiere lo más hondo, quiere lo más viviente”.

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