El viejo trío
Colombina, Pierrot, Arlequín. El viejo trío
que aparece del todo transformado.
En una clara noche de este estío
yo lo he visto pasar, modernizado.
Colombina, elegante y esquelética,
mostrando una silueta parisina.
Pierrot sin blanquear su faz patética
porque hoy quien se pinta es Colombina.
Arlequín, siempre a la caza de conquista,
mira a Colomba y tararea el allegro
sincopado de un canto de revista
mientras marca un compás de baile negro.
A Pierrot ya no vence la ansiedad
de contarle a la luna su tragedia
y se atiene a la cruda realidad:
con serenatas poco se remedia.
Ya no tañe la vieja mandolina
ni versifica su pasión cruenta.
Se ha dado al cabaret y a la morfina
como el héroe de un tango de Spaventa.
Arlequín se ha tornado indiferente
y ha adoptado una «pose» bastante exótica;
pero quiere a Colomba ciegamente…
Por su tipo perfecto de neurótica.
Y con aburrimiento soberano
entró el trío, silencioso,
en un «dancing» americano
que anunciaba un letrero luminoso.

La zarpa
Noce de estío, que en inquietud me sume…
Una flor lentamente se deshoja
entre intensas oleadas de perfuma;
y hay una luna grande, hiriente y roja.
La brisa espesa muerde perversamente
con el hábito tibio de un suspiro,
y acaricia la boca febrilmente
con el ávido beso de un vampiro.
No hay estrellas. El cielo es esta noche
la misteriosa comba inmaculada
prendida únicamente con el broche
de una luna de faz congestionada.
Quizás mañana habrá tormenta;
acaso en esa obscuridad se está preñando
el rayo y la tormenta paso a paso,
y el torrente pluvial que ha de ir saciando
esta ansia intensa de humedad que encierra
una agria emanación calenturienta
que sube de la entraña de la tierra
seca y resquebrajada, ardorosa y sedienta.
Nocturno de estío. Hora febril y palpitante
en que el silencio y la fragancia arrullan
y toda la existencia se hace un interrogante
y en la calma tan sólo los sentidos aúllan.
Mañana habrá tormenta. Esta noche expectante
me deja dolorida de emoción
como una zarpa alucinante
que me fuera exprimiendo el corazón.

Yo misma
¡Si pudiera salir de mí
Acaso me salvaría!
Tal vez se marchitaría
Como una flor
el dolor
en que mi vida se abisma
si no diera a lo exterior
tan gran parte del horror
de mí misma
Un misterioso capuz
me oculta a la vida extraña
que fuera de mí florece.
Al acercarme a la luz
Me transformo en niebla huraña
que la tamiza y empaña
hasta que la luz fenece.
¡No poder nunca ver nada
como los otros lo ven!
Tener luz propia: alborada;
Y sombra propia: la nada,
Y en este luchar eterno
Por apartarme de mí
ser esclava del infierno
fatal donde me sumí
por ignorar lo que hacía.
¡Si pudiera salir de mí
acaso me salvaría!
¡Pero no puedo!
En vano mi alma buscó
algo distinto a su «yo»
en la misteriosa prisma
de la vida donde ahondó,
porque tan sólo encontró
un reflejo de si misma.
¡Y fue una imagen tan triste
La que acertara a mirar
que ahora el alma se resiste
a volverla a contemplar!
¡Y ahora es tarde!
Es ella sola, yo sola,
lo que en la vida he de ver.
¡Estandarte que tremola
sobre la hoguera y la ola,
sobre el dolor y el placer;
mi sombra, que huye de mí
cuando avanzo hacia una cosa,
mi sombra, ¡Oh fatalidad!,
compás, pauta, ritmo, norma,
mi sombra, que a todo da
los contornos de mi forma!
Y es triste, cuando uno ama
Lo externo, vivir así:
sin más noche que su noche,
sin más llama que su llama,
en febril
agitación,
arrimándose al candil
de su propio corazón
que se alimenta de su pena.
¡Es triste vivir así
cuando uno adora la ajena
palpitación!
¡Prisionera!
Prisionera en la demente
Personal limitación
del plano en que me coloco.
Y es tal la concentración
en que me llego a abismar,
que aunque me adelante un poco
sólo consigo avanzar
las rejas de mi prisión.
Como figuras lastimosas
vuelven a mí todas mis penas.
Soy de esas almas misteriosas
esposadas con sus esposas
y atadas con sus cadenas.
Yo soy mi propio carcelero.
Soy mi tirano y mi señor.
Yo soy el propio constructor
del patíbulo donde muero.
Abrasada en mi misma llama
y asfixiada en mi mismo humo,
en vano la paz mendigo
porque ha de morir conmigo
el fuego en que me consumo.
Mi cuerpo es tan sólo un cirio.
¡Oh fuego, blasón y emblema
de esta existencia que quema
con convulsión de delirio!
Mientras viva no veré extinto
el fuego de mis hogueras,
como no escaparé del recinto
de mis fronteras.
Sin otro que mi sol,
sin otra losa que mi losa
para ocultar mi existencia;
sin otro estol que mi estol
para seguir mi demencia
terrible y maravillosa,
soy igual que una alquimista
portentosa
filtrando de su crisol
el extracto de su esencia
misteriosa.
Soy la eterna sombra, que avanza
ante mí quiero ir lejos.
Soy la noche de mi esperanza.
¡Soy un reflejo de reflejos!
Y es triste vivir así
cuando hecho polvo de rubí
todo mi ser disgregaría…
¡Si pudiera salir de mí
acaso me salvaría

El pulpo
Una noche soñé que un pulpo me quería.
¡Oh la indecible angustia de aquella aberración!
Nunca he sufrido tanto; cuando amaneció el día
dijérase que había perdido la razón.
¿Alguien ha visto un pulpo acercársele quedo,
asqueroso y lascivo, monstruoso y feroz?
Por vez primera supe qué es ser presa del miedo,
qué es hundirse en la sima de una demencia atroz.
Él caminaba siempre, y yo huía, yo huía;
sus tentáculos eran como una maldición
caída del infierno sobre la carne mía
que crispaba el espanto de la alucinación.
¡Qué terror! Se me helaban los gritos en la boca.
¡Qué terror! No acertaba ni auxilio a demandar.
Y él avanzaba siempre, y yo, como una loca,
ni siquiera sabía hacia dónde escapar.
Un tentáculo horrible sobre mí iba a caer
como una helada mano blancuzca y amarilla,
cuando al fin dando un grito que sacudió mi ser
desperté sollozando de aquella pesadilla
que me hizo conocer el infierno del pánico,
el dolor de lo innoble, el terror de lo infecto
encarnado en lo inmundo de aquel pulpo satánico,
tenebroso y maldito, misterioso y abyecto.
Si en mis ojos a veces un terror pavoroso
refleja la impotencia de un grito silencioso,
si parece que miro una horrenda visión,
si a veces en mis labios hay un temblor de agonía,
es desde que soñé que un pulpo me quería.
¿Cómo olvidar la angustia de aquella aberración?

En el cristal inquieto de una fuente
En el cristal inquieto de una fuente
me he mirado
con un gesto miedoso.
El cristal me ha devuelto mi silueta cansada,
un cielo gris de otoño, vacilante y brumoso,
y el verde ensombrecido de mi vaga mirada.
Y así, los ojos en los ojos posados tristemente
hemos permanecido.
Mi imagen temblorosa en el cristal…
Luego me he ido.
¡Una pobre hoja más, desconsolada
en el parque otoñal!

Sinfonía en rojo
Roja, toda roja vi siempre la vida;
como una inmensa hoguera
donde quemaba bien
mi pobre corazón, rojo también.
Todo rojo el camino,
todo rojo el sendero
a seguir
y el día a vivir.
y rojo el mundo entero.
Rojo de amor,
y de dolor
y de horror…
En ese vasto incendio
(brasa, flama, carbunclo),
que todo centelleante apareció,
en esa luminaria,
¿qué había de ser yo,
alma furtiva
y temeraria,
qué había de ser yo
sino una llama viva?
De : Sinfonía en rojo (1929)

Soy
si siempre voy conmigo?
No temo viento, tierra y ola,
que soy yo mi enemigo,
el sol que me arrebola
y el fuego en que me abrigo.
¿Adónde iré que vaya sola,
si siempre voy conmigo?
Amor, Dolor, Fracaso y Muerte,
¡yo jamás os temí!
No tengo miedo de la suerte,
tengo miedo de mí,
que soy la sima y el desierto
y el espejismo en que se abisma
la fría imagen de ese muerto
que soy yo misma.
No odio a los otros;
me odio a mí,
que soy mi enemigo,
la mano que enarbola
la fúnebre bandera
con una calavera
que maldigo.
¿Adónde iré que vaya sola,
si siempre voy conmigo?
¿Cómo a la luz marchar
si por acaso
un día la luz me nombra?
¿Cómo a la luz llegar
si yo a mi paso
voy creando la sombra?
De nadie desconfío,
mas de mí sí
que soy yo mi enemigo.
El horror me aureola
cuando el paso prosigo…
¿Adónde iré que vaya sola,
si siempre voy conmigo?
¡Liberación! ¡Liberación!
¡Ser otra bajo otro prisma,
y renacer y transformarme!
¿Qué hacer para librarme
de mí misma?
Mas si debo anudarme a mi destino
sobre los hombros, cual pesada estola,
y fiel a su mandato sigo y sigo,
por cualquier senda y por cualquier camino,
¿adónde iré que vaya sola,
si siempre voy conmigo?
De : Sinfonía en rojo (1929)
Mulder y Ana María Martínez Sagi
La dulce música
Fuente, desgrana tu pena
en esta tarde azulada.
Rima tu copla encantada
en esta tarde serena.
Bella amiga, mi hada buena,
di tu mágica balada.
¡Canta tu dulce tonada
que es toda gracia llena!
Y la fuente me escuchó:
y su romance cantó en el suave atardecer.
Y cada gota caía
como divina harmonía
en el fondo de mi ser.

Elisabeth Mulder. Cuadro de Rosario de Velasco, 1950
¿Y no más?
¿Es posible?
¿Esto sólo
y no más?
¿Este lodo
amasado
con oro,
este lloro
apagado,
esto, todo,
y no más?
¿Esta angustia,
este miedo,
esta vida
ya mustia,
ya herida
de penas
apenas
nacida
al acaso;
este ritmo,
este modo,
este paso,
esto, todo,
y no más?
¿Esto sólo
que ahora es
por siempre
jamás?
¡Imposible,
imposible!
¡Después
ha de haber más!

Elisabeth Mulder Pierluisi, o de casada Elizabeth Mulder de Dauner (Barcelona, España, 9 de febrero de 1904 – Ibíd., 28 de noviembre de 1987). Poeta, dramaturga, novelista, traductora, articulista. Según Concha Espina, Mulder era la mejor novelista de su época.
Hija de Zoraida Pierluisi Grau, portorriqueña con ascendencia italiana y catalana, quien tenia estudios musicales y, de Enrique Mulder García, médico hijo de holandés y española. El padre frecuentaba el famoso café barcelonés Els Quatre Gats, en donde se formó durante esa época la vanguardia artística de la ciudad. De él hereda Elisabeth su afición por los viajes y su sensibilidad por el arte, ademas del marquesado de Tedema Toelosdorp de los Países Bajos, aunque ella nunca usó el título.
Pasó parte de su infancia en el país natal de su madre, Puerto Rico, antes de trasladarse a los siete años a Barcelona, donde residiría la mayor parte de su vida
Elisabeth recibió una exquisita educación con docentes particulares tales como una profesora de ruso que fue dama de la zarina Alejandra.
De niña ya leía a los clásicos en la biblioteca de su casa. Aprendió varios idiomas, inglés, francés, alemán, italiano y ruso. También heredo de su madre el amor por la música y estudió piano en el Conservatorio de Barcelona que dirigía Enrique Granados. Con 15 años ganó su primer premio de poesía. Viajó por toda Europa durante sus años juveniles.
En 1921, con tan solo 17 años, se casó con el abogado y político catalán Ezequiel Dauner Foix, casi treinta años mayor que ella, con quien tuvo un hijo, Enrique Dauner Mulder. Su esposo falleció en 1930. Posteriormente Mulder mantuvo un vínculo sentimental con la también escritora Ana María Martínez Sagi. Su relación clandestina fué truncada por la amenaza de la familia Sagi de montar un escándalo, que echó para atrás a Elisabeth Mulder.
En 1927 Mulder publica su primer poemario “Embrujamiento” que tuvo un gran éxito y del cual los críticos pensaron que su nombre era solo un seudónimo y que tras él en realidad se escondía un hombre; no creían que una mujer pudiera escribir versos con tanto talento.
Colaboró con la revista Ínsula, con ABC, La Vanguardia; perteneció al grupo de Eugenio d’Ors, la «Academia del Faro de San Cristóbal», o a la tertulia «Trascacho». Mantuvo una extensa correspondencia con figuras como Victoria Kent, Consuelo Berges, Salvador Espriu, Concha Espina ,Camilo J. Cela y Leopoldo Panero, entre otros.
Fue portavoz del Instituto de Estudios Norteamericanos y del Ateneo Barcelonés, así como vicepresidenta de la Academia del Faro de San Cristóbal, institución fundada por su amigo Eugenio D’Ors. En Madrid contaba con amistades como Concha Espina, Jacinto Benavente, Gerardo Diego o Consuelo Berges . Además, estuvo relacionada con instituciones intelectuales femeninas, como La Residencia Internacional de Señoritas en Madrid, fundada por María de Maeztu en 1915 . Esta residencia contaba con contertulios tales como José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala, Gregorio Marañón, Juan Ramón Jiménez y Vicente Huidobro. También tuvo relación con la Residencia de Señoritas Estudiantes de Barcelona, que fue dirigida por María Luz Morales. (Ella será la encargada de redactar el “Pórtico” de la poética que publica Mulder en 1929, Sinfonía en rojo). La institución se fundó en los años treinta y tuvo como huésped de honor a Gabriela Mistral. De ahí partió la amistad que las unió.
En los años 60 y 70 desarrolla una intensa labor como conferenciante, requerida por importantes instituciones y universidades españolas y extranjeras como las de Boston y Puerto Rico . En los ochenta pierde progresivamente la vista. Acaba aun así una novela, El retablo de Salomé Amat, que según se deduce de algunas declaraciones suyas era una novela en la que llevaba trabajando durante más de veinte años, aunque conoció sucesivas redacciones y tuvo algunas modificaciones.
Obra poética publicada :
Embrujamiento (1927), La canción cristalina (1928), Sinfonía en rojo (1929), La hora emocionada (1931), Paisajes y Meditaciones (1933) y Poemas Mediterráneos (1949)).
De sus relatos señalamos :
Una china en casa (1941), Este mundo (1945) o Las noches del gato verde (1963).
Publicó quince novelas, entre las que destacamos :
La Historia de Java (1935, Preludio a la muerte (1941), Crepúsculo de una ninfa (1942), El hombre que acabó en las islas (1944), Alba Grey (1947) o El vendedor de vidas (1953)).
Escribió dos obras de teatro :
Romance a media noche (1936) y Casa Fontana (1948).
Publicó un libro infantil “Las noches del gato verde” (Salamanca, Anaya, 1963) y en 1976 tradujo el libro infantil La lente mágica de Astrid Bergman Sucksdorff.
Tradujo al español las obras de Pushkin, Baudelaire, Charles Morgan, Pearl S. Buck, Shelley o Jhon Keats.
Algunas de sus novelas han sido incluso versionadas para el cine, como Preludio a la muerte (1941) en la que se inspira la película Verónica.
Elisabeth Mulder murió el 28 de noviembre de 1987 en Barcelona. Tenía 83 años.
Las obras de Mulder han sido compiladas por el escritor Juan Manuel De Prada. De Prada afirma que para él fue una gran sorpresa descubrirla: «Cuando la leí por primera vez me quedé perplejo por que esta autora no figurara entre los grandes de su época, me quedé perplejo por que fuera tan poco conocida». Afirma que en ciertos momentos recuerda la habilidad de Chejov, y que es una maestra de la narración.
¿Cómo es posible de hasta hace pocos años no supiéramos nada sobre una escritora como Mulder? Una escritora sobre la cual, la mismísima Concha Espina opinaba que era la mejor novelista de su época?
Buena pregunta…
Enlaces de interés :
https://www.elnacional.cat/es/cultura/elisabeth-mulder-sinfonia-rojo_279495_102.html
https://www.diariodeleon.es/articulo/filandon/tulipanes-del-caribe/201711190500021725465.html
https://studylib.es/doc/7773169/sinfon%C3%ADa-en-rojo–el-prisma-de-elisabeth-mulder-by