8 Poemas de Elisabeth Mulder

El viejo trío

Colombina, Pierrot, Arlequín. El viejo trío
que aparece del todo transformado.
En una clara noche de este estío
yo lo he visto pasar, modernizado.

Colombina, elegante y esquelética,
mostrando una silueta parisina.
Pierrot sin blanquear su faz patética
porque hoy quien se pinta es Colombina.

Arlequín, siempre a la caza de conquista,
mira a Colomba y tararea el allegro
sincopado de un canto de revista
mientras marca un compás de baile negro.

A Pierrot ya no vence la ansiedad
de contarle a la luna su tragedia
y se atiene a la cruda realidad:
con serenatas poco se remedia.

Ya no tañe la vieja mandolina
ni versifica su pasión cruenta.
Se ha dado al cabaret y a la morfina
como el héroe de un tango de Spaventa.

Arlequín se ha tornado indiferente
y ha adoptado una «pose» bastante exótica;
pero quiere a Colomba ciegamente…
Por su tipo perfecto de neurótica.

Y con aburrimiento soberano
entró el trío, silencioso,
en un «dancing» americano
que anunciaba un letrero luminoso.

La zarpa

Noce de estío, que en inquietud me sume…

Una flor lentamente se deshoja

entre intensas oleadas de perfuma;

y hay una luna grande, hiriente y roja.

La brisa espesa muerde perversamente

con el hábito tibio de un suspiro,

y acaricia la boca febrilmente

con el ávido beso de un vampiro.

No hay estrellas. El cielo es esta noche

la misteriosa comba inmaculada

prendida únicamente con el broche

de una luna de faz congestionada.

Quizás mañana habrá tormenta;

acaso en esa obscuridad se está preñando

el rayo y la tormenta paso a paso,

y el torrente pluvial que ha de ir saciando

esta ansia intensa de humedad que encierra

una agria emanación calenturienta

que sube de la entraña de la tierra

seca y resquebrajada, ardorosa y sedienta.

Nocturno de estío. Hora febril y palpitante

en que el silencio y la fragancia arrullan

y toda la existencia se hace un interrogante

y en la calma tan sólo los sentidos aúllan.

Mañana habrá tormenta. Esta noche expectante

me deja dolorida de emoción

como una zarpa alucinante

que me fuera exprimiendo el corazón.

Yo misma

¡Si pudiera salir de mí

Acaso me salvaría!

Tal vez se marchitaría

Como una flor

el dolor

en que mi vida se abisma

si no diera a lo exterior

tan gran parte del horror

de mí misma

Un misterioso capuz

me oculta a la vida extraña

que fuera de mí florece.

Al acercarme a la luz

Me transformo en niebla huraña

que la tamiza y empaña

hasta que la luz fenece.

¡No poder nunca ver nada

como los otros lo ven!

Tener luz propia: alborada;

Y sombra propia: la nada,

Y en este luchar eterno

Por apartarme de mí

ser esclava del infierno

fatal donde me sumí

por ignorar lo que hacía.

¡Si pudiera salir de mí

acaso me salvaría!

¡Pero no puedo!

En vano mi alma buscó

algo distinto a su «yo»

en la misteriosa prisma

de la vida donde ahondó,

porque tan sólo encontró

un reflejo de si misma.

¡Y fue una imagen tan triste

La que acertara a mirar

que ahora el alma se resiste

a volverla a contemplar!

¡Y ahora es tarde!

Es ella sola, yo sola,

lo que en la vida he de ver.

¡Estandarte que tremola

sobre la hoguera y la ola,

sobre el dolor y el placer;

mi sombra, que huye de mí

cuando avanzo hacia una cosa,

mi sombra, ¡Oh  fatalidad!,

compás, pauta, ritmo, norma,

mi sombra, que a todo da

los contornos de mi forma!

Y es triste, cuando uno ama

Lo externo, vivir así:

sin más noche que su noche,

sin más llama que su llama,

en febril

agitación,

arrimándose al candil

de su propio corazón

que se alimenta de su pena.

¡Es triste vivir así

cuando uno adora la ajena

palpitación!

¡Prisionera!

Prisionera en la demente

Personal limitación

del plano en que me coloco.

Y es tal la concentración

en que me llego a abismar,

que aunque me adelante un poco

sólo consigo avanzar

las rejas de mi prisión.

Como figuras lastimosas

vuelven a mí todas mis penas.

Soy de esas almas misteriosas

esposadas con sus esposas

y atadas con sus cadenas.

Yo soy mi propio carcelero.

Soy mi tirano y mi señor.

Yo soy el propio constructor

del patíbulo donde muero.

Abrasada en mi misma llama

y asfixiada en mi mismo humo,

en vano la paz mendigo

porque ha de morir conmigo

el fuego en que me consumo.

Mi cuerpo es tan sólo un cirio.

¡Oh fuego, blasón y emblema

de esta existencia que quema

con convulsión de delirio!

Mientras viva no veré extinto

el fuego de mis hogueras,

como no escaparé del recinto

de mis fronteras.

Sin otro que mi sol,

sin otra losa que mi losa

para ocultar mi existencia;

sin otro estol que mi estol

para seguir mi demencia

terrible y maravillosa,

soy igual que una alquimista

portentosa

filtrando de su crisol

el extracto de su esencia

misteriosa.

Soy la eterna sombra, que avanza

ante mí quiero ir lejos.

Soy la noche de mi esperanza.

¡Soy un reflejo de reflejos!

Y es triste vivir así

cuando hecho polvo de rubí

todo mi ser disgregaría…

¡Si pudiera salir de mí

acaso me salvaría

El pulpo

Una noche soñé que un pulpo me quería.
¡Oh la indecible angustia de aquella aberración!
Nunca he sufrido tanto; cuando amaneció el día
dijérase que había perdido la razón.

¿Alguien ha visto un pulpo acercársele quedo,
asqueroso y lascivo, monstruoso y feroz?
Por vez primera supe qué es ser presa del miedo,
qué es hundirse en la sima de una demencia atroz. 

Él caminaba siempre, y yo huía, yo huía;
sus tentáculos eran como una maldición
caída del infierno sobre la carne mía
que crispaba el espanto de la alucinación.

¡Qué terror! Se me helaban los gritos en la boca.
¡Qué terror! No acertaba ni auxilio a demandar.
Y él avanzaba siempre, y yo, como una loca,
ni siquiera sabía hacia dónde escapar.

Un tentáculo horrible sobre mí iba a caer
como una helada mano blancuzca y amarilla,
cuando al fin dando un grito que sacudió mi ser
desperté sollozando de aquella pesadilla

que me hizo conocer el infierno del pánico,
el dolor de lo innoble, el terror de lo infecto
encarnado en lo inmundo de aquel pulpo satánico,
tenebroso y maldito, misterioso y abyecto.

Si en mis ojos a veces un terror pavoroso
refleja la impotencia de un grito silencioso,
si parece que miro una horrenda visión,
si a veces en mis labios hay un temblor de agonía,
es desde que soñé que un pulpo me quería.
¿Cómo olvidar la angustia de aquella aberración?

En el cristal inquieto de una fuente

En el cristal inquieto de una fuente

me he mirado

con un gesto miedoso.

El cristal me ha devuelto mi silueta cansada,

un cielo gris de otoño, vacilante y brumoso,

y el verde ensombrecido de mi vaga mirada.

Y así, los ojos en los ojos posados tristemente

hemos permanecido.

Mi imagen temblorosa en el cristal…

Luego me he ido.

¡Una pobre hoja más, desconsolada

en el parque otoñal!

Sinfonía en rojo

Roja, toda roja vi siempre la vida; 
como una inmensa hoguera 
donde quemaba bien 
mi pobre corazón, rojo también. 

Todo rojo el camino, 
todo rojo el sendero 
a seguir 
y el día a vivir. 
y rojo el mundo entero. 
Rojo de amor, 
y de dolor 
y de horror… 

En ese vasto incendio 
(brasa, flama, carbunclo), 
que todo centelleante apareció, 
en esa luminaria, 
¿qué había de ser yo, 
alma furtiva 
y temeraria, 
qué había de ser yo 
sino una llama viva? 

De : Sinfonía en rojo (1929)

La dulce música

Fuente, desgrana tu pena

en esta tarde azulada.

Rima tu copla encantada

en esta tarde serena.

Bella amiga, mi hada buena,

di tu mágica balada.

¡Canta tu dulce tonada

que es toda gracia llena!

Y la fuente me escuchó:

y su romance cantó en el suave atardecer.

Y cada gota caía

como divina harmonía

en el fondo de mi ser.

Elisabeth Mulder. Cuadro de Rosario de Velasco, 1950

¿Y no más?

¿Es posible?

¿Esto sólo

y no más?

¿Este lodo

amasado

con oro,

este lloro

apagado,

esto, todo,

y no más?

¿Esta angustia,

este miedo,

esta vida

ya mustia,

ya herida

de penas

apenas

nacida

al acaso;

este ritmo,

este modo,

este paso,

esto, todo,

y no más?

¿Esto sólo

que ahora es

por siempre

jamás?

¡Imposible,

imposible!

¡Después

ha de haber más!

Elisabeth Mulder Pierluisi, o de casada Elizabeth Mulder de Dauner (Barcelona, España, 9 de febrero de 1904 – Ibíd., 28 de noviembre de 1987). Poeta, dramaturga, novelista, traductora, articulista. Según Concha Espina, Mulder era la mejor novelista de su época. 

 Hija de Zoraida Pierluisi Grau, portorriqueña con ascendencia italiana y catalana, quien tenia estudios musicales y, de Enrique Mulder García, médico hijo de holandés y española. El padre frecuentaba el famoso café barcelonés Els Quatre Gats, en donde se formó durante esa época la vanguardia artística de la ciudad. De él hereda Elisabeth su afición por los viajes y su sensibilidad por el arte, ademas del marquesado de Tedema Toelosdorp de los Países Bajos, aunque ella nunca usó el título.

Pasó parte de su infancia en el país natal de su madre, Puerto Rico, antes de trasladarse a los siete años a Barcelona, donde residiría la mayor parte de su vida

Elisabeth recibió una exquisita educación con docentes particulares tales como una profesora de ruso que fue dama de la zarina Alejandra.

De niña ya leía a los clásicos en la biblioteca de su casa. Aprendió varios idiomas, inglés, francés, alemán, italiano y ruso. También heredo de su madre el amor por la música y estudió piano en el Conservatorio de Barcelona que dirigía Enrique Granados. Con 15 años ganó su primer premio de poesía. Viajó por toda Europa durante sus años juveniles.

 En 1921, con tan solo 17 años, se casó con el abogado y político catalán Ezequiel Dauner Foix, casi treinta años mayor que ella, con quien tuvo un hijo, Enrique Dauner Mulder. Su esposo falleció en 1930. Posteriormente Mulder mantuvo un vínculo sentimental con la también escritora Ana María Martínez Sagi. Su relación clandestina fué truncada por la amenaza de la familia Sagi de montar un escándalo, que echó para atrás a Elisabeth Mulder.

En 1927 Mulder publica su primer poemario “Embrujamiento” que tuvo un gran éxito y del cual los críticos pensaron que su nombre era solo un seudónimo y que tras él en realidad se escondía un hombre; no creían que una mujer pudiera escribir versos con tanto talento. 

 Colaboró con la revista Ínsula, con ABC, La Vanguardia; perteneció al grupo de Eugenio d’Ors, la «Academia del Faro de San Cristóbal», o a la tertulia «Trascacho». Mantuvo una extensa correspondencia con figuras como Victoria Kent, Consuelo Berges, Salvador Espriu, Concha Espina ,Camilo J. Cela y Leopoldo Panero, entre otros.

Fue portavoz del Instituto de Estudios Norteamericanos y del Ateneo Barcelonés, así como vicepresidenta de la Academia del Faro de San Cristóbal, institución fundada por su amigo Eugenio D’Ors. En Madrid contaba con amistades como Concha Espina, Jacinto Benavente, Gerardo Diego o Consuelo Berges . Además, estuvo relacionada con instituciones intelectuales femeninas, como La Residencia Internacional de Señoritas en Madrid, fundada por María de Maeztu en 1915 . Esta residencia contaba con contertulios tales como José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala, Gregorio Marañón, Juan Ramón Jiménez y Vicente Huidobro. También tuvo relación con la Residencia de Señoritas Estudiantes de Barcelona, que fue dirigida por María Luz Morales. (Ella será la encargada de redactar el “Pórtico” de la poética que publica Mulder en 1929, Sinfonía en rojo). La institución se fundó en los años treinta y tuvo como huésped de honor a Gabriela Mistral. De ahí partió la amistad que las unió.

 En los años 60 y 70 desarrolla una intensa labor como conferenciante, requerida por importantes instituciones y universidades españolas y extranjeras como las de Boston y Puerto Rico . En los ochenta pierde progresivamente la vista. Acaba aun así una novela, El retablo de Salomé Amat, que según se deduce de algunas declaraciones suyas era una novela en la que llevaba trabajando durante más de veinte años, aunque conoció sucesivas redacciones y tuvo algunas modificaciones.

Obra poética publicada :

Embrujamiento (1927), La canción cristalina (1928), Sinfonía en rojo (1929), La hora emocionada (1931), Paisajes y Meditaciones (1933) y Poemas Mediterráneos (1949)).

De sus relatos señalamos :

Una china en casa (1941), Este mundo (1945) o Las noches del gato verde (1963).

Publicó quince novelas, entre las que destacamos :

La Historia de Java (1935, Preludio a la muerte (1941), Crepúsculo de una ninfa (1942), El hombre que acabó en las islas (1944), Alba Grey (1947) o El vendedor de vidas (1953)).

Escribió dos obras de teatro :

Romance a media noche (1936) y Casa Fontana (1948).

Publicó un libro infantil “Las noches del gato verde” (Salamanca, Anaya, 1963) y en 1976 tradujo el libro infantil La lente mágica de Astrid Bergman Sucksdorff.

Tradujo al español las obras de Pushkin, Baudelaire, Charles Morgan, Pearl S. Buck, Shelley o Jhon Keats.

Algunas de sus novelas han sido incluso versionadas para el cine, como Preludio a la muerte (1941) en la que se inspira la película Verónica.

Elisabeth Mulder murió el 28 de noviembre de 1987 en Barcelona. Tenía 83 años.

Las obras de Mulder han sido compiladas por el escritor Juan Manuel De Prada. De Prada afirma que para él fue una gran sorpresa descubrirla: “Cuando la leí por primera vez me quedé perplejo por que esta autora no figurara entre los grandes de su época, me quedé perplejo por que fuera tan poco conocida”. Afirma que en ciertos momentos recuerda la habilidad de Chejov, y que es una maestra de la narración.

¿Cómo es posible de hasta hace pocos años no supiéramos nada sobre una escritora como Mulder? Una escritora sobre la cual, la mismísima Concha Espina opinaba que era la mejor novelista de su época?

Buena pregunta…

Enlaces de interés :

https://www.elnacional.cat/es/cultura/elisabeth-mulder-sinfonia-rojo_279495_102.html

https://www.diariodeleon.es/articulo/filandon/tulipanes-del-caribe/201711190500021725465.html

https://studylib.es/doc/7773169/sinfon%C3%ADa-en-rojo–el-prisma-de-elisabeth-mulder-by

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