3 Poemas de Héctor Borda Leaño

Soneto a la serpiente

Lloró en la noche grande la serpiente
y lloraron los pájaros de arena
el agua temblorosa en su corriente
y la sombra vibrando en la falena.

Lloró en la noche grande la serpiente
como insuflando su dolor de quena,
quemando como fuego en el sufriente
corazón de la piedra y de la pena,

Lloró en la noche con dolor ajeno,
con voz de polvareda y de veneno,
con voz de soledad y de regreso.

Mas la piedra sonora en trizadura,
acomodó a la sierpe en la ternura
de su matriz cantora y de su hueso. 

Mineros Uno

Caminas todavía entre sílice y cal,
entre martillos
con lacerado pulmón que te acompaña
en la tos terminal de tu apellido.

¿Subes acaso, desgastando sueños
que en cachorro de ruido y polvareda
encoraginan puños y adjetivos?

Atento ante la muerte,
drásticamente amortajado un hueso
reseco en sus raíces
enumeras tu pan y las heridas
de tu famoso grito,
de tu rabia inconclusa
y la prédica inmemorial de tu andadura.

Subes o bajas desbastando sombras
con la luz consecuente de lentos lamparines,
te lleva de la mano un salario agostado
y te llevas tú mismo y sin pretextos
como tapa de tumbas desmedidas.

Está tu grito tenso,
tu joroba ancestral,
la tenaz ilusión de hollar la roca
sin macular sus sacras desnudeces,
está el trajín de tus zapatos
cloqueando en los charcos de tus charcos.
Sin embargo prosigues,
martillo de ocho libras, barreta, dinamita,
como puñal sangrante en medio de la veta
vistiendo de crepúsculos
el tendón magistral de tu estatura.

Sin embargo prosigues,
yugulada tu voz entre las sombras,
tributario de orígenes, nictálope veraz,
locura sin retorno entre cristales
de venenosos filos trasnochados.

¡Cuánto más! Un salario de alcoholes edifica
catástrofes de coca,
secretos rituales, donde la muerte misma
empieza a retejer sus misereres.

Sin embargo prosigues,
cerrado a cal y canto en tus angustias,
debajo de tu piel un puño alzado,
debajo de tu piel el hambre y los fusiles.

Presencia de la coca

Ha de bajar por un secreto canal
de rutas capilares
cerrando las heridas,
amansando la dolorosa gestación de los sueños.

Por las orillas del hambre y del cansancio
ha de ir tejiendo su ramazón
de obnubilaciones y lamentos.

Ha de ir cayendo gota a gota, 
destilándose finamente
por las arterias del hombre dolorido,
hasta llegar en comunión de maleficios
al supay mineral
y en la agraria desolación de pachamama
ha de volver por el camino
de la papa y la sara
hacia el cielo infinito.

La coca ha de pasar
bajo un sombraje de casiteritas,
de rosicleres inermes en la mano del tiempo
hacia la constelación de las leyendas,
la coca retornará hacia el pasado
volviendo a mensurar la impronta de los mitos
donde se guarecen los cóndores nocturnos
en el silencio en que florecen las piedras.

La coca junto a la mueca del desprecio
se ha de ir haciendo persistencia de dios
en las entrañas del hombre.
Una quebrada geografía caminará con paso solitario,
alqamaris nativos graznarán en la oreja
del perdido
cuando hormigas minerales,
sapos, cóndores, sierpes descabezadas,
hondas raíces corroídas por el agua,
nitros en corrosión
sochapen los ojos taumaturgos
a la piedra del tiempo
con brújula de soledad y de martirio,
y en la sensación del desvarío
por la wilancha y los sahumerios
la coca ha de volver al mismo sitio.

La coca ha de bajar como clepsidra
por un secreto canal de rutas capilares
socavando a la muerte
su angurria de paz
sin dejar más caminos que el sueño.

Héctor Borda Leaño (Oruro, Bolivia, 1927 – Malmoe, Suecia, 25 de enero de 2022).Poeta, minero, politico. Según sus propias palabras:

“He vivido mucho en la mina, he trabajado desde mis 14años de edad en la mina. Puedo decir que soy autodidacta, a pesar de que en los intermedios de mis épocas de trabajo he tratado de estudiar y me he culturizado. He salido bachiller en un colegio nocturno, tengo también formación universitaria a través de mis viajes al exterior. Pero fundamentalmente soy autodidacta. He trabajado en las minas, he sido carrero, rumpero, lamero, patachero, enmaderador…

Debido a su experiencia en la mina, desde muy joven se identificó con el proletariado minero y con la actividad política. Esto lo llevó al exilio en Argentina en 1954 y a Brasil en 1957.

En los años 40 formó parte de Gesta Bárbara, el movimiento poético mas importante en su época; mientras que en los 50 fue integrante del grupo Anteo. En la política, fue diputado nacional con el proyecto político del entonces senador Marcelo Quiroga Santa Cruz. Su paso por el Partido Socialista fue entre 1966 y 1970; y como senador, entre 1982 y 1985. Fue perseguido por varios gobiernos desde los años 50, pero en especial por el de Hugo Banzer Suárez (1971-1977), quien le obligó al exilió en Suecia. 

 Borda fue ganador del Premio Franz Tamayo de La Paz en dos ocasiones, primero con su trabajo “La Ch’alla” en 1967 y después en 1970 con el poemario “Con rabiosa alegría”. En 2010 el Estado Plurinacional de Bolivia, le otorgó la medalla al mérito cultural Marina Núñez del Prado.

 Publicó las obras:

La ch’alla (1965), El sapo y la serpiente (1966), Con rabiosa alegría (1970), En esta oscura tierra (1972), Poemas desbandados (1997), Las claves del comandante (1998) y Poemas para una mujer de noviembre (2013).

También fue parte de la antología Poesía boliviana en Suecia, editada por el escritor Víctor Montoya y que reunió además a Javier Claure Covarrubias, Iván Decker Molina, María Joaniquina y María Miranda, entre otros.

Enlaces de interés :

https://elduendeoruro.com/2022/03/05/hector-borda-leano-poeta/

Héctor Borda Leaño: Los versos del lamero

Palabras póstumas del poeta Héctor Borda Leaño

https://elduendeoruro.com/2022/03/05/hector-y-la-musica/

http://letrasietebolivia.blogspot.com/2015/09/

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