En consideración a la alegria
A qué llorar, me digo,
todo estaba previsto
me muerdo las falanges
los asombros por qué
miro la luna
ajena y sola y sobria en su talante
si desde siempre
desde el nacer, desde el morir, y en cada hora
pacientemente crece el hilo, crece,
y también crece la baba del gusano y la piedra
atravesada aquí,
bebo y saludo
y soy cordial con mi vecino ciego
pues no son tiempos estos dados a patetismos,
ni es elegante
exhibir el dolor.
A qué llorar, me digo:
sería
inoportuno con la muchedumbre
que ríe afuera con su risa de siglos.
Tiempo
Cada vez más lejano lo lejano.
El hoy
es un colibrí trémulo en el aire
y el aire es la materia del mañana.
Ayer, ayer me estoy buscando y me extravío
por cuartos en penumbra y corredores
donde hace siesta el sol de los geranios.
Ayer estoy de vuelta y esculcando
en los rincones todos de mis días
a ver si estoy allí, qué cara tengo
sentada en la cocina, junto al fuego,
Pero solo me mira una niñita
comiéndose su pan. En el patio empedrado
el tiempo ha muerto antes de haber nacido.
El hoy
es un colibrí trémulo en el aire
y el aire es la materia del mañana.
Canción
Nunca fue tan hermosa la mentira
como en tu boca, en medio
de pequeñas verdades banales
que eran todo
tu mundo que yo amaba,
mentira desprendida
sin afanes, cayendo
como lluvia,
sobre la oscura tierra desolada.
Nunca tan dulce fue la mentirosa
palabra enamorada apenas dicha,
ni tan altos los sueños
ni tan fiero
el fuego esplendoroso que sembrara.
Nunca, tampoco,
tanto dolor se amotinó de golpe,
ni tan herida estuvo la esperanza.
Ofertorio
Como un regalo acepto tu silencio,
con todo
lo que contiene su rigor de roca.
Con todas las preguntas que caben en su círculo,
su arañazo, su lágrima y su vientre
de tambor que golpeo
y donde sólo el golpe me responde.
Como algo que es,
que no puede no ser
acepto tu silencio.
Con todo lo que tiene de respuesta,
de grito figurado, de impotencia,
de palabras cosidas con largos hilos falsos.
Porque todo
lo que un hombre quiere soñar cabe en el puño
cerrado del silencio.
Te ofrezco a cambio
todo el silencio que tu oído pide,
que tu corazoón pide,
y de puntillas
salgo de ti.
(Yo, que siempre he creído en las palabras)
Cuestión de estadísticas
Fueron veintidós, dice la crónica.
Diecisiete varones, tres mujeres,
dos niños de miradas aleladas,
setenta y tres disparos, cuatro credos,
tres maldiciones hondas, apagadas,
cuarenta y cuatro pies con sus zapatos,
cuarenta y cuatro manos desarmadas,
un solo miedo, un odio que crepita,
y un millar de silencios extendiendo
sus vendas sobre el alma multilada.
Vuelta a la poesía
Otra vez vuelvo a tí.
Cansada vengo, definitivamente solitaria.
Mi faltriquera llena de penas traigo, desbordada
de penas infinitas,
de dolor.
De los desiertos vengo con los labios ardidos
y la mirada ciega
de tanto duro viento y ardua arena.
Abrazada de sed,
vengo a beber de tus profundos manantiales,
a rendirme en tus brazos,
hondos brazos de madre, y en tu pecho
de amante, miesterioso,
donde late tu corazón como un enigma.
Ahora
que descansando estoy junto al camino,
te veo aparecer en cada cosa:
en la humilde carreta
en que es más verde el verde de las coles,
y en el azul en que la tarde estalla.
Humilde vuelvo a ti con el alma desnuda
a buscar el reflejo de mi rostro,
mi verdadero rostro
entre tus aguas.
Letra muerta
¿A dónde va, cuando morimos, todo lo que hemos sido?
John Banville
Uno a uno recorro tus cuadernos:
hojas repletas con tu pequeña letra minuciosa,
fechas y nombres,
ideas como moscas zumbadoras.
También eso eras tú: un pensamiento
que bebía de los vivos y los muertos,
litros de tinta, noches en vela, dudas,
frases escritas con pasión.
Nadie sabrá jamás qué poseías
de todo aquello.
(Pero es tu letra
que me permite adivinar tu mano).
Loca
A esa mujer un nido le crece en la cabeza.
Todos los días allí le nacen pájaros.
Unos tienen tres ojos, otros viven del agua.
Es todo lo que tiene. Y sus pesares.
Con estos últimos los alimenta,
y por esos los bichos son tristones.
Su pecho es una jaula. (Qué ironía)
Y el vientre un odre donde bebe el viento.
El vientre que fue un nido.
El corazón que tantas alas tuvo.
Y la cabeza loca donde crecen parásitas
y donde un cielo triste deposita sus nubes.
Revelación
Piedad Bonnett (Amalfi, Colombia, 1951) es una poeta, novelista, dramaturga y crítica literaria colombiana. Es licenciada en filosofía y letras de la Universidad de los Andes donde ha ejercido como profesora en filosofía y lenguas. Su poesía, teatro y narrativa están profundamente arraigadas en su experiencia vital y expresan la visión de la mujer de clase media en un país desgarrado por múltiples violencias, desigualdades y conflictos. Ha desarrollado, además, una fructífera labor crítica y de difusión de la poesía. Es columnista del periódico El Espectador desde 2012.
Su poesía ha sido traducida al italiano, al inglés, al francés, al sueco, al griego y al portugués.
http://www.piedadbonnett.co
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