11 Poemas de Edna St. Vincent Millay

I, being born a woman and distressed

I, being born a woman and distressed
By all the needs and notions of my kind,
Am urged by your propinquity to find
Your person fair, and feel a certain zest
To bear your body’s weight upon my breast:
So subtly is the fume of life designed,
To clarify the pulse and cloud the mind,
And leave me once again undone, possessed.

 Think not for this, however, the poor treason
Of my stout blood against my staggering brain,
I shall remember you with love, or season
My scorn with pity, —let me make it plain:
I find this frenzy insufficient reason
For conversation when we meet again.

Yo, nacida mujer y afligida

Yo, nacida mujer y anfligida
por todas las necesidades y nociones de mi género,
me urge por tu proximidad hallar
tu justa persona, y sentir cierto entusiasmo
por llevar el peso de tu cuerpo en mí pecho:
tan sutilmente está diseñado el humo de la vida,
para aclarar el pulso y nublar la mente,
y dejarme otra vez deshecha, poseída.

Sin embargo, no pienses en esto, la pobre traición
de mi sólida sangre contra mi mente asombrada,
te recordará con amor, o salpicaré
mi desprecio con piedad, –déjame aclararlo:
encuentro este frenesí razón insuficiente
para conversar cuando volvamos a vernos.

Primavera

¿Para qué propósito, Abril, vuelves otra vez?
La belleza no es suficiente.
Ya no puedes tranquilizarme con el enrojecimiento
de las hojas pequeñas abriéndose pegajosamente.
Sé lo que sé.
El sol calienta en mi cuello mientras observo
las espigas del azafrán.
El olor de la tierra es bueno.
Es evidente que no hay muerte.
¿Pero qué significa eso?
No solo bajo tierra están los cerebros de los hombres,
comidos por los gusanos, la
vida en sí misma
no es nada,
una taza vacía, un tramo de escaleras sin alfombra.
No es suficiente que cada año, en esta colina,
Abril
venga como un idiota, balbuceando y desparramando flores.

Lament

Listen, children:
your father is dead.
From his old coats
i’ll make you little jackets;
i’ll make you little trousers
from his old pants.
There’ll be in his pockets
things he used to put there,
keys and pennies
covered with tobacco;
Dan shall have the pennies
to save in his bank;
Anne shall have the keys
to make a pretty noise with.
Life must go on,
and the death be forgotten;
life must go on,
though good men die;
Anne, eat your breakfast;
Dan, take your medicine;
life must go on;
Iforget just why.

Lamento

Escuchen, niños:
vuestro padre ha muerto.
De sus sacos raídos
les haré chaqueticas;
les haré pantaloncitos
de sus viejos pantalones.
Habrá en sus bolsillos
cosas que solía poner allí,
llaves y centavos
cubiertos de tabaco;
Dan tendrá los centavos
para ahorrar en su alcancía;
Anne tendrá las llaves
para hacer un bello sonido.
La vida debe continuar,
y la muerte ser olvidada;
la vida debe continuar,
aunque los hombres buenos mueran;
Anne, come tu desayuno;
Dan, toma tu medicina;
la vida debe continuar;
aunque olvidé por qué.

Sonnet VI

No rose that in a garden ever grew,

In Homer’s or in Omar’s or in mine,

Though buried under centuries of fine

Dead dust of roses, shut from sun and dew

Forever, and forever lost from view,

But must again in fragrance rich as wine

The grey aisles of the air incarnadine

When the old summers surge into a new.

Thus when I swear, “I love with all my heart,”

‘Tis with the heart of Lilith that I swear,

‘Tis with the love of Lesbia and Lucrece;

And thus as well my love must lose some part

Of what it is, had Helen been less fair,

Or perished young, or stayed at home in Greece.

Soneto VI

No hay rosa crecida jamás en ningún jardín,

ni de Homero, ni de Omar, ni siquiera mío,

que aunque enterrada bajo siglos de fino polvo

de rosas, apartada del rocío y del sol

por siempre y para siempre perdida de la vista,

deba con su vibrante perfume una vez más

los grises corredores del aire enrojecer

cuando antiguos veranos surgen en uno nuevo.

Así, mi juramento «te amo con toda mi alma»,

lo hago con el mismísimo corazón de Lilith,

lo juro con el amor de Lucrecia y Lesbia.

Por eso mi amor debe perder alguna parte,

si Helena hubiese sido algo menos hermosa,

o hubiese muerto joven o se quedase en Grecia.

El concierto

No, voy a ir yo sola.

Volveré cuando acabe.
Sí, por supuesto que te quiero.
No, no se alargará.
¿Por qué no puedes acompañarme?
Eres un amante excesivo.
Te pondrías en medio
de mí y de la música.

Si voy yo sola,
vestida discreta y finamente,
mi cuerpo fallecerá en la silla,
y sobre la cabeza una llama,
una mente que es el doble que la mía,
distinguirá con gélida alegría
el sabio avance y retirada
de ejércitos sin patria
al asalto de una innominada puerta,
arriando terribles jabalinas
desde los chillones muros de una ciudad que canta

¡y en la que ninguna mujer espera!
¡Ejércitos libres de amor y de odio,
procesiones en fila de implacable sonido
que escalan la colina hacia el sol y lanzan
doradas picas a la tierra!
¡Al frente de las filas un corredor plateado
con un estandarte en el que están anotados
la leche y el acero de una herida sin sangre
sanada del todo por la espada!

Nada tenemos que ver ambos con la música.
No podemos hacer de ella un marco de filigrana
en medio del cual tú y yo,
tiernamente alegres por haber acudido,
nos sentemos sonrientes, cogidos de la mano.

Vamos, vamos, confórmate con esto.
Volveré contigo, te juro que lo haré;
y todavía podrás reconocerme.
Seré un poco más alta solamente
que al marcharme.

If I should learn, in some quite casual way

If I should learn, in some quite casual way, 
That you were gone, not to return again — 
Read from the back-page of a paper, say, 
Held by a neighbor in a subway train, 

How at the corner of this avenue 
And such a street (so are the papers filled) 
A hurrying man — who happened to be you — 
At noon to-day had happened to be killed, 

I should not cry aloud — I could not cry 
Aloud, or wring my hands in such a place — 
I should but watch the station lights rush by 
With a more careful interest on my face, 

Or raise my eyes and read with greater care 
Where to store furs and how to treat the hair.

Si descubriera, de algún modo fortuito

Si descubriera, de algún modo fortuito,
que has desaparecido para no volver jamás…
Si leyera en la contraportada de un diario, digamos,
sostenido por un vecino en el vagón del metro,
que en la intersección de esta avenida y esa calle
(de cosas así están repletos los periódicos)
un hombre apresurado, que resultaras ser tú,
hubiera muerto atropellado hoy a mediodía,
no rompería a llorar –no podría romper
a llorar, ni retorcerme las manos en un sitio así–,
no haría sino ver pasar las luces de la estación
con un interés más vivo reflejado en mi cara;
o levantar la vista y leer con aún más interés
dónde guardar las pieles y cómo cuidarse el pelo.

Nunca ha de arrancarse la fruta

Nunca, nunca jamás ha de arrancarse la fruta de las ramas
y amontonarla en toneles.
El que quiera comer del amor ha de comerlo en el sitio.
Aunque las ramas se doblen como juncos,
aunque la fruta madura manche la hierba o se arrugue en el árbol,
el que quiera comer del amor debe llevarse con él
solamente lo que le quepa en la panza,
nada en el delantal,
nada en los bolsillos.
Nunca, nunca jamás ha de cogerse la fruta de la rama
y almacenarla en toneles.
El invierno del amor es una bodega de arcones vacíos
en un huerto que mulle el deterioro

Objetor de conciencia

Moriré, pero eso es todo lo que haré por la Muerte.

Lo escucho sacar su caballo del establo; escucho el ruido sobre el suelo.

Tiene prisas; tiene negocios en Cuba, en los Balcanes, muchas llamadas que

hacer esta mañana.

Pero no sostendré la brida mientras él aprieta la cincha.

Y él podrá montar solo: no le ayudaré a subir.

.

Aunque golpee mis hombros con su látigo, no le diré hacia dónde corrió el zorro.

Con su pezuña en mi pecho, no le diré dónde se esconde el chico negro en el

pantano.

Moriré, pero eso es todo lo que haré por la Muerte; no estoy en su nómina.

.

No le diré el paradero de mis amigos ni de mis enemigos.

Aunque me promete mucho, no le trazaré la ruta hacia la puerta de ningún

hombre.

¿Soy un espía en la tierra de los vivos, para entregar hombres a la Muerte?

Hermano, la contraseña y los planes de nuestra ciudad están a salvo conmigo;

nunca por mí

serás vencido.

Edna y su marido Eugen Boissevain

Afternoon On a Hill

I will be the gladdest thing
Under the sun!
I will touch a thousand flowers
And not pick one!
I will look at cliffs and clouds
With quiet eyes,
Watch the wind bow down the grass And the grass rise.
And when lights begin to show
Up from the town,
I will mark which must be mine,
And then start down.

Tarde en una colina

Seré la más alegre

¡bajo el sol!

Tocaré mil flores

y no elegiré ninguna.

Miraré acantilados y nubes

sosegada y tranquila.

Veré al viento que la hierba

levanta, agita y mece.

Y al encenderse las luces

allí abajo en el pueblo,

señalaré cual es mía

y emprenderé el camino.

Love Is Not All…


Love is not all: it is not meat nor drink
nor slumber nor a roof against the rain; 
Nor yet a floating spar to men that sink 
and rise and sink and rise and sink again; 
Love can not fill the thickened lung with breath, 
nor clean the blood, nor set the fractured bone; 
Yet many a man is making friends with death 
even as I speak, for lack of love alone. 
It well may be that in a difficult hour, 
pinned down by pain and moaning for release, 
or nagged by want past resolution’s power, 
i might be driven to sell your love for peace, 
or trade the memory of this night for food. 
It well may be. I do not think I would. 

El amor no lo es todo…

El amor no lo es todo: no es comida ni bebida
ni sueño ni un techo sobre tu cabeza contra la lluvia;
Ni una tabla que flota para los hombres que se hunden
y se alzan y se hunden y se alzan y vuelven a hundirse;
El amor no puede llenar de aire el pulmón herido
ni limpiar la sangre ni soldar el hueso partido;
Aun así, en este instante en que te hablo
muchos hombres se acercan a la muerte sólo por falta de amor.
Podría ser que en un momento difícil,
atrapada en el dolor y suplicando ser liberada
o llevada por la necesidad más allá del poder de mi voluntad,
vendiese yo tu amor por un poco de paz,
O cambiara la memoria de esta noche por comida.
Podría ser. Pero no creo que lo hiciera.

Renascence

All I could see from where I stood
Was three long mountains and a wood;
I turned and looked another way,
And saw three islands in a bay.
So with my eyes I traced the line 
Of the horizon, thin and fine,
Straight around till I was come
Back to where I’d started from; 
And all I saw from where I stood
Was three long mountains and a wood.

Over these things I could not see:
These were the things that bounded me.
And I could touch them with my hand,
Almost, I thought, from where I stand!
And all at once things seemed so small
My breath came short, and scarce at all.
But, sure, the sky is big, I said;
Miles and miles above my head.
So here upon my back I’ll lie
And look my fill into the sky.
And so I looked, and after all,
The sky was not so very tall.
The sky, I said, must somewhere stop…
And—sure enough!—I see the top! 
The sky, I thought, is not so grand;
I ’most could touch it with my hand!
And reaching up my hand to try,
I screamed, to feel it touch the sky.

I screamed, and—lo!—Infinity
Came down and settled over me;
Forced back my scream into my chest;
Bent back my arm upon my breast;
And, pressing of the Undefined
The definition on my mind,
Held up before my eyes a glass
Through which my shrinking sight did pass
Until it seemed I must behold
Immensity made manifold;
Whispered to me a word whose sound
Deafened the air for worlds around,
And brought unmuffled to my ears
The gossiping of friendly spheres,
The creaking of the tented sky,
The ticking of Eternity.

I saw and heard, and knew at last
The How and Why of all things, past,
And present, and forevermore.
The Universe, cleft to the core,
Lay open to my probing sense,
That, sickening, I would fain pluck thence
But could not,—nay! but needs must suck
At the great wound, and could not pluck
My lips away till I had drawn
All venom out.—Ah, fearful pawn:
For my omniscience paid I toll
In infinite remorse of soul.

All sin was of my sinning, all
Atoning mine, and mine the gall
Of all regret. Mine was the weight 
Of every brooded wrong, the hate
That stood behind each envious thrust,
Mine every greed, mine every lust.

And all the while, for every grief,
Each suffering, I craved relief
With individual desire;
Craved all in vain! And felt fierce fire
About a thousand people crawl;
Perished with each,—then mourned for all!

A man was starving in Capri;
He moved his eyes and looked at me;
I felt his gaze, I heard his moan,
And knew his hunger as my own.
I saw at sea a great fog bank
Between two ships that struck and sank;
A thousand screams the heavens smote;
And every scream tore through my throat.

No hurt I did not feel, no death
That was not mine; mine each last breath
That, crying, met an answering cry
From the compassion that was I.
All suffering mine, and mine its rod;
Mine, pity like the pity of God.

Ah, awful weight! Infinity
Pressed down upon the finite Me!
My anguished spirit, like a bird,
Beating against my lips I heard;
Yet lay the weight so close about
There was no room for it without.
And so beneath the weight lay I
And suffered death, but could not die.
Long had I lain thus, craving death,
When quietly the earth beneath
Gave way, and inch by inch, so great
At last had grown the crushing weight,
Into the earth I sank till I
Full six feet under ground did lie,
And sank no more,—there is no weight
Can follow here, however great.
From off my breast I felt it roll,
And as it went my tortured soul
Burst forth and fled in such a gust
That all about me swirled the dust.

Deep in the earth I rested now.
Cool is its hand upon the brow
And soft its breast beneath the head
Of one who is so gladly dead.
And all at once, and over all
The pitying rain began to fall;
I lay and heard each pattering hoof
Upon my lowly, thatchèd roof,
And seemed to love the sound far more
Than ever I had done before.
For rain it hath a friendly sound
To one who’s six feet underground;
And scarce the friendly voice or face,
A grave is such a quiet place.

The rain, I said, is kind to come
And speak to me in my new home.
I would I were alive again
To kiss the fingers of the rain,
To drink into my eyes the shine
Of every slanting silver line,
To catch the freshened, fragrant breeze
From drenched and dripping apple-trees.
For soon the shower will be done,
And then the broad face of the sun
Will laugh above the rain-soaked earth
Until the world with answering mirth
Shakes joyously, and each round drop
Rolls, twinkling, from its grass-blade top.

How can I bear it, buried here,
While overhead the sky grows clear
And blue again after the storm?
O, multi-colored, multiform,
Belovèd beauty over me,
That I shall never, never see
Again! Spring-silver, autumn-gold,
That I shall never more behold!—
Sleeping your myriad magics through,
Close-sepulchred away from you!
O God, I cried, give me new birth,
And put me back upon the earth!
Upset each cloud’s gigantic gourd
And let the heavy rain, down-poured
In one big torrent, set me free,
Washing my grave away from me!

I ceased; and through the breathless hush
That answered me, the far-off rush
Of herald wings came whispering
Like music down the vibrant string
Of my ascending prayer, and—crash!
Before the wild wind’s whistling lash
The startled storm-clouds reared on high
And plunged in terror down the sky!
And the big rain in one black wave
Fell from the sky and struck my grave.

I know not how such things can be;
I only know there came to me
A fragrance such as never clings
To aught save happy living things;
A sound as of some joyous elf
Singing sweet songs to please himself,
And, through and over everything,
A sense of glad awakening.
The grass, a-tiptoe at my ear,
Whispering to me I could hear;
I felt the rain’s cool finger-tips
Brushed tenderly across my lips,
Laid gently on my sealèd sight,
And all at once the heavy night
Fell from my eyes and I could see,—
A drenched and dripping apple-tree,
A last long line of silver rain,
A sky grown clear and blue again.
And as I looked a quickening gust
Of wind blew up to me and thrust
Into my face a miracle
Of orchard-breath, and with the smell,—
I know not how such things can be!—
I breathed my soul back into me.

Ah! Up then from the ground sprang I
And hailed the earth with such a cry
As is not heard save from a man
Who has been dead, and lives again.
About the trees my arms I wound;
Like one gone mad I hugged the ground;
I raised my quivering arms on high;
I laughed and laughed into the sky,
Till at my throat a strangling sob
Caught fiercely, and a great heart-throb
Sent instant tears into my eyes;
O God, I cried, no dark disguise
Can e’er hereafter hide from me
Thy radiant identity!
Thou canst not move across the grass
But my quick eyes will see Thee pass,
Nor speak, however silently,
But my hushed voice will answer Thee.
I know the path that tells Thy way
Through the cool eve of every day;
God, I can push the grass apart
And lay my finger on Thy heart!

The world stands out on either side
No wider than the heart is wide;
Above the world is stretched the sky,—
No higher than the soul is high.
The heart can push the sea and land
Farther away on either hand;
The soul can split the sky in two,
And let the face of God shine through.
But East and West will pinch the heart
That can not keep them pushed apart;
And he whose soul is flat—the sky
Will cave in on him by and by.

Edna St. Vincent Millay (Rockland, EE.UU., 22 de febrero de 1892-Austerlitz, Nueva York, 19 de octubre de 1 950). Poeta, novelista, dramaturga, traductora, y feminista. Fue galardonada con el Premio Pulitzer de Poesía en 1923. Usaba el pseudónimo Nancy Boyd para su trabajo en prosa. A veces también firmó con su segundo nombre Vincent.

 Hija Cora Lounella Buzzell, enfermera, y Henry Tollman Millay, profesor de escuela que más tarde se convertiría en director. Su segundo nombre deriva del Hospital de St. Vincent de Nueva York, donde a su tío le salvaron la vida justo antes de su nacimiento. 

En 1904, sus padres se divorciaron. La madre y sus tres hijas, Edna, Norma y Kathleen viajaron de pueblo en pueblo viviendo de la indigencia. Durante el viaje, la madre llevaba un baúl repleto de obras de literatura clásica de escritores como William Shakespeare o John Milton que se encargaba de leer a sus hijas. Posteriormente se instalaron en una pequeña casa de Camden, propiedad de una tía de Cora.

En el Instituto de Camden, Edna comenzó a escribir en la revista literaria de la escuela, The Megunticook. A los catorce años fue condecorada con la Insignia de Oro de San Nicolás de Poesía y a los quince le fueron publicados varios poemas en revistas juveniles y en la prestigiosa Anthologie Current Literature.

En 1912, un poema suyo titulado “Renascence” fue finalista en el concurso de poesía The Lyric Year. El poema era el favorito para llevarse el premio debido a su excelente presentación, pero cuando se dictó el fallo del jurado, acabó en cuarta posición causando un gran revuelo y, a su vez, publicidad para Edna y su poesía. El ganador del concurso, Orrick Glenday Johns, consideraría después que el poema “Renascence” fue el mejor del concurso y concluyó que “haber ganado el premio suponía una vergüenza para mi”. Inmediatamente después del controverso concurso, Caroline B. Dow quedó impresionada al escuchar a Edna recitar sus poemas mientras tocaba el piano en el Whitehall Inn de Camden y se ofreció a pagar la matrícula de ella en el Vassar College.

Edna se mudó a Nueva York tras su graduación en 1917. Allí se enamoró y desenamoró de hombres y mujeres, compuso obras de teatro y poemas tanto escandalosos como serios, se convirtió en un icono de la Era del Jazz y de la Nueva Mujer liberada, ganó un Pulitzer a los treinta y un años y comenzó una carrera de recitales de poesía con entradas agotadas por todo el país

En 1919, escribió un Aria da capo contra la guerra interpretado por su hermana Norma en el Provincetown Playhouse de Nueva York. Su colección de poemas de 1920, A Few Figs From Thistles, fue objeto de controversia por tocar temas sobre la sexualidad femenina y el feminismo.

 Después de 1920, comenzó a publicar principalmente en Vanity Fair , gracias al editor Edmund Wilson, quien más tarde le propuso matrimonio. Publicar en Vanity Fair significó más atención pública y un poco más de éxito financiero. Una obra de teatro y un premio de poesía estuvieron acompañados de una enfermedad, pero en 1921, otro editor de Vanity Fair arregló pagarle regularmente por los escritos que enviaría de un viaje a Europa.

En 1923 se casó a los 43 años con Eugen Boissevain Jan, viudo y rico hombre de negocios holandés. Eugen estuvo casado anteriormente con Inez Milholland Boissevain , una gran defensora del sufragio femenino que murió en 1917. Eugen era feminista y apoyó la carrera de Edna y se encargó él mismo de las tareas domésticas. Durante sus años de casados, ambos tuvieron aventuras amorosas con otras personas. Una de las relaciones más importantes que tuvo Edna fue con el poeta George Dillon, catorce años menor que ella y para quien escribió varios sonetos.

En 1925, Eugen compró Steepletop, un terreno de 257 ha cerca de Austerlitz. El matrimonio construyó un granero, una cabaña de escritura y por último, una pista de tenis. Durante su estancia en la casa, Edna cultivo un pequeño huerto.

En agosto de 1927, Millay se manifestó en la Casa del Estado de Boston contra la ejecución de Sacco y Vanzetti y fue arrestada junto con Dorothy Parker, John Dos Passos, Katherine Anne Porter, Lola Ridge y otros escritores. Ella presionó al gobernador de Massachusetts para que perdonara a Sacco y Vanzetti, en persona y mediante una carta pública mordaz. Su poema acaparador de titulares “Justicia denegada en Massachusetts“, publicado por el New York Times el día antes de la ejecución, imagina airadamente a los estadounidenses “dejando a los hijos de nuestros hijos… una tierra arruinada para cultivar con una azada rota“. La urgencia de este poema, con su parodia de “Let us go…” de T. S. Eliot y su evocación de las maldiciones bíblicas que condenan a una sociedad corrupta, hizo que fuera muy admirado y señala su creciente participación en poemas sobre temas políticos. Escribió como pacifista durante la Primera Guerra Mundial, con poemas como “Objetor de conciencia” y una obra de teatro en verso satírica interpretada por Provincetown Players. Durante la Segunda Guerra Mundial, escribía lo que ella misma consideraba “propaganda” atacando al fascismo y apoyando a las naciones aliadas.

En 1943 fue la sexta persona y la segunda mujer en ser condecorada con la Medalla Robert Frost por su contribución de por vida a la poesía americana. Seis años después, en 1949, moriría su marido Eugen debido a un cáncer de pulmón. A pesar de su importante y exitosa carrera Edna también tuvo que soportar estupideces como la siguiente: En un ensayo de 1938 sobre Millay titulado “El poeta como mujer”, John Crowe Ransom explica que “el hombre se distingue de la mujer como intelecto” y que “las limitaciones de la señorita Millay” son evidentes en “su falta de interés intelectual”. definida precisamente como “deficiencia en la masculinidad”.

Edna murió en su casa de Steepletop el 19 de octubre de 1950. Cayó por las escaleras y la hallaron ocho horas después de su muerte. Su médico informó que la caída causó una oclusión coronaria que derivó a un ataque al corazón. Tenía cincuenta y ocho años.

Después del fallecimiento, su hermana Norma junto con su marido, el actor y pintor Charles Frederick Ellis, se trasladaron a Steepletop. En 1973, se estableció la Colonia de las Artes Millay en una superficie de 2,8 ha alrededor de la casa y el granero. A los 17 años, la poeta Mary Oliver visitó la casa y se convirtió en íntima amiga de Norma. Vivió allí durante siete años y ayudó a Norma a organizar los papeles de la casa. En el futuro, hacia 1984, Mary Oliver se convertiría en la ganadora del Premio Pulitzer de Poesía, inspirada en gran medida por la obra de Edna. Desde el verano de 2010, Steepletop es un museo. Parte de las zonas de Steepletop, incluyendo el “Poet’s Walk” que lleva a la tumba de Edna, están abiertas al público durante todo el año.

Las tres grandes figuras literarias de la Era del Jazz fueron: Francis Scott Fitzgerald, Ernest Heminngway y Edna St. Vincent Millary; pero si bien Fitzgerald y Hemingway mantuvieron su fama con el paso de los años, la autora norteamericana ha quedado en el olvido hasta resultar hoy una perfecta desconocida. Se ignora, por ejemplo, que ella fue la primera mujer en ganar, en 1922, el Premio Pulitzer de poesía, por su Balada de la hilandera del arpa y que sus libros de poemas alcanzaron la categoría de best sellers incluso en la época de la Gran Depresión, o que sus recitales, como en la actualidad los conciertos de música pop, movilizaban verdaderas multitudes.

Fue llamada “la poeta más grande desde Safo” por la poeta, crítica de arte, mecenas y editora estadounidense Harriet Monroequedó  y según el novelista Thomas Hardy, “lo mejor que tenía América eran los rascacielos y a Edna St. Vincent”. 

Obra publicada :

  • “Renacimiento” (1912)
  • Renascence and Other Poems (Renacimiento y otros poemas,1917)
  • A Few Figs from Thistles (Algunos higos de cardos, 1920)
  • Second April ( Segundo de abril, 1921)
  • The Harp Weaver and other Poems (El tejedor de arpas y otros poemas1923)
  • El secuaz del rey (1927)
  • The Buck in the Snow (El dólar en la nieve,1928)
  • Entrevista fatal (1931)
  • Vino de estas uvas (1934)
  • Conversation at Midnight (Conversación a medianoche, 1937)
  • Huntsman, What Quarry? (Huntsman, ¿Qué cantera?, 1939)
  • Haz que las flechas brillen (1940)
  • El asesinato de Lidice (1942)
  • Mine the Harvest (publicado postumamente en 1954)

Enlaces de interés:

Edna St. Vincent Millay visual

https://web.archive.org/web/20080703230759/http://www.mith2.umd.edu/WomensStudies/Bibliographies/Millay/intro.html

Correspondencia de Edna St. Vincent Millay. La evolución de una Voz. Ana Mata Buil (I)

https://www.bartleby.com/131/1.html

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