“La poesía debe mostrar la vigencia del amor para que sigamos siendo humanos”
I.Bordelois
Carta a los amigos
Estimados amigos
tropa alegre de gente inteligente porteña y vivaracha
que puebla nuestras calles arboladas florecidas
con su ingenio y sus noches de bohemia
con sus poemas y sus libros y artículos y ensayos igualmente florecientes
siempre amaneciendo cada día en mi pantalla
con sus blogs y sus citas y sus invitaciones
y sus presentaciones
y sus consideraciones y reflexiones
con fotos de Venecia y de osos polares y de castillos húngaros
con nietos y biznietos que sonríen cual frutillas en un prado lejano
convocándome a la guerra, a la paz o a la Virgen de Luján
a recobrar un deudo o saldar una deuda
con la historia, la patria o la poesía
muy queridos amigos
vengo aquí a recordarles
que a mis setenta y cuatro años
he recordado a Mallarmé:
la chair est triste et j´ai lu tous les livres
en mi recuerdo sin embargo, la chair era gloriosa, y en cuanto a libros,
todos están en Internet,
hay noches en que Dante me persigue tenazmente porque aun no he leído
su Inferno,
el Quijote me espera ansiosamente bajo un sauce a la orilla de un verano
inaccesible
trabada como estoy por nuestras creatividades, amistades y necesidades
de Cruz Roja, de aplausos y pequeñas bendiciones
para nuestros narcisos heridos y afligidos
(qué es la fama? un frenesí?)
y por lo tanto ruego
un poco de piedad para esta anciana atosigada atolondrada perseguida y
acosada
por el esperma incontenible de nuestro genio incomprendido
yo vengo a ofrecernos una tregua
a nadie haré leer mis poemas –salvo éste, que será el último, por cierto-
a nadie contaré mis esperanzas
de Premio Nobel,
nadie sabrá de mis diarios ni de mi mente metafísica
los yunques y crisoles de mi alma
trabajan para el polvo y para el viento,
todo me ha sido dado y sin embargo aun no he escrito el poema
(a veces me canso de ser hembra)
mis papeles se irán conmigo al río
donde Heráclito me espera en el lugar de siempre
(hoy es siempre todavía)
Y yo ofrezco en cambio este patio perfecto de silencio
donde canta la calandria inmortal de mis infancias.
Viene la vida a visitarme
Vino la vida a mí
con ojos de torcaza y delantal celeste
mi vida vino caminando jueves
alta y silenciosa y distraída
ella siempre sonríe como si fuera vida de otro
alguien que no conozco y sin embargo vagamente me recuerda
Viene mi vida y me saluda suavemente
como si enferma yo estuviera,
como lejos.
Ella despide un aroma a veranos olvidados,
a caballos de infancia,
a carta que no fue.
Viene lenta y las manos cargadas de castañas
como si fuera el tiempo de antes
ella se sienta frente a la ventana
trae viento,
jirones de palabras que tuvimos,
alguna foto tuya,
un vals.
Yo la miro quedarse
-sus ojos de torcaza, su delantal celeste-
tanto la miro que de pronto
ya no está más y cruje
tiernamente su paso por la puerta del fondo
y sé que es nunca
ya
Y sé que es tarde.
Casida de las mueblerías de viejo
A veces me pierdo dentro de inmensas mueblerías de viejo
buscando mesas, sillas, camas que hubiera podido habitar y compartir con
amigos,
con hijos, con amantes o con seres extraños
con los que nunca me encontré.
Me asalta entonces el olor de maderas antiguas que descienden de la casa de mi
abuela
un reproche de piano abandonado,
el rencor de un espejo polvoriento en un rincón de la memoria.
Allí están los roperos como oscuros ejércitos custodiando la infancia,
allí la biblioteca encantada donde surgían grabados de mujeres bellísimas
que amaban a mi padre.
Allí un color de cedro relampagueante a la distancia
entre viejas conversaciones misteriosas
palabras en francés para que nunca comprendiéramos
que se abrían como cofres de alcanfor o escondites de cartas olvidadas.
El polvo que circula en las grandes mueblerías soñolientas
despierta en mí todo un pasado traicionado
un porvenir que crecía entre los muebles como un helecho erróneo.
Viajo con melancolía entre jarrones y sillas desfondadas
dulces fantasmas detenidos en el tiempo
y un rumor de cortinas ajadas me acompaña
como un eterno llanto sofocado.
Hasta que un camión pasa, me señala la puerta como un tajo de sol en la
vereda.
Salgo a la calle y me saluda el luminoso estrépito en que vivo.
Carta de Alejandra Pizarnik a Ivonne Bordelois
B. A., 5 de julio de 1972
Mi Ivoncita, mi cercanita.
Por favor no nos pidamos explicaciones acerca del silencio (¿existe el silencio?).
Inútil decirte –no, la ciencia de lo obvio es ardua como la lectura de lo inefable– que no sólo te extraño sino que te necesito. Acaso porque somos antípodas y nos damos mutuamente garantías acerca de nuestras vías. No voy a hablarte de mí en esta cartuja de esperma (este chistezuelo es para decirte: Aquí estoy, todavía). También te mandaré mi nuevo libro El Infierno Musical (Ed. S. XXI). Y también, si consigo fuerza, algunos poemas recientes cuyo emblema es la negación de los rasgos alejandrinos. En ellos, toda yo soy otra, fuera de ciertos pequeños detalles: el humor, los tormentos, las pruebas supliciantes. Martha Moia, muy amiga mía, se va para USA en septiembre. Estará en New York del 14 al 18. Ignora si irá a tus arajes (y por supuesto ignora cuándo irá –o no). Si te encontrás con ella supongo que multiplicarás tu presencia en USA pues no puedo creer que no hablen de mí (hacelo con nostalgia, pues algo se me entrecorta en la voz cuando te nombro y adjunto: “No se cuándo volverá!”.(¿Volverás?)
La encantadora Lea me escribió desde (palabra arbitraria en letras griegas, I. B. ) (ejehm!) y yo le respondí a pesar de mi desapego (semi-desapego) actual del mundo de las plumas y los papeles (espero los que me prometiste, pero esto es otro pseudo-chiste pues estoy lejana en ese sentido). He sido expuesta a algunas pruebas algo excesivas (pero si no hay peso no hay medida!) y ahora sé un poquito más (por eso ya no me siento a la mesa y rumio horas y horas un adjetivo de algún poema). Sé un poquito más, comprendo algo más; y sí, es tan terrible y viviente y vibrante esto que alienta en esto que ahora soy. No sé en qué me he convertido. Pero mi mayor defecto lo sabés: la fidelidad.
“Sé fiel hasta la muerte”. (Apocalipsis). Que desmemoria no te guíe.
Un abrazo muy tierno de TU
Alejandra
Alejandra Pizarnik e Ivonne Bordelois
Pido perdón
Mis antepasados no fueron ilustres.
Es verdad que he frecuentado algunas instituciones famosas
Pero también es cierto que anduve por algunos manicomios.
Pido perdón.
No me he casado.
Nunca tuve hijos.
Pido perdón.
Supe andar en bicicleta
Pero ahora tiendo a accidentarme.
No cocino muy bien.
Tampoco sé planchar.
Pido perdón.
Tuve amigos célebres
Pero los que más quería acabaron suicidándose.
Pido perdón.
A veces pienso, algunas tardes, que he escrito algunas cosas necesarias.
Pido perdón.
Siempre me asombra el mundo
Por ser tan injusto como bello.
Soy vieja.
Peso sesenta kilos.
Todavía me como las uñas.
Pido perdón.
Alabanza del café de la esquina
Esa que atiende el bar nunca pidió una coima.
Aquél en la ventana no ha secuestrado a nadie.
El muchacho en la mesa del fondo no trafica cocaína.
La adolescente en esa esquina no se prostituye.
Una señora lee el diario y otra, más lejos, un libro de Neruda.
El chico que ha entrado a mendigar no piensa en asaltarnos.
Ese viejito fuma; mira el aire y los árboles.
La música es tan suave que deja oír a los zorzales.
Un mozo limpia los espejos con cariño y energía.
Entra el sol por la puerta.
Yo estoy escribiendo estas palabras.
Hemos fundado una pequeña república de paz en un mar de tiburones y pirañas.
Los poderosos pasarán pero yo sé que mi café será eterno.
Ivonne Aline Bordelois (Juan Bautista Alberdi, Buenos Aires, Argentina; 5 de noviembre de 1934). Poeta, ensayista, lingüista y profesora.
Egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires para luego realizar estudios literarios y lingüísticos en La Sorbona. Trabajó en la Revista Sur y realizó entrevistas y publicaciones junto a Alejandra Pizarnik para diferentes publicaciones nacionales e internacionales.
En 1968 fue becada por el CONICET y se trasladó a Boston para estudiar en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde se doctoró en lingüística en 1974, teniendo a Noam Chomsky como director de su tesis.
Entre 1975 y 1988 ocupó una cátedra de lingüística en el Instituto Iberoamericano de la Universidad de Utrecht, Holanda, obtenida por concurso internacional. En 1983 consiguió la Beca Guggenheim.
Ha escrito varios libros, entre ellos: El alegre Apocalipsis (1995), Correspondencia Pizarnik (1998) y Un triángulo crucial: Borges, Lugones y Güiraldes (1999, Segundo Premio Municipal de Ensayo 2003), La palabra amenazada (2003), Etimología de las pasiones (2005), Villa Ocampo (1ª ed. 2ª reimp. edición). Sudamericana. 2008, Nueva correspondencia Pizarnik (1ª edición). Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, en coautoría con Cristina Piña, (2014).
En 2004 recibió el Diploma al Mérito de los Premios Konex a las Letras en la disciplina Ensayo Literario.
En 2005 ganó el Premio Nación-Sudamericana 2005 con su ensayo El país que nos habla.
En 2019 fue reconocida por la Academia Argentina de Letras como “Personalidad sobresaliente de las Letras”
Enlaces de interés :
https://www.almagrorevista.com.ar/ivonne-bordeloiss-la-palabra-esta-herida