12 Poemas de Juana de Ibarbourou 

Rebelde

Caronte: yo seré un escándalo en tu barca.
Mientras las otras sombras recen, giman o lloren,
y bajo tus miradas de siniestro patriarca
las tímidas y tristes, en bajo acento, oren,

Yo iré como una alondra cantando por el río
y llevaré a tu barca mi perfume salvaje,
e irradiaré en las ondas del arroyo sombrío
como una azul linterna que alumbrara en el viaje.

Por más que tú no quieras, por más guiños siniestros
que me hagan tus dos ojos, en el terror maestros,
Caronte, yo en tu barca seré como un escándalo.

Y extenuada de sombra, de valor y de frío,
cuando quieras dejarme a la orilla del río
me bajarán tus brazos cual conquista de vándalo.

Panteísmo

Siento un acre placer en tenderme en la tierra,
bajo el sol matutino tibia como una cama.
Bajo mi cuerpo, ¡cuánta vida mi vientre encierra!
¡Quién sabe qué diamante esconde aquí su llama!

¡Quién sabe qué tesoro, dentro de una mirada,
surgirá de este mismo lugar donde reposo,
si será el oro vivo de una era sembrada,
o la viva esmeralda de algún árbol frondoso!

¡Quién sabe qué estupenda y dorada simiente
ha de brotar ahora bajo mi cuerpo ardiente!
Futuro pebetero que esparcirá a los vientos,
en las noches de estío, claras y rumorosas,
el calor de mi carne hecho aroma de rosas,
fragancia de azucenas, y olor de pensamientos.

 La Higuera

Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos:

ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se visten…

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
-Es la higuera el más bello
de los árboles en el huerto.

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo, le cuente:
-Hoy a mi me dijeron hermosa.

La sed

Tu beso fue en mis labios
de un dulzor refrescante.
Sensación de agua viva y moras negras
me dio tu boca amante.

Cansada me acosté sobre los pastos
con tu brazo tendido, por apoyo.
Y me cayó tu beso entre los labios,
como un fruto maduro de la selva
o un lavado guijarro del arroyo.

Tengo sed otra vez, amado mío.
Dame tu beso fresco tal como una
piedrezuela del río.

Reconquista

No sé de donde regresó el anhelo
De volver a cantar como en el tiempo
en que tenía entre mi puño el cielo
Y con una perla azul el pensamiento.

De una enlutada nube, la centella,
Súbito pez, hendió la noche cálida
Y en mí se abrió de nuevo la crisálida
Del verso alado y su bruñida estrella.

Ahora ya es el hino centelleante
Que alza hasta Dios la ofrenda poderosa
De su bruñida lanza de diamante.

Unidad de la luz sobre la rosa.
Y otra vez la conquista alucinante
De la eterna poesía victoriosa.

Como una sola flor desesperada

Lo quiero con la sangre, con el hueso,
con el ojo que mira y el aliento,
con la frente que inclina el pensamiento,
con este corazón caliente y preso,

y con el sueño fatalmente obseso
de este amor que me copa el sentimiento,
desde la breve risa hasta el lamento,
desde la herida bruja hasta su beso. 

Mi vida es de tu vida tributaria,
ya te parezca tumulto, o solitaria,
como una sola flor desesperada. 

Depende de él como del leño duro
la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro,
que solo en él respira levantada.

Juana con el poeta español Federico Garcia Lorca

La pequeña llama

Yo siento por la luz un amor de salvaje.
Cada pequeña llama me encanta y sobrecoge;
¿no será, cada lumbre, un cáliz que recoge
el calor de las almas que pasan en su viaje?

Hay unas pequeñitas, azules, temblorosas,
lo mismo que las almas taciturnas y buenas.
Hay otras casi blancas: fulgores de azucenas.
Hay otras casi rojas: espíritus de rosas.

Yo respeto y adoro la luz como si fuera
una cosa que vive, que siente, que medita,
un ser que nos contempla transformado en hoguera.

Así, cuando yo muera, he de ser a tu lado
una pequeña llama de dulzura infinita
para tus largas noches de amante desolado.

Estío

Cantar del agua del río. 
Cantar continuo y sonoro, 
arriba bosque sombrío 
y abajo arenas de oro. 

Cantar… 
de alondra escondida 
entre el oscuro pinar. 

Cantar… 
del viento en las ramas 
floridas del retamar. 

Cantar… 
de abejas ante el repleto 
tesoro del colmenar. 

Cantar… 
de la joven tahonera 
que al río viene a lavar. 

Y cantar, cantar, cantar 
de mi alma embriagada y loca 
bajo la lumbre solar.

Bajo la lluvia

¡Cómo resbala el agua por mi espalda!
¡Cómo moja mi falda,
y pone en mis mejillas su frescura de nieve!
Llueve, llueve, llueve,
y voy, senda adelante,
con el alma ligera y la cara radiante,
sin sentir, sin soñar,
llena de la voluptuosidad de no pensar.

Un pájaro se baña
en una charca turbia. Mi presencia le extraña,
se detiene… me mira… nos sentimos amigos…
¡Los dos amamos muchos cielos, campos y trigos!
Después es el asombro
de un labriego que pasa con su azada al hombro
y la lluvia me cubre de todas las fragancias
de los setos de octubre.
Y es, sobre mi cuerpo por el agua empapado
como un maravilloso y estupendo tocado
de gotas cristalinas, de flores deshojadas
que vuelcan a mi paso las plantas asombradas.
Y siento, en la vacuidad
del cerebro sin sueño, la voluptuosidad
del placer infinito, dulce y desconocido,
de un minuto de olvido.
Llueve, llueve, llueve,
y tengo en alma y carne, como un frescor de nieve.

La Hora

Tómame ahora que aun es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.

Tómame ahora que aun es sombría
esta taciturna cabellera mía.

Ahora que tengo la carne olorosa
y los ojos limpios y la piel de rosa.

Ahora que calza mi planta ligra
la sandalia viva de la primavera.

Ahora que mis labios repica la risa
como una campana sacudida a prisa.

Después…, ¡ah, yo sé
que ya nada de eso más tarde tendré!
Que entonces inútil será tu deseo,
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

¡Tómame ahora que aun es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.

Hoy, y no mañana. ¡Oh amante! ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?

Juana de Ibarbourou, (izquierda)Alfonsina Storni (centro)y Gabriela Mistral, en Montevideo, 1938

Lacería

No codicies mi boca. Mi boca es de ceniza
y es un hueco sonido de campanas mi risa.

No me oprimas las manos. Son de polvo mis manos,
y al estrecharlas tocas comida de gusanos.

No trences mis cabellos. Mis cabellos son tierra
con la que han de nutrirse las plantas de la sierra.

No acaricies mis senos. Son de greda los senos
que te empeñas en ver como lirios morenos.

¿Y aún me quieres, amado? ¿Y aún mi cuerpo pretendes
y, largas de deseo, las manos a mí tiendes?

¿Aún codicias, amado, la carne mentirosa
que es ceniza y se cubre de apariencias de rosa?

Bien, tómame. ¡Oh laceria!
¡Polvo que busca al polvo sin sentir su miseria!

Lo que soy para ti

            Cierva,
que come en tus manos la olorosa hierba.

            Can
que sigue tus pasos doquiera que van.

            Estrella
para ti doblada de sol y centella.

            Fuente
que a tus pies ondula como una serpiente.

            Flor
que para ti solo da mieles y olor.

Todo eso yo soy para ti,
mi alma en todas sus formas te di.
Cierva y can, astro y flor,
agua viva que glisa a tus pies,
            Mi alma es
            para ti,
            Amor.

Juana  Fernandez Morales, Juana de Ibarbourou, también conocida como Juana de América (Melo, Uruguay, 8 de marzo de 1892-Montevideo, 15 de julio de 1979). Es considerada una de las voces más personales de la poesía hispanoamericana de principios del siglo XX.

Su madre, Valentina Morales, era descendiente de una antigua familia de origen español afincada en la zona desde finales del siglo XVIII y su padre, Vicente Fernández, un inmigrante gallego nacido en Lugo que, a pesar de saber apenas leer, le recitaba a Juana de pequeña los versos de los poetas de su tierra quien  transmitió a su hija el amor por Galicia, cuyo vínculo con la tierra paterna se manifestará en el discurso de la Academia de Letras Uruguayas. Allí, la escritora recordará su infancia y la presencia de su padre que supo inculcar en ella la raíz gallega que siempre la acompañó en su forma de ser y en su obra. No en vano sus íntimos la llamaban “La galleguita”. 

En 1908 apareció el primer poema de Juana en el periódico local El deber cívico, firmado con el seudónimo Fid. También escribió poemas y otros textos para distintas publicaciones periódicas: La defensaEl deber cívico y El nacionalista.

En 1913 contrajo enlace civil con el capitán Lucas Ibarbourou y un año más tarde nació su único hijo, Julio César.

Debido a la profesión de Lucas, tenían que viajar a menudo los tres primeros años vivieron en Rivera, Tacuarembó y Canelones. 

 En 1917, toda la familia partió a Montevideo, acompañando a Lucas en su nuevo traslado. 
Juana al principio no se acostumbraba a vivir en Montevideo, pero a través de los años, se adaptó y consideró Montevideo como su segunda ciudad natal, después de dejar Melo, Juana nunca más volvió allí. 
Juana comenzó a publicar su poemas bajo el seudónimo de Jeannette d’Ibar en el Diario “La Razón” pero inmediatamente comenzó a usar el nombre cual hoy la conocemos Juana de Ibarbourou

En 1919, se editó el primer libro de Juana, Las lenguas de diamante, prologado y elogiado por Manuel Gálvez:

Este libro, tan sano, tan juvenil, tan moderno y a la vez de todos los tiempos, está realizado con un verdadero arte. El verso de Juana de Ibarbourou no siempre es perfecto, pero jamás carece de vigor, de exactitud, de soltura. […] Es la obra de eso algo tan escaso, sobre todo entre nosotros, y tan necesario y admirable en todas partes, que se llama poeta.” 

Más tarde la escritora enviaría una carta a Miguel de Unamuno solicitándole la lectura de esta obra y este le respondió: 

He leído, señora mía, primero con desconfianza y luego con grandísimo interés y agrado su libro “Lenguas de diamante” […] me ha sorprendido gratísimamente la castísima desnudez espiritual de las poesías de usted, tan frescas, tan ardorosas a la vez. Y al enviárselas, como me pide usted, a J.R. Giménez y a los Machado, se las recomiendo.” 

En 1920 se editó Cántaro fresco, integrado por treinta y cinco prosas líricas que recrean la vida doméstica, y en 1922 apareció Raíz salvaje, culminando así el primer ciclo creador de la autora.

Todo el reconocimiento como escritora lo obtuvo antes de sus 35 años de edad, a ese momento ya era considerada como una de las mejores poetas latinoamericanas de la época.
El éxito de sus obras hacía que Juana recibiera en su casa muchas visitas de gente muy importante, la mayoría del sexo masculino, trayendo consigo un sinfín de murmuraciones sobre romances que nadie podía probar, esos chismes llegaban también al oído de su esposo. Lucas, celoso, criticaba a Juana todo el tiempo de la situación creada, ésta se defendía de las insinuaciones y de poco a poco sus voces subían de volumen, Julio César presenciaba las discusiones que se generaban. 
Lucas un día se encegueció y bofeteó a Juana y ésta se cayó y su cabeza golpeó en el borde de la cama, intentó golpearla nuevamente pero entre su madre Valentina, Julio Cesar y Juana se lo impidieron.

Unos años más tarde, un grupo de escritores y estudiantes universitarios se organizaron e hicieron presión a las autoridades para que el nombramiento de “Juana de América” se llevara adelante.

El 10 de agosto de 1929 Juana de Ibarbourou fue proclamada Juana de América en una memorable ceremonia presidida por Zorrilla de San Martín, que se realizó en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo. En dicha ocasión, Alfonso Reyes expresó: 

Juana en el Norte, Juana en el Sur, en el Este y en el Oeste: por todas partes fueron cayendo las palabras. Juana donde se dice poesía y Juana donde se dice mujer. Juana en todo sitio de América donde hacía falta un aliento. Juana en las fiestas de la razón y en el luto de los corazones… En estos pueblos de anhelo y brega, en estos pueblos nuestros sedientos ¡qué mejor piedad ni que misericordia más plena! Con cuanta justicia la aclamamos nuestra Juana de América. 

En la edición del mes de noviembre de 1934 en una importante revista de aquella época, los intelectuales uruguayos le hicieron una crítica al recién publicado libro “Loores de Nuestra Señora”. 
Fue una crítica negativa, Juana no supo tomarlo con calma, no dormía, no comía, se pasaba llorando, pero lo peor no había llegado todavía, porque dos meses después publicó “Estampas de la Biblia” y la crítica fue más fuerte.
Se le juntaron demasiadas situaciones negativas, la crítica de sus libros, el fracaso de su matrimonio, la violencia y el abuso constante que tenía que soportar por parte de su esposo y también de su hijo que no quería trabajar o estudiar y quien a escondidas de Lucas le exigía que le diera dinero casi todos los días para irse al casino a jugar a las cartas o a la ruleta.
Todo eso era mucho para ella, comenzó a padecer de insomnio y el doctor le recetó tranquilizantes para poder dormir.

Juana era constantemente invitada de distintas funciones de índole social, no salía a ningún lado excepto los domingos a la misa de la Virgen del Perpetuo Socorro.
Vivía encerrada en su casa y solía decir muy a menudo que “su destino era contemplar el mundo a través de los vidrios de su ventana”.

En el año 1935, Juana organizó un almuerzo en su casa para homenajear a la poeta chilena Gabriela Mistral.
En 1937, se le otorgó la Orden del Cóndor de los Andes, de Bolivia. Juana ya había recibido diversas distinciones y homenajes para entonces.

Hacia el verano de 1938 se produjo el encuentro en Montevideo de las tres grandes figuras femeninas de la poesía latinoamericana del siglo XX: Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni y Gabriela Mistral, en una conferencia dictada durante los cursos de verano de la Universidad de la República. En este evento, la poeta chilena pronunció elogiosas palabras hacia Juana:

La Naturaleza, es decir Juana, no puede contar a vosotros, curiosísimos varones interrogadores, cómo se las arregla para soltar la luz sin ningún trabajo y cómo hace para que el agua de su poesía resulte a la vez eterna y niña. Son cosas my profundas, aunque parezcan tan inocentes, la Naturaleza, hija de Dios, y Juana, hija del Uruguay, y nadie tampoco acertaría con las índoles y los modos… de Juana de América […] Ahí está el agua cayendo llena de luz y de gozo, el agua sin par de Juana. Beber, callar mientras se bebe, y agradecer: esa es toda la política que nos corresponde a las mujeres y hombres en el caso de Juana de América.” 

Los trabajos de Juana se vendían con gran éxito por toda Sudamérica y el dinero entraba a raudales, mientras tanto Lucas quién era que administraba las finanzas de la familia, venía alimentando la idea de edificar una casa de enorme proporciones, una casa del tamaño de un palacio, y en enero de 1938 compró un terreno sobre la rambla República del Perú para tal fin. 
Casi mil metros cuadrados era el tamaño del terreno y se situaba bien frente al Río de la Plata y muy cerca de Pocitos.

El dinero que tenían ahorrado se gasto en edificar algo que a Juana no le gustaba, no era necesario tener una casa tan grande con lujos superfluos, para Juana eran innecesarios, no tenían sentido. 

El plan de Lucas era terminar la construcción lo más ligero posible, así podrían mudarse a la nueva casa.

Para escapar de la realidad en que vivía, Juana comenzó a inyectarse pequeñas dosis de morfina, adicción que ella describió en un número importante de poemas escritos posteriores al año 1950, en esos años la morfina con una receta médica se podía comprar fácilmente en cualquier farmacia. 
Un día, debido a una sobre dosis muy alta de la droga, se desmayó y casi sin pulso fue hospitalizada, así fue como la familia se llegó a enterarse de la adicción de Juana.

A principios del año 1941, Lucas ostentaba el titulo de Mayor en el ejercito, tuvo malos presentimientos, no se sentía bien de salud, Lucas padecía de una insuficiencia renal y la casa estaba todavía sin terminar y a mediados de ese año, se había agravado de su enfermedad, recayó y no pudo nunca recuperarse. Juana cuidaba al esposo hasta su último minuto, Lucas murió el 13 de enero de 1942. 
La muerte del marido le cambió la vida por completo, se sentía insegura, ahora tenía que hacer cosas que nunca había hecho antes, pero comenzó a sentirse más tranquila y más aliviada, después de que su hijo había aceptado su pedido de administrar los bienes, que antes realizaba su padre. 

Juana bautizó su casa de la rambla Amphión, nombre que en nuestra lengua significa opio, un derivado de la morfina. Juana mandó a grabar el nombre sobre una piedra en el jardín de la entrada. 
Lo irónico del caso fue que Lucas jamás llegó a ver la casa terminada. 
La casa por fin la estrenó en el mes de octubre de 1942.

Después de haber vivido casi 20 años en la casa de la calle Comercio, y con cincuenta años de edad, ella se sentía más animada anímicamente, sintió que podía ahora comenzar una nueva vida, le vino las ansias de escribir un nuevo libro algo diferente hasta el momento.
De todos esos pensamientos, surgió la idea de escribir una autobiografía donde pudiera agrupar a todos las personas y cosas más queridas de su niñez, de ahí surgió “Chico Carlo“, el primer libro que escribió en Amphión. Con todo éxito, en el año 1944 fue editado en Montevideo y en Buenos Aires.

Para ese momento, Julio César llevaba casi un año de casado, trabajaba en la aduana y seguía sin terminar sus estudios de ingeniero agrónomo, siempre mintiendo que le quedaban muy pocas materias para recibirse.
Debido a sus visitas al casino contrajo una importantísima deuda con un prestamista, al cual le prometió pagar con la parte que correspondía de la sucesión de su padre, la cual se llevó acabo el 21 de diciembre de 1944.

Pero ya para esa fecha, con la previa autorización de la madre, Julio César se había derrochado en el juego todo el dinero de la cuenta bancaria, había hipotecado las propiedades que alquilaban, había vendido los dos autos, la casa de Carrasco y además un préstamo bancario por $20.000. 

Julio César arruinó la vida de su madre, financieramente, físicamente y emocionalmente. 
No le alcanzó derrochar en poco tiempo todo el dinero de la sucesión, sino que también usaba la pensión que el gobierno le tenía asignado a la madre.

En 1945, publicó “Los Sueños de Natacha”, conjunto de obras teatrales infantiles.

En 1946, el gobierno uruguayo compró los derechos de sus obras publicadas hasta ese entonces, más tres obras inéditas. Se publicó “Puck“, que reúne algunos radioteatros para niños.

El 3 de octubre de 1947, fue elegida para ocupar un sillón en la Academia Nacional de Letras.
En ese mismo año, Julio César llegó llorando donde estaba su madre y de rodilla le imploró que le diera dinero porque un prestamista lo estaban buscando para matarlo por una gran suma de dinero que debía por resultado de su compulsión por el juego.

Juana decidió vender lo último que tenia, y el 22 de enero de 1948 obtuvo 100.000 pesos por la venta de mansión Amphión cual fue adquirida por el gobierno de Bélgica para instalar su embajada allí.

Tuvo que irse a vivir a una casa alquilada sobre la avenida 8 de Octubre Nº 3061. 

Aunque la mayoría del dinero lo usó para pagar las deudas del hijo, pudo retener una pequeña suma y la depositó en el Banco Supervielle.

En 1948, la visitó Juan Ramón Jiménez, quien le obsequió: “un libro, un espejo, y un beso”.
Los poetas españoles de la llamada Generación del ’98, Miguel de Unamuno y Juan Ramón Jiménez reconocieron el valor de su obra literaria, también tenia lazos de amistad con Salvador de Madariaga, Federico García Lorca ,Vicente Aleixandre, Pablo Neruda y Alfonso Reyes, pero los escritores uruguayos de la generación del ’45 Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti consideraban a Juana como la “Poeta Oficial” de los gobiernos tradicionales 
Era una generación políticamente de línea izquierdista, se dice que a Juana no le interesaba la política que era demócrata, aunque siempre estuvo recibiendo favores de los caudillos políticos del momento.

En 1950 fue designada para presidir la Sociedad Uruguaya de Escritores. A fines de diciembre de ese mismo año una editorial de Buenos Aires publicó “Perdida”.

Corría el 1951 ya hacia nueve años de la muerte de su esposo, Juana con 59 años, conoció a Eduardo de Robertis, un médico y biólogo argentino, quien llegó a ser una de las figuras más relevantes de la ciencia médica argentina del siglo XX. Eduardo nació en Buenos Aires, el 11 de diciembre de 1913.

De Robertis en el año 1949, huyendo del gobierno de Juan Domingo Perón, tuvo que exilarse en Uruguay como exiliado político, en ese momento tenía 38 años y estaba casado con Antonia Semelis y tenían dos hijos: María Cristina y Eduardo.

Juana conoció a De Robertis en su propia casa. Un día Antonia la fue a visitar, acompañada de su marido. Éste quedó deslumbrado con la personalidad y belleza de Juana.
Unos días más tarde, la telefoneó y le planteó que quería hablar con ella, lo cual Juana aceptó y le invitó a que viniera a su casa a conversar. 
Tuvieron inmediatamente una atracción mutua, primero se hicieron amigos y luego comenzaron a confesarse sus problemas. Él le dijo que el amor en su matrimonio no existía. Juana le confesó su adicción a la morfina, la cual conseguía a través de un farmacéutico amigo que no le exigía receta.
De Robertis le preguntó si había intentado dejarla.
“Cada noche digo que será la última,” ella le contestó.
“Si me dejas, yo te puedo ayudar,” replicó De Robertis y al día siguiente comenzó con un tratamiento de desintoxicación. A comienzos de octubre recibió la última dosis ya llevaba 4 meses del tratamiento, Juana le había ganado a la dependencia de la morfina

Juana sentía un amor profundo por Eduardo, tenía temores ella tenía 59 años y él sólo tenía 38 años, casi la misma edad de su hijo, pero no había dudas que se querían, nunca había amado tanto a alguien ni nunca nadie la había amado de esa manera.

Un día, la prensa uruguaya informaba que había quebrado el Banco Francés Supervielle. Después que el banco quebró, el gobierno anunció que no tenía ninguna obligación de hacerse cargo de los ahorristas.
Juana, pierde el único dinero que le quedaba para sobrevivir.
Llamó a De Robertis desesperada, necesitaba ayuda, estaba desesperada de los nervios. 
Éste al verla tuvo temor que Juana buscara refugio en la droga una vez más.

Alrededor de finales del mes de octubre de 1952, la esposa de Robertis se enteró que su esposo y Juana eran amantes. Un día se presentó a la casa de 8 de octubre y a gritos y llorisqueas recriminó a Juana sobre la situación. Juana decidió terminar con el romance y partió a la casa de su medio hermano, Agustín Fernández ubicada en Fraile Muerto. La estadía en el campo fue muy provechosa para su tranquilidad mental y espiritual.
A finales de febrero de 1953, se sentía recuperada anímicamente, emocionalmente y físicamente.
No había razón en alargar la estadía, regresó a Montevideo, con hojas de cuadernos repletas de versos.

El 8 de marzo, cuando Juana cumplía 61 años, recibió un ramo de 36 rosas rojas, con una tarjeta con un mensaje que decía: Para mi Juana, muchas rosas y mucho amor.
Eduardo

Al otro día, Juana le llamó a su trabajo y le agradeció el obsequio y Eduardo le confesó que no vivía mas con su señora, entonces lo invitó al día siguiente a tomar el té en su casa y durante el té, se dieron cuenta que el amor del uno hacia el otro seguía intacto.
Ya no había nada para no continuar con su romance. Juana se sintió enormemente feliz.

Se sentía muy feliz, y pensó que el año 1953 era su año, se reencontró nuevamente con el amor, su autoestima era enorme y eso la ayudó a vencer su dependencia a los calmantes para dormir.

En mayo la proclamaron “Mujer de las Américas 1953” por la Unión de Mujeres Americanas de Nueva York.

En setiembre de 1953, Eduardo fue convocado como profesor para dictar por tres meses un curso en la Universidad de Washington, en Seattle.
Eduardo invitó a Juana a que le acompañase, ahora si ella podía conocer las cataratas del Niágara. 
El 4 de setiembre ambos partieron de viaje. Durante el vuelo, Juana escribió el: “Romance del Duende”.
Juana volvió el 23 de setiembre. Eduardo regresó para la navidad de 1953.

En noviembre de 1954, Juana volvió al Palacio Legislativo para recibir otro homenaje.
El día siguiente Juana le dijo a De Robertis que por su avanzada edad, los hijos de él, su carrera como médico, la relación tenía terminar ahí, ella entendía que en un futuro muy cercano no se iba a sentir con fuerzas de soportar la separación que era inevitable. 
De Robertis tuvo que aceptar la decisión y ese día se separaron.
En el año 1955, fue premiada en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid por su obra literaria. Desde 1943, además, fue designada para ocupar un sillón en la Academia y en 1960 se convirtió en Académica de Honor de la Academia Nacional de Letras.

En el año 1956, Eduardo conoció a Nelly Armand Ugon y se casaron 6 meses más tarde y volvió a la Argentina a fines de ese año. Juana, al enterarse, escribió “Elegía de la Abandonada”.

En 1957 en Buenos Aires, le publicaron “Canto Rodado“.

En el año 1958, fue proclamada como candidata al Premio Nobel de Literatura de 1959
Se sucedieron una serie de homenajes por todo el país.

En 1959, se le concedió el Gran Premio Nacional de Literatura, otorgado ese año por primera vez.

En 1960, la Academia Nacional de Letras la designó Académica de Honor. Una escuela en Melo recibió su nombre, la editorial Aguilar de España publicó la segunda edición de sus obras completas.

Juana seguía mal, su mente no funcionaba como debía, los problemas y su adicción a los calmantes y a la morfina la tenían deambulando dentro de la casa como una sonámbula. La memoria le fallaba y un día se estaba preparando para recibir una persona importante y no podía encontrar sus alhajas, estaba segura que estaban en el alhajero, llamó a su hijo y le preguntó si él sabía dónde estaban y éste le confesó que las había empeñado y que no se preocupara mucho porque en unos días las traería de vuelta.

A los principios de los años 60, la compulsión de su hijo le obligó a vender algo de lo más preciado que tenia, su biblioteca, en ella había más de 4000 ejemplares, toda su obra en español y en otros idiomas que fue traducida y todas las obras que ella fue obsequiada por decenas de autores de fama mundial.

En 1962, las diversas traducciones de sus obras suman este año el sueco y el hebreo. En la ciudad de Rivera recibieron su nombre una escuela, una plaza y una calle. 

La Editorial Plaza y Janés en Barcelona publicó Tiempo“.

En 1964, falleció su hermana Basilisa Fernández.

En 1965, una plaza en La Paz, Bolivia, fue dada su nombre, al igual que tres escuelas en Uruguay: Montevideo, Durazno y Rocha.

En 1967, la Editorial Losada de Buenos Aires publicó La Pasajera“. 
Una plaza en Santiago de Chile recibió su nombre.

El 5 de enero de 1968, en un acto en el que asistió la propia Juana y figuras de la cultura, las autoridades inauguraron “La Palmera de Juana de Ibarbourou” en su honor.
Es una palma fénix y se encuentra en la mitad de la vereda en la rambla de Pocitos, a la altura de la calle Pagola, a pocas cuadras de la mansión “Amphion”. 
La palma está acompañada por una pieza de granito negro donde tiene grabado el poema: “Soneto a una palma”

Cuando todo se vuelva eterna calma/
y siga el mar la frágil tierra hendiendo/
poco a poca mi espíritu volviendo/
ira a buscar morada en esta palma

En 1968, la Editorial Aguilar, en España, publicó una tercera edición ampliada de sus obras completas, donde se incluyó Elegía”
En Uruguay, la Editorial Arca publicó la selección de poemas realizada por Jorge Arbeleche, con prólogo de Ángel Rama.

En 1969, recibió homenajes en el cincuentenario de “Las Lenguas de Diamante”.

En 1970, el Instituto de Cultura Hispánica, en Madrid, editó la “Antología Poética” bajo la supervisión de Dora Isella Russell.

En 1971, la Editorial Losada, en Buenos Aires, publicó “Juan Soldado”.

En 1972, la Editorial Losada publicó una antología organizada y prologada por Jorge Arbeleche.

En 1975, el gobierno de facto le otorgó la condecoración “José Artigas Protector de los Pueblos Libres” condecoración que posteriormente se le otorgó también a Jorge Rafael Videla en Argentina y Augusto Pinochet, en Chile. 
La Academia Nacional de Letras la propuso para el Premio Cervantes de España. 

Se dice que la muerte de Juana posiblemente ocurrió entre el 12 y 14 de julio de 1979, pero se anunció oficialmente el 15 de julio, la razón fue que Julio César por dinero le había comprometido la “primicia” con un diario de la época. 
Oficialmente Juana falleció en Montevideo, el 15 de julio de 1979. Su partida de defunción dice:
A la 0 hora 5´ del día quince de julio de 1979 y en 8 de Octubre nº 3061 Juana Fernández Morales de Ibarbourou C. I. 901 144, oriental de 84 años, viuda y de profesión escritora falleció a consecuencia de cerebrocardioesclerosis avanzada, según el certificado nº 718 841 del Dr. Eduardo D´Andrea.

Su muerte fue la noticia más importante de todos los medios de prensa uruguayos y recorrió todos los medios de difusión mundiales.

 El gobierno dispuso un día de duelo nacional y fue enterrada con honores de Ministro de Estado, siendo la primera mujer en la historia de Uruguay a la que se otorgó tal distinción. 

Juana de Ibarbourou logró transformarse en un mito literario de la cultura uruguaya gracias a sus versos. Transgresora y apasionada, la escritora uruguaya tuvo una carrera que desde sus inicios marcó un antes y un después en la forma de escribir poesía.

Juana de Ibarbourou trascendió fronteras, no solo con el reconocimiento de Unamuno y de la comunidad latinoamericana, sino que hoy el archivo más grande que existe de la uruguaya pertenece a la Universidad de Harvard (EE.UU.), que lo adquirió en la década de los 90.

La primera biografía sobre  Juana de Ibarbourou (editada en el año 2008) revela el infierno de una mujer marcada por el talento y la belleza pero desgarrada por la violencia doméstica, la adicción a la morfina, penurias económicas y un amor prohibido casi en el crepúsculo de su vida.

“Juana es un mito y una leyenda en Uruguay”, dijo el periodista y escritor Diego Fischer, autor de Al Encuentro de las Tres Marías, la flamante y primera biografía, novelada, de la poeta, que descorre el velo sobre la intimidad de la mujer que murió el 15 de julio en 1979, tres años después de que decidiera autorrecluirse y clausurar las puertas de su vida al mundo.

Entre los diversos premios y reconocimientos que recibió la poeta uruguaya figuran la Orden del Cóndor de los Andes en Bolivia (1937), la Cruz del Comendador del Gran Premio Humanitario de Bélgica (1946), la Medalla de Oro del Ministerio de Instrucción Pública (1948), el nombramiento como Huésped de Honor de la Ciudad de México(1951), el premio “Mujer de las Américas”, conferido por la Unión de Mujeres Americanas de Nueva York (1953), el Premio de Poesía del Ministerio de Instrucción Pública (1954), el Gran Premio Nacional de Literatura (1959), la Orden de Quetzal en Guatemala (1960) y la Medalla de Oro Alfonsina Storni otorgada por el Consejo Nacional de Mujeres Argentinas.

Obra poética :

• Las lenguas de diamante (1919)
• Raíz salvaje (1922)
• La rosa de los vientos (1930)
• Perdida (1950)
• Azor (1953)
• Mensaje del escriba (1953)
• Romances del Destino (1955)
• Angor Dei (1967)
• Elegía (1968)
• Obra completa (1992, cinco volúmenes al cuidado de Jorge Arbeleche)

Obra en prosa :

• Cántaro fresco (1920)
• Ejemplario (1928)
• Loores de Nuestra Señora (1934)
• Estampas de la Biblia (1934)
• Chico Carlo (1944)
• Los sueños de Natacha (1945)
• Canto Rodado (1958)
• Juan Soldado (1971)

Enlaces de interés :

Biografía : http://uruguayeduca.anep.edu.uy/efemerides/1264

https://urumelb.tripod.com/juana/pages/biografia.htm

Entrevista de mayo de 1974, cuando tenia 82 años : https://www.magicasruinas.com.ar/revistero/aquello/revaquello102.htm

https://historiahoy.com.ar/la-dramatica-vida-juana-ibarbourou-n2350

https://www.lavanguardia.com/vida/20190602/462623646213/juana-de-ibarbourou-el-mito-literario-uruguayo-que-trasciende-fronteras.html

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7 thoughts on “12 Poemas de Juana de Ibarbourou 

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    1. Jajaja ?????
      Gracias por hacernos reír con tu comentario María Constanza ??
      Realmente es una pena que una mujer tan increíblemente como Juana tuviera que vivir todo eso con su hijo.En fin…A veces es mejor poner limites.
      ¡Un abrazo!

      PoetryAlquimia

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