8 Poemas y una carta de Reinaldo Arenas

Niño viejo

Yo soy ese niño de cara redonda y sucia 

que en cada esquina os molesta con su 

“can you spend one quarter” 

Yo soy ese niño de cara sucia 

–sin duda inoportuno– 

que de lejos contempla los carruajes 

donde otros niños emiten risas y saltos considerables. 

Yo soy ese niño desagradable 

–sin duda inoportuno– 

de cara redonda y sucia que ante los grandes faroles 

o bajo las grandes damas también iluminadas 

o ante las niñas que parecen levitar 

proyecta el insulto de su cara redonda y sucia 

Yo soy ese niño hosco, más bien gris, 

Que envuelto en lamentables combinaciones 

pone una nota oscura sobre la nieve 

o sobre el cesped tan cuidadosamente recortado 

que nadie sino yo, porque no pago multas se atreve a pisotear. 

Yo soy ese airado y solo niño de siempre 

que os lanza el insulto del solo niño de siempre 

y os advierte: si hipócritamente me acariciais la cabeza 

aprovecharé la ocasión para levantarles la cartera. 

Yo soy ese niño de siempre 

ante el panorama del inminente espanto. 

Ese niño, ese niño, 

ese niño que corrompe el poema con su nota naturalista. 

Ese niño, ese niño, 

ese niño que impone arduos y aburridos ensayos 

y hasta novelas, aún más aburridas, sobre “los bajos fondos”. 

Ese niño, ese niño, 

ese niño de cara airada y sucia que impone arduas 

y siniestras revoluciones 

para luego seguir con su cara aún más airada y sucia. 

Ese niño, ese niño 

ese niño ante el panorama siempre inminente 

(sólo inminente) 

del inminente espanto, de la inminente lepra, del inminente 

piojo, 

del delito o del crimen inminentes. 

Yo soy ese niño repulsivo que improvisa una cama 

con cartones viejos y espera, seguro, que venga usted a 

hacerle compañía.

No, música tenaz

¡No, música tenaz, me hables del cielo!,
donde es obligación cavar la tierra.
No creo que exista tal consuelo
donde sólo es vivir perenne guerra.

Pues quien del horror ya corrió el velo
sabe que sólo horror el mundo encierra.
Inútil es tu canto, ardor y celo:
oigo la última puerta que se cierra.

Y es tanto el estupor de ese chasquido
que la voz más audaz ya se resiente
a su ruido seco, su mortal estruendo,

y hasta el más musical de los sonidos
ante tal algarabía de batientes
su rumor también va enmudeciendo.

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
José Martí

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche,
sumidas ambas en un solo abismo.
Cuba o la noche (porque son lo mismo)
me otorgan siempre el mismo reproche:

‘En el extranjero, de espectros fantoche,
hasta tu propio espanto es un espejismo,
rueda extraviada de un extraño coche
que se precipita en un cataclismo

donde respirar es en sí un derroche,
el sol no se enciende y sería cinismo
que el tiempo vivieras para la hermosura’.

Si ésa es la patria (la patria, la noche)
que nos han legado siglos de egoísmo,
yo otra patria espero, la de mi locura.

Voluntad de vivir manifestándose

Ahora me comen.
Ahora siento cómo suben y me tiran de las uñas.
Oigo su roer llegarme hasta los testículos.
Tierra, me echan tierra.
Bailan, bailan sobre este montón de tierra
y piedra
que me cubre.
Me aplastan y vituperan
repitiendo no sé qué aberrante resolución que me atañe.
Me han sepultado.
Han danzado sobre mí.
Han apisonado bien el suelo.
Se han ido, se han ido dejándome bien muerto y enterrado.
Este es mi momento.

Tú y yo estamos condenados

Tú y yo estamos condenados
por la ira de un señor que no da el rostro
a danzar sobre un paraje calcinado
o a escondernos en el culo de algún monstruo.

Tú y yo siempre prisioneros
de aquella maldición desconocida.
Sin vivir, luchando por la vida.
Sin cabeza, poniéndonos sombrero.

Vagabundos sin tiempo y sin espacio,
una noche incesante nos envuelve,
nos enreda los pies, nos entorpece.

Caminamos soñando un gran palacio
y el sol su imagen rota nos devuelve
transformada en prisión que nos guarece.

The parade ends

Paseos por las calles que revientan, 

pues las cañerías ya no dan más 

por entre edificios que hay que esquivar, 

pues se nos vienen encima, 

por entre hoscos rostros que nos escrutan y sentencian, 

por entre establecimientos cerrados, 

mercados cerrados, 

cines cerrados, 

parques cerrados, 

cafeterías cerradas. 

Exhibiendo a veces carteles (justificaciones) ya polvorientos, 

CERRADO POR REFORMAS, 

CERRADO POR REPARACIÓN. 

¿Qué tipo de reparación? 

¿Cuándo termina dicha reparación, dicha reforma? 

¿Cuándo, por lo menos, 

empezará? 

Cerrado… cerrado… cerrado… 

todo cerrado… 

Llego, abro los innumerables candados, subo corriendo la improvisada escalera. 

Ahí está, ella, aguardándome. 

La descubro, retiro la lona y contemplo sus polvorientas y frías dimensiones. 

Le quito el polvo y vuelvo a pasarle la mano. 

Con pequeñas palmadas limpio su lomo, su base, sus costados. 

Me siento, desesperado, feliz, a su lado, frente a ella, 

paso las manos por su teclado, y, rápidamente, todo se pone en marcha. 

El ta ta, el tintineo, la música comienza, poco a poco, ya más rápido 

ahora, a toda velocidad. 

Paredes, árboles, calles, 

catedrales, rostros y playas, 

celdas, mini celdas, 

grandes celdas, 

noche estrellada, pies 

desnudos, pinares, nubes, 

centenares, miles, 

un millón de cotorras 

taburetes y una enredadera. 

Todo acude, todo llega, todos vienen. 

Los muros se ensanchan, el techo desaparece y, naturalmente, flotas, 

flotas, flotas arrancado, arrastrado, 

elevado, 

llevado, transportado, eternizado, 

salvado, en aras, y, 

por esa minúscula y constante cadencia, 

por esa música, 

por ese ta ta incesante.

Última Luna

Por qué esta sensación de ir a buscarte
hacia donde por mucho que vuele
no he de hallarte.
Qué terror sin tiempo ahora me impele
a por sobre tanto terror siempre evocarte.
No ha de encontrar sosiego nuestra pena
(que hallarlo sería comenzar otra condena)
y por lo mismo jamás cesaré de contemplarte.
Luna, una vez más aquí estoy detenido
en la encrucijada de múltiples espantos.
El pasado es todo lo perdido
y si del presente me levanto
es para ver que estoy herido
(y de muerte)
porque ya el futuro lo he vivido.
Ésa, indiscutiblemente, ésa es la suerte
que por venir del infierno arrostro.
Extraña amante,
sólo me queda contemplar tu rostro
(que es el mío)
porque tú y yo somos un río
que recorre un páramo incesante,
circular e infinito:
un solo grito.

Autoepitafio

Mal poeta enamorado de la luna,
no tuvo más fortuna que el espanto;
y fue suficiente pues como no era un santo
sabía que la vida es riesgo o abstinencia,
que toda gran ambición es gran demencia
y que el más sórdido horror tiene su encanto.
Vivió para vivir que es ver la muerte
como algo cotidiano a la que apostamos
un cuerpo espléndido o toda nuestra suerte.
Supo que lo mejor es aquello que dejamos
—precisamente porque nos marchamos—.
Todo lo cotidiano resulta aborrecible,
sólo hay un lugar para vivir, el imposible.
Conoció la prisión, el ostracismo,
el exilio, las múltiples ofensas
típicas de la vileza humana;
pero siempre lo escoltí cierto estoicismo
que le ayudó a caminar por cuerdas tensas
o a disfrutar del esplendor de la mañana.
Y cuando ya se bamboleaba surgía una ventana
por la cual se lanzaba al infinito.
No quiso ceremonia, discurso, duelo o grito,
ni un túmulo de arena donde reposase el esqueleto
(ni después de muerto quiso vivir quieto).
Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas al mar
donde habrán de fluir constantemente.
No ha perdido la costumbre de soñar:
espera que en sus aguas se zambulla algún adolescente.

El 7 de Diciembre del 1990, Reinaldo Arenas tomó la decisión de quitarse la vida. Tenía 47 años. Era una carta breve acompañada de su deseo de que fuera publicada en el Diario de las Américas, y enviada a todos sus amigos. Poco después de escribirla preparó un cóctel de alcohol y tranquilizantes. Y se lo bebió. Muy pocos días después de que lo hallaran muerto, sus amigos recibieron su última carta.

Carta de Despedida

Queridos amigos: debido al estado precario de mi salud y a la terrible depresión sentimental que siento al no poder seguir escribiendo y luchando por la libertad de Cuba, pongo fin a mi vida. En los últimos años, aunque me sentía muy enfermo, he podido terminar mi obra literaria, en la cual he trabajado por casi treinta años. Les dejo pues como legado todos mis terrores, pero también la esperanza de que pronto Cuba será libre. Me siento satisfecho con haber podido contribuir aunque modestamente al triunfo de esa libertad. Pongo fin a mi vida voluntariamente porque no puedo seguir trabajando , Ninguna de las personas que me rodean están comprometidas en esta decisión.

Solo hay un responsable: Fidel Castro. Los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades que haya podido contraer en el destierro seguramente no las hubiera sufrido de haber vivido libre en m país.

Al pueblo cubano tanto en el exilio como en la Isla le exhorto a que siga luchando por la libertad. Mi mensaje no es un mensaje de derrota , sino de lucha y esperanza.

Cuba será libre. Yo ya lo soy.

Reinaldo Arenas

New York

Reinaldo Arenas Fuentes (Aguas Claras, Oriente, Cuba, 16 de julio de 1943 – Nueva York, 7 de diciembre de 1990) fue un novelista, dramaturgo y poeta cubano conocido por sus obras mágico-realistas y su constante oposición al régimen político de Fidel Castro. Su obra ha tenido gran influencia en escritores de la siguiente generación.

Arenas nació en el campo, en Aguas Claras —en la parte norte de la provincia de Oriente—, y más tarde su familia se mudó a Holguín.

Su adolescencia campesina y precoz se vio marcada por el manifiesto enfrentamiento contra la dictadura de Batista.

Colaboró con la revolución cubana, hasta que, debido a la exclusión a que fue sometido, optó por la disidencia.

Su presencia pública e intelectual le granjeó marcadas antipatías en las más altas instancias del Estado, lo cual, unido a su homosexualidad, provocó una implacable y manifiesta persecución en su contra.

En toda su vida, Arenas solo pudo publicar un libro en Cuba: “Celestino antes del alba“, que agotó su primera edición en una semana y no pudo reeditarse.

Esta primera novela inicia una pentagonía sobre la revolución que continúa con El palacio de las blanquísimas mofetas, Otra vez el mar, El asalto y El color del verano, novelas en las que expresa su inicial entusiasmo y posterior desengaño, especialmente en Otra vez el mar, hasta concluir en una parodia grotesca, carnavalesca y festiva de la misma en El color del verano, ambientada en 1999, durante los festejos por los cincuenta años del triunfo de la Revolución.

Reinaldo Arenas sufrió persecución no solamente por su abierta homosexualidad, sino por su crítica al Gobierno, que le cerró muchas posibilidades de desarrollo como escritor e intelectual durante los años de mayor ostracismo cultural y sectarismo en la isla.

Contemporáneo y amigo de José Lezama Lima y Virgilio Piñera, fue encarcelado en condiciones muy duras, llegando a admitir lo inconfesable y a renegar de sí mismo. Ello provocó, en la sensible personalidad del escritor, un arrepentimiento que fue más allá de los muros de la prisión de El Morro (entre 1974 y 1976), calando tan hondo en su corazón que acabó por odiar todo cuanto le rodeaba. En esta época escribió su autobiografía, titulada “Antes que anochezca”.

Durante los años setenta, intentó en varias ocasiones escapar de la opresión política, pero falló. Finalmente, en 1980 salió del país cuando Fidel Castro autorizó un éxodo masivo de disidentes y otras personas consideradas indeseables a través del Mariel. Por la prohibición que pesaba sobre su trabajo, Arenas no tenía autorización para salir, pero logró hacerlo cambiando su primer apellido por Arinas.

Desplegó desde este momento, y en el exilio nunca aceptado de Nueva York por el conservadurismo y la homofobia de los cubanos exiliados ligados al Partido Republicano en Florida, una profunda visión intelectual de la existencia enmarcada entre la expresión poética más hermosa y la más amarga derrota del desencanto.

Estableció su residencia en Nueva York, donde en 1987 le fue diagnosticado el virus del VIH/sida.

El 7 de diciembre de 1990, Arenas se suicidó.

En 2000 se estrenó la versión cinematográfica de Antes que anochezca, película basada en su libro autobiográfico que dirigió Julián Schnabel, filmada en las semirruinas del que fuese templo jesuita de San Francisco Javier, en Veracruz, México.

Reinaldo Arenas fué interpretado por Javier Bardem que por su actuación ganó en 2001 la Copa Volpi al mejor actor en el Festival Internacional de Cine de Venecia, el premio Independent Spirit y fue nominado al Óscar al Mejor Actor.

Del mismo título es la ópera que le dedicó el compositor Jorge Martín, estrenada en la ópera de Forth Worth en junio de 2010 y también representada en el Lincoln Center de Nueva York y, en 2017, en Miami.

Seres extravagantes es el documental biográfico realizado por Manuel Zayas, en 2004, filmado clandestinamente un año antes en Cuba.

Su obra ha tenido gran influencia en escritores de la siguiente generación, no solo homosexuales, sino en la intelectualidad general. Ella está presente en autores gais como Abilio Estévez y su Tuyo es el reino o en la novela Última rumba en La Habana, del escritor Fernando Velázquez Medina.

Obra publicada :

Novelas

1967: Celestino antes del alba
1969: El mundo alucinante
1980: El palacio de las blanquísimas mofetas
1980: La vieja Rosa
1982: Otra vez el mar
1984: Arturo, la estrella más brillante
1987: La loma del ángel
1988: El asalto
1989: El portero
1990: Viaje a La Habana
1999: El color del verano o Nuevo Jardín de las Delicias

Autobiografía
1992: Antes que anochezca

Narrativa breve
1972: Con los ojos cerrados
1981: Termina el desfile
Antologías poéticas
1981: El central
1989: Voluntad de vivir manifestándose
2001: Inferno, poesía completa con prólogo de Juan Abreu

Ensayo
1986: Necesidad De Libertad
Teatro
1986: Cinco obras de teatro bajo el título Persecución.

Enlaces de interés :

http://academiahistoriacubaexilio.blogspot.com/2017/06/reinaldo-arenas-vida-pasion-y-muerte-en.html

https://www.elmundo.es/elmundo/2012/06/16/andalucia/1339842615.html

https://eloficiodehistoriar.com.mx/2021/04/07/reinaldo-arenas-fuentes/

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