Nocturno
Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado
como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
no sé si me querían, y si esperaban verme.
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets.
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
como un capitán de navío que desconfía de las estrellas.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche.
Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran
a la ventana que tengo a mi espalda.
A un dios desconocido
Quienquiera seas
no vengas ya.
Los dientes del tigre se han mezclado a la semilla,
llueve un fuego continuo sobre los cascos protectores,
ya no se sabe cuándo acabarán las muecas,
el desgaste de un tiempo hecho pedazos.
Obedeciéndote hemos caído.
-La torre subía enhiesta, las mujeres
llevaban cascabeles en las piernas, se gustaba
un vino fuerte, perfumado. Nuevas rutas
se abrían como muslos a la alegre codicia,
a las carenas insaciables. ¡Gloria!
La torre desafiaba las medidas prudentes,
tal una fiesta de estrategos
era su propia guirnalda.
El oro, el tiempo, los destinos,
el pensar, la violenta caricia, los tratados,
las agonías, las carreras, los tributos,
rodaban como dados, con sus puntos de fuego.
Quienquiera seas, no vengas ya.
La crónica es la fábula para estos ojos tímidos
de cristales focales y bifocales, polaroid, antihalo
para estas manos con escamas de cold-cream.
Obedeciéndote hemos caído.
-Los profesores obstinados hacen gestos de rata,
vomitan Gorgias, patesís, anfictionías y Duns Scoto,
concilios, cánones, jeringas, skaldas, trébedes,
qué descansada vida, los derechos del hombre, Ossian,
Raimundo Lulio, Pico, Farinata, Mio Cid, el peine
para que Melisendra peine sus cabellos.
Es así: preservar los legados, adorarte en tus obras,
eternizarte, a ti el relámpago.
Hacer de tu viviente rabia un apotegma,
codificar tu libre carcajada.
Quienquiera seas
no vengas ya.
-La ficción cara de harina, cómo se cuelga de su mono
el reloj que puntual nos saca de la cama.
Venga usted a las dos, venga a las cuatro,
desgraciadamente tenemos tantos compromisos.
¿Quién mató a Cock Robin? Por no usar
los antisudorales, sí señora.
Por lo demás la bomba H, el peine con música,
los detergentes, el violín eléctrico,
alivian el pasaje de la hora. No es tan mala
la sala de la espera: tapizada.
– ¿Consuelos, joven antropólogo? Surtidos:
usted los ve, los prueba y se los lleva.
La torre subía enhiesta,
pero aquí hay Dramamina.
Quienquiera seas
no vengas ya.
Te escupiríamos, basura, fabricado
a nuestra imagen
de nilón y de orlón, Yahvé, Dios mío.
El interrogador
No pregunto por las glorias ni las nieves,
quiero saber dónde se van juntando
las golondrinas muertas,
adónde van las cajas de fósforos usadas.
Por grande que sea el mundo
hay los recortes de uñas, las pelusas,
los sobres fatigados, las pestañas que caen.
¿Adonde van las nieblas, la borra del café,
los almanaques de otro tiempo?
Pregunto por la nada que nos mueve;
en esos cementerios conjeturo que crece
poco a poco el miedo,
y que allí empolla el Roc.
La patria
Esta tierra sobre los ojos,
este paño pegajoso, negro de estrellas impasibles,
esta noche continua, esta distancia.
Te quiero, país tirado más abajo del mar, pez panza arriba,
pobre sombra de país, lleno de vientos,
de monumentos y espamentos,
de orgullo sin objeto, sujeto para asaltos,
escupido curdela inofensivo puteando y sacudiendo banderitas,
repartiendo escarapelas en la lluvia, salpicando
de babas y estupor canchas de fútbol y ringsides.
Pobres negros
Te estás quemando a fuego lento, y dónde el fuego,
dónde el que come los asados y te tira los huesos.
Malandras, cajetillas, señores y cafishos,
diputados, tilingas de apellido compuesto,
gordas tejiendo en los zaguanes, maestras normales, curas, escribanos,
centroforwards, livianos, Fangio solo, tenientes primeros,
coroneles, generales, marinos, sanidad, carnavales, obispos,
bagualas, chamamés, malambos, mambos, tangos,
secretarías, subsecretarías, jefes, contrajefes, truco,
contraflor al resto. Y qué carajo,
si la casita era su sueño, si lo mataron en
pelea, si usted lo ve, lo prueba y se lo lleva.
Liquidación forzosa, se remata hasta lo último.
Te quiero, país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía,
te quiero, tacho de basura que se llevan sobre una cureña
envuelto en la bandera que nos legó Belgrano,
mientras las viejas lloran en el velorio, y anda el mate
con su verde consuelo, lotería del pobre,
y en cada piso hay alguien que nació haciendo discursos
para algún otro que nació para escucharlos y pelarse las manos.
Pobres negros que juntan las ganas de ser blancos,
pobres blancos que viven un carnaval de negros,
qué quiniela, hermanito, en Boedo, en la Boca,
en Palermo y Barracas, en los puentes, afuera,
en los ranchos que paran la mugre de la pampa,
en las casas blanqueadas del silencio del norte,
en las chapas de zinc donde el frío se frota,
en la Plaza de Mayo donde ronda la muerte trajeada de Mentira.
Te quiero, país desnudo que sueña con un smoking,
vicecampeón del mundo en cualquier cosa, en lo que salga,
tercera posición, energía nuclear, justicialismo, vacas,
tango, coraje, puños, viveza y elegancia.
Tan triste en lo más hondo del grito, tan golpeado
en lo mejor de la garufa, tan garifo a la hora de la autopsia.
Pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo
saldrá de este sentir. Hoy es distancia, fuga,
no te metás, qué vachaché, dale que va, paciencia.
La tierra entre los dedos, la basura en los ojos,
ser argentino es estar triste,
ser argentino es estar lejos.
Y no decir: mañana,
porque ya basta con ser flojo ahora.
Tapándome la cara
(el poncho te lo dejo, folklorista infeliz)
me acuerdo de una estrella en pleno campo,
me acuerdo de un amanecer de puna,
de Tilcara de tarde, de Paraná fragante,
de Tupungato arisca, de un vuelo de flamencos
quemando un horizonte de bañados.
Te quiero, país, pañuelo sucio, con tus calles
cubiertas de carteles peronistas, te quiero
sin esperanza y sin perdón, sin vuelta y sin derecho,
nada más que de lejos y amargado y de noche.
Encargo
No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dalos.
Ven a mí con tu cólera seca de fósforo y escamas.
Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día,
saber que juegas cara al sol y al hombre.
.
Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,
Lo que nadie te pide: las espinas
Hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,
oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.
Salvo el crepúsculo, 2005
Para leer en forma interrogativa
Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.
Julio Cortázar y Cristina Peri Rossi
Cinco últimos poemas para Cris
1.
Ahora escribo pájaros.
No los veo venir, no los elijo,
de golpe están ahí, son esto,
una bandada de palabras
posándose
una
a
una
en los alambres de la página,
chirriando, picoteando, lluvia de alas
y yo sin pan que darles, solamente
dejándolos venir. Tal vez
sea eso un árbol
o tal vez
el amor.
2.
Anoche te soñé
sacerdotisa de Sekhmet, la diosa leontocéfala.
Ella desnuda en pórfido,
tú tersa piel desnuda.
¿Qué ofrenda le tendías a la deidad salvaje
que miraba a través de tu mirada
un horizonte eterno e implacable?
La taza de tus manos contenía
la libación secreta, lágrimas
o tu sangre menstrual, o tu saliva.
En todo caso no era semen
y mi sueño sabía
que la ofrenda sería rechazada
con un lento rugido desdeñoso
tal como desde siempre lo habías esperado.
Después, quizá, ya no lo sé,
las garras en tus senos, colmándote.
3.
Nunca sabré por qué tu lengua entró en mi boca
cuando nos despedimos en tu hotel
después de un amistoso recorrer la ciudad
y un ajuste preciso de distancias.
Creí por un momento que me dabas
una cita futura,
que abrías una tierra de nadie, un interregno
donde alcanzar tu minucioso musgo.
Circundada de amigas me besaste,
yo la excepción, el monstruo,
y tú la transgresora murmurante.
Vaya a saber a quién besabas,
de quién te despedías.
Fui el vicario feliz de un solo instante,
el que a veces encuentra en su saliva
un breve gusto a madreselva
bajo cielos australes.
4.
Quisiera ser Tiresias esta noche
y en una lenta espera boca abajo
recibirte y gemir bajo tus látigos
y tus tibias medusas.
Sabiendo que es la hora
de la metamorfosis recurrente,
y que al bajar al vórtice de espumas
te abrirías llorando,
dulcemente empalada.
Para volver después
a tu imperioso reino de falanges,
al cerco de tu piel, tus pulpos húmedos,
hasta arrastrarnos juntos y alcanzar abrazados
las arenas del sueño.
Pero no soy Tiresias,
tan sólo el unicornio
que busca el agua de tus manos
y encuentra entre los belfos
un puñado de sal.
5.
No te voy a cansar con más poemas.
Digamos que te dije
nubes, tijeras, barriletes, lápices,
y acaso alguna vez
te sonreíste.
Le Dôme
Montparnasse
A la sospecha de imperfección universal contribuye
este torpe recuerdo que me legas, una cara entre espejos y platillos sucios.
A la certidumbre de que el sol está envenenado,
de que en cada grano de trigo se agita el arma de la ruina
aboga la torpeza de nuestra última hora
que debió transcurrir en claro, en un silencio
donde lo que quedaba por decir se dijera sin menguas.
Pero no fue así, y nos separamos
verdaderamente como lo merecíamos, en un café mugriento,
rodeados de larvas y colillas,
mezclando pobres besos con la resaca de la noche.
Julio Cortázar en la tumba de Oscar Wilde en 1951. Cementerio de Père Lachaise, París.
El encubridor
Ese que sale de su país porque tiene miedo,
no sabe de qué, miedo del queso con ratón,
de la cuerda entre los locos, de la espuma en la sopa.
Entonces quiere cambiarse como una figurita,
el pelo que antes se alambraba con gomina y espejo
lo suelta en jopo, se abre la camisa, muda
de costumbres, de vinos y de idioma.
Se da cuenta, infeliz, que va tirando mejor, y duerme
a pata ancha. Hasta de estilo cambia, y tiene amigos
que no saben su historia provinciana, ridícula y casera.
A ratos se pregunta cómo pudo escapar todo ese tiempo
para salirse del río sin orillas, de los cuellos garrote,
de los domingos, lunes, martes, miércoles y jueves.
A fojas uno, sí, pero cuidado:
un mismo espejo es todos los espejos,
y el pasaporte dice que naciste y que eres
y cutis color blanco, nariz de dorso recto,
Buenos Aires, septiembre.
Aparte que no olvida, porque es arte de pocos,
lo que quiso, esa sopa de estrellas y de letras
que infatigable comerá
en numerosas mesas de variados hoteles,
la misma sopa, pobre tipo,
hasta que el pescadito intercostal se plante y diga basta.
A un general
Región de manos sucias de pinceles sin pelo
de niños boca abajo de cepillos de dientes
Zona donde la rata se ennoblece
y hay banderas innúmeras y cantan himnos
y alguien te prende, hijo de puta,
una medalla sobre el pecho
Y te pudres lo mismo
Una idea
Una idea incandescente se me vino esta mañana
una antorcha que flameaba en lo alto de mi mente
pero sola y sin refuerzos talvez pierda la batalla
ya librada de hace tiempo por tu brillo y un cobarde
un cobarde que vacila entre el olvido y tras la nada
que vacila tras tus pasos y tu melódica mirada
que se pierde encandilado tras el grito de tus ojos
que se aturde enceguecido tras el brillo de tu nombre
que se esconde tras las letras de algún otro nombre
y aún así no se atreve a gritar de quien se esconde
que hace frente tan valiente a enredadas tempestades
y se escapa como un niño al descubrirse a tu lado
que amanece al medio día y se duerme al despedirte
que susurra tan potente y que grita tan despacio
que camina tan de prisa y con los ojos bien cerrados
sin valor por la cornisa que conduce a tu palacio
Una idea de coraje se me vino esta mañana
de sentarnos frente a frente y quitarme el camuflaje
de soplar mis emociones y transformarlas en palabras
en palabras que te expliquen como cae el agua helada
Una idea tan sublime como tantas que me diste
tan tardía y predecible como tantas he tenido
pero sola y sin refuerzos de valor y otros aliados
ha perdido la batalla
ya es de noche
ya te fuiste.
Esta ternura
Esta ternura y estas manos libres,
¿a quién darlas bajo el viento ? Tanto arroz
para la zorra, y en medio del llamado
la ansiedad de esa puerta abierta para nadie.
Hicimos pan tan blanco
para bocas ya muertas que aceptaban
solamente una luna de colmillo, el té
frío de la vela la alba.
Tocamos instrumentos para la ciega cólera
de sombras y sombreros olvidados. Nos quedamos
con los presentes ordenados en una mesa inútil,
y fue preciso beber la sidra caliente
en la vergüenza de la medianoche.
Entonces, ¿nadie quiere esto,
nadie?
Ché
Yo tuve un hermano, no nos vimos nunca
pero no importaba. Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía
.
Lo quise a mi modo,
le tomé su voz
libre como el agua
caminé de a ratos
cerca de su sombra.
.
No nos vimos nunca
– pero no importaba,
mi hermano despierto
mientras yo dormía-
mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.
Este poema formó parte originalmente de una carta que Cortázar les envió al escritor cubano Roberto Fernández Retamar y la escritora Adelaida De Juan, el 29 de octubre de 1967 desde París, horas después de divulgarse al mundo la noticia sobre la muerte del guerrillero cubano-argentino. Entonces escribió Cortázar esta misiva:?
París, 29 de octubre de 1967
Roberto, Adelaida, mis muy queridos:
Anoche volví a París desde Argel. Sólo ahora, en mi casa, soy capaz de escribirles coherentemente; allá, metido en un mundo donde sólo contaba el trabajo, dejé irse los días como en una pesadilla, comprando periódico tras periódico, sin querer convencerme, mirando esas fotos que todos hemos mirado, leyendo los mismos cables y entrando hora a hora en la más dura de las aceptaciones. (…) El Che ha muerto y a mí no me queda más que el silencio, hasta quién sabe cuándo; si te envié ese texto fue porque eras tú quien me lo pedía, y porque sé cuánto querías al Che y lo que él significaba para ti. Aquí en París encontré un cable de Lisandro Otero pidiéndome ciento cincuenta palabras para Cuba. Así, ciento cincuenta palabras, como si uno pudiera sacarse las palabras del bolsillo como monedas. No creo que pueda escribirlas, estoy vacío y seco, y caería en la retórica. Y eso no, sobre todo eso no. Lisandro me perdonará mi silencio, o lo entenderá mal, no me importa; en todo caso tú sabrás lo que siento. Mira, allá en Argel, rodeado de imbéciles burócratas, en una oficina donde se seguía con la rutina de siempre, me encerré una y otra vez en el baño para llorar; había que estar en un baño, comprendes, para estar solo, para poder desahogarse sin violar las sacrosantas reglas del buen vivir en una organización internacional. Y todo esto que te cuento también me avergüenza porque hablo de mí, la eterna primera persona del singular, y en cambio me siento incapaz de decir nada de él. Me callo entonces. Recibiste, espero, el cable que te envié antes de tu mensaje. Era mi única manera de abrazarte, a ti y a Adelaida, a todos los amigos de la Casa. Y para ti también es esto, lo único que fui capaz de hacer en esas primeras horas, esto que nació como un poema y que quiero que tengas y que guardes para que estemos más juntos.
Ya nos escribiremos. Abraza mucho a Adelaida. Hasta siempre,
Julio
Antes, después…
Como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
el perfume dibuja el jazmín
el amante precede al amor
como la caricia a la mano
el amor sobrevive al amante
pero inevitablemente
aunque no haya huella ni presagio
aunque no haya huella ni presagio
como la caricia a la mano
el perfume dibuja el jazmín
el amante precede el amor
pero inevitablemente
el amor sobrevive al amante
como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
como la caricia a la mano
aunque no haya huella ni presagio
el amante precede al amor
el perfume dibuja el jazmín
como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
el amor sobrevive al amante
pero inevitablemente…
Happy New Year
Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestás tu mano en esta noche
de fìn de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Asì la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.
Rayuela (Capítulo 7)
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca,
voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera,
y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar,
hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara,
una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara,
y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope,
nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí,
se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente,
mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes,
jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio.
Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces,
de movimientos vivos, de fragancia oscura.
Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento,
esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.
Julio Florencio Cortázar (Ixelles, Bruselas, Bélgica, 26 de agosto de 1914-París, Francia, 12 de febrero de 1984). Escritor, Poeta, traductor y profesor. Es reconocido como uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general, y creador de importantes novelas, sobre todo Rayuela, que inauguraron una nueva forma de hacer literatura en el mundo hispano.
Hijo de padres argentinos, María Herminia Descotte y Julio José Cortázar. Su padre era funcionario y fue destinado a la Embajada de Argentina en Bélgica, país donde nace Julio.
Hacia fines de la Primera Guerra Mundial, los Cortázar lograron pasar a Suiza gracias a la condición alemana de la abuela materna de Julio, y de allí, poco tiempo más tarde, a Barcelona, donde vivieron un año y medio. En 1918, Cortázar contaba con cuatro años cuando él y su familia volvieron a la Argentina. Pasó el resto de su infancia en Banfield, al sur de Buenos Aires. Cuando el pequeño Cortázar contaba con seis años, su padre abandonó a la familia, dejando a su madre en una grandes dificultades económicas para criar a sus dos hijos, ( julio y su hermana mayor) y ya no volvieron nunca a tener contacto con él.
Julio fue un niño enfermizo y pasó mucho tiempo en cama, lo que le abrió al universo de los libros. A los nueve años ya había leído a Julio Verne, Victor Hugo y Edgar Allan Poe y a los nueve o diez años ya había escrito una pequeña novela e incluso algunos cuentos y sonetos.
Obtiene el título de maestro en 1932 y posteriormente profesor en Letras en 1935.
En 1935 comienza la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires, da clases y publica estudios de crítica literaria. De esta época es conocida su colección de sonetos Presencia (1938), que publica bajo el seudónimo de Julio Denis. Se identifica con el Surrealismo a través del estudio de autores franceses.
Entre 1939 y 1944 Cortázar vivió en Chivilcoy, en cuya Escuela Normal daba clases como profesor de literatura y era asiduo concurrente a las reuniones de amigos que se hacían en el local de fotografía de Ignacio Tankel. A propuesta de este, realizó su primera y única participación en un texto cinematográfico, donde colaboró en el guion de la película La sombra del pasado, que se filmó en esa ciudad entre agosto y diciembre de 1946.
En 1944, se mudó a la ciudad de Mendoza, en cuya Universidad Nacional de Cuyo impartió cursos de literatura francesa.
En 1946, cuando Juan Domingo Perón ganó las elecciones presidenciales, presentó su renuncia. Decide abandonar su puesto de profesor en la universidad, y comienza la publicación de artículos y relatos en revistas literarias.
Reunió un primer volumen de cuentos —publicado póstumamente— titulado: La otra orilla. Regresó a Buenos Aires, donde comenzó a trabajar en la Cámara Argentina del Libro y ese mismo año publicó el cuento «Casa tomada» en la revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges, así como también un trabajo sobre el poeta inglés John Keats, «La urna griega en la poesía de John Keats» en la Revista de Estudios Clásicos de la Universidad de Cuyo. En 1947, colaboró en varias revistas, entre ellas, Realidad. Publicó un importante trabajo teórico, Teoría del túnel, y en Los Anales de Buenos Aires, donde aparece su cuento «Bestiario».
En 1948 obtuvo el título de traductor público de inglés y francés, tras cursar en apenas nueve meses estudios que normalmente llevan tres años.
En 1951, publicó Bestiario, una colección de ocho relatos que le valieron cierto reconocimiento en el ambiente local. Poco después, disconforme con el gobierno de Juan Domingo Perón, decidió trasladarse a París, ciudad donde trabaja como traductor de la UNESCO y donde, salvo esporádicos viajes por Europa y América Latina, residirá el resto de su vida.
En 1953, se casó con Aurora Bernárdez,?la gran traductora argentina,–(de maestros como Jean Paul Sartre, Albert Camus y Gustave Flaubert, en francés; Paul Bowles o Lawrence Durrel, en inglés; o Italo Calvino, en italiano, ) con quien vivió en París con cierta estrechez económica hasta que aceptó la oferta de traducir la obra completa, en prosa, de Edgar Allan Poe para la Universidad de Puerto Rico. Dicho trabajo sería considerado luego por los críticos como la mejor traducción de la obra del escritor estadounidense. Con su esposa vivió en Italia durante el año que duró el trabajo, luego viajaron a Buenos Aires en barco y Cortázar pasó la mayor parte del trayecto escribiendo en su máquina portátil una nueva novela.
Aurora Bernárdez y julio Cortázar
En 1962 publicó Historia de Cronopios y de fama. En esta obra, escrita un año antes que ‘Rayuela’ el escritor recopila sesenta y cuatro textos cortos repletos de sarcasmo, ironía y surrealismo.
A pesar de haber realizado distintas publicaciones durante todos estos años, no se hace famoso hasta la publicación de Rayuela (1963), su obra maestra, una obra a la que el mismo escritor se refería como ‘contranovela’ que refunda el género al convertirse en una de las novelas centrales del conocido como ‘boom’ de las letras latinoamericanas.
En 1967, rompió su vínculo con Aurora y se unió a la escritora, editora y periodista lituana Ugné Karvelis quien?fue decisiva en la politización del pensamiento, los escritos y las actividades públicas del escritor. Karvelis ayudó a su país a ingresar en la UNESCO. En 1993 fue designada Embajadora Permanente de Lituania en la UNESCO.
Cortázar destaca por sus misceláneas o del género “almanaque”, donde mezcla narrativa, crónica, poesía y ensayo, como por ejemplo en La vuelta al día en ochenta mundos (1967) y 62, modelo para armar (1968).
El viaje que realiza a Cuba en los sesenta, le marca tanto que comienza su andadura política. Apoya a líderes políticos como Fidel Castro, Salvador Allende o Carlos Fonseca Amador. Forma parte del Tribunal Internacional Russell, que estudiaba las violaciones de Derechos Humanos en Hispanoamérica. En su Libro de Manuel (1973), queda reflejado su compromiso político y es conocido como la gran novela política de Julio Cortázar.
En 1976, viajó a Costa Rica en donde se encontró con Sergio Ramírez y Ernesto Cardenal, emprendiendo un viaje clandestino hacia la localidad de Solentiname en Nicaragua. Este viaje marcó su vida para siempre y fue el comienzo de una serie de visitas a ese país. Después del triunfo de la revolución sandinista, visitó reiteradas ocasiones Nicaragua y siguió de cerca el proceso y la realidad tanto nicaragüense como latinoamericana. Estas experiencias dieron como resultado una serie de textos que serían recopilados en el libro Nicaragua, tan violentamente dulce.
En los años siguientes se destacan los poemas Pameos y meopas (1971), los relatos de Octaedro (1974) y Queremos tanto a Glenda (1980) o Un tal Lucas (1979) y Los autonautas de la cosmopista (1983). Éste último fue escrito en colaboración con su tercera pareja y segunda esposa, la escritora y activista estadounidense Carol Dunlop, que narra el trayecto de la pareja por la autopista París-Marsella. Julio Cortázar y Carol Dunlop se?habían conocido en Canadá, en una conferencia con escritores en Montreal en 1977. Cortázar tenía 63 años cuando se enamoró de la “Osita”, como la llamaba. Al poco tiempo, ambos vivían juntos en París.
Cortázar y Carol Dunlop Fotografía incluida en el libro ‘Los autonautas de la cosmopista’ © Fondo Aurora Bernárdez, CGAI.
En agosto de 1981, cuando Julio vivía en el sur de Francia, sufrió una hemorragia gástrica –debido al exceso de fármacos- que lo llevaría a la hospitalización. Su estado era de suma gravedad y se salvó de morir gracias a una transfusión de varios litros de sangre. Escapó de morir de milagro.
Poco después, el presidente François Mitterrand le otorgó la nacionalidad francesa. Dos años más tarde, en 1983, tras la vuelta a la democracia en Argentina, Cortázar hizo un último viaje a su patria.
Carol Dunlop falleció el 2 de noviembre de 1982, con tan solo 36 años, sumiendo a Cortázar en una profunda depresión. Carol Dunlop se iba dejando huérfano a su pequeño Stéphane Hébert, fruto de su primer matrimonio con François Hebert –escritor también-.
En una carta enviada a Silvia Monrós-Stojakovic, quien era su traductora al serbocroata, Cortázar escribe 😕
«Silvia, recibo hoy tu postal de Túnez. Lo que tengo que decirte es horrible: Carol murió el 2 de este mes [noviembre de 1982], después de dos meses en el hospital donde nada pudieron hacer para salvarla. Estoy en un pozo negro y sin fondo. Pero no pienses en mí, piensa en ella, luminosa y tan querida, y guárdala en tu corazón».
Lo que no supo Cortázar es que Carol había escrito anteriormente en una carta a Silvia Monrós-Stojakovic las siguientes palabras :
» Hace casi un año que sé, y soy la única en saberlo fuera de los médicos, que Julio tiene una leucemia crónica. Él no lo sabe, no lo tiene que saber, porque siendo como es, su mejor esperanza de vivir más y bien es no saberlo» En esa misma extensa carta, Dunlop asegura a Silvia que nadie sabe cuánto tiempo puede durar la enfermedad. «Yo creo, realmente creo, que serán años y años. Tal vez entre tanto tomaremos en el buen momento el mal avión».
A Carol , que cuidaba de que Cortázar no supiera de la proximidad de la muerte, como una irónica carambola del destino, le sorprendió la muerte, pero la suya…
Tras la muerte de Carol, la primera esposa?de Julio, Aurora Bernárdez le acompañó nuevamente, esta vez durante su enfermedad, antes de convertirse en la única heredera de su obra publicada y de sus textos.
En 1984, recibe el Premio Konex de Honor en Argentina.
El 12 de febrero de 1984, Cortázar falleció. Dos días después, fue enterrado en el cementerio de Montparnasse, en la tumba donde yacía Carol Dunlop.
Poco antes de fallecer, publica su libro de poemas Salvo el crepúsculo (1984) y los artículos Argentina, años de alambradas culturales (1984).
En el libro Julio Cortázar y Cris (2014) la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, que fue amiga de Cortázar y de Dunlop, afirma que ambos murieron de sida. Según Peri Rossi, Dunlop se contagió de Cortázar, que había contraído la enfermedad por una transfusión de sangre que se le había realizado unos años antes en el sur de Francia.
(4) En una entrevista concedida a Clarín, la escritora narró lo siguiente :
“Tengo una carta de Julio donde me dice “me he convertido en un vampiro de verdad porque me han tenido que cambiar la sangre y la pobrecita Carol me tuvo que llevar al hospital más cercano”, decía la carta.
“Años después se supo que esa sangre, que venía de la Cruz Roja, estaba contaminada. Se produjo un gran escándalo que terminó con la destitución del ministro de Salud Pública. La sangre se compraba a emigrantes pobres. No se realizaban pruebas, análisis, porque la enfermedad, el SIDA, eran desconocidos”.
¿Al principio los allegados a Julio pensaron que podía padecer de cáncer?, preguntó Clarín.
“Es cierto, pero, ese diagnóstico no existió. Todo lo contrario”, responde Cristina. “La verdad es que la enfermedad que padeció Julio no estaba todavía diagnosticada, no tenía una denominación específica, se le llamaba “pérdida de defensas inmunológicas”.
¿Se la describía de alguna manera?, inquiere el periodista.
“Se caracterizaba por un aumento desmesurado de los glóbulos blancos, manchas en la piel, diarreas, cansancio, infecciones oportunistas y culminaba con la muerte”, explica Cristina.
Cortázar viajó a Barcelona en noviembre de 1983, y estaba muy preocupado por el avance de la enfermedad. ”No tengo cáncer, me lo dicen los médicos franceses y después nos ponemos a hablar de literatura”, le confió Julio.
“Me enseñó una placa negra en su lengua, el sarcoma de Kaposi. Padecía un virus que desconcertaba a los médicos y no tenía tratamiento específico. Ningún médico sabía, tampoco cómo se transmitía o cómo se contraía”.
Cristina Peri Rossi estaba muy alarmada y le pidió a Julio que consultara con un excelente médico y poeta barcelonés, Javier Lentini, muy amigo de la escritora uruguaya. “Me merecía toda confianza. Fuimos a verlo Julio y yo con los análisis. Lentini confirmó que por los análisis de sangre de Julio y otras pruebas, descartaba la existencia de un cáncer. Atribuyó la enfermedad a un raro virus sin identificar.
Lentini fue con Cristina y Julio a consultar a otros dos hematólogos catalanes de mucho prestigio que le realizaron una cantidad de pruebas. “El resultado fue que tenía una infección no determinada provocada por un retrovirus. Y que no había ningún tratamiento. Había tres retrovirus identificados y este desconocido.
“¡No me dan nada para tomar, ni una pastillita!”, le decía Cortázar, con desesperación, a Cristina quien recuerda que un cuadro semejante había provocado la muerte de su mujer, un año y medio antes. “La causa había sido una rarísima enfermedad no identificada , un virus desconocido que le provocó la pérdida de defensas inmunológicas y la aparición de infecciones oportunistas. Para ella la enfermedad avanzó muy rápido porque le habían extirpado un riñón en su juventud”.
10 años después del fallecimiento de Cortázar, en abril de 1993, Aurora Bernárdez donó a la Fundación Juan March de Madrid la biblioteca personal del autor; más de cuatro mil libros, de los cuales más de quinientos están dedicados al escritor por sus respectivos autores, y la mayoría con numerosas anotaciones de Cortázar.
En 1996, se publica póstumamente su ensayo Imagen de John Keats y en el 2009 aparece Papeles inesperados, una obra miscelánea encontrada por Aurora Bernárdez.
Aurora residió el resto de sus días en el mismo apartamento?que habían comprado juntos antes de separarse en 1968. Falleció el 8 de noviembre 2014, a los 94 años de edad.
Cortázar fue amigo de numerosos escritores, lo que quedó plasmado en los más de quinientos libros dedicados de su biblioteca personal al momento de su muerte. Junto a su esposa Aurora Bernárdez mantuvo una estrecha relación con la poeta Alejandra Pizarnik, a quien trataban como hermanos mayores. Otra amistad, mezclada con amor, pasión y respeto y admiración profesional fue la que mantuvo durante los últimos años de su vida con la entonces joven escritora Cristina Peri Rossi (1) a quien dedicó quince poemas.
(2) Pizarnik dijo sobre Cortázar :
«Maravillosa es la perfección con que Cortázar plasma sus relatos: aun el más fantástico presenta una arquitectura acabada como una flor o una piedra. Se puede decir que Cortázar no deja el azar librado al azar.»
«El humor de Cortázar se despliega por toda la gama de los colores. Siempre es humor metafísico, pero a veces negro, a veces rosa, azul, amarillo… Muchas veces es feroz; pero su ternura es inagotable; suele proyectarla tan lejos que alcanza a los animales fantásticos (Guk, camello declarado indeseable; el oso que anda por los caños de la casa), a los animales reales (tortugas) y a los «animales mecánicos» (bicicletas).»
Humor y poesía en un libro de Julio Cortázar: Historias de cronopios y de famas (fragmentos) Alejandra Pizarnik; Prosa Completa, Lumen, Buenos Aires, 2003 |
(2) La escritora Premio Cervantes Cristina Peri Rossi habla de Cortazar :
«Tenía 30 años cuando lo conocí y era uno de mis escritores favoritos. Pero nunca me había interesado conocer a ninguno. Sin embargo, el exilio creó unas afinidades y unas necesidades que explican que este encuentro tuviera muchos significados para ambos. Me pareció que era un hombre triste, tierno, lúdico, devorador de letras, amante de la música, igual que yo. En seguida nos sentimos cómodos, entusiasmados, cómplices y amigos.»
«No había mucha diferencia entre el escritor y la persona, lo cual me parecía su mayor virtud. Era un escritor romántico: vida y escritura se corresponden, se entrecruzan, se inspiran mutuamente. Sin embargo, los elementos fantásticos de sus relatos corresponden más a la influencia del surrealismo que a su lado oscuro. Era un hombre equilibrado, que detestaba los excesos emocionales (en eso era poco romántico), y con una clara conciencia de ser un intelectual.»
«El siempre me comentó que su máximo deseo había sido ser un gran poeta, porque le parecía que la poesía era el género mayor de la literatura. Pero como era consciente de sus limitaciones, se había convertido en un narrador. Fue un gran lector de poesía y escribía muchos poemas, que él mismo se encargaba de arrojar a la papelera. Sin embargo, creo que escribió algunos muy buenos, por ejemplo, la serie de quince poemas de amor dedicados a mí. Me parecen excelentes, aunque quizás los lazos afectivos no me permiten ser completamente objetiva.»
Era un hombre triste y lúdico (fragmentos), reportaje a Peri Rossi, por Silvina Friera Publicado en diario Página/12, Buenos Aires, 12 de Febrero de 2004 |
Julio Cortázar y Cristina Peri Rossi
(2) Otro de sus buenos amigos, el escritor Juan Rulfo, escribió :
Por eso queremos tanto a Julio
Lo queremos porque es bondadoso. Es bondadoso como ser humano y muy bueno como escritor. Tiene un corazón tan grande que Dios necesitó fabricar un cuerpo también grande para acomodar ese corazón suyo. Luego mezcló los sentimientos con el espíritu de Julio. De allí resultó que Julio no solo fuera un hombre bueno, sino justo. Todos sabemos cuanto se ha sacrificado por la justicia. Por las causas justas y porque haya concordia entre todos los seres humanos.
Así que Julio es triplemente bueno. Por eso lo queremos. Lo queremos tanto sus amigos, sus admiradores y sus hermanos. En realidad, él es nuestro hermano mayor. Nos ha enseñado con sus consejos y a través de los libros que escribió para nosotros lo hermoso de la vida, a pesar del sufrimiento, a pesar del agobio y la desesperanza. Él no desea esas calamidades para nadie. Menos para quienes sabe que, más que sus prójimos, somos sus hermanos. Por eso queremos tanto a Julio.
Juan Rulfo
Juan Rulfo y Julio Cortázar
(3) El Nobel?Gabriel García Márquez compartió este testimonio :
«Fui a Praga por última vez hace unos quince años, con Carlos Fuentes y Julio Cortázar. Viajábamos en tren desde París porque los tres éramos solidarios en nuestro miedo al avión, y habíamos hablado de todo mientras atravesábamos la noche dividida de las Alemanias, sus océanos de remolacha, sus inmensas fábricas de todo, sus estragos de guerras atroces y amores desaforados.
A la hora de dormir, a Carlos Fuentes se le ocurrió preguntarle a Cortázar cómo y en qué momento y por iniciativa de quién se había introducido el piano en la orquesta de jazz. La pregunta era casual y no pretendía conocer nada más que una fecha y un nombre, pero la respuesta fue una cátedra deslumbrante que se prolongó hasta el amanecer, entre enormes vasos de cerveza y salchichas con papas heladas. Cortázar, que sabía medir muy bien sus palabras, nos hizo una recomposición histórica y estética con una versación y una sencillez apenas creíbles, que culminó con las primeras luces en una apología homérica de Thelonius Monk. No sólo hablaba con una profunda voz de órgano de erres arrastradas, sino también con sus manos de huesos grandes como no recuerdo otras más expresivas. Ni Carlos Fuentes ni yo olvidaríamos jamás el asombro de aquella noche irrepetible.
Doce años después vi a Julio Cortázar enfrentado a una muchedumbre en un parque de Managua, sin más armas que su voz hermosa y un cuento suyo de los más difíciles: la historia de un boxeador en desgracia contada por él mismo en lunfardo, el dialecto de los bajos fondos de Buenos Aires, cuya comprensión nos estaría vetada por completo al resto de los mortales si no la hubiéramos vislumbrado a través de tanto tango malevo; sin embargo, fue ese el cuento que el propio Cortázar escogía para leerlo en una tarima frente a la muchedumbre de un vasto jardín iluminado, entre la cual había de todo, desde poetas consagrados y albañiles cesantes, hasta comandantes de la revolución y sus contrarios. Fue otra experiencia deslumbrante. Aunque en rigor no era fácil seguir el sentido del relato, aún para los más entrenados en la jerga lunfarda, uno sentía y le dolían los golpes que recibía el pobre boxeador en la soledad del cuadrilátero, y daban ganas de llorar por sus ilusiones y su miseria, pues Cortázar había logrado una comunicación tan entrañable con su auditorio que ya no le importaba a nadie lo que querían decir o no decir las palabras, sino que la muchedumbre sentada en la hierba parecía levitar en estado de gracia por el hechizo de una voz que no parecía de este mundo.
Estos dos recuerdos de Cortázar que tanto me afectaron me parecen también los que mejor lo definían. Eran los dos extremos de su personalidad. En privado, como en el tren de Praga, lograba seducir por su elocuencia, por su erudición viva, por su memoria milimétrica, por su humor peligroso, por todo lo que hizo de él un intelectual de los grandes en el buen sentido de otros tiempos. En público, a pesar de su reticencia a convertirse en un espectáculo, fascinaba al auditorio con una presencia ineludible que tenía algo de sobrenatural, al mismo tiempo tierna y extraña. En ambos casos fue el ser humano más importante que he tenido la suerte de conocer.»
Gabriel García Márquez
Ciudad de México, 12 de febrero de 1994
García Márquez?y Julio Cortázar
(2) El premio Nobel José Saramago comentó :
«Lo que más me gusta es, digamos, lo que tiene Kafka: la posibilidad de partir de un hecho sencillo y cotidiano, aparentemente sin importancia, de desarrollar un relato en el que cada palabra va retorciendo esa aparente normalidad para, poquito a poco, llegar a una situación totalmente imprevisible. Kafka no leyó a Cortázar, pero si hubiera la posibilidad de que lo leyera diríamos que son espíritus afines».
«Rayuela es una gran novela que no sabemos nunca dónde está, una vez que se puede organizar de todas las formas posibles e imaginarias. La novela normal es fija, inmóvil, no se mueve, pero Rayuela no. Rayuela nunca está. Siempre se está moviendo. Incluso si el lector hace una sola lectura de Rayuela, se quedará con la imagen de una novela inmóvil, pero porque ese lector ha sorprendido la novela en un momento en que ésta se encuentra inmóvil. Sin embargo, en la lectura siguiente se moverá».
Saramago lo relaciona con Kafka (fragmentos) Publicado en Mural, México, 14 de Febrero de 2004 |
El?escritor Premio Cervantes, Juan Gelman escribió :
(2) En 1984, al morir Julio Cortázar, La Nación dedicó una página entera del suplemento literario al acontecimiento y, con las honrosas excepciones de Héctor Yánover y Norah Lange, todos los solicitados se dedicaron a ningunear al fallecido por sus posiciones de izquierda y pro-cubanas. Como Ernesto Sábato, que destinó la mayor parte de sus disquisiciones a explicar que él, en realidad, no pensaba como el muerto. Días después, En Clarín, aparecía una opinión de Borges, quien se declaraba honrado de haber publicado el primer texto de Cortázar que vio la luz -«Casa tomada»- y que en un breve párrafo final (aplicable al propio Borges) aludía al contexto: «Julio Cortázar ha sido condenado, o aprobado, por sus opiniones políticas. Fuera de la ética, entiendo que las opiniones de un hombre suelen ser superficiales y efímeras». Así responde la grandeza a la mezquindad, y a la cobardía, el valor verdadero.
Juan Gelman
Borges o el valor (fragmento), por Juan Gelman Extraído de Antiborges, compilación y comentarios de Martín Lafforgue; Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 1999 Publicado originalmente en Página/12, Buenos Aires, 1993 |
Enlaces de interés :
https://es.wikipedia.org/wiki/Julio_Cort%C3%A1zar
https://www.rtve.es/television/20220826/julio-cortazar-hechizo-escribir/2040573.shtml
(1) https://www.clarin.com/cultura/cristina-peri-rossi-amor-imposible-julio-cortazar_0_q57bWVU1V.html
(2) https://www.geocities.ws/juliocortazar_arg/dossier2.htm
(3) https://calledelorco.com/2012/06/02/retrato-de-julio-cortazar-gabriel-garcia-marquez/
(4) https://www.clarin.com/sociedad/julio-cortazar-contrajo-transfusion-contagio_0_Bk7PdokjDXx.html
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¡Qué maravilla este post! No sabía lo del HIV :_(
¡Qué maravilla este post! No sabía lo del HIV ?
Muchas gracias Maria Constanza por el comentario. Nos alegramos de poder aportar buenos contenidos. ¡Seguiremos !
Un saludo afectuoso
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