12 Poemas de Delmira Agustini

Amor

Lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
era un mar desbordado de locura y de fuego,
rodando por la vida como un eterno riego.

Luego soñélo triste, como un gran sol poniente
que dobla ante la noche la cabeza de fuego;
después rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
soñaba sus cristales el alma de la fuente.

Y hoy sueño que es vibrante y suave y riente y triste,
que todas las tinieblas y todo el iris viste,
que, frágil como un ídolo y eterno como Dios,

sobre la vida toda su majestad levanta:
y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
en una flor de fuego deshojada por dos….

El intruso

Amor, la noche estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
tu forma fue una mancha de luz y de blancura.

Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
bebieron en mi copa tus labios de frescura;
y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
me encantó tu descaro y adoré tu locura.

¡Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas;
y si duermes, duermo como un perro a tus plantas!
¡Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;

y tiemblo si tu mano toca la cerradura;
y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!

Tu dormias

Engastada en mis manos fulguraba

como extraña presea, tu cabeza;

yo la ideaba estuches, y preciaba

luz a luz, sombra a sombra su belleza.

En tus ojos tal vez se concentraba

la vida, como un filtro de tristeza

en dos vasos profundos… Yo soñaba

que era una flor de mármol tu cabeza…

Cuando en tu frente nacarada a luna,

como un monstruo en la paz de una laguna

surgió un enorme ensueño taciturno…

¡Ah! tu cabeza me asustó… Fluía

de ella una ignota vida… Parecía

no sé qué mundo anónimo y nocturno…

Cuentas de mármol

Yo, la estatua de mármol con cabeza de fuego,
apagando mis sienes en frío y blanco ruego…
Engarzad en un gesto de palmera o de astro
vuestro cuerpo, esa hipnótica alhaja de alabastro,
tallada a besos puros y bruñida en la edad;
sereno, tal habiendo la luna por coraza;
blanco, más que si fuerais la espuma de la Raza,
y desde el tabernáculo de vuestra castidad,
elevad a mí los lises hondos de vuestra alma;
mi sombra besará vuestro manto de calma,
que creciendo, creciendo, me envolverá con vos.
Luego será mi carne en la vuestra perdida…
luego será mi alma en la vuestra diluida…
luego será la gloria… y seremos un dios!

—Amor de blanco y frío,
amor de estatuas, lirios, astros, dioses…
¡Tú me los des, Dios mío!

Boca a boca

Copa de vino donde quiero y sueño
beber la muerte con fruición sombría,
surco de fuego donde logra Ensueño
fuertes semillas de melancolía.

Boca que besas a distancia y llamas
en silencio, pastilla de locura,
color de sed y húmeda de llamas…
¡Verja de abismos es tu dentadura!

Sexo de un alma triste de gloriosa;
el placer unges de dolor; tu beso,
puñal de fuego en vaina de embeleso,
me come en sueños como un cáncer rosa…

Joya de sangre y luna, vaso pleno
de rosas de silencio y de armonía,
nectario de su miel y su veneno,
vampiro vuelto mariposa al día.

Tijera ardiente de glaciales lirios,
panal de besos, ánfora viviente
donde brindan delicias y delirios
fresas de aurora en vino de poniente…

Estuche de encendidos terciopelos
en que su voz es fúlgida presea,
alas del verbo amenazando vuelos,
cáliz en donde el corazón flamea.

Pico rojo del buitre del deseo
que hubiste sangre y alma entre mi boca,
de tu largo y sonante picoteo
brotó una llaga como flor de roca.

Inaccesible… Si otra vez mi vida
cruzas, dando a la tierra removida
siembra de oro tu verbo fecundo,
tú curarás la misteriosa herida:
lirio de muerte, cóndor de vida,
¡flor de tu beso que perfuma al mundo!

La Musa

Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;
con dos ojos de abismos que se vuelven fanales;
en su boca, una fruta perfumada y bermeja
que destile más miel que los rubios panales.

A veces nos asalte un aguijón de abeja;
una raptos feroces a gestos imperiales
y sorprenda en su risa el dolor de una queja;
¡En sus manos asombren caricias y pañales!

Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,
y sea águila libre, tugre, paloma en un instante.

Que el universo quepa en sus ansias divinas;
tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame,
y una frente que erguida su corona reclame
de rosas, de diamantes, de estrellas o de espina!

Fué al pasar

Yo creí que tus ojos anegaban el mundo…
Abiertos como bocas en clamor… Tan dolientes
que un corazón partido en dos trozos ardientes
parecieron… Fluían de tu rostro profundo

como dos manantiales graves y venenosos…
Fraguas a fuego y sombra, ¡tus pupilas!… Tan hondas
que no sé desde dónde me miraban, redondas
y oscuras como mundos lontanos y medrosos.

¡Ah, tus ojos tristísimos como dos galerías
abiertas al Poniente!… ¡Y las sendas sombrías
de tus ojeras donde reconocí mis rastros!…

¡Yo envolví en un gran gesto mi horror como en un velo,
y me alejé creyendo que cuajaba en el cielo
la medianoche húmeda de tu mirar sin astros!

Cuentas de fuego

Cerrar la puerta cómplice con rumor de caricia,
deshojar hacia el mal el lirio de una veste
-La seda es un pecado, el desnudo es celeste;
y es un cuerpo mullido, un diván de delicia.-

Abrir brazos…así todo ser es alado;
o una cálida lira dulcemente rendida
de canto y de silencio…más tarde, en el helado
más allá de un espejo, como un lago inclinado
ver la olímpica bestia que elabora la vida…

Amor rojo, amor mío;
sangre de mundos y rumor de cielos…
¡Tú me los des, Dios mío!

El arroyo

¿Te acuerdas? El arroyo fue la serpiente buena…
Fluía triste y triste como un llanto de ciego,
cuando en las piedras grises donde arraiga la pena,
como un inmenso lirio se levantó tu ruego.

Mi corazón, la piedra más gris y más serena,
despertó en la caricia de la corriente y luego
sintió como la tarde, con manos de agarena,
prendía sobre él una rosa de fuego.

Y mientras la serpiente del arroyo blandía
el veneno divino de la melancolía,
tocada de crepúsculo me abrumó tu cabeza,

la coroné de un beso fatal, en la corriente
vi pasar un cadáver de fuego… Y locamente
me derrumbó en tu abrazo profundo la tristeza.

La cita

En tu alcoba techada de ensueños, haz derroche
de flores y de luces de espíritu; mi alma,
calzada de silencio y vestida de calma,
irá a ti por la senda más negra de esta noche.

Apaga las bujías para ver cosas bellas;
cierra todas las puertas para entrar la Ilusión;
arranca del Misterio un manojo de estrellas
y enflora como vaso triunfal tu corazón.

¡Y esperarás sonriendo, y esperarás llorando…!
cuando llegue mi alma, tal vez reces pensando
que el cielo dulcemente se derrama en tu pecho…

Para el amor divino ten un diván de calma,
o con el lirio místico que es su arma, mi alma
apagará una a una las rosas de tu lecho!

¡Ave envidia!

¡Áspid punzante de la envidia, Ave!
tú fustigas la calma que congela,
el rayo brota en la violencia, el ave
en paz se esponja y acosada vuela.

Si hay en Luzbel emanación divina
en ti hay vislumbre de infernal nobleza,
rampante, alada, la ambición fascina—
y si tu instinto al lodazal se inclina
¡reptil tú eres y tu ley es ésa!

Mírame mucho que mi mente inflamas
con la luz fiera de tus ojos crueles…
¡ah si vieras cuál lucen tus escamas
en el tronco vivaz de mis laureles!

Gozaste el día que abismé mis galas,
cóndor herido renegando el vuelo;
¡hoy concluye tu triunfo, hay en las alas
fatalidad que las impulsa al cielo!

Si de mis cantos al gran haz sonoro
tu cinta anudas de azabache fiero,
sabio te sé: de mi auroral tesoro
¡lo que dejes caer yo no lo quiero!

Esa cinta sombría es la Victoria…
cuando describes tu ondulado rostro
por todos los sendero de la gloria
muerdes sombras de ala, luces de astro.

Forja en la noche de tu vida impía
cruces soñadas de mi blanca musa,
¡si ha de vivir hasta cegar un día
tus siniestras pupilas de Medusa!

No huyas, no, te quiero, así, a mi lado
hasta la muerte, y más allá: ¿te asombra?
seguido la experiencia me ha enseñado
que la sombra da luz y la luz sombra…

Y estrecha y muerde en el furor ingente;
flor de una aciaga Flora es esclarecida,
¡quiero mostrarme al porvenir de frente,
con el blasón supremo de tu diente
en los pétalos todos de mi vida!

Lo inefable

Yo muero extrañamente… No me mata la Vida,

no me mata la Muerte, no me mata el Amor;

muero de un pensamiento mudo como una herida…

¿no habéis sentido nunca el extraño dolor

de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida

devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?

¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida

que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?…

Cumbre de los Martirios!… Llevar eternamente,

desgarradora y árida, la trágica simiente

clavada en las entrañas como un diente feroz!…

Pero arrancarla un día en una flor que abriera

milagrosa, inviolable!… Ah, más grande no fuera

tener entre las manos la cabeza de Dios!

Delmira Agustini Murtfeldt (Montevideo, Uruguay, 24 de octubre de 1886-Montevideo, 6 de julio de 1914). Poeta modernista uruguaya.

Se educó en el hogar, como solían hacerlo entonces las niñas de clase media alta, y recibió clases de francés, piano, pintura y dibujo. A los dieciséis años, empieza a publicar sus primeros poemas en la revista La Alborada. Al año siguiente, esta misma revista la invita a colaborar en una sección que ella misma bautiza con el nombre de «La legión etérea» y que firma con el pseudónimo de Joujou

En 1907 publica su primer poemario, El libro blanco (Frágil) que fue muy bien acogido por la crítica. 

En 1910 publica su segundo libro, Cantos de la mañana. Para entonces su prestigio como poeta es considerable e incluso llega a ser elogiada por Rubén Darío, a quien conoce en 1912 durante una visita de éste a Montevideo; el encuentro provoca un intercambio de cartas. Asimismo, en su casa recibe las visitas de varios escritores e intelectuales atraídos por su talento, entre ellos, Manuel Ugarte.

En febrero de 1913 publica su tercer libro de poemas, Los cálices vacíos, el libro abre con un «Pórtico» de Rubén Darío alabando su poesía. Esos Cálices vacíos  son el primer grito hondo de !a sexualidad poética femenina en la America hispanica. Con ese libro (que en buena parte es nuevo y en parte es antología de su obra anterior) Delmira se pone a la vanguardia de la lírica de todo un continente; abre el camino que recorrerán luego la chilena Gabriela Mistral, la argentina Alfonsina Storni y la uruguaya Juana de Ibarbourou. Los hombres de letras del Novecientos estaban acostumbrados a que las poetas escribieran con recato sobre temas poéticos, a que disimularan su sexo o utilizaran las convenciones habituales y por ello el poemario, abiertamente erótico, provoca un escándalo social que luego pasa a la murmuración incesante en torno a la joven poeta y su atrevimiento. 

Después de cinco años de noviazgo, el 14 de agosto de 1913 se casa con  Enrique Job Reyes, un joven guapo y atlético pero de una naturaleza emocional un tanto agresiva y sobre todo, alguien acostumbrado a dominar. Reyes nunca le dio importancia al talento poético de Delmira, mas bien lo consideraba una «debilidad» de soltera; solía decir que, una vez casados, se encargaría de hacer que abandonara la escritura. El matrimonio tan solo convivio un mes y medio ya que Delmira regresó a la casa de sus padres; aseguraba haber huido de la «vulgaridad».

En noviembre de 1913, Delmira interpuso una demanda de separación aludiendo hechos graves sufridos por la conducta de su marido y poco después de la separación, empieza a cartearse intensamente con Ugarte, y el sentimiento de amor se hace cada vez más explícito. No obstante, estando el divorcio en pleno trámite, Delmira empieza a verse en secreto con su todavía marido en las habitaciones que este alquila en un edificio de la calle Andes, 1206. Unos dicen que Delmira perpetuó la intimidad con la esperanza de que el trámite de divorcio no se viera obstaculizado. El divorcio se falla el 22 de junio de 1914 y ella vuelve a visitarle el 6 de julio, la fecha fatídica en la que, requerida por su ya ex marido, es asesinada cuando este le dispara dos tiros a la cabeza y a continuación se suicida, todo en una habitación repleta de fotografías, pinturas y otros objetos de Delmira.

De acuerdo a cartas escritas a un amigo y a su madre, Reyes llevaba meses contemplando el suicidio. Ella tenía 27 años, él tenía 28, ambos de familias acomodadas, por lo que los periódicos llenaron sus páginas con reseñas sensacionalistas. El feminicidio de Delmira tristemente ha originado un mito en torno a la figura de la gran poeta.

De forma póstuma se publicaron los poemarios :

El Rosario de Eros, Los Astros del Abismo y Correspondencia Intima

Ruben Darío dijo de Delmira:

Alfonsina Storni dijo de Delmira: ”Fue la mejor de nosotras»

Según escribe Anna Caballé, la poesía de Delmira «desestabiliza el preciosismo modernista para dar cabida a una nueva visión del lenguaje erótico concebido por la imaginación de una mujer» (La vida escrita por las mujeres, III. La pluma como espada: Del Romanticismo al Modernismo, Anna Caballé (ed.), Lumen, Barcelona, 2004, p. 649). Ciertamente, Delmira aporta una perspectiva jamás expresada ?hasta ese momento? en la literatura hispánica: la perspectiva del deseo femenino.

En 1986, la gran poeta Ida Vitale distinguió una fuerte corriente de novedad y versatilidad de Agustini :

Enlaces de interés :

Fuente de biografia: https://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/agustini/biografia/biografia_02.htm

http://www.archivodeprensa.edu.uy/biblioteca/emir_rodriguez_monegal/pdfs/Sexo_y_poesia.pdf

https://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/agustini/acerca/serrano.htm

https://www.eleditor.net/mundo-del-crimen/a-102-anos-de-la-tragica-muerte-de-la-poetisa-delmira-agustini/


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