“Llegará un día en que las mujeres se atrevan a revelar su interior; este día la moral sufrirá un vuelco; las costumbres cambiarán
Alfonsina Storni
El clamor
Alguna vez, andando por la vida,
por piedad, por amor,
como se da una fuente, sin reservas,
yo di mi corazón.
Y dije al que pasaba, sin malicia,
y quizá con fervor:
-Obedezco a la ley que nos gobierna:
He dado el corazón.
Y tan pronto lo dije, como un eco
ya se corrió la voz:
-Ved la mala mujer esa que pasa:
Ha dado el corazón.
De boca en boca, sobre los tejados,
rodaba este clamor:
-¡Echadle piedras, eh, sobre la cara;
ha dado el corazón!
Ya está sangrando, sí, la cara mía,
pero no de rubor,
que me vuelvo a los hombres y repito:
¡He dado el corazón!

Animal cansado Quiero un amor feroz de garra y diente que me asalte a traición en pleno día, y que sofoque esta soberbia mía, este orgullo de ser todo pudiente. Quiero un amor feroz de garra y diente que en carne viva inicie mi sangría, a ver si acaba esta melancolía que me corrompe el alma lentamente. Quiero un amor que sea una tormenta, que todo rompe y lo remueve todo porque vigor profundo la alimenta. Que pueda reanimarse allí mi lodo, mi pobre lodo de animal cansado, por viejas sendas, de rodar, hastiado.

Un sol
Mi corazón es como un dios sin lengua,
mudo se está a la espera del milagro,
he amado mucho, todo amor fue magro,
que todo amor lo conocí con mengua.
He amado hasta llorar, hasta morirme,
amé hasta odiar, amé hasta la locura,
pero yo espero algún amor natura
capaz de renovarme y redimirme.
Amor que fructifique mi desierto
y me haga brotar ramas sensitivas,
soy una selva de raíces vivas,
sólo el follaje suele estarse muerto.
¿En dónde está quien mi deseo alienta?
¿Me empobreció a sus ojos el ramaje?
vulgar estorbo, pálido follaje
distinto al tronco fiel que lo alimenta.
¿En dónde está el espíritu sombrío
de cuya opacidad brote la llama?
ah, si mis mundos con su amor inflama
yo seré incontenible como un río.

Hombre pequeñito
Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
suelta a tu canario que quiere volar…
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula que quiero escapar;
Hombre pequeñito, te amé media hora,
no me pidas más.

Bien pudiera ser
pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
no fuera más que algo vedado y reprimido
de familia en familia, de mujer en mujer.
dicen que en los solares de mi gente, medido
estaba todo aquello que se debía hacer…
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna… Ah, bien pudiera ser…
A veces a mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo eso mordiente, vencido, mutilado
todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
Pienso que sin quererlo lo he libertado yo.

Retrato de Garcia Lorca
Buscando raíces de alas
la frente
se le desplaza
a derecha
e izquierda.
Y sobre el remolino
de la cara
se le fija,
telón del más allá,
comba y ancha.
Una alimaña
le grita en la nariz
que intenta aplastársele
enfurecida…
Irrumpe un griego
por sus ojos distantes.
Un griego
que sofocan de enredaderas
las colinas andaluzas
de sus pómulos
y el valle trémulo
de su boca.
Salta su garganta
hacia afuera
pidiendo
la navaja lunada
de aguas filosas.
Cortádsela.
De norte a sud.
De este a oeste.
Dejad volar la cabeza,
la cabeza sola,
herida de ondas marinas
negras…
Y de caracolas de sátiro
que le caen
como campánulas
en la cara
de máscara antigua.
Apagadle
la voz de madera,
cavernosa,
arrebujada
en las catacumbas nasales.
Libradlo de ella,
y de sus brazos dulces,
y de su cuerpo terroso.
Forzadle sólo,
antes de lanzarlo
al espacio,
el arco de las cejas
hasta hacerlos puentes
del Atlántico,
del Pacífico…
Por donde los ojos,
navíos extraviados,
circulen
sin puertos
ni orillas…

La caricia perdida
Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos… En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará… rodará…
Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

Esta tarde
Ahora quiero amar algo lejano…
Algún hombre divino
que sea como un ave por lo dulce,
que haya habido mujeres infinitas
y sepa de otras tierras, y florezca
la palabra en sus labios, perfumada:
Suerte de selva virgen bajo el viento…
Y quiero amarlo ahora. Está la tarde
blanda y tranquila como espeso musgo,
tiembla mi boca y mis dedos finos,
se deshacen mis trenzas poco a poco.
Siento un vago rumor… Toda la tierra
está cantando dulcemente… Lejos
los bosques se han cargado de corolas,
desbordan los arroyos de sus cauces
y las aguas se filtran en la tierra
así como mis ojos en los ojos
que estoy soñando embelesada…
Pero
Ya está bajando el sol de los montes,
las aves se acurrucan en sus nidos,
la tarde ha de morir y él está lejos…
lejos como este sol que para nunca
se marcha y me abandona, con las manos
hundidas en las trenzas, con la boca
húmeda y temblorosa, con el alma
sutilizada, ardida en la esperanza
de este amor infinito que me vuelve
dulce y hermosa…

Paz
Vamos hacia los árboles… el sueño
se hará en nosotros por virtud celeste.
Vamos hacia los árboles; la noche
nos será blanda, la tristeza leve.
Vamos hacia los árboles, el alma
adormecida de perfume agreste.
Pero calla, no hables, sé piadoso;
no despiertes los pájaros que duermen.

La dulce visión
¿Dónde estará lo que persigo ciega?
—Jardines encantados, mundos de oro—
Todo lo que me cerca es incoloro.
Hay otra vida. Allí, ¿cómo se llega?
Un perfume divino el alma anega:
olor de estrellas, un rosado coro
de Dianas fugitivas; el esporo
viviente aún de la delicia griega.
¿Dónde estará ese mundo que persigo?
El sueño voluptuoso va conmigo
y me ciñen las rosas de su brazo.
Y mientras danzo sobre el césped fino
fuera del alma acecha mi destino
y la Gran Cazadora mueve el lazo.

Cuadrados y ángulos
Casas enfiladas, casas enfiladas,
casas enfiladas.
Cuadrados, cuadrados, cuadrados.
Casas enfiladas.
Las gentes ya tienen el alma cuadrada,
ideas enfila
y ángulo en la espalda.
Yo misma he vertido ayer una lágrima,
Dios mio, cuadrada.

Frente al mar
Oh mar, enorme mar, corazón fiero
de ritmo desigual, corazón malo,
yo soy más blanda que ese pobre palo
que se pudre en tus ondas prisionero.
Oh mar, dame tu cólera tremenda,
yo me pasé la vida perdonando,
porque entendía, mar, yo me fui dando:
«piedad, piedad para el que más ofenda».
Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
ya me fatiga esta misión de rosa.
¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
me falta el aire y donde falta quedo,
quisiera no entender, pero no puedo:
es la vulgaridad que me envenena.
Me empobrecí porque entender abruma,
me empobrecí porque entender sofoca,
¡bendecida la fuerza de la roca!
yo tengo el corazón como la espuma.
Mar, yo soñaba ser como tú eres,
allá en las tardes que la vida mía
bajo las horas cálidas se abría…
ah, yo soñaba ser como tú eres.
Mírame aquí, pequeña, miserable,
todo dolor me vence, todo sueño;
mar, dame, dame el inefable empeño
de tornarme soberbia, inalcanzable.
Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza.
¡Aire de mar!… ¡Oh, tempestad! ¡Oh enojo!
desdichada de mí, soy un abrojo,
y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.
Y el alma mía es como el mar, es eso,
ah, la ciudad la pudre y la equivoca;
pequeña vida que dolor provoca,
¡que pueda libertarme de su peso!
Vuele mi empeño, mi esperanza vuele…
la vida mía debió ser horrible,
debió ser una arteria incontenible
y apenas es cicatriz que siempre duele

Voy a dormir
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.
Déjame sola: ¿oyes romper los brotes?
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
Para que no olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
(este fue su ultimo poema)

Alfonsina Storni (Capriasca, Suiza,29 de mayo de 1892-Mar del Plata, Argentina, 25 de octubre de 1938 ). Poeta, narradora y actriz. Una de las voces poéticas más importantes del siglo XX.
Nació en Suiza pero la familia regreso a Argentina donde ya habían vivido con anterioridad. Su padre, depresivo y alcohólico, falleció en 1906 y Alfonsina entró a trabajar en un taller de gorras.
En 1907 llegó a Rosario la compañía de Manuel Cordero, un director de teatro que recorría las provincias. Alfonsina reemplazó a una actriz enferma. Esto la decidió a convertirse en actriz y viajar con la compañía. Recorrió Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán.
Su madre, Paulina, se casó de nuevo y se trasladó a Butinza, y Alfonsina se trasladó a Coronda para estudiar Magisterio.
Publicó sus primeros versos en las revistas Mundo rosariano y Monos y Monadas. Cuando tenía veinte años se quedó embarazada de un hombre casado mayor que ella y tuvo que refugiarse en Buenos aires para dar a luz.
Colaboró en Caras y Caretas, y su primer libro de versos La inquietud del rosal fue publicado. La revista Nosotros elogió el poemario y desde ese momento Alfonsina entró en el círculo literario de la revista. Empezó a ser reconocida pero su situación económica siguió siendo precaria.
En 1919 publicó Irremediablemente, el libro fue bien acogido por la crítica y la Universidad de Montevideo la invitó a dar unas conferencias, allí conoció a los que serían dos de sus grandes amigos, Horacio Quiroga y Juana de Ibarbouru.
En 1920 publicó Languidez y este libro mereció el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura.
El Ministro de Instrucción Pública creó entonces una cátedra para ella en la Escuela Nacional de Lenguas Vivas, en 1923. Siguió publicando poesía e hizo algún intento teatral que no tuvo éxito, e intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores.
En 1926 publicó Poemas de amor.
En 1928 viajó a España en compañía de la actriz Blanca de la Vega, impartió cursos y conferencias en Madrid y conoció a otras escritoras como Concha Mendez. En 1931, volvió a visitar España en compañía de su hijo.
En 1934 publicó, después de ocho años, un nuevo libro llamado Mundo de siete pozos, una recopilación de poemas que dedicó a su hijo Alejandro. Le detectaron un tumor en el pecho, del que fue operada en mayo de 1935, y curada parcialmente pero a partir de ese momento su ya débil equilibrio psicológico se deterioró más y vivió sus últimos años atemorizada por la muerte. En 1936 se suicidó su amigo Horacio Quiroga.
En 1937 escribió su último libro llamado Mascarilla y trébol publicado al año siguiente.
El 25 de octubre de 1938 Alfonsina se suicidó en la playa de La Perla, en Mar del Plata. Al día siguiente se publicó su último poema, Quiero dormir, en La Nación.
Los diarios titulaban sus ediciones con la noticia: «Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poeta de América». Su trágico suicidio inspiró la canción Alfonsina y el mar, de Ariel Ramírez y Félix Luna, que ha sido interpretada por innumerables músicos de lengua española, destacándose las versiones de Mercedes Sosa.
Alfonsina Storni es considerada una de las voces femeninas más potentes de la poesía en lengua española de las primeras décadas del siglo XX.
Obra publicada:
La inquietud del rosal, 1916
El dulce daño, 1918
Irremediablemente, 1919
Languidez, 1920
Ocre, 1925
Poemas de amor, 1926
El amo del mundo: comedia en tres actos, 1927.
Mundo de siete pozos, 1934
Mascarilla y trébol, 1938
Antología poética, 1938
El dulce daño, 1920
Dos farsas pirotécnicas, 1932
Irremediablemente, 1919
Poesías completas, 1968
Nosotras y la piel: selección de ensayos, 1998
Antología poética. Barcelona: Edicomunicación, 1999.
Enlaces de interés :
http://bib.cervantesvirtual.com/bib_autor/Alfonsina/
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