8 Poemas de Pedro Salinas

Para vivir no quiero…


Para vivir no quiero

islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre, 
Irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes 
del mundo
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya, 
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
“Yo te quiero, soy yo.”

Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.

¡Estás amor estás!

¡Estás, amor, estás!
¿Cómo he podido
dudar de tu existencia?
Cantas, amor, ¿cómo he podido
confundir una voz con el silencio?
¿Brillas, amor, porque no te veía?
Dame fe para verte
cuando otra vez parezca que
no estás.
Dame oídos para oírte
cuando se me figure que te callas.
Dame esta luz de hoy,
eternamente,
para que no te desconozca y
siempre
adore el ver tu forma,
que el alma ha visto hoy,
sin sombra alguna.

¡Cuanto sabe la flor! Sabe se blanca…

¡Cuánto sabe la flor! Sabe ser blanca
cuando es jazmín, morada cuando es lirio.
Sabe abrir el capullo
sin reservar dulzuras para ella,
a la mirada o a la abeja.
Permite sonriendo
que con su alma se haga miel.

¡Cuánto sabe la flor! Sabe dejarse
coger por ti, para que tú la lleves,
ascendida, en tu pecho alguna noche.
Sabe fingir, cuando al siguiente día
la separas de ti, que no es la pena
por tu abandono lo que la marchita.

¡Cuánto sabe la flor! Sabe el silencio;
y teniendo unos labios tan hermosos
sabe callar el «¡ay!» y el «no», e ignora
la negativa y el sollozo.

¡Cuánto sabe la flor! Sabe entregarse,
dar, dar todo lo suyo al que la quiere,
sin pedir más que eso: que la quiera.
Sabe, sencillamente sabe, amor.

La voz a ti debida

Tú vives siempre en tus actos. 
Con la punta de tus dedos 
pulsas el mundo, le arrancas 
auroras, triunfos, colores, 
alegrías: es tu música. 
La vida es lo que tú tocas. 

De tus ojos, sólo de ellos, 
sale la luz que te guía 
los pasos. Andas 
por lo que ves. Nada más. 

Y si una duda te hace 
señas a diez mil kilómetros, 
lo dejas todo, te arrojas 
sobre proas, sobre alas, 
estás ya allí; con los besos, 
con los dientes la desgarras: 
ya no es duda. 
Tú nunca puedes dudar. 

Porque has vuelto los misterios 
del revés. Y tus enigmas, 
lo que nunca entenderás, 
son esas cosas tan claras: 
la arena donde te tiendes, 
la marcha de tu reloj 
y el tierno cuerpo rosado 
que te encuentras en tu espejo 
cada día al despertar, 
y es el tuyo. Los prodigios 
que están descifrados ya. 

Y nunca te equivocaste, 
más que una vez, una noche 
que te encaprichó una sombra 
-la única que te ha gustado-. 
Una sombra parecía. 
Y la quisiste abrazar. 
Y era yo. 

No rechaces los sueños por ser sueños…

No rechaces los sueños por ser sueños.
Todos los sueños pueden
ser realidad, si el sueño no se acaba.
La realidad es un sueño. Si soñamos
que la piedra es la piedra, eso es la piedra.
Lo que corre en los ríos no es un agua,
es un soñar, el agua, cristalino.
La realidad disfraza
su propio sueño, y dice:
”Yo soy el sol, los cielos, el amor.”
Pero nunca se va, nunca se pasa,
si fingimos creer que es más que un sueño.
Y vivimos soñándola. Soñar
es el modo que el alma
tiene para que nunca se le escape
lo que se escaparía si dejamos
de soñar que es verdad lo que no existe.
Sólo muere
un amor que ha dejado de soñarse
hecho materia y que se busca en tierra. 

Que se apaguen las lumbres…

¡Que se apaguen las lumbres,
que se paren los labios,
que las voces no digan
ya más: «Te quiero» ¡Que
un gran silencio reine,
una quietud redonda,
y se evite el desastre
que unos labios buscándose
traerían a esta suma
de aciertos que es la tierra!
Que apenas la mirada,
lo que hay más inocente
en el cuerpo del hombre,
se quede conservándole
al amor su futuro,
en esa leve estrella
que los ojos albergan
y que por ser tan pura
no puede romper nada.

Tan débil está el mundo
-cendales o cristales-que
hay que moverse en él
como en las ilusiones,
donde un amor se puede
morir si hacemos ruido.
Sólo
una trémula espera,
un respirar secreto,
una fe sin señales,
van a poder salvar
hoy,
la gran fragilidad
de este mundo.

Y la nuestra.

Sin voz desnuda

Sin armas. Ni las dulces
sonrisas, ni las llamas
rápidas de la ira.
Sin armas. Ni las aguas
de la bondad sin fondo,
ni la perfidia, corvo pico.
Nada. Sin armas. Sola.

Ceñida en tu silencio.
«Sí» y «no», «mañana» y «cuando»,
quiebran agudas puntas
de inútiles saetas
en tu silencio liso
sin derrota ni gloria.
¡Cuidado!, que te mata
fría, invencible, eterna
eso, lo que te guarda,
eso, lo que te salva,
el filo del silencio que tú aguzas.

Imposible llamarla…

Imposible llamarla.
Yo no dormía. Ella
creyó que yo dormía.
Y la deje hacer todo:
ir quitándome
poco a poco la luz
sobre los ojos.
Dominarse los pasos,
el respirar, cambiada
en querencia de sombra
que no estorbara nunca
con el bulto o el ruido.
Y marcharse despacio,
despacio, con el alma,
para dejar detrás
de la puerta, al salir,
un ser que descansara.
Para no despertarme
a mí, que no dormía.
Y no pude llamarla.
Sentir que me quería,
quererme, entonces, era
irse con los demás,
hablar fuerte, reír,
pero lejos, segura
de que yo no la oiría.
Liberada ya, alegre,
cogiendo mariposas
de espuma, sombras verdes
de olivos, toda llena
del gozo de saberme
en los brazos aquellos
a quienes me entregó
-sin celos, para siempre,
de su ausencia-, del sueño
mío, que no dormía.
Imposible llamarla.
Su gran obra de amor
era dejarme solo.

 Pedro Salinas Serrano (Madrid, España, 27 de noviembre de 1891 – Boston, 4 de diciembre de 1951) Poeta, profesor dramaturgo, ensayista y editor, miembro de la generación del 27, amigo de Lorca, Alberti, Cernuda y Miguel Hernandez, entre otros. Ha sido definido como “el poeta del amor de la generación del 27”.

Hijo de Soledad Serrano Fernández y de Pedro Salinas Elmos, comerciante en géneros. Con tan solo siete años quedó huérfano de padre.

Fue alumno en el Colegio Hispano-Francés y el Instituto de San Isidro de Madrid.

A los 19 años comenzó a estudiar Derecho ( no concluyó) y posteriormente Filosofia y Letras doctorándose en 1917 con una tesis sobre las ilustraciones del Quijote.

En 1914 Salinas consiguió plaza de lector de español en La Sorbona. Durante el verano de 1915, con 23 años, se casó en Argel con Margarita Bonmatí Botella y se instalaron en París. En 1917 el matrimonio Salinas regresó a España y a partir de 1918 Pedro ejerció de catedrático de Literatura en la Universidad de Sevilla donde vivieron hasta 1929. En 1930 permuta su cátedra sevillana por la cátedra de Jorge Guillén en la de Murcia, aunque nunca llegó a impartir docencia en ella. También fue lector en Inglaterra, en la Universidad de Cambridge, durante excedencias que solicito en 1922 y 1923. En 1923, al regreso de Cambridge publica su primer poemario, Presagios.

En 1930 comenzó a ejercer en la Escuela central de Idiomas, en Madrid, donde más tarde, en 1932, fundó la revista Índice Literario. Entre 1928 y 1936 se integra en las actividades y objetivos de la Institución Libre de Enseñanza, a través del Centro de Estudios Históricos. Asi mismo fué inspirador de una de las instituciones universitarias más singulares de la II República, la Universidad Internacional de Verano Menendez Pelayo de Santander, y responsable de la Secretaría General de los cursos en 1933, bajo el Rectorado de Ramón Menéndez Pidal.

En 1932 (con 41 años) Salinas conoció a  Katherine R. Whitmore, seis años menor que él, profesora de lengua y literatura española en el Smith College (Northampton, Massachusetts). Katherine viajó a España con la directora de su departamento a hacer unos cursos de verano en Madrid. Su jefa de departamento le recomienda que se matricule en un curso sobre la generación del 98 impartido por Salinas. Este la conoce en una de sus clases, a la que además ella llega tarde el primer día y a él le llama la atención. Él quedó fascinado desde el instante en que la vio. Al día siguiente invitó a Katherine y a su jefa de departamento a cenar a su casa. A partir de ahí se inicia una relación avasalladora para ambos. El romance se mantuvo, en forma epistolar, cuando Katherine regresó a Estados Unidos. Fue un amor más platónico que carnal, porque la realidad es que Katherine y Salinas se vieron en poquísimas ocasiones , sobre todo porque Margarita, la mujer de Salinas, descubrió la infidelidad e intentó suicidarse, y Katherine decidió poner fin a la relación, aunque el intercambio epistolar siguió hasta 1947. 

Según narra Julieta Soria, filóloga, profesora de literatura, dramaturga y una gran experta en la obra y la vida de Salinas:

 Margarita era todo lo contrario a la amante de Salinas. No había estudiado, su salud era delicada, pero era inteligente y sensible. Fue la primera mujer que le disparó a Salinas el proceso creativo y poético. Las primeras cartas de amor de Salinas son a Margarita y son preciosas. Años más tarde, su hija, un poco como venganza poética, publicó el epistolario de Salinas a Margarita. Cuando esta descubre la existencia de Katherineentra en crisis total y se tira a un río. Se le destruye su mundo por completo. Un hombre la salva, logra sacarla del agua y la lleva a casa. Después de esto, ella y Salinas se dan un tiempo. Arranca la guerra civil, Pedro se va a Estados Unidos en una especie de autoexilio y ella a Argel con los niños a casa de sus padres. Se dan ese tiempo de separación. Pero en un momento determinado Salinas le pide que vuelvan a vivir juntos en Estados Unidos. En una carta, ella accede pero con una condición: le pide absoluta honestidad con ella. Margarita no soportaba la mentira por parte de su marido. Ella le dice que aceptará su ‘sensualidad’ pero solo si él es absolutamente transparente con ella. De hecho, terminan la vida juntos en Estados Unidos”.

A Salinas le tocó vivir en Santander el golpe de Estado que daría paso a la guerra civil española; seguidamente se trasladó a Francia, desde donde marchó al exilio en los Estados Unidos. Ocupó el cargo de profesor visitante en el Wellesley College (cuyo nombramiento tenía desde 1935); mas tarde trabajó para la Universidad Johns Hopkins de Baltimore y en el verano de 1943 se trasladó a la Universidad de Puerto Rico. Regresó a Baltimore en 1946.

Katherine y Salinas se vieron por última vez en 1951, poco antes de la muerte del poeta. En ese momento él está ya enfermo de cáncer pero no se lo dice y poco después Salinas muere.

El poeta falleció en Boston el 4 de diciembre de 1951. Fue enterrado en Puerto Rico el 9 de diciembre, en el antiguo cementerio de Santa Magdalena, en una ceremonia presidida por su hijo Jaime y las autoridades de la isla.

Katherine, que falleció en 1982, autorizó la publicación de su Epistolario con Salinas, guardado en la biblioteca de la Universidad Harvard, siempre que fuera veinte años después de su muerte y se omitieran las cartas que ella le envió. Las de Salinas son unas trescientas, testimonio de una relación que duró quince años hasta su conclusión en 1947.

Obra publicada:

Algunas de sus publicaciones de poemas más importantes son “Presagios” (1924), “Seguro Azar” (1929), “Fábula y Signo” (1931), » La voz a ti debida «(1933) “Razón De Amor” (1936) y «Largo lamento«(1939). Hoy sabemos que Katherine R. Whitmore fue la inspiradora y destinataria de la trilogía poética La voz a ti debidaRazón de amor y Largo lamento.

En prosa podemos destacar la novela “La Bomba Increíble” (1950) y ensayos de crítica literaria como “La Poesía De Rubén Darío” o “Ensayos De Literatura Hispánica”.

En el año 2002, la editorial Tusquest publicó “Cartas a Katherine Whitmore”, recopilación de cartas entre Salinas y la profesora estadounidense Katharine Whitmore, con quien sostuvo una intensa historia de amor; el  epistolario fué seleccionado, prologado y anotado por Enric Bou, y aceptado por los herederos del poeta, sus hijos Solita y Jaime, en el que se incluyen 151 de las 354 cartas que componen la colección. De hecho, la colección de cartas y poemas que Salinas envió a la profesora estadounidense entre 1932 y 1947 se puede consultar en la Houghton Library de la Universidad de Harvard desde el 1 de julio de 1999, si bien ésta fué la primera vez que se publicaron.

Ocho meses después de que Salinas conociera a Katherine Whitmore y cuando llevaba cinco o seis meses sin verla, pues ella había vuelto a Estados Unidos, el enamorado contesta a una de sus cartas:

«Qué de noches me he despertado, a altas horas, alarmado, como si hubiese oído un grito, y era sólo mi alma, que se preguntaba, anhelosa: «¿Te querrá aún?». Sensación espantosa de que en aquel momento, sin que yo pudiese hacer nada por evitarlo, tú estabas empezando a dejar de quererme. Pero tú, Katherine, con un tacto y una delicadeza incomparables, poco a poco, has ido venciendo, has ido inclinándome a creer en una posibilidad de nuestro amor. En la posibilidad de nuestro amor. En la posibilidad esencial, básica, la interior. Y en la otra, asimismo, alma, en la exterior«Nos veremos. No lo dudes nunca». Así, ¡qué gusto, qué alegría! El niño débil que hay en mí se consuela en estas palabras, se refugia en ellas, cobra ánimos y fuerza, cree en todo, todo posible. Lo exterior y lo interior. El plazo inmenso, sin límite, de querernos, y el plazo concreto, con fecha de vernos. Mi alma, mi vida necesitan saber que tu amor es posible lejos y cerca, entre tus brazos y con tu sombra. Tenía un temor, inmenso. Se me representaba imposible. Katherine, vas venciendo. Otra victoria tuya. No creas, no, que estoy seguro, no, que no dudo ya. Eso no será jamás. Tu amor es demasiado precioso para que yo me crea firmemente su dueño. Siempre temblaré, Katherine. Seguridad, nunca. Confianza, sí. Ésa es la victoria que estás ganando, alma, lo mismo en lo general que en los detalles. Tengo confianza. Vivo más tranquilo, camino por mis días con menos recelo. Pero no olvido que la vida y todas sus grandes cosas son eternas y momentáneas, y que de pronto en un instante podemos quedarnos ciegos en medio de la luz, muertos en medio de la vida, solos en medio del amor».

Fuente de la carta : https://elpais.com/diario/2002/04/07/cultura/1018130401_850215.html

Enlaces de interés:

https://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/creadores/salinas_pedro.htm

http://www.miguelhernandezvirtual.es/new/index.php?option=com_content&view=article&id=1324:salinas-pedro&catid=104:coetaneos&Itemid=119

https://www.vanitatis.elconfidencial.com/famosos/2021-11-27/pedro-salinas-amante-matrimonio_3330860

https://books.google.es/books?id=BvjeCwAAQBAJ&lpg=PT43&dq=Colegio%20Hispano-Franc%C3%A9s%20y%20pedro%20salinas&hl=es&pg=PT43#v=onepage&q=Colegio%20Hispano-Franc%C3%A9s%20y%20pedro%20salinas&f=false

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