15 Poemas de Antonio Orihuela

Nosotros que corrimos tanto y tanto delante de los grises…

Fíjate si corrimos

que cuando nos iban a dar alcance

apretamos la marcha

y entonces no sólo dejamos de ver a los grises

sino que cuando nos quisimos dar cuenta

éramos nosotros

los que íbamos corriendo detrás de los grises,

y con el impulso de la carrera

empezamos a correr al lado de los grises

y de ir así, corriendo al lado de los grises,

por el contacto, por los roces, por el sudor,

por el miedo, por la mímesis, por las cosas del querer,

pues empezamos unos a convertirnos en grises

y otros se convertían en presidentes del Senado,

diputados forales, consellers, asesores de imagen,

concejales de urbanismo, directores, constructores,

banqueros, fiscales, profesores, antidisturbios…

Todos, todos, corriendo con los grises

y preguntándonos: ¿Pero dónde se habrán metido estos

que corrían delante de los grises,

dónde se habrán metido estos disturbios

corredores delante de los grises?

Nada, no aparecían. Así que empezamos a zumbar

a todo lo que íbamos encontrando:

Veíamos un derecho social, pues un palo.

Veíamos un derecho laboral o sindical, otro palo,

y así, dando palos a los salarios, la sanidad, la educación,

la investigación, las pensiones o la jubilación hemos seguido.

Claro que a veces nos salía al paso un empresario.

Había que tener un cuidado con los empresarios…

porque es que va uno en carrera y no se distinguen bien,

y no es cuestión de darles un palo a los empresarios

por muy representantes de la ley y el orden que seamos

mientras los otros, los que debían estar corriendo

delante de los grises, que son el caos, el desorden,

no se qué hacen o dónde se habrán metido

pero el caso es que cuando los agarremos se van a enterar

porque independientemente de lo que hagan

se presupone que es que hay disturbios

con los corredores delante de los grises

y por eso, nosotros que somos los antidisturbios,

tenemos que antidisturbiarlos.

Así que ya os digo, allí estábamos,

corre que te corre sin parar

hasta que por fin vimos en una plaza

a unos cuantos miles de excedentes de producción,

y dijimos, ahí están, esos que se creen personas con derechos

van a ser los disturbios que buscamos.

Se van a enterar esos disturbios,

les vamos a sacar las tripas,

esta vez no se nos escapan.

Y, como buenos secuestradores de la historia,

negra porra en mano, apretamos la carrera,

por la victoria final, daltónicos

y al lado de los grises corriendo sin parar.

Es lo que tienen las porras, que te las ponen en las manos

y ya no sabes cuándo parar de buscar corredores delante de los grises.

“La guerra tranquila”. Ed. Origami, 2012.

Miedo a tener más miedo

A nadie importa la opresión, sino el precio al que pagan la hora.
La tierra, sino la renta.
El mar, mientras puedan bañarse.
Las animales, mientras puedan comerse.
Los pobres, mientras queden lejos…

A nadie importa una mierda el río,
mientras les engañen diciéndoles que de puta madre.
Las pilas, mientras no estén gastadas.
Las ratas, mientras no aniden en sus casas.
Las causas de una huelga, sino el retraso del autobús.
La reforma laboral, sino el próximo concierto.
La capa de ozono, sino la velocidad de su bólido.
La política, sino la pasta que se puede sacar en ella.
La tolerancia, sino si el vecino está limpio…

Como si los pantalones no fueran los nuestros,
a nadie importa que sigamos
meando contra el viento,
mientras aguante la tela.

También estaba

También estaba aquella otra memoria, 

reflejos tibios, 

beso tras el espejo del Vishnumati. 

.

En un ojo Swayambhunath, 

Katheshimbu en el otro… 

.

pero son los niños jugando al escondite entre las estelas, 

las niñas hablando de sus pequeños anillos, 

el vendedor de helados invisibles a dos rupias, 

los turbados por las campanillas 

que llaman a la escuela, 

jardín dorado de falsos techos 

y pequeños pupitres… 

.

por la ventana 

revolotean palomas por el séptimo anillo 

y dos niños hacen rabona entre las piedras, 

.

todos idos, muy idos, 

.

templo de la cierva 

enfrente. 

 Madera de un solo árbol (Cuaderno de Nepal). Ed. Delirio, 2014

Memoria del cambio


La choza que nos dibujaste aquella tarde,
con su hombre primitivo y todo,
la excavé yo treinta años más tarde.
No creo que nadie soñara entonces con corbatas
o morir joven sobre la primera moto que nos prometían
si llegábamos a bachillerato.
Estábamos pendientes del verano
y el humo del primer amor
y su sabor a tabaco.
Oíamos las proezas de los otros
ávidos de que fueran ciertas,
y mientras llegaba nuestra hora
nos entrenábamos
con la única literatura que apreciábamos,
revistas pornográficas
con accesorios comentarios de texto
que ninguno nos tomábamos la molestia de leer.
Moría Franco
y nosotros, afortunadamente, no teníamos ni puta idea de política,
no tuvimos que correr delante de los grises
para justificar después
habernos convertido en pequeños fascistas,
porque, al fin y al cabo, sólo de pequeño fascista se puede seguir soñando
con pagar los plazos de una segunda vivienda.
Nuestras traiciones, también afortunadamente,
no tendrían como escenario ninguna idea por la que vivir,
sino algún cuerpo en el que morir
de gusto,
o abrazados, bailando
je t’aime, mais non plus…
y ellas, que no sabían francés, ofrecían sus bocas
mientras nos mentíamos que aquello era para siempre,
para el fin de semana,
porque el lunes era una fórmula matemática,
y el martes una carrera alrededor del instituto,
y el miércoles una interminable clase de religión,
y el jueves era la monotonía de la química
que precede a las noches brillantes
donde volvíamos a amarnos
ajenos a estados de excepción,
golpes de estado en Suresnes
y al paraíso que los altavoces instalados en los Dyane’s
decían que estaban forjando para nosotros.
Nuestra realidad, afortunadamente, era otra,
un estado perfecto y fugitivo,
un mundo fantásfico que resultó,
a medida que fue desvelando sus misterios,
irreparable.
Como la choza aquella que,
en nuestro primer año de escuela,
nos dibujaste,
la misma que treinta años después excavé
para constatar que también tu dibujo
era mentira.

El payaso de las bofetadas y el pescador de caña

con León Felipe

Me gustaba estrenar cosas contigo,
una huida, un amanecer, una cama,
el brillo de todo lo que éramos capaces de inventar.

Alguien debió matar a alguien, o tal vez fue
que pisamos el acelerador de la belleza hasta el fondo en aquella curva fatal.

En fin, puestos a estrenar,
también estrenamos el tiempo de las bofetadas
sin ponernos nunca de acuerdo sobre quién iba a ser el que las daba
y quién el que las recibiría,

y así, a base de ostias, nos fuimos alejando,
buscando otro jardín, otra luz,
otra cama en la misma cama
que hiciera más leve los oscuros moratones de nuestro desamor
y todo lo demás que no se puede arreglar,
a menos que llenes la casa de extraños
y pagues al contado el paraíso quebrado
de tu desolación.

Esto es lo que pasa con el miedo cuando el amor nos sobra,
que nos ponemos en manos de cualquiera
y le ofrecemos la boca, el culo, un hueco en la almohada,
lo que sea con tal de esquivar la mala calidad de la realidad
que antes o después envejece, se rompe, te voltea
hasta descubrir al extraño que duerme a tu lado
y le susurras que es hora de ponerse el pantalón de cuero azul, las botas
y sacar la caña.

Los burgos de babia

“…ya decía mi madre que

cuando os extirpan el miedo, se llevan algo más”

(Ramón Santana)

Quiero hablarte de él, porque creo que el anarquismo

es la cosa más preciosa

y más grande que el hombre ha pensado nunca

para Braulio G. Noriega, Manuel Rodríguez y Enrique Falcón

Ojalá, sentado desde aquí,

como siempre quise estar,

no vea ya

sino cómo os multiplicáis,

niños de razón común,

iluminando mi sonrisa boba

al contemplaros

al ser

lo único que,

a donde quiera que vuelva la cabeza,

me sea dado

contemplar

pero, mientras tanto llegáis,

sabed que las cárceles siguen

por dentro y por fuera

llenas.

Se mastican, con cuidado, alimentos

que nadie sabe qué contienen.

Se empeña la vida

a falsas monedas.

Se leen catálogos de papeles pintados

que conservan de periódico su antiguo nombre.

El Estado recluta niños mercenarios

y dispara balas

o pelotas de goma, según esté de humor,

contra otros niños

a los que deja sin vida,

recorriendo Europa

en un charco de sueño.

Sabed también

que apenas es visible la protesta

fuera del negocio pequeño de la protesta,

y sin forma de mercancía

qué forma entonces para la protesta,

cómo armar entonces la protesta,

cómo protestar sin tener el poder de la protesta.

Medid nuestra impotencia entonces,

nuestro valor y nuestra entereza en ese combate

que continúa.

                                                                                                                                                             

 La piel sobre la piel( 2006)

Almost blue

— Es curioso, no reconocía tu voz.
—Yo tampoco reconocía tu voz.
EUGÈNE IONESCO. «Rinoceronte»

con Chet Baker

Ahora que todas se parecen a ti
he olvidado cómo eras.

Las fotos que veo no te hacen justicia,
es como si las imágenes
se hubieran cansado
de verte en esas poses disparatadas,
con cara de haber descubierto la electricidad,
cuando solo ocurre que has tenido otro hijo
de esos que se niegan a emanciparse
y tendrás que cobijar y alimentar,

pareces una copia mala de Maya Deren
a la que le hubiera dado el alto la Guardia Civil,
corriendo por la playa en el declinar de la luz
en lo que también fue el declinar de tu amor.

Miro tus fotos y no sé qué veo,
tal vez una perra con pintalabios
instalada plácidamente en el sofá del salón
que acaricia plácidamente a su gato,
feliz porque ha limpiado el plato
y mira con ojos bovinos la televisión
mientras le susurra

mañana, mañana…

de “El sabor del cielo

Loja chines zhang

—aberto todos os dias de 9 a 23—

para Joaquín Campos

En la isla de Sal los muertos entraban al hotel nada más llegar
y salían cuando iban a coger el taxi que les llevaba hasta el avión.

Aunque habían llegado atraídos por los panfletos en cinemascope
de las aguas turquesas y su olor a libertad,
a los pocos días habían terminado añorando su jaula sin barrotes
y su trozo de lechuga en la cadena de montaje.

La meta del viaje era para ellos volver indemnes del viaje,
que haya zumo de naranja en el desayuno,
aunque tengan que traerlas
desde tres mil trescientos treinta y ocho kilómetros,
y que el cajero de la rua 1 de Junho funcione en medio de un océano
donde nadie con la piel poco clara quiere vivir.

Esta podría ser una isla para poetas,
si a alguien le diera por contemplar las geometrías de la luna llena
una noche clara sobre el rumor de la vaciante en Ponta de Fragata,
o reflexionar sobre la luz rosa que muere en la tarde
dentro del exoesqueleto de un erizo de mar,
o la infinita sabiduría que contiene el blanco maxilar
de una gaviota encontrada entre las dunas de Ponta Preta,
pero solo hay chinos que no saben ni dónde está el mercado municipal,
aunque sí en qué balda de qué pasillo de qué esquina
de qué oscuro rincón de su tienda están las latas de sardinas.

Nosotros habíamos navegado hasta Cabo Verde
buscando el perfume de la flor herida del Dondiego,

fue antes del tiempo de las lágrimas saladas,
cuando el amor era una certeza y tú eras dulce
como los helados de la tienda de Gira Mundo.

de “El sabor del cielo

11-M


Yo me manifesté contra la guerra.
Hice todo lo que un ciudadano puede hacer contra la guerra.
Pegué carteles,
di recitales,
fui a la huelga general contra la guerra
que mi pequeño sindicato convocó contra la guerra.
Hablé, donde pude, contra la guerra.
Ahora, el gobierno de mi país en guerra
me pide que me manifieste 
porque el enemigo
ha empezado a tirarnos bombas.
Querían
ir a la guerra
y sólo disparar ellos. 


La piel sobre la piel, ( La Mano Vegetal, Sevilla, 2005)

El milagro de cada día

Cristo resucitaba a los muertos,
pero luego los muertos
se volvían a morir.

Kisa Gotami buscó al Buda
para que le resucitara a su hijita muerta
y los ojos del Buda se llenaron de lágrimas
al explicarle la naturaleza impermanente
de todas las cosas.

Antes de Cristo, cantaba el ruiseñor,
después de Buda, siguió cantando el ruiseñor.

La reina de los escombros

De adolescente 

andaba por el pueblo apartando corazones con la punta del pie. 

.

También el mío. 

.

Volví a verla años después de que se hubiese cancelado 

la mayor parte de su hermosura. 

.

Aunque el peso del mundo se había colocado bajo sus párpados 

y el tiempo pugnaba por asomar en su pelo bajo una luna de plata, 

me quedé, como entonces, sin palabras. 

.

––¿Te debo algo? –dijo su sonrisa agrietada 

mientras ella se marchaba, 

y el mundo siguió girando como había hecho desde siempre 

al compás de las mareas del ir y el venir de la belleza. 

Resurrección

para Carlos Martínez Rentería

Xocotl Uetzi, el tiempo de la caída de los frutos,

el tiempo de los difuntos,

el tiempo de regresar, 

el tiempo de los viajes a Mictlan

junto a este perrillo de color bermejo

que ha tenido muchos nombres con los siglos:

Anubis, Argos, Cerbero, Techichi, Bran, 

Xoloitzcuintle, Rokydor,

pero que ahora tiembla de abandono y soledad

a las tres de la mañana

en la avenida Revolución de Tijuana

junto a este río seco

que convierte en polvo a los que, sin permiso, 

intentan atravesarlo.

En su ribera alambrada

construyo con las voces de otros, 

canto contra el sinsentido de la flor 

que quedó al otro lado, 

llevo ofrendas de cempasúchil

y pobres calaveras de amaranto

que resplandecen en los altares

y enlazan los tiempos para consuelo 

de los ojos del que mira, 

de la mano que recompone un crisantemo,

de la boca que aspira el humo de un cigarro

como si fuera el último de esta vida.

Mi pulsera roja y negra 

lleva inscrita una leyenda huichol

que dice que soy un enfermo, 

un viajero que perdió su alma en la estación Mar de Cristal de Madrid, 

y la busca en la estación Misterios del metro del D.F.,

en la estación Andalucía de Medellín,

en la estación Espanya de Barcelona,

en la estación Europaplein de Ámsterdam,

en la estación Cais do Sodré del metropolitano de Lisboa,

en la estación Les Pavillions sous Bois del métro de París,

en la estación Green Park del underground de Londres,

en la estación Chandni Chowk de New Delhi,

porque soy un desierto

y el perrillo que debía acompañarme hasta el reino de los muertos

hace tiempo que me abandonó

y no sé si está vagando por el Cerro Bola de Ciudad Juárez

atraído por la presencia luminosa 

de una figura gigantesca de Homer Simpson

o se ha perdido en una orgía 

con todas las putas de Televisa y Azteca televisión,

o carga el Santo Sepulcro

en la Semana Santa de Medellín

y en cuanto termine

volverá a ejecutar desahucios

y a explotar al pueblo que desprecia,

porque eso es el poder, 

cargar con el Santo Sepulcro un día

y aplastar a los más cándidos,

a los más humildes, a los más generosos,

a los que no tienen manera de defenderse

el resto del año. 

Tal vez mi perrillo sea esta chiquilla 

que cocina entre la mugre

debajo del puente del Portón de Sabaneta

y me entrega, con sus manos tiznadas,

una toallita perfumada

y me dice que es muy buena para limpiar 

las impurezas de la piel,

o este vómito, esta trampa de la izquierda

que no es más que la otra cara del poder, 

su pesadilla, el purgatorio

del infierno de los capitalistas:

Camino Verde o Aguascalientes,

Barrio de Salamanca o Camino Alto de San Isidro,

El Poblado o Comuna 13, 

Centro Habana o Varadero,

Lomas de Chapultepec o Tepito, 

Las Tres Mil o el Aljarafe,

o esta conciencia que dice que cuando muera

no se quedará muerta.

En cualquier caso 

mi perro es un héroe,

un reformador social,

un político que no sonríe,

un tipo que hace lo correcto,

un hermano, un abrazo, un vestido

levantado hasta las nalgas, 

un amor que aún huele en mi cerebro.

Yo debo encontrar este perrillo

o tal vez yo soy este perrillo que busco,

este perrillo que no sabe vivir sin esta desazón

que algunos confunden con el amor, 

que no sabe vivir sin este espejo, este orden, este malestar.

Tal vez este perro solo sea un poema,

un poema que habla de la revolución de los perros

que querían cambiar los corazones

para poder cambiar el mundo.

Esa ilusión generosa, 

esa gracia de florecer,

esa miseria desesperante,

esa necesidad, ese alegato, ese propósito, esa pasión,

esa locura, ese compromiso radical 

con la transformación individual 

que dice que cambiando de vida 

se transforma el mundo.

La bandera roja del trabajo

ya trajo suficiente horror al mundo,

¿pero qué bandera será la que traiga

solidaridad, libertad y poesía?

Tal vez este perrillo no exista en el tiempo

ni esté en el espacio

sino que el espacio y el tiempo están en él

igual que están en mí los nueves infiernos de los naualts,

las veintiocho dimensiones de las supercuerdas,

la materia y la antimateria de la que hablaba el Bhagavad Gita,

el espejo sin polvo y sin espejo de Dogen,

el océano de la conciencia que replica lo real como si lo fuera

y que en la misma medida 

nos impide comunicar lo extraordinario,

nos condena a guardar silencio

sobre el propósito de la vida

en esta danza de las formas,

este holograma de otros hologramas

donde permanecemos atrapados en una ilusión perpetua

contra la que no dejamos de luchar 

de tan real que se nos aparece.

Todo está lleno de señales 

y lo esencial es despertar a las señales

donde brilla la eternidad,

puertas que dan a escondidas puertas

no escondidas,

a invisibles puertas visiblemente ocultas,

puertas y más puertas

que cruzamos sin verlas.

También yo soy este perrillo que tiembla, 

pues teme por todo lo que no fue en el mundo sino ilusión, 

caducidad, apariencia que se desmorona,

formas ahora absurdas

sin más objeto que girar

confundidas en el centro de un caleidoscopio

que miramos a la vez que formamos parte de él

desde la remota conciencia 

zambullida en la totalidad. 

Busco un perrillo que carece de solidez,

hace tiempo que descubrí que en ésa búsqueda

no hay ni causa ni efecto,

que el tiempo no se mueve en mí en línea recta,

que sigo a oscuras mientras fumo 

en el rellano de una escalera 

en la colonia Churubusco Tepeyac

y la luna llena vierte su luz

sobre la ciudad de México. 

De: El amor en los tiempos del despido libre. Ed. Amargord, 2014

Estado de Alarma

Un chino se come un murciélago

y se vacían las calles en España, 

se cierran los bares, las Fallas, la Semana Santa,

los cielos, las plazas, la verdad.

Un chino se come un murciélago

y los pobres enloquecen, 

se envuelven en papel higiénico 

y se encierran aprovisionados de todo 

menos de cordura.

Un chino se come un murciélago

y se acaban los besos,

se enferma la vida, la ilusión, el amor,

pierdes las llaves de una casa que no es la tuya,

sales de viaje sabiendo que será tu último viaje,

dos se hacen un selfie que nunca verán juntos, 

en el arcén de la autopista crees ver un zapato suelto,

un coche da la vuelta cuando iba camino de Venta Micena,

un padre divorciado cena tristeza con sus hijos en una pizzería,

alguien te da fuego, alguien apaga tu pasión, 

alguien se levanta sin hacer ruido para no despertar 

la serpiente que duerme a su lado, 

se ahoga una magdalena en un libro de Proust,

todo lo que comes te sienta mal 

porque está cocinado con miedo,

te descubres sin saber cómo 

en la curva donde asesinaron a Lorca 

y te llevas un hueso de recuerdo,

pierdes cincuenta euros,

te encuentras un billete verde de un país que no existe, 

te cuesta dormir o no sabes despertar, 

lees Yerma para certificar que, en efecto, Federico escribía,

pero no sabía lo que escribía, tal vez no le importaba, 

tal vez, como dijera Juan Ramón Jiménez,

toda su obra es un exceso de caireles, de cascabeles, de artificio,

de plata batida de Tarsis y oro de Ufaz, de brillos y reflejos, 

espejos deformantes que ya no están en el callejón del Gato,

sino en la calle Alcaicería, donde permanece atrapado

como aquella reina sentada unos metros más allá

o esta joven que confunde izquierda con derecha

y tampoco podrá nunca escapar de aquí.

Un chino se come un murciélago

y una apisonadora atropella la sombra de los leggins de dos ancianas

que no deben tener ni cuarenta años, si no fuera por los muchos otros 

que, sin saber cómo, se han echado encima,

un borracho hace eses con su moto en la plaza Picasso de Aguadulce, 

el viento agita una avenida de palmeras desolladas,

el gobierno obliga a la población a volver a Tohoku 

para dar un aspecto de normalidad a las Olimpiadas,

un millón de toneladas de aguas radiactivas son vertidas al océano en Fukushima

y un bando de peces entra por la ventana de una casa en Joao Mendonça

mientras estrellas y caballitos de mar se camuflan entre el empedrado 

de los palheiros que tampoco quisieron verte.

Un chino se come un murciélago

y una mujer sale de una tienda de cosmética de la carrera del Darro

con un bote de vanidad entre las manos, 

otra duda sobre si comprar o no manzanas,

mi dispiace, non ha un bell’aspetto, le dice a su amiga

en uno de los millones de espejitos de un ajimez imantado 

de la calle Capuchinas o en una de las pavesas de un fuego

que aún arde en la casa azul de Oued Laou,

mientras sube a las nubes desde lo postrero de la tierra

para ocultar el bosque de Tentudía

y caer como un poco de lluvia que no limpia el mundo 

pero acompaña lo mucho que llueve en mi interior.

Un chino se come un murciélago

y ponen un cartel en Guillena avisando que cierran por quince días,

un hombre mira la fachada de la casa de los Porras 

en busca de su escudo, otro pregunta en el tanatorio 

cuánto tiempo tardará en fundirse su cadena de plata,

un maestro se queja de que su atención hace años 

que ya no coincide con la atención de sus alumnos,

una mujer sale al balcón de su casa en la plaza Elíptica y huele el mar,

un hombre pasea por la calle y se encuentra con el Estado,

abres una caja de leche y se te derraman todos los sueños,

se contrae el tiempo como hizo en tu primer viaje en tren a Los Milanos,

se iluminan los naranjos pintados de blanco de El Ronquillo,

huevos llenos de pintura roja se estrellan

contra el fundador de la Falange grabado en todas las iglesias, 

en la cuesta de san Gregorio

un hippie canta en francés alegres canciones de cabaret,

una pareja sale a bailar negando estos tiempos sombríos

y una chica te pide un cigarro, porque ya eres del tiempo 

en que las chicas solo se acercan para pedirte un cigarro.

Un chino se come un murciélago

y se espesa el silencio, las ganas de acabar, las despedidas, 

se renuncia o se da por perdida la batalla,

hincas la rodilla, ofreces el cuello, la cabeza,

Jehová ha dicho que va a poner a punto sus ejércitos,

pero no nos destruirá a todos, en Ponta do Sinó 

alguien descubrirá de nuevo que al final de la fina arena

hay algo azul que se mueve y lo llamará mar,

en Benalup de Sidonia un viento tardío agitará de nuevo la cebada,

un ratón caerá en la trampa y en su sueño construirá ciudades,

una mujer se inclinará sobre el olvido en la bodega Castañeda,

y un niño perdido se deslizará, como una lágrima, por un tobogán

en el paseo de los Tristes. 

Un chino se ha comido un murciélago, sí, 

pero qué es eso al lado del murciélago 

que se ha comido mi corazón.

 El sabor del cielo( Ed. Huerga & Fierro, 2022)

El otro lado

S’an passe outre et a grant destrece,

mains et genolz et piez se blece,

mes tot le rasoage et sainne

amors qui le conduist et mainne.

Chrétien de Troyes. Lancelot ou le chevalier de la charrette

Dónde quedó 

la vida tranquila

.

del explorador de cangrejos huecos de las marismas del Tinto,

del ciclista por las colinas doradas del Molino de Viento,

del jugador de ping-pong en un estrecho cuarto por horas,

del pescador de brillos en las cálidas noches del verano en Mazagón,

del enamorado que se para ante una casa en la que ya no vive nadie.

.

Después todo se aceleró,

estuve en África, estuve en Asia, estuve en América,

dormí a tu lado en las horas tibias y azules,

estuve con los anarquistas, me dieron de comer

y me acogieron en sus casas.

.

Estuve en una pequeña roca en medio del Mediterráneo 

que los que no se ahogan llaman Lampedusa

y donde nadie conoce la Sinfonía de las Sirenas de Avraamov.

.

He bajado de los altos de Chiapas con los bolsillos llenos de nubes,

he caminado por el frondoso bosque de los cedros de Gouraud 

pidiendo a Khumbaba lo proteja de la civilización,

me he confundido con la multitud en Chandni Chowk,

sentado sobre un ladrillo rojo en la Durbar Marg de Katmandú, 

he hablado con las prostitutas del Parque Colón en Santo Domingo

y con una agente de la U.S. Border Patrol en la frontera de San Diego.

.

He viajado por las entrañas del D.F. y también dentro de ti, 

he cruzado el puente internacional Cordova-Las Américas de Ciudad Juárez

mientras tú cruzabas el Puente de la Espada, 

como en la historia de Lanzarote sin Lago,

he paseado rojo y negro por las Ramblas de Barcelona

y también sobre tu cuerpo como la primera vez, 

he subido al Khardung La para comprobar que era más fácil 

que permanecer indemne en tu corazón,

he buscado tu mano en el Sacre Coeur

y en Times Square he llorado al ver cómo todo se convertía en arena.

.

He entrado varias veces en la Tierra Prometida,

en la calle Siete Revueltas de Sevilla, 

en el Callejón del Gato de Madrid, 

en la medina de Fez, 

.

creí en tus promesas, crucé la península, cruce México, 

me crucé contigo un día cuando ya no teníamos nada que decirnos, 

me tumbé en los verdes campos de la memoria de mi infancia en Moguer

y después en el Vondelpark de Ámsterdam, 

en las playas de Mazunte y Guayacanes, 

me hice el muerto en el mar de Cortes, en Guaymas,

y en una silla muy incómoda de la tercera planta del edificio 

de la Excelentísima Diputación Provincial de Huelva.

.

Leí mucho, está bien leer, pero hay tanta tristeza en la letra impresa

que he decidido regalar todos mis libros, prefiero limpiar la casa, 

ver crecer las flores, escuchar cómo rompen las olas contra las rocas. 

.

Soy un exiliado que mira los mil senderos

de sus pantalones grises de franela,  

soy un neurótico que abre cientos de veces el frigorífico

para comprobar que el queso sigue ahí,

soy millonario, descubrí que todo canta

en cuanto me olvido de mí, he sido una lágrima, 

un cazador recolector de afectos, 

de luminosas vidas que nunca fueron mías, 

ahora, porque amor aún gobierna y quiere,

estoy aquí temblando,

por si despegaras los labios

y me hablaras,

.

aunque sé que es imposible la pureza.

El sabor del cielo( Ed. Huerga & Fierro, 2022)

Algo Falla

Tenemos miedo a perder el trabajo 
pero no tenemos miedo a perder la vida. Unas cuantas mentiras son todas las certezas 
de que disponemos para vivir. Ya nos hemos matado bastante,
salva tu vida, se está muriendo.

Samsara

Solo un instante aquí,

nada permanece,

y entender esto,

y dejar que ese entendimiento fluya

es reconocer nuestra fragilidad.

¿Cuántas veces preso del deseo, la confusión?

¿Cuántas veces se rompió la cuerda?

¿Cuántas veces se apagó la llama?

¿Cuántas veces esta tortuga

ha sacado la cabeza del agua?

Todos nos hacemos daño

y ver esto es despertar, y para ello

hay que vaciar la jarra del sufrimiento,

quebrar los obstáculos,

reconocer los fenómenos,

tomar conciencia de lo que decimos

y hacemos,

mostrar la herida,

dejarse tocar

para resonar en conexión con lo sagrado,

aprender a vivir,

aprender a sanar,

ser valientes,

renunciar a pelear,

proseguir el combate

contra uno mismo.

Disolución (El Desvelo Ediciones,2018)

Antonio Orihuela (Moguer, 1965). Poeta, profesor, ensayista y articulista. Cursó sus estudios superiores en la facultad de Historia de la Universidad de Sevilla, donde posteriormente obtuvo el doctorado en Prehistoria y Arqueología. Ha obtenido la Beca “Daniel Vázquez Díaz” de Creación Artística en 1998, y la Beca de creación de la Junta de Extremadura en 2002, entre otras. Es considerado uno de los poetas más importantes de la poesía contemporánea española.

Entre sus publicaciones poéticas destacan : Perros muertos en la carretera (1995), Edad de hierro (1997), Comiendo Tierra, Piedra, corazón del mundo (Germania. Alcira, 2001). Narración de la llovizna( Baile del Sol,Tenerife. 2003), El mal: técnicas de análisis y prospección superficial,(Diputación. Badajoz. 2004), La piel sobre la piel (2005), Tú quién eres tú (Ed. Idea. Tenerife, 2006) y La ciudad de las croquetas congeladas( Baile del sol, Tenerife. 2006). Entre sus últimas publicaciones, cabe destacar en poesía: Disolución, ( Desvelo ediciones, 2018 y Ed. Puertabierta, Colima, México. 2019; Lavar carbón( Ed. Amargord, 2019) Campo unificado (Ed. Olifante, 2019) y El sabor del cielo ( Ed. Huerga & Fierro, 2022).

Ha publicado las novelas: novela experimental x Antonio Orihuela ( LF Ediciones. Béjar, 2005), Muerte es la palabra (Amargord, 2016),Las increíbles aventuras de Gorzila en España ( Ed. El Desvelo, Santander, 2018) y El secreto fondo de las cosas( Ed. Oveja Roja. Madrid, 2019).

Destacamos también los ensayos La Voz Común: una poética para recuperar la vida (Tierradenadie Ediciones. Madrid. 2004 y 2ª Ed. La Vorágine,Santander, 2014), Libro de las derrotas (La Oveja Roja, Madrid, 2009), Moguer, 1936 (3.ª ed., La Oveja Roja, 2010), resultado de varios años de investigación sobre la represión que siguió a la entrada de las tropas franquistas en su localidad natal, Poesía, pop y contracultura en España (Berenice, Córdoba, 2013), Palabras raptadas (Amargord, 2014), La caja verde de Duchamp y otras estampas cifradas (El Desvelo, Santander, 2016), Diario del cuidado de los enjambres (Enclave, Madrid, 2016), Pelar cebolla (Amargord, 2017), El lenguaje secuestrado (Ed. Piedra, papel, libros, 2018), y Ruido blanco (La Vorágine, Santander, 2018) y El refugio más breve: cultura y contracultura en España( Ed. Piedra, papel, Libros, Jaén, 2020) ; El arte de no hacer nada (Editorial:  La Vorágine, 2022) así como del cuento ilustrado El rey del ciervo (ERE, 2016).

Como investigador, ha publicado una decena de trabajos acerca de las formaciones sociales precapitalistas en el suroeste de la Península Ibérica, entre las que destaca “Historia de la Prehistoria”(Huelva, 1999). 

 La editorial mallorquina Ediciones La Baragaña publicó Esperar sentado (poesía completa 1992-2012), un volumen de 860 páginas. Las obras que recoge esta edición son: Perros muertos en la carretera (1995), Edad de Hierro (1997), Lo que piensa la ballena del arponero (2001), Piedra, corazón del mundo (2001), Narración de la llovizna (2003), La piel sobre la piel (2005), Aserrando corazones con los ojos (2005), Respirar y arder (2005), La ciudad de las croquetas congeladas (2006), Tú, quién eres tú (2006), Durruti en Budilandia (2007), El corazón no duerme (2009), Madera de un solo árbol (2007), Todo el mundo está en otro lugar (2011), Autogobierno (2012) y Cosas que tiramos a la basura (2012). 

Desde 1999, Orihuela coordina los encuentros anuales  de Poetas “VOCES DEL EXTREMO”,celebrados en Moguer y patrocinados por la Fundación Juan Ramón Jiménez. En torno a este encuentro y antología anual, se ha ido consolidando un movimiento poético colectivo que, desde distintas perspectivas, hace centro de sus intereses la denuncia de la injusticia y la marginación social, la reflexión estética y ética acerca de las relaciones que establece el poder instituido con lo real y la necesidad y posibilidad de un cambio del modelo del capitalismo global y postmoderno. Los encuentros de Moguer son de poesía y amistad, de vínculos y compartir desde la honestidad, el afecto, y el compromiso con lo que nos hace de verdad humanos.

Orihuela ha participado, promueve y publica en exposiciones de poesía visual y en revistas de más de una treintena de países. Su obra ha sido traducida al inglés, al alemán, al francés, al portugués, al catalán y al esperanto . Sus poemas han sido cantados por nombres relevantes de la música actual como Niño de Elche y Rocío Márquez. 

 El crítico Alberto García Teresa, una de las personas que mejor conocen la obra de Orihuela, dice :

« el impulso radicalmente libertario del autor, que cuestiona lo establecido, desafía toda autoridad, y toda estructura de dominación y hace de su obra poética una obra única en el tísico panorama de la desclasada y subvencionada poesía española contemporánea y consigue que sus numerosos lectores recibamos cada uno de sus libros como agua de mayo».

Antonio Orihuela suele recurrir en sus poemas a un lenguaje directo y claro donde la palabra se concibe como una herramienta de uso eficaz. Orihuela rechaza la práctica de cualquier tipo de esteticismo. Temáticamente, su obra huye tanto de los convencionalismos líricos, como de posiciones esencialistas.

Premios

  • Primer Premio Caruso de Poesía Visual en octubre de 1998
  • II Premio de Poesía “Ciudad de Lepe” en 1999
  • Premio García de la Huerta en 2002

Nota : Todo el contenido poético así como la bio y fotografías compartidas ha sido revisado por el autor para su publicación en esta página.  Poiesis https://poetryalquimia.org/

¡Gracias a Antonio Orihuela por su generosidad, atención y confianza! y por esa frase …

¡Maravilloso ?? que curro te has dado!! (A.O.)

Es un placer Maestro…


Enlaces de interés :

http://vocesdelextremopoesia.blogspot.com/

https://www.vozpopuli.com/actualidad/antonio-orihuela-entrevista.html

https://portaldeandalucia.org/author/antonioorihuela/

https://rebelion.org/docs/20493.pdf

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