«Mi futuro no existe, mi pasado tampoco, soy un ser del ahora «
Albalucía Ángel
Esta página es de poesía pero también queremos dar presencia a algunas mujeres que, aunque no escribieron poesía, o no destacaron por ser poetas, su voz como mujeres, pioneras y/o escritoras es tan importante en la historia que creemos deben ser incluidas.
Este es el caso de la extraordinaria Albalucía Ángel.
Una de nuestras Imprescindibles.
Sueños del agua
seré lluvia
serena
compañera de viaje
en tiempos sin
campanas
mientras buscas
el nido donde
dejar tus sueños
y colgar una
hamaca
de amanecer a
amanecer
.
seré lluvia
fugaz
de madrugada
.
lluvia de
llanto
dulce
.
seré lluvia
del retorno.
Cantos y encantamiento de la lluvia. Bogotá: Apidama Ediciones(2004)
Cristales
son testigos mi
sangre
y el canto gris
del alba
.
te regalé mis alas
mariposa.
Cantos y encantamiento de la lluvia. Bogotá: Apidama Ediciones(2004)
Ranuras
encontraré de nuevo
ese lamento
dulce
de la quena
que nos dejó
la piel
amable
adormecida
y ese olor a
manzana
entre mis manos
.
como entonces
al alba
viajaré
hacia tus
sueños
sin promesas
.
desandaré el camino
musgoso
empetalado
y beberé
en silencio
de tu muerte pequeña
.
asistirá
encajera
sin memoria
la torre de París.
Zonas de hechizo
hoy llueve
amada
mientras que tú
navegas
dulce
por mi anhelo
y tu mirar
de almendra
deja en mi piel
como una quemadura
hoy llueve
y atrás queda el
desierto.
Cantos y encantamiento de la lluvia. Bogotá: Apidama Ediciones(2004)
Albalucía Ángel, la escritora censurada que se atrevió a narrar sin miedo los peores horrores de la época de la Violencia partidista en Colombia.
Albalucía Ángel Marulanda (Pereira, Colombia, 7 de septiembre de 1939), también conocida como Albalú. Escritora, Poeta, docente, investigadora, conferencista, música y crítica de arte y cine. Doctora Honoris Causa 2022 por la Universidad de Colombia en reconocimiento por sus aportes a la literatura del país y de América Latina.
Tuvo un estrecho vínculo literario con varios de los escritores del boom latinoamericano, pero se la considera de un estilo independiente. Algunos críticos la consideran una de las pioneras del postmodernismo latinoamericano y otros la catalogan como una de las mujeres olvidadas de la generación del boom latinoamericano.
Nació en el seno de una familia de clase media alta de corte tradicional y vivió en su infancia los duros años de la violencia en su país. Ambos elementos marcaron fuertemente su literatura. A los 14 años, un fotógrafo que había contratado su madre le proporciono infinidad de libros, con lo cual a los 15 años había leído tanto que sus propios amigos decían que «para hablar con ella había que comprar diccionario». Y su madre le dijo ¿usted por que no es del montón ?…
Se muda a Bogotá para realizar sus estudios universitarios y alejarse del ambiente opresivo de la vida de provincia. Estudia Letras e Historia del Arte y Filosofía en la Universidad de los Andes (Bogotá).
En la década de 1960 Albalucía Ángel se gana la vida ejerciendo el oficio de «diseuse» de la canción folklórica, ayudándose con una guitarra
En 1964 viaja a Europa para proseguir su formación en la universidad de La Sorbona y cursar cine en la Universidad de Roma. Sobre fines de esa década de 1960, empieza a escribir.
A partir de 1964, Albalucía Ángel reside en distintas ciudades europeas como París, Roma, Barcelona y Londres, aunque por ciertos períodos vuelve a vivir en Colombia. En la etapa de Barcelona vive un tiempo con Gabriel García Márquez y su esposa, Mercedes Barcha. “Yo venía de cantar porque yo me ganaba la vida cantando, entonces llegaba donde el Gabo a dormir pero a las dos de la mañana, ahí estaban Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes o podía estar Julio Cortázar. Y yo llegaba como interrumpiendo esa tertulia de sabiduría, esos presocráticos latinoamericanos y yo venía rendida y decían: ‘Ay, por fin llegó Albalú; cántanos una ranchera’. Y yo cantaba y nunca se habló que yo fuese escritora”. Entonces un día Vargas Llosa entró donde Carlos Barral mi editor, yo salía con “Dos veces Alicia”, y dice: ‘oye qué haces aquí’. Y digo me sacaron un librito y dice ¿Tú eres escritora? Esa noche en la tertulia de Gabo dijo el Mario, ‘¿oigan ustedes: sabían que Albalú era escritora?’. Y me pidieron que cantara una ranchera. Otro día me dice Carlos Fuentes, dos años después, ‘oye vámonos en tu coche, se rompió el coche, por obra de Dios sería, y caminamos’. Yo le contaba a Carlos una de mis historias y él no quería que parara. Cuando llegamos a la cena dice Fuentes: ‘¿ustedes sabían que Albalú es escritora?’. Alguien dijo: ‘se perdieron las gambas al ajillo’. Así fue, nunca se supo que yo era escritora.
Sus primeras novelas, Girasoles en invierno (1970) y Dos veces Alicia (1972), se ambientan en París y Londres respectivamente, y reflejan sus experiencias en Europa. Con la primera ya consigue relevancia internacional y gana una mención en el Concurso Esso de Literatura de 1966.
Su consagración literaria y obra mas importante es Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón (1975). La novela se ambienta en la Colombia de su juventud, marcada por la guerra civil conocida como La Violencia (1948 – 1958). Con esta obra gana en 1975 el premio Vivencias de Cali en la Bienal Nacional de Novela. Fue la primera vez que otorgaron el premio a una mujer.
Hay que resaltar la historia que rodea a la publicación de esta novela ya que en 1972, estando en Madrid, es atracada y duramente golpeada. “Me destrozaron la cabeza y la columna vertebral”, contó en 2015. El ataque la obliga a estar 8 meses con “profundos dolores”: “Ese golpe me trae a Colombia, y con eso que tengo en mi cuerpo y en mi ser, escribo Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón. Estaba muriéndome cuando escribí La pájara pinta… Todos los días decía: «No me puedo ir, este libro hay que escribirlo” «Yo me había casi muerto porque unos hombres me atacaron en Madrid y tuve una muerte, yo pasé al otro lado de la vida y regresé. Con el milagro de regresar supe que mi compromiso era de vida o muerte. Cada día decía, yo no me puedo morir, yo no me puedo morir, la cabeza me la habían vuelto pedazos. Y significó un gran sacrificio físico porque yo tenía unos dolores de cabeza que se fueron aliviando a medida que hacía la catarsis. Entonces vine a Colombia a morirme. Estaba desahuciada prácticamente y al tiempo recogí una maleta llena de recortes de prensa, no existía nada que uno pudiera llevarse en memoria usb y llegué a Madrid llena de historias. Llené las paredes de mi cuarto de periódicos y en la mañana amanecía y miraba las paredes y lloraba. Entonces la catarsis fue un compromiso natural de vida. Fue un gran sacrificio. Resulta que me liberé mucho y el mayor reto fue la verdad y nada más que la verdad.No traicioné la historia. Cuando la terminé supe que lo había logrado y le dije a Carlos Barral mi editor, mi amigo, no publiques todavía, me temo que me voy a ganar un premio en Colombia. Mi ritmo fue catártico total, yo hacía catarsis todos los días no por mí personalmente, yo siempre hice una catarsis por el dolor colombiano, una catarsis colectiva.»
A Albalú, tanto Julio Cortázar como la que entonces era su esposa, Ugné Karvelis, intentaron -sin éxito- que se tradujera al francés su novela «Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón».
Alejandra Jaramillo (a la derecha) considera a Albalucía Ángel una de las mejores escritoras de la historia colombiana. / Oscar Pérez – El Espectador
Colombia vuelve a ser el tema central en su libro de cuentos cortos ¡Oh, gloria inmarcesible! (1979). Las historias tipo pastiche critican la corrupción, el narcotráfico y la violencia que subyacen a la sociedad colombiana, incluso cuando el país se anuncia como un lugar idílico de vacaciones.
En sus obras Misiá señora (1982) y Las andariegas (1984), Ángel se centra en uno de los otros temas que marcaron su obra: el feminismo y los derechos de las mujeres.
En relación a su novela Misiá señora, la autora contó que el periodista Manuel Cerezales, el marido de la gran novelista Carmen Laforet le dijo: « Usted va a ser una escritora increíble ,olvidese, a usted no le van a dar flores porque yo ya leí este libro y esto es tremendo»
La editora y poeta española Ana Maria Moix definió el libro como «El antipanfleto femenino «
A fines de la década de 1980 deja de publicar hasta que regresa en 2002 con la novela Tierra de nadie. El libro fue editado con fondos recolectados por su círculo de amigos y su tiraje fue de apenas 100 ejemplares. Los libros fueron distribuidos entre quienes ella seleccionó.
Escribió los cuentos ¡Oh gloria inmarcesible!, El guerrillero y Apagá y vámonos, los dos últimos fueron posteriormente traducidos al inglés y publicados en una antología de la Universidad de Harvard (2020). Publicó también los ensayos Del mito del hombre: espíritu de la poesía y del hombre en la historia del arte, Visión del arte, la pieza de teatro Siete lunas y un espejo, y los poemarios Cantos y encantamiento de la lluvia y La gata sin botas.
A la pregunta planteada por la periodista Alejandra Jaramillo para El Espectador ¿Cuáles son tus incunables? ¿Cuál es esa tradición que ha alimentado siempre tu escritura? la escritora respondió :
«Fíjate que yo empecé por ciencia ficción como incunable y no me preguntes por qué, que en esta ciudad donde yo nací yo leí un médico del Tíbet que hablaba de la cuarta dimensión. Así entre al mundo del imposible que ahora lo llaman nueva era. Pero mi incunable es “Alicia en el país de las maravillas” y “Alicia a través del espejo”, lo que dijeron ustedes cuando me leyeron. “Rayuela” indudablemente, yo estoy en París, vivo muy cerca de Julio Cortázar mientras la escribe.
Y probablemente para mí mis incunables para decírtelo realmente fueron los cuentos de Hans Cristian Andersen y la fantasía de Carrol que considero cada vez más avanzada. También Simone de Beauvoir. Y por supuesto, Virginia Wolf que ha sido lo máximo siempre.«
En la obra «Albalucía ángel en sus propias palabras*(Albalucía ángel in her own Words) de Mary luz botero, la autora dice:
«…La literatura para mí es una herramienta. Para la herramienta había que ser muy buena o nada. A mi compañero, que era chileno-francés muy avan- zado, le llevé una vez un librichín que compré en mi pueblo, muy ciencia- ficción, gnóstico, pero un gnóstico muy apagado, muy bajo, escrito para unos campesinos. Se lo llevé a este hombre y me dijo: “Pues la teoría como que la conozco, pero qué mal escrito”. Sí, qué mal escrito. Y decidí que había que llegarles a los intelectuales más cerreros y que mis cosas no iban a ser mal escritas. Vine a afinar una herramienta para volverla luz y así hacer poemas como La gata sin botas o Tierra de nadie que son unas mujeres galácticas que llegan a la tierra. Ser muy buena para que todo el mundo quede pegado a la página, pero que pongan el corazón no el cerebro, porque yo mareo, cuando hablo cuando escribo la gente se marea.
A mí Álvaro Cepeda Samudio me dijo: “Usted no es poeta, boba”. Veinte años tenía yo. Le mostré mis poemas en un desgarre de muerte y me dijo que no era poeta. Estuve cuarenta años con ese cuento, casi que no arranco. Cuando Carlos Barral me publica Misiá señora, Carlos el gran lector, el gran poeta, un ser universal, me dice: “Tú escribes en alejandrinos, como los griegos”. Y yo le dije: “¿Alejan… qué?”. Y él: “¿ Acaso no estuviste en la Universidad de los Andes?”. “Ah, sí”, le respondí, “pero yo me dormía en clases cuando ese señor pasaba y hablaba de esas cosas tan complicadas”. Yo no he pasado del qué galicado; ni sé qué es complemento directo. Me dieron el oído, nací con el oído. A los dos años, en las tabernas de mi pueblo, mi tío me llevaba, él se tomaba sus cervezas y me decía: “Cante, pues”. Él mismo me enseñaba las canciones… “torero valiente despliega el capote sin miedo a la muerte”. Entonces, nací estrella. Tuve una seguridad en mí misma ex- traordinaria porque mi abuela me celebraba todo. El caso es que me dieron el poder de la voz, del oído. Hay momentos en que el oído es mejor que la visión es lo que te permite percibir. No canté nunca en ningún idioma que no fuera castellano porque el castellano es el mantra más poderoso del mundo. Cuando me quedé muda me iba a los bosques de Francisco de Asís —que son olivos— para no perder la voz, y cantaba y cantaba sola, y hablaba con los pájaros para no perder mi voz; empecé a hablar mis idiomas, esos antiguos, y vi que parte era castellana y griega, claro. Entonces sé que el mantra de ahora, el lenguaje de la liberación, de mucha luz, es el castellano. Los niños de hoy no saben qué es el lenguaje, y no los culpo, porque la lengua siempre la traban para que diga cosas oscuras y eso se convierta en otra Babel. Yo cada vez que vengo a Colombia, que es poco pero vengo porque tengo que venir, me doy cuenta que el lenguaje es extremamente bajo y oscuro, hasta los Presidentes lo hablan. Los niños por las calles del pueblo donde estoy viviendo ahora, o en Bogotá, o las señoras, y sobre todo niñas de 20 y más años, escupen como sapos y culebras. Ese lenguaje es veneno, te envenena el cuerpo, envenena y poluciona la atmósfera más que otra cosa porque se nos dijo: “el verbo se hizo carne”, y la palabra es poderosa, lo saben todos los que trabajan con ella.
Se me dio la voz de entrada, cantaba sin parar, con eso viví en Europa con una guitarra japonesa sorda que nunca aprendí a tocar, pero yo sabía que la voz se iba volviendo más poderosa. Cantaba Cielito lindo en un restaurante, la gente no escuchaba y yo tampoco cantaba. Pero cuando veía unos ojos que me miraban, soltaba la voz y todos se quedaban en silencio, porque como decían en la época antigua: “No hay que tirarle margaritas a animales que no lo merecen”.
El 27 de abril de 2015, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, el Ministerio de Cultura y la Universidad Nacional de Colombia rindieron homenaje a Albalucía Ángel, reconocida por Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón, novela publicada hace cuatro décadas y reeditada ese año por Ediciones B.
Liliana Ramírez, docente de literatura de la Universidad Javeriana, leyó la siguiente carta a Albalucía Ángel durante la ceremonia, con el fin de destacar el papel preponderante que tiene la novela para las nuevas generaciones, quienes, gracias a su lectura de la obra “han vuelto a creer en la fuerza de la literatura y el arte para impactar el mundo”:
Bogotá, abril 25 del 2015
Querida Albalucía:
Hace unos días en el desayuno, en medio del corre-corre entre el huevo, la leche y el bus que ya viene, mi hija Emilia me contó que en el colegio les habían hecho un taller sobre memoria y víctimas para reflexionar este 9 de abril, sobre nuestros contextos de violencia. Señaló impresionada, que cuando estaban discutiendo quién era una víctima, un compañero había propuesto no referirse a los muertos como víctimas y reconocer como víctimas solo a los que quedan vivos porque “por los otros ya no se puede hacer nada”. Emilia se preguntó aterrada ¿Qué pasaba entonces con los muertos?, ¿Qué papel jugaban en ese “por ellos ya no se puede hacer nada”? De alguna manera le parecía una terrible violencia esa propuesta de no nombrarlos, no acordarse de ellos, no reconocer su ausencia. Hablamos entonces, ella y yo, de cómo en Puerto Berrío los habitantes del pueblo recuperaban los cádaveres que vienen río abajo, los adoptan, les dan un nombre que aunque no es nunca el de ellos, los dignifica y humaniza. Y aunque ni ellos ni sus familias se enteren de que alguien les ora y lleva flores, en esa comunidad que hace duelo, en la que todo muerto tiene rostro e historia, la violencia sigue doliendo y les es necesario resistirse a ella. Muchachos como Emilia, Albalucía, con sed de memoria porque saben este país suyo son los que leen ahora tu Pájara.
También hace poco, el otro día en la clase de Narrativa Colombiana en la Javeriana, Harold un estudiante caleño nos contaba que en Semana Santa había ido de vacaciones a ver a su gente y estando sentado comiéndose una hamburguesa con una amiga en un café, el mesero se le arrimó y le dijo: “Sentate pal otro lado que te vean la cara. No vaya y sea que te confundan”. Harold nos contó esto críticamente para decirnos que cuando vivíamos acá en Bogotá pensábamos que la violencia era algo excepcional…. pero otra estudiante, Camila, dijo que tristemente que la violencia era tan poco excepcional en nuestras vidas que todos habíamos entendido en lo que dijo Harold que el riesgo era que pasara un sicario y le disparara pensando que era otro. Estos muchachos, que se saben envueltos en un marco social determinado por la violencia, pero que se impresionan y entristecen con ello son los que hoy te leen, Albalucía.
En estos últimos años hemos vuelto a leer tu Pájara en mis clases y me ha impresionado la recepción que tiene entre los jóvenes. Acostumbrados ya a fragmentos y múltiples voces, a tiempos no lineales, contrapuntos y simultaneidades, sin mucha dificultad se sumergen en una relación profunda e intensa con la novela. Se entregan a la lectura como un rito, la asumen como un diálogo, se sientan dispuestos a escuchar con cuidado y luego, en clase y en sus textos, no te imaginas como le contestan. Natalia, por ejemplo dice: “Lo que se narra acá no es solamente la historia de una niña, o sus papás, o su empleada, o de campesinos afectados por la guerrilla, o de estudiantes que se levantaron en contra del gobierno; lo que se ve acá es la historia de Ana, Lorenzo, Valeria, don Valeriano, o doña Cecinda y don Gregorio; y si las Aparicio tienen las mismas costumbres de mis tías entonces es también la historia de ellas, y si Sabina habla idéntico a mi abuela entonces es su historia, y si la mamá de Ana es igual a la mía entonces ahí está ella. Es una historia con rostros, nombres propios e historias de vida. Y si mi mamá, mis abuelos y mis primos están acá, entonces yo estoy con ellos. Yo estoy en esta historia de guerras, de matanzas, de prisioneros políticos, de torturas, de desplazamientos; yo estoy con esas familias que fueron obligadas a dejarlo todo atrás y comenzar de nuevo, yo estoy con esos estudiantes que pelearon por la justicia. Esta es mi historia”.
Y sí, Albalucía, los muchachos sienten que la novela les habla a ellos. Reconocen no solo canciones y juegos como “estaba la pájara pinta sentada en su verde limón” o “tun tun, quién es, la vieja Inés con las naguas al revés”, sino también El ley, la Pony malta, las Chocolatinas Jet, el jabón Palmolive. Se sienten en su casa con el: “¡Pero véame este niño cómo está de langaruto!” o “Yo tengo micos en la cara o qué?”. Reciben sin tener que preguntar quiénes son, las voces de Lleras Restrepo, doña Bertha, Chispas. Reconocen historias ya contadas en sus mesas sobre abuelos y tíos que vivieron el 9 de abril, las elecciones en las que subió Laureano Gómez, la votación del referendo por el Frente Nacional…. Y, sin embargo, esas Natalias en algunos momentos preguntan: “Yo por qué no conocía éste suceso? ¿Por qué no había escuchado esta parte de la historia?” Y entonces se enteran de la muerte de Uriel Gutiérrez y otros ocho estudiantes, en 1954, cuando conmemoraban el día del estudiante caído por la muerte de otro estudiante que, 25 años atrás, protestó por la masacre de las bananeras, o por primera vez oyen hablar del episodio de la Plaza de Toros de Santa María el 5 de febrero de 1956 en el que los agentes de inteligencia al servicio del dictador Rojas Pinilla sembraron el terror matando a un número no identificado de personas que pudieron haber sido, dos, tres, nueve, treinta y siete, como venganza por el abucheo que había recibido en la plaza la hija del general la semana anterior. Y entonces la novela los inserta en su historia, se las completa y pluraliza. Se las completa porque les cuenta cosas que no sabían y se las pluraliza porque les deja oír a Joaquín Estrada Monsalve, Ministro de Educación de Ospina Pérez, al Flaco Bejarano que llora la muerte de su Flower, a la misma Ana dando cuenta del 9 de abril en las calles, en Palacio, en Bogotá, en los colegios y plazas de otros pueblos. Les deja oír a Don Anselmo contar cómo tuvo que huir de su tierra horrorizado por los bandoleros y el corte de mica o el corte de franela y también a Teófilo Rojas, alias Chispas, narrando el asesinato de los que le dolían a él.
Pero, ¿sabes Albalucía? Más que recibir la historia de su país creo que lo que conmueve a los muchachos (les crea empatía) es recibirla como memoria, sabiendo que es provisional y falible, que está habitada desde lo privado por alguien, por Ana que perdió la fe en la magia el día en que el ratón Perez olvidó dejarle algunas monedas por su diente caído en medio del 9 de abril, por Ana que vivió el dolor del Che muerto en el dolor de la muerte de Valeria su amiga rebelde o en el cuerpo de Lorenzo, su novio torturado. A los muchachos los apela la novela porque encarna la historia en un rostro, les pasa lo público por lo privado. Y, Albalucía, a partir de estas lecturas en las que la historia no son ya solo eventos y fechas sino seres humanos determinados cotidianamente por ella, algunos han vuelto a creer en la fuerza de la literatura y el arte para impactar el mundo. Hernán, por ejemplo, quien se graduó hace poco y consiguió trabajo como profesor de sociales, decidió discutir con sus estudiantes ciertos eventos históricos a partir de la literatura y no de la historia misma porque piensa que el 9 de abril vivido por Flower y el Flaco Bajarano o la Violencia bipartidista de la que le tocó huir a Don Anselmo, les eran más reales a sus propios estudiantes que los datos de muertos y eventos. Es que tu literatura humaniza la historia; nos la vuelve a hacer nuestra y por tanto, nos vuelve a hacer responsables de ella con horror y afecto.
Pero quiero contarte además, Albalucía, que a pesar de asomarnos a los ojos del monstruo como dice una Valeria de la Javeriana, los muchachos salen del mundo de Ana esperanzados, de alguna manera. Cuando leen cómo en tu novela el dolor de una violación es sanado en un acto de amor, aunque esta sanación no sea para siempre, saben que el duelo es posible aunque sea interminable, mucho más en las condiciones de un país como el nuestro en el que hay que hacerlo en medio del dolor que cada semana vuelve a hurgar porque vivimos aún en medio del conflicto. Para sanarnos un poco en medio del camino, una y otra vez en las clases repasamos tu novela cuando dices:
“Porque si yo te cuento cómo Lorenzo me despertó esa noche: oye, ¿por qué no hacemos el amor, y no alcancé a responderle porque me estaba acariciando, ¡sabías que tu pecho es el más lindo del mundo?, y comenzó a mamar muy dulcemente, a despertar mi cuerpo, a descubrirlo, me lo he soñado siempre, susurró, y su lengua quemaba como una llama viva, absorvía mis jugos, me colmaba de tibiezas que me hacían deshacer en suaves sacudidas, yo también lo he soñado, repetí, mientras sentí su miembro ávido, buscando, taladrando, me haces daño, gemí, pero no me dio tregua y aquel dolor era algo insoportable, yo no puedo, ¡no puedo!, porque el cuerpo de Alirio era el que me montaba haciéndome sentir lo de aquel día en el cañaduzal: cómo es tu amiga, ¡tan linda como tú?, me preguntaba mientras sus manos me hurgaban sudorosas, y yo sentí el contacto de algo duro entre mis piernas mientras que él se iba poniendo todo tenso, no te hace daño quieta, no tengas miedo amor, y con su boca me sofocó los gritos, ¡te gusta así…?, pero no soportaba, ¡que no! forcejee, pero él me abrió los muslos, no temas, y comenzó a salir y a entrar, a levantarme en vilo mientras sus manos apaciguaban mis caderas, sin violencia, sin prisa, hasta que al fin aquel dolor dejó de ser como una cuchillada y y la imagen de Alirio se fue descomponiendo, y de nuevo aquel vértigo, pero era diferente porque la nausea no me acosó esta vez ni se rompieron las entrañas sino que más bien se fueron esponjando como una flor que se abre en muchos pétalos, y sin pensar en nada más yo me dejé invadir de esa violencia que socavaba con ternura y me enseñaba cuál es la diferencia entre dar y entregar, entre una piel hermana y una piel mentirosas, es la felicidad le oí decir, y me sentí de pronto impulsada hacia un espacio enorme, quieto al principio, como si nada lo habitará, y luego fui cayendo, cayendo,largamente, dulcemente, colmada”.
Cuando leemos esto, nos damos cuenta de que el duelo es posible para este país y para nosotros. Nos damos cuenta de que hay que hacer memoria, darle la cara al horror de nuestras historias públicas y privadas, reconocer el dolor, pero luego dejar cicatrizar, porque como dice Piedad Bonnett “Las cicatrices, (pues), son las costuras / de la memoria,/un remate imperfecto que nos sana/dañándonos. La forma/ que el tiempo encuentra de que nunca olvidemos las heridas”.
Por todo esto, Albalucía, gracias.
Liliana Ramírez
Docente de Literatura de la Universidad Javeriana
Obra
Novela
- Los girasoles en invierno, 1970
- Dos veces Alicia, 1972
- Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón, 1975
- Misiá señora, 1982
- Las andariegas, 1984
- Tierra de nadie, 2002
Ensayo
- Del mito del hombre: espíritu de la poesía y del hombre en la historia del arte, 1975
- Visión del arte’
Cuento
- ¡Oh, gloria inmarcesible!, 1979
Teatro
- Siete lunas y un espejo, 1991
- La manzana de piedra
Poesía
Cantos y encantamiento de la lluvia, 2004
La Gata sin Botas (2004)
Ultima Obra publicada :
De vuelta del silencio. Conversaciones con escritoras de América Latina. Autora: Albalucía Ángel. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2022. En palabras de la propia autora este libro es :
…»De vuelta del silencio resulta de un viaje largo que comenzó en el Norte y terminó en Brasil, incluyendo la América Central. Un viaje en el que oí y vi a las mujeres escritoras de nuestro Continente.
Son entrevistas en carne viva las que fui a hacer, en mi necesidad de recorrer también en sangre propia ese pulso agitado que revienta fibras y canales de los que brotan la angustia y los terrores, la mirada feroz y en guardia, el gesto quieto, o un suspiro.
Todas y cada una de las escritoras me fueron dando sus respuestas como quien se deshace de una carga o te regala flores, o deja el miedo atrás. Difícil va a ser el describir aquel vacío que de improviso marca el tiempo con tensiones eléctricas y deja un rastro mudo en la cinta que graba y graba y graba a la espera del resto de la frase, que a lo mejor no llega nunca. Solo el gesto.«
El viernes 23 de septiembre de 2022 la Universidad Nacional de Colombia le otorgó a la escritora Albalucía Ángel, el Doctorado Honoris Causa por sus aportes a la literatura del país y de América Latina.
Enlaces de interés :
https://www.elespectador.com/el-magazin-cultural/albalucia-angel-la-pajara-en-vuelo-article-557068/
https://revistacronopio.com/erase-que-sera-albalucia-angel-sara-serna-loaiza/
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