9 Poemas de T. S. Eliot

La canción de amor de J. Alfred Prufrock

Vamos, tú y yo,
a la hora en que la tarde se extiende sobre el cielo
cual un paciente adormecido sobre la mesa por el éter:
vamos a través de ciertas calles semisolitarias,
refugios bulliciosos
de noches de desvelo en hoteluchos para pernoctar
y de mesones con el piso cubierto de aserrín y conchas de ostra,
calles que acechan cual debate tedioso
de intención insidiosa
que desemboca en un interrogante abrumador…
Ay, no preguntes: «¿De qué me hablas?»
Vamos más bien a realizar nuestra visita.

En el salón las señoras están deambulando
y de Miguel Ángel están hablando.

La neblina amarilla que se rasca la espalda sobre las ventanas,
el humo amarillo que frota el hocico sobre las ventanas,
lamió con su lengua las esquinas del ocaso,
se deslizó por la terraza, pegó un salto repentino,
y viendo que era una tarde lánguida de octubre,
dio una vuelta a la casa y se acostó a dormir.

Ya habrá tiempo. Ya lo habrá.
Para el humo amarillo que se arrastra por las calles
rascándose sobre las ventanas.
Ya habrá tiempo. Ya lo habrá.
Para preparar un rostro que afronte los rostros que enfrentamos.
Ya habrá tiempo para matar, para crear,
y tiempo para todas las obras y los días de nuestras manos
que elevan las preguntas y las dejan caer sobre tu plato;
tiempo para ti y tiempo para mí,
tiempo bastante aun para mil indecisiones,
y para mil visiones y otras tantas revisiones,
antes de la hora de compartir el pan tostado y el té.

En el salón las señoras están deambulando
y de Miguel Ángel están hablando.

Ya habrá tiempo. Ya lo habrá.
Para preguntarnos: ¿Me atreveré yo acaso? ¿Me atreveré?
Tiempo para dar la vuelta y bajar por la escalera
con una coronilla calva en medio de mi cabellera.
Ellos dirán: «¡Ay, cómo el pelo se le está cayendo!»
Mi sacoleva, el cuello que apoya firmemente mi barbilla,
mi corbata, opulenta aunque modesta y bien asegurada
por un sencillo prendedor.

Ellos dirán: «¡Ay, cuán flacos tiene los brazos y las piernas!
¿Me atreveré a perturbar el universo?
En un minuto hay tiempo
para decisiones y revisiones que un minuto revoca luego .

Porque para mi son conocidas a todas
vísperas,mañanas, tardes, he conocido,
mi vida, que con cucharas de café he medido
conozco aquellas voces que fallecen en un salto mortal
bajo la música que llega desde el rincón lejano del salón
Entonces, ¿cómo he de presumir?

Pues he conocido ya los ojos, conocido a todos,
los ojos que nos sellan en una mirada formulada
estando yo ya formulado, en un alfiler esparrancado;
bien clavado retorciéndome sobre la pared.
¿Cómo comenzar entonces
a escupir las colillas de mis costumbres y mis días?
Entonces, ¿cómo he de presumir?
Pues he conocido ya los brazos, conocido a todos,
brazos de pulseras adornados, níveos y desnudos
(mas al fulgor de la lámpara cubiertos de leve vello de oro).

¿Será el perfume de un vestido
lo que me hace divagar así?
Brazos sobre una mesa reclinados o envueltos en los
pliegues de un mantón.

Entonces ¿habré de presumir?
¿Y cómo he de comenzar acaso?

Diré tal vez: he paseado por callejuelas al ocaso
y he visto el humo que sube de las pipas
de hombres solitarios en mangas de camisa, sobre las
ventanas reclinados.

Hubiera preferido ser un par de recias tenazas
que corren en el silencio de oceánicas terrazas.
¡Y la tarde, la incipiente noche, duerme sosegadamente!
Acariciada por unos dedos largos,
dormida, exhausta… o haciéndose la enferma
sobre el suelo extendida, junto a ti, junto a mí.
¿Tendré fuerza bastante después del té y los helados y las tortas,
para forzar la culminación de nuestro instante?
Aunque he gemido y he ayunado, he gemido y he rezado,
aunque he visto mi cabeza (algo ya calva) portada en una
fuente,
yo no soy un profeta -y ello en realidad no importa
demasiado-
he visto mi grandeza titubear en un instante,
he presenciado al Lacayo Eterno, con mi abrigo en sus
manos, reírse con desprecio,
y al fin de cuentas, sentí miedo.

Hubiera valido la pena, al fin de cuentas,
después de las tazas, la mermelada, el té,
entre las porcelanas, en medio de nuestra charla baladí,
hubiera valido la pena
morder con sonrisas la materia,
enrollar en una bola al universo
para arrojarla hacia algún interrogante abrumador.
Poder decir: «Soy Lázaro que regresa de la muerte
para os revelarlo todo, y así lo voy a hacer»…
Y si al poner en una almohada la cabeza, una dijera:
«No. No fue esto lo que quise decir.
No lo fue. De ninguna manera».

Hubiera valido la pena, al fin de cuentas,
sí hubiera valido la pena,
después de los ocasos, las zaguanes, las callejuelas
salpicadas,
después de las novelas, de las tazas de té y de las faldas
por los pisos arrastradas.
¿Después de todo esto y algo más?
Me es imposible decir justamente lo que siento.
Mas cual linterna mágica que proyecta diseños de nervios
sobre la pantalla,
hubiera valido la pena, si al colocar un almohadón o
arrancar una bufanda,
volviendo la mirada a la ventana, una hubiese confesado:
«No. No fue esto lo que quise decir.
No lo fue. De ninguna manera».

No. No soy el príncipe Hamlet. Ni he debido serlo;
más bien uno de sus cortesanos acudientes, alguien capaz
de integrar un cortejo, dar comienzo a un par de escenas,
asesorar al príncipe; en síntesis, fácil instrumento,
deferente, presto siempre a servir,
político, cauto y asaz meticuloso.
A veces, en realidad, casi ridículo.
A veces tonto de capirote.

Me vence la vejez. Me vence la vejez.
Luciré el pantalón con la manga al revés.

¿Me peinaré hacia atrás? ¿Me arriesgo a comer melocotones?
Me pondré pantalones de franela blanca
y me iré a pasear a lo largo de la playa.

He oído allí cómo entre ellas se cantan las sirenas.
Mas no creo que me vayan a cantar a mí.
Las he visto nadando mar adentro sobre las crestas de la marejada,
peinando las cabelleras níveas que va formando el oleaje
cuando de blanco y negro el viento encrespa el océano.

Nos hemos demorado demasiado en las cámaras del mar,
junto a ondinas adornadas con algaseojas y castañas,
hasta que voces humanas nos despiertan, y perecemos ahogados.

Están fregando platos en cocinas del sótano…

Están fregando platos en cocinas del sótano,
y en las pisoteadas aceras de la calle
advierto que las almas húmedas de las criadas
ya brotan con desánimo en las verjas.

Las pardas olas de la niebla traen
mil rostros angustiados del fondo de la calle,
y de la paseante con falda sucia arrancan
la sonrisa sin meta que se eleva en el aire
y al llegar al tejado ya se ha desvanecido.

Desde que el dorado octubre declinó en sombrío noviembre…

Desde que el dorado octubre declinó en sombrío noviembre
y las manzanas fueron recogidas y guardadas, y
la tierra se volvió ramas de muerte, pardas
y agudas, en un erial de agua y lodo,
el año nuevo espera, respira, espera, murmura en la sombra.
Mientras el labriego arroja a un lado la bota lodosa y tiende las manos al fuego,
el año nuevo espera, el destino espera su advenimiento.
¿Quién ha acercado las manos al fuego sin
recordar a los santos en el Día de Todos Santos,
a los mártires y santos que esperan? y ¿quién, tendiendo
las manos al fuego, negará a su maestro: y quién, calentándose junto al fuego, negará a su maestro?
Siete años, y ha terminado el verano,
siete años hace que el arzobispo nos dejó,
él, que fue siempre bueno con su rey.
Pero no estaría bien que regresara
El rey gobierna o gobiernan los señores,
hemos sufrido diversas tiranías;
pero casi siempre se nos deja a nuestros propios recursos,
y vivimos contentos si nos dejan en paz.
Tratamos de mantener nuestras casas en orden,
el mercader, tímido y cauto, se afana por reunir una modesta fortuna,
y el labriego se inclina sobre su pedazo de tierra, color de tierra su propio color,
y prefiere pasar inadvertido.
Ahora temo disturbios en las apacibles estaciones: el
invierno vendrá trayendo del mar a la muerte;
la ruinosa primavera llamará a nuestras puertas,
raíz y vástago nos comerán ojos y orejas,
el desastroso verano aplastará el lecho de nuestros arroyos
y aguardarán los pobres otro octubre moribundo.
¿Por qué el verano habría de consolarnos
de los fuegos del otoño y las nieblas invernales?
¿Qué haremos en el sopor del verano
sino esperar en estériles huertos otro octubre?
Alguna dolencia viene sobre nosotros. Esperamos, esperamos,
y los santos y mártires esperan a quienes serán mártires y santos.
El destino espera en la mano de Dios, que modela lo todavía informe:
yo he visto estas cosas en un rayo de sol.
El destino espera en la mano de Dios, no en las manos de los estadistas,
quienes, unas veces bien, otras mal, hacen proyectos y conjeturas
y abrigan propósitos que giran en sus manos en la trama del tiempo.
Ven, feliz diciembre, ¿quién te observará, quién te preservará?
¿Nacerá otra vez el Hijo de! Hombre en el pesebre del escarnio?
Para nosotros, los pobres, no hay acción, sino sólo esperar y dar testimonio.

Luna de miel

Han visto los Países Bajos, vuelven a Tierras Altas;
pero una noche de verano, helos aquí Ravena,
muy cómodos entre dos sábanas, donde doscientas pulgas;
el sudor estival y un fuerte olor a perra.

Están de espaldas, con las rodillas separadas,
cuatro piernas hinchadas de mordiscos.
Echan atrás las sábanas y usan mejor las uñas.
A menos de una legua está San Apolinario-
en -Clase, una basílica para conocedores,
capiteles de acanto que agita el viento.
Tomarán el tren horario a las ocho y de Padua
llevarán sus miserias a Milán,
donde se hallan la Cena y un restaurant barato.
Él piensa en las propinas, saca cuentas.
Habrán visto Suiza y atravesado Francia.
Y San Apolinario, derecho y ascético,
vieja fábrica de Dios desvinculada, guarda
todavía en sus piedras derrumbándose la forma precisa de Bizancio.

TS Eliot con Virginia Woolf (centro) y su esposa Vivien. Fotografía: Everett Collection Historical //Alamy Stock Photo

Burnt Norton

Tiempo presente y tiempo pasado
se hallan quizá presentes en el tiempo futuro
y el tiempo futuro dentro del tiempo pasado.
Si todo tiempo es eternamente presente
todo tiempo es irredimible.
Lo que pudo haber sido es mera abstracción
quedando como eterna posibilidad
solamente en el mundo de la especulación.
Lo que pudo haber sido y lo que fue
apuntan a un solo fin, que está siempre presente.

El primer coro de la roca

Se cierne el águila en la cumbre del cielo,
el cazador y la jauría cumplen su círculo.
¡Oh revolución incesante de configuradas estrellas!
¡Oh perpetuo recurso de estaciones determinadas!
¡Oh mundo del estío y del otoño, de muerte y nacimiento!
El infinito ciclo de las ideas y de los actos,
infinita invención, experimento infinito,
trae conocimiento de la movilidad, pero no de la quietud;
conocimiento del habla, pero no del silencio;
conocimiento de las palabras e ignorancia de la palabra.
Todo nuestro conocimiento nos acerca a nuestra ignorancia,
toda nuestra ignorancia nos acerca a la muerte,
pero la cercanía de la muerte no nos acerca a Dios.
¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir?
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?
Los ciclos celestiales en veinte siglos
nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo.

El viaje de los magos

“Qué helada travesía,
justo la peor época del año
para un viaje, y un viaje tan largo:
Los caminos hondos y el aire ríspido,
lo más recio del invierno”.
Y los camellos llagados, sus patas adoloridas, refractarios,
tendidos en la nieve que se derretía.
A veces añorábamos
los palacios de verano en las cuestas, las terrazas,
y las niñas sedosas que nos servían sorbetes.
Iban los camelleros blasfemando, mascullando,
huyendo, y pidiendo licor y mujeres,
y las fogatas se extinguían y no había refugios,
y las ciudades hostiles y los pueblos agresivos
y las aldeas sucias y caras:
cuánto tuvimos que aguantar.
Al final preferimos viajar de noche,
dormir a ratos,
con las voces cantando en nuestros oídos, diciendo
que todo esto era locura.

Entonces llegamos al amanecer a un valle templado,
húmedo, lejos de las nieves perpetuas, y olía a vegetación;
con un arroyo y un molino de agua que golpeaba la oscuridad,
y en el horizonte tres árboles,
y un viejo caballo blanco se fue galopando hacia la pradera.
Luego llegamos a una taberna con hojas de parra en el dintel,
seis manos junto a una puerta abierta
jugaban a los dados por un poco de plata,
y alguien pateaba los odres vacíos de vino,
pero no había información, y seguimos
y llegamos al anochecer, y justo a tiempo
encontramos el lugar; era (podríamos decir) satisfactorio.

Todo esto fue hace mucho tiempo, recuerdo,
y yo lo volvería a hacer, pero que quede
esto claro que quede
esto: ¿nos llevaron tan lejos
por un Nacimiento o por una Muerte? Hubo un Nacimiento,
teníamos pruebas y ninguna duda. Yo había visto nacer y morir,
pero pensaba que eran distintos: este Nacimiento
nos sometió a una dura y amarga agonía,
como la Muerte, nuestra muerte.
Regresamos a nuestros lugares, estos Reinos,
pero ya no estamos en paz aquí, bajo la antigua ley.
Con un pueblo extraño aferrado a sus dioses.
Cuánto gusto me daría otra muerte.

Voces de niños en el huerto

Voces de niños en el huerto
entre el tiempo de florecer y el tiempo de madurar:
cabeza dorada, cabeza carmesí,
entre la punta verde y la raíz.
Ala negra, ala parda, se cierne en lo alto;
veinte años y pasa la primavera;
hoy duele, mañana duele,
cubridme todo, luz en hojas;
cabeza dorada, ala negra,
agarrad, saltad,
brotad, cantad,
saltad hasta el manzano.

La tierra baldia

A Ezra Pound
il miglior fabbro
.
“NAM Sibyllam quidem Cumis ego ipse oculis meis
vidi in ampulla pendere, et cum illi pueri dicerent:
??????? ?? ??????; respondebat illa: ????????? ????.”
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS

Abril es el mes más cruel: engendra
lilas de la tierra muerta, mezcla
recuerdos y anhelos, despierta
inertes raíces con lluvias primaverales.
El invierno nos mantuvo cálidos, cubriendo
la tierra con nieve olvidadiza, nutriendo
una pequeña vida con tubérculos secos.
Nos sorprendió el verano, precipitóse sobre el Starnbergersee
con un chubasco, nos detuvimos bajo los pórticos,
y luego, bajo el sol, seguimos dentro de Hofgarten,
y tomamos café y charlamos durante una hora.
Bin gar keine Russin, stamm’aus Litauen, echt deutsch.
Y cuando éramos niños, de visita en casa del archiduque,
mi primo, él me sacó en trineo.
Y yo tenía miedo. Él me dijo: Marie,
Marie, agárrate fuerte. Y cuesta abajo nos lanzamos.
Uno se siente libre, allí en las montañas.
Leo, casi toda la noche, y en invierno me marcho al Sur.

¿Cuáles son las raíces que arraigan, qué ramas crecen
en estos pétreos desperdicios? Oh hijo del hombre,
no puedes decirlo ni adivinarlo; tu sólo conoces
un montón de imágenes rotas, donde el sol bate,
y el árbol muerto no cobija, el grillo no consuela
y la piedra seca no da agua rumorosa. Sólo
hay sombra bajo esta roca roja
(ven a cobijarte bajo la sombra de esta roca roja),
y te enseñaré algo que no es
ni la sombra tuya que te sigue por la mañana
ni tu sombra que al atardecer sale a tu encuentro;
te mostraré el miedo en un puñado de polvo.

Frisch weht der Wind
der Heimat zu
mein Irisch Kind,
Wo weilest du?


«Hace un año me diste jacintos por primera vez;
me llamaron la muchacha de los jacintos.»
— Pero cuando regresamos, tarde, del jardín de los jacintos,
llevando, tú, brazados de flores y el pelo húmedo, no pude
hablar, mis ojos se empañaron, no estaba
ni vivo ni muerto, y no sabía nada,
mirando el silencio dentro del corazón de la luz.
Oed’ und leer das Meer.

Madame Sosostris, famosa pitonisa,
tenía un mal catarro, aun cuando
se la considera como la mujer más sabia de Europa,
con un pérfido mazo de naipes. Ahí —dijo ella—
está su naipe, el Marinero Fenicio que se ahogó,
(estas perlas fueron sus ojos. ¡Mira!)
aquí está la Belladonna, la Dama de las Rocas,
la dama de las peripecias.
Aquí está el hombre de los tres bastos, y aquí la Rueda,
y aquí el comerciante tuerto, y este naipe
en blanco es algo que lleva sobre la espalda
y que no puedo ver. No encuentro
al Ahorcado. Temed, la muerte por agua.
Veo una muchedumbre girar en círculo.
Gracias. Cuando vea a la señora Equitone,
dígale que yo misma le llevaré el horóscopo:
¡una tiene que andar con cuidado en estos días!

Ciudad Irreal,
bajo la parda niebla del amanecer invernal,
una muchedumbre fluía sobre el puente de Londres ¡eran tantos!
Nunca hubiera yo creído que la muerte se llevara a tantos.
Exhalaban cortos y rápidos suspiros
y cada hombre clavaba su mirada delante de sus pies.
Cuesta arriba y después calle King William abajo
hacia donde Santa María Woolnoth cuenta las horas
con un repique sordo al final de la novena campanada.
Allí encontré un conocido y le detuve gritando: «¡Stetson!,
¡tú, que estuviste contigo en los barcos de Mylae!
¿Aquel cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,
ha empezado a germinar? ¿Florecerá este año?
¿No turba su lecho la súbita escarcha?
¡Oh, saca de allí al Perro, que es amigo de los hombres,
pues si no lo desenterrará de nuevo con sus uñas!
Tú, hypocrite lecteur! — mon semblable — mon frère!» 

II. UNA PARTIDA DE AJEDREZ

La silla en que estaba sentada, como un bruñido trono,
se reflejaba en el mármol, donde el espejo
de soportes labrados con pámpanos y racimos
entre los cuales un Cupido dorado se asomaba
(otro ocultaba sus ojos bajo el ala)
copiaba las llamas de los candelabros de siete brazos
que arrojaban su luz sobre la mesa, mientras
el brillo de sus joyas, desbordando profusamente
de los estuches de raso, subió a su encuentro.
En redomas de marfil y cristal policromo,
destapadas, acechaban sus raros perfumes sintéticos,
ungüentos, en polvo o líquidos —turbando, confundiendo
y ahogando los sentidos en olor; agitados por el aire
fresco que soplaba de la ventana, ascendían,
alimentando las alargadas llamas de las velas,
proyectando sus humos sobre los laquearios,
animando los diseños del artesonado techo.
Enormes leños arrojados por el mar, patinados de cobre,
ardían verdes y anaranjados, en su marco de piedra policroma,
y en su luz mortecina nadaba un delfín tallado.
Sobre la repisa de la chimenea —ventana abierta
a una escena silvestre—estaba representada
la Metamorfosis de Filomela, tan rudamente forzada
por el bárbaro rey; pero aún allí el ruiseñor
llenaba todo el desierto con inviolable voz
y todavía ella lloraba, y aún el mundo persigue
«Tiu Tiu» a oídos sucios.
Y otros tocones marchitos de tiempo
se alzaban en los muros, donde figuras de ojos abiertos
se inclinaban, imponiendo silencio a la estancia.
Se oyeron pasos en la escalera.
Al resplandor del fuego, bajo el cepillo, sus cabellos
se cruzaron en puntos ígneos,
brillaron en palabras y se aquietaron salvajemente.

«Estoy nerviosa esta noche. Muy nerviosa. Quédate conmigo.
Háblame. ¿Por qué nunca hablas? Habla.
¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué?
Nunca sé en qué piensas. Piensas.»

Creo que nos hallamos en la calleja de las ratas
donde los muertos perdieron sus huesos.

«¿Qué ruido es ese?»
                El viento bajo la puerta.
«¿Qué ruido es ese ahora? ¿Qué hace el viento?»
                Nada, como siempre. Nada.
                                                             «¿No
sabes nada? ¿No ves nada? ¿No
te acuerdas
de nada?»

Recuerdo
que esas perlas fueron sus ojos.
«¿Estás viva o no? ¿No hay nada en tu cabeza?»
                                                             Pero
O O O O ese aire shakespeaheriano:
es tan elegante
tan inteligente.
«¿Qué haré ahora? ¿Qué haré?
¿Salir tal como estoy y andar por la calle
así sin peinar? ¿Qué haremos mañana?
(¿Qué haremos siempre?»

                               Agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
apretando nuestros ojos sin párpados, esperando que llamen a la puerta.

Cuando licenciaron al marido de Lil, yo dije —
y no pesé mis palabras, lo dije sin ambages,
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Ahora Alberto va a regresar, procura lucir mejor.
Él querrá saber qué hiciste con el dinero que te dio
para arreglarte los dientes. Te lo dio, yo estaba allí:
que te los extraigan todos, Lil, y que te pongan una buena dentadura,
dijo él, juro que no puedo soportar mirarte.
Y yo tampoco, dije yo; piensa en el pobre Alberto,
que ha estado en el ejército durante cuatro años, quiere divertirse,
y si no lo hace contigo, ya encontrará otras, dije yo.
¡Oh hay otras!, dijo ella. Algo por el estilo, dije yo.
Entonces ya sé a quién agradecérselo, dijo ella, mirándome fijamente.
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Si esto no te gusta, lo mismo da, dije yo.
Otras se aprovecharán si tú no puedes.
Pero si Alberto se marcha, no podrás decir que no te han avisado.
Deberías avergonzarte, dije, de parecer tan vieja
(y no tiene más que treinta y un años)
no es culpa mía, dijo, poniendo cara triste.
Son esas píldoras que tomé para abortar, dijo.
(Ha tenido cinco ya, y casi se muere en el parto de Jorge.)
El boticario me dijo que no sería nada, pero nunca he vuelto a ser la misma.
Eres una tonta de capirote, dije yo.
Bueno, si Alberto no te suelta, no puedes quejarte, dije.
¿Por qué te casaste si no te gustan los niños?
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Bueno, aquel domingo Alberto estaba en casa, tenían jamón
y me invitaron a cenar para que saboreara el jamón caliente.
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Buenas noches Bill. Buenas noches, Lou. Buenas noches, May. Buenas noches.
Adiós, adiós. Buenas noches. Buenas noches.
Buenas noches, señoras, buenas noches, adorables señoras, buenas noches, buenas noches.

 III. EL SERMÓN DEL FUEGO

El dosel del río se ha roto: los últimos dedos de las hojas
se aterran y se sumen en la húmeda ribera. El viento
cruza, silenciosamente, la tierra parda. Las ninfas se han marchado.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine mi canción.
El río no arrastra botellas vacías, papeles de sandwiches,
pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas
y otros testimonios de noches de estío. Las ninfas se han marchado.
Y sus amigos, los indolentes herederos de los potentados —
Se han marchado sin dejar sus direcciones.
A orillas del Leman me senté a llorar…
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine mi canción.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, pues no hablaré alto ni extenso.
Pero detrás de mí, en una fría ráfaga, oigo
matraqueos de huesos y risas descarnadas.

Un ratón se deslizó blandamente entre los hierbajos
arrastrando su viscoso vientre por la orilla
mientras yo pescaba en el sombrío canal
en una tarde de invierno detrás del gasómetro
meditando sobre el naufragio de mi hermano rey
y sobre la muerte anterior de mi padre rey.
Cuerpos blancos, cuerpos desnudos sobre la baja tierra húmeda
y huesos arrojados en una guardilla baja y seca,
rozados sólo por la pata del ratón, año tras año.
Pero a mi espalda de vez en cuando oigo
un estrépito de bocinas y motores, que llevarán
a Sweeney en la primavera a casa de la señora Porter
oh, la luna brillaba sobre la señora Porter
y sobre su hija
ambas se lavan los pies con agua gaseosa
et O ces voix d’enfants, chantant dans la coupole!

Tuit tuit tuit
yag yag yag yag yag yag
tan rudamente forzada
Tereo.

Ciudad Irreal
bajo la parda niebla de un mediodía de invierno
el señor Eugenides, comerciante de Esmirna
sin afeitar, con un bolsillo lleno de pasas
C.i.f. Londres: documentos a la vista,
me invitó en francés demótico
a almorzar en el Hotel Cannon Street
y luego a pasar el fin de semana en el Metropole.

A la hora violeta, cuando los ojos y la espalda
se alzan del escritorio, cuando el motor humano espera
como un taxímetro espera palpitando,
yo, Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos vidas,
viejo con arrugados senos de mujer, puedo ver
a la hora violeta, esa hora del atardecer que nos empuja
hacia el hogar y envía del mar a casa al marinero,
la mecanógrafa, ya en casa a la hora del té, levanta la
mesa del desayuno, enciende
su estufa y prepara su comida de conservas.
Colgadas fuera de la ventana están puestas a secar
sus combinaciones acariciadas por los postreros rayos del sol,
sobre el diván (que por la noche le sirve de cama)
hay apilados medias, zapatillas, camisas y sostenes.
Yo, Tiresias, un viejo de tetas arrugadas
vi la escena, y predije el resto —
yo también esperaba al huésped previsto.
Él, un joven carbuncular, llega,
es un empleadillo cualquiera, de mirada atrevida,
uno de esos sujetos cuyo empaque le sienta
como una chistera sobre un millionario de Bradford.
El momento es propicio, como él esperaba,
La cena ha terminado, ella está aburrida y cansada,
él trata de excitarla con caricias
que aun cuando son irreprochables, no son deseadas.
Sonrojado y decidido, él empieza el asalto;
sus manos exploradoras no encuentran resistencia;
su vanidad no necesita respuesta,
y hasta acoge bien su indiferencia.
(Y yo, Tiresias, preví, sufriendo,
todo lo que ocurrió en este mismo diván o cama;
yo, que estuve sentado bajo los muros de Tebas
y anduve por el infierno de los muertos.)
Él le otorga un final beso protector,
y baja a tientas por la oscura escalera…

Ella se vuelve y se mira un momento en el espejo,
sin advertir que su amante ya no está;
su cerebro formula un vago pensamiento:
«Bueno, el asunto terminó ya, y me alegro que así sea».
Cuando una mujer adorable comete tales locuras
y luego vuelve a pasearse sola por su cuarto,
se alisa el pelo con mano automática
y pone un disco en el gramófono.

«Esta música se deslizó junto a mí sobre las olas»
y a lo largo del Strand, calle Reina Victoria arriba
oh Ciudad Ciudad, a veces puedo escuchar
cerca de un bar de la calle Lower Thames,
el agradable lamento de una mandolina
y la bulla y la charla que sale del interior
donde los vendedores de pescado huelgan al mediodía:
donde los muros
de Magnus Mártir conservan
un inefable esplendor de jónica blancura y oro.                

El río suda
                aceite y brea
                las barcazas derivan
                con la cambiante marea
                velas rojas
                anchas
                a sotavento, oscilan en los mástiles
                las barcazas hunden
                leños flotantes
                al sur de Greenwich
                más allá de la Isla de los Perros
                       Weialala leia
                        Wallala leialala                

Elizabeth y Leicester
                remando
                la proa era
                un casco dorado
                rojo y oro
                rizó ambas orillas
                el viento del sudoeste
                cargó agua abajo
                el son de las campanas
                torres blancas
                       Weialala leia
                       Wallala leialala.               

 «Tranvías y polvorientos árboles.
                Highbury me hizo. Richmond y Kew
                me deshicieron. Cerca de Richmond levanté las rodillas
                acostada en el fondo de una angosta canoa.»               

 «Mis pies están en Moorgate y mi corazón
                bajo mis pies. Después de lo ocurrido
                él lloró. Me prometió “empezar de nuevo”
                No contesté nada. ¿Para qué guardarle rencor?»                

«En la playa de Margate
                no puedo relacionar
                nada con nada.
                Las uñas rotas de manos sucias.
                Mi gente, humilde gente que no espera
                nada.»
                               la la.               
 Y entonces me marché a Cartago                
Quemando quemando quemando quemando                
Oh, Señor, Tú me arrancas
                Oh, Señor, Tú arrancas
                quemando.

 IV. MUERTE POR AGUA

FLEBAS, el Fenicio, que murió hace quince días,
olvidó el chillido de las gaviotas y el hondo mar henchido
y las ganancias y las pérdidas.
                Una corriente submarina
recogió sus huesos susurrando. Cayendo y levantándose
remontó hasta los días de su juventud
y entró en el remolino.
                Pagano o judío
oh, tú, que das vuelta al timón y miras a barlovento,
piensa en Flebas, que otrora fue bello y tan alto como tú. 

V. LO QUE DIJO EL TRUENO

Después de la roja luz de las antorchas sobre rostros sudorosos,
después del gélido silencio en los jardines
después de la agonía en lugares pétreos
y el griterío y el lloro
y prisión y palacio y reverberación
de trueno primaveral sobre lejanos montes
aquel que estaba vivo ahora está muerto
nosotros que vivíamos ahora estamos muriendo
con un poco de paciencia.

Aquí no hay agua, sólo roca,
roca y no agua, el camino arenoso
el camino serpentea entre las montañas
que son montañas rocosas sin agua
si hubiese agua nos detendríamos a beber
entre las rocas uno no puede detenerse y pensar
el sudor es seco y los pies se hunden en la arena
si por lo menos hubiera agua entre las rocas
muerta montaña boca de dientes cariados que no puede escupir
aquí no puede uno ni pararse ni acostarse ni sentarse
ni siquiera hay silencio en las montañas
sino el seco trueno estéril sin lluvia
ni siquiera hay soledad en las montañas
sino adustos rostros rojos que escarnecen y rezongan
en los umbrales de casas de fango hendido.

                                                   Si hubiese agua
y no rocas
si hubiese rocas
y también agua
y agua
un manantial
una hoya entre las rocas
si sólo se oyera rumor de agua
no la cigarra
ni la hierba seca cantando
sino rumor de agua sobre una roca
allí donde el zorzal canta entre los pinos
drip drop drip drop drop drop drop
pero no hay agua

¿Quién es ese tercero que camina siempre a tu lado?
cuando cuento, sólo somos dos, tú y yo, juntos
pero cuando miro delante de mí sobre el blanco camino
siempre hay otro que marcha a tu lado
deslizándose envuelto en una capa parda, encapuchado
no sé si es un hombre o una mujer
— ¿pero quién es ése que va a tu lado?

Qué sonido es ése que se oye en la altura
murmullo de lamento maternal
qué hordas encapuchadas son ésas que hormiguean
Por las llanuras infinitas, tropezando en las grietas
de una tierra limitada por el raso horizonte
qué ciudad es ésa sobre las montañas
chasquidos y reformas y llamas en el aire violeta
torres que se derrumban
Jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
irreales.

Una mujer se soltó la larga cabellera negra
y suscitó una susurrante música con esas cuerdas
y murciélagos de rostros infantiles silbaban
en la luz violeta, y batían sus alas
y con cabeza hacia abajo se deslizaron por el negro muro
y de volteadas torres en el aire
caía un redoblar de campanas reminiscentes, que daban la hora
y se oían cantos dentro de cisternas vacías y agotados pozos.

En esta arruinada cavidad en medio de las montañas
bajo la mortecina claridad de la luna la hierba canta
sobre las desplomadas tumbas alrededor de la capilla
allí esta la desierta capilla donde sólo habita el viento.
No tiene ventanas y la puerta se balancea,
los huesos secos a nadie pueden dañar.
Sólo un gallo se alzaba en la cumbrera
co co rico co co rico
a la claridad de un relámpago. Luego vino una racha húmeda
trayendo lluvia.

Ganga estaba hundido y las hojas frágiles
esperaban la lluvia, mientras las negras nubes
se amontonaban a lo lejos, sobre el Himavant.
La selva se agachó, se encorvó en silencio.
Entonces habló el trueno
DA
Datta: ¿qué hemos dado?
Amigo mío, la sangre que sacude mi corazón
la espantosa audacia de un momento de debilidad
que un siglo de prudencia no puede borrar
por eso y eso sólo es por lo que hemos existido
y ello no se hallará registrado en nuestros obituarios
ni en los recuerdos que cubre la benéfica araña
ni bajo los sellos que rompe el flaco notario
en nuestros vacíos aposentos
DA
Dayadhwam: he oído la llave
voltear en la cerradura una vez y sólo una vez
pensamos en la llave, cada cual en su prisión
pensando en la llave, cada cual confirma una prisión
pero al anochecer, etéreos rumores
reaniman por un momento a un Coriolano roto
DA
Damyata: el barco obedeció
alegremente a la mano hábil para la vela y el remo
el mar estaba tranquilo, tu corazón podía haber respondido
alegremente a la invitación, palpitando obediente
a las diestras manos.                               

Me senté en la orilla
a pescar, con la árida llanura a mi espalda
¿Pondré por lo menos orden en mis tierras?
El Puente de Londres está cayendo cayendo cayendo
Poi s’ascose nel foco che gli affina
Quando fiam uti chelidon —Oh, golondrina, golondrina
Le Prince d’Aquitaine à la tour abolie
Estos fragmentos han sostenido mis ruinas
Why then Ile fit you. Hieronymo’s mad againe.
Datta. Dayadhwam. Damyata.
Shantih shantih shantih


FIN

The Waste Land, 1922

Traducción de Agustí Bartra

Thomas Stearns Eliot, conocido como T. S. Eliot (San Luis, Misuri. EE.UU.; 26 de septiembre de 1888-Londres; 4 de enero de 1965). Poeta, dramaturgo y crítico literario. Es considerado como uno de los poetas mayores de la literatura universal. En 1948, la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura por su destacada contribución en el avance de la poesía contemporánea“.

Hijo de Charlotte Champe Stearns, amante de la literatura y poeta, autora de un drama poético titulado Savaranola (para cuya edición posterior habría de escribir un prólogo el propio Eliot) y de  Henry Ware Eliot, importante hombre de negocios, presidente y tesorero de la Hydraulic-Press Brick Company de San Louis.

Su familia le permitió la más amplia educación disponible en su tiempo, sin la influencia de su padre para ser “práctico” y dedicarse a los negocios. De Smith Academy en St. Louis pasó a Milton, en Massachusetts; de Milton ingresó a Harvard en 1906; recibió un B.A. en 1909, después de tres en lugar de los cuatro años habituales. Los hombres que lo influyeron en Harvard fueron George Santayana, el filósofo y poeta, y el crítico Irving Babbitt. De Babbitt derivó una actitud antirromántica que, amplificada por su lectura posterior de los filósofos británicos F.H. Bradley y T.E. Hulme, duró toda su vida. En el año académico 1909-10 fue asistente de filosofía en Harvard.

Pasó el año 1910-11 en Francia, asistiendo a las conferencias de filosofía de Henri Bergson en la Sorbona y leyendo poesía con Alain-Fournier. El estudio de Eliot de la poesía de Dante, de los escritores ingleses John Webster y John Donne, y del simbolista francés Jules Laforgue lo ayudó a encontrar su propio estilo.

De 1911 a 1914 estuvo de regreso en Harvard, leyendo filosofía india y estudiando sánscrito. En 1913 leyó Appearance and Reality de Bradley; en 1916 había terminado, en Europa, una disertación titulada “Conocimiento y experiencia en la filosofía de F.H. Bradley”. Pero la Primera Guerra Mundial había intervenido y nunca regresó a Harvard para tomar el examen oral final para el doctorado. En 1914 Eliot conoció y comenzó una estrecha asociación con el poeta estadounidense Ezra Pound.

Eliot luchó por crear nuevos ritmos de verso basados ??en los ritmos del habla contemporánea. Buscó una dicción poética que pudiera ser hablada por una persona culta, siendo “ni pedante ni vulgar”.

Su primera publicación importante, y la primera obra maestra del Modernismo en inglés, fue “The Love Song of J. Alfred Prufrock” (1915). En 1919 publicó Poemas, que contenía el poema “Gerontion”, un monólogo interior meditativo en verso blanco; nada como este poema había aparecido en inglés.

Con la publicación en 1922 de su poema The Waste Land, Eliot ganó reputación internacional. The Waste Land expresa con gran fuerza el desencanto, la desilusión y el disgusto del período posterior a la Primera Guerra Mundial. En una serie de viñetas, vagamente unidas por la leyenda de la búsqueda del Grial, retrata un mundo estéril de miedos aterradores y estéril. concupiscencias, y de seres humanos que esperan alguna señal o promesa de redención. El estilo del poema es muy complejo, erudito y alusivo, y el poeta proporcionó notas y referencias para explicar las numerosas citas y alusiones de la obra. Este suplemento académico distrajo a algunos lectores y críticos de percibir la verdadera originalidad del poema, que radica más en su interpretación de la situación humana universal del hombre que desea la salvación, y en su manipulación del lenguaje, que en su variedad de referencias literarias. Eliot expresa la desesperanza y la confusión del propósito de la vida en la ciudad secularizada, la decadencia de la urbs aeterna (la “ciudad eterna”). Este es el tema final de The Waste Land, concretado por los constantes cambios retóricos del poema y sus yuxtaposiciones de estilos contrastantes. Pero The Waste Land no es un simple contraste del pasado heroico con el presente degradado; es, más bien, una conciencia simultánea e intemporal de la grandeza moral y el mal moral. El manuscrito original del poema de unas 800 líneas se redujo a 433 por sugerencia de Ezra Pound. The Waste Land no es el mayor poema de Eliot, aunque es el más famoso.

El primer poema largo después de su conversión fue el Miércoles de Ceniza (1930), una meditación religiosa en un estilo completamente diferente al de cualquiera de los poemas anteriores.

En el ensayo “Tradition and the Individual Talent”, que aparece en su primer volumen crítico, The Sacred Wood (1920), Eliot afirma que la tradición, tal como la usa el poeta, no es una mera repetición de la obra del pasado inmediato (“ la novedad es mejor que la repetición”, dijo); más bien, comprende toda la literatura europea, desde Homero hasta el presente.

La crítica y la poesía de Eliot están tan entrelazadas que es difícil discutirlas por separado. El gran ensayo sobre Dante apareció dos años después de que Eliot fuera confirmado en la Iglesia de Inglaterra (1927); en ese año también se convirtió en súbdito británico.

Otros dos ensayos, publicados por primera vez el año después de The Sacred Wood, casi completan el canon crítico de Eliot: “The Metaphysical Poets” y “Andrew Marvell”, publicados en Selected Essays, 1917–32 (1932). En estos ensayos efectúa una nueva perspectiva histórica sobre la jerarquía de la poesía inglesa, colocando en la cima a Donne y otros poetas metafísicos del siglo XVII y rebajando a los poetas de los siglos XVIII y XIX. La segunda frase famosa de Eliot aparece aquí: “disociación de la sensibilidad”, inventada para explicar el cambio que se produjo en la poesía inglesa después de Donne y Andrew Marvell. Este cambio le parece consistir en una pérdida de la unión de pensamiento y sentimiento. La frase ha sido atacada, pero no se puede negar el hecho histórico que la originó, y con la poesía de Eliot y Pound tuvo una fuerte influencia para revivir el interés por ciertos poetas del siglo XVII.

La obra maestra de Eliot es Four Quartets, que se publicó como libro en 1943, aunque cada “cuarteto” es un poema completo. “Burnt Norton” fue el primero de los cuartetos; había aparecido en los Poemas completos de 1936. Es una meditación sutil sobre la naturaleza del tiempo y su relación con la eternidad. Siguiendo este modelo, Eliot escribió tres poemas más: “East Coker” (1940), “The Dry Salvages” (1941) y “Little Gidding” (1942), en los que exploraba a través de imágenes de gran belleza y poder inquietante. su propio pasado, el pasado de la raza humana y el significado de la historia humana. Cada uno de los poemas era autosuficiente, pero cuando se publicaron juntos se vio que componían una sola obra, en la que los temas y las imágenes se repetían y se desarrollaban de manera musical y se llevaban a una resolución final. Esta obra causó una profunda impresión en el público lector, e incluso aquellos que no pudieron aceptar las creencias cristianas de los poemas reconocieron la integridad intelectual con la que Eliot persiguió su tema principal, la originalidad de la forma que había ideado y el dominio técnico de su verso. Este trabajo llevó a la concesión a Eliot, en 1948, del Premio Nobel de Literatura.

La creencia de Eliot de que incluso el drama secular atrae a personas que inconscientemente buscan una religión lo llevó a poner el drama por encima de todas las demás formas de poesía. Todas sus obras están en un verso blanco de su propia invención, en el que el efecto métrico no se aprehende aparte del sentido; así trajo de vuelta el “drama poético” al escenario popular. The Family Reunion (1939) y Murder in the Cathedral son tragedias cristianas: la primera una tragedia de venganza, la segunda del pecado del orgullo. Asesinato en la catedral es una obra de teatro milagrosa moderna sobre el martirio de Thomas Becket. La característica más llamativa de esta, su obra de mayor éxito, es el uso de un coro a la manera tradicional griega para hacer comprensible a la humanidad común el significado de la acción heroica. The Family Reunion (1939) fue menos popular.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Eliot volvió a escribir obras de teatro con The Cocktail Party en 1949, The Confidential Clerk en 1953 y The Elder Statesman en 1958. Estas obras son comedias en las que las tramas se derivan del drama griego. En ellos, Eliot aceptó las convenciones teatrales actuales en su forma más convencional, sometiendo su estilo a un nivel conversacional y evitando los pasajes líricos que dieron belleza a sus obras anteriores. Sólo The Cocktail Party, que se basa en el Alcestis de Eurípides, logró un éxito popular.

La carrera de Eliot como editor fue secundaria a sus principales intereses, pero su revista trimestral, The Criterion (1922-1939), fue la revista crítica internacional más distinguida de la época. Fue “director”, o editor en activo, de la editorial Faber & Faber Ltd. desde principios de la década de 1920 hasta su muerte y, como tal, fue un patrocinador generoso y exigente de los poetas jóvenes.

En cuanto a su vida personal es un hecho que Eliot mantuvo rigurosamente su vida privada en un segundo plano.

Ejemplo la relación entre el poeta y Emily Hale, maestra y amiga desde su juventud y con la que se envió más de mil cartas de amor.

Emily y Eliot se conocieron en Massachusets en 1912, cuando tenían tan solo 21 y 24 años respectivamente, en una representación de Emma, de Jane Austen. Se dice que la conexión entre los dos fue inmediata, pero poco después él se iría a Inglaterra, donde viviría durante 12 años, aunque con una proposición de matrimonio antes de su marcha en la que ella no fue rotunda y que él interpretó como un “no”. En ese momento comienza el intercambio de correspondencia que les acompañaría durante más de dos décadas.

El reencuentro entre ambos, siempre por carta, se produjo en 1927, con una carta que le envía ella, ya profesora de Arte Dramático en el Scripps College de Claremont, pidiéndole recomendaciones de lecturas para sus alumnos. Él ya había publicado sus obras más famosas como La tierra baldía o La canción de amor de J. Alfred Prufrock y era profundamente infeliz en su matrimonio con la también escritora, pintora y pianista Vivienne Haigh-Wood, con quien se había casado en 1915. Después de 1933, ella enfermó mentalmente y vivieron separados; Vivien murió en 1947. Sin embargo, cuando Vivianne muere en 1949 y él queda “completamente libre” para rehacer su vida, no es con Emily con quien se promete, sino con con Valerie Fletcher, 38 años más joven que él y una de sus secretarias en Faber&Faber. Este compromiso no sólo afectó a Emily, que tuvo que ser ingresada por una crisis nerviosa tras conocer la noticia, sino también a Mary Trevelyan, otra mujer con la que mantenía un romance en esos momentos. Todas las biógrafas de Eliot coinciden en que las mujeres que pasaron por la vida del escritor acabaron, de alguna forma, engañadas.

En enero de 1957, con 69 años, Eliot se casó con Valerie Fletcher, con quien vivió hasta su muerte en 1965, quien se convirtió en su albacea literaria.

A los 14, Valerie había escuchado su trabajo leído por John Gielgud y supuestamente prometió conocer y casarse con el gran poeta. Decidida a “llegar al autor”, le escribió, consiguió que le firmara un libro y se obsesionó aún más. Finalmente, su sueño se hizo realidad y fue contratada por su secretaria en 1949, volviéndose indispensable en todos los aspectos de su vida y provocando las burlas de otras secretarias que observaron su devoción. Finalmente, en 1956 Eliot le propuso matrimonio por carta, todavía dirigiéndose a ella como ‘Miss Fletcher’.

El señor y la señora Eliot descubrieron la felicidad sin límites. Rejuvenecido y encantado, admitió que este era un mundo que nunca había conocido: “Valerie me transformó”. Elogia a su esposa con alegría en el poema de amor franco, A Dedication To My Wife.

Un detalle de esta absorbente biografía es silenciosamente conmovedor. Después de la muerte de su esposo, hasta la de ella en 2012, Valerie Eliot recibió un ramo de flores todos los lunes en su departamento de Kensington. Su amado Tom había arreglado esto con su abogado, una prueba semanal de su amor eterno.

Como albacea, Valeri fue responsable de publicar una variedad de ediciones de la obra y las cartas de Eliot, y también aprobó la adaptación de Andrew Lloyd Webber del verso ligero de Eliot del Libro de gatos prácticos de Old Possum (1939) en el musical Cats (1981).

¿ Pero qué pasó con esas 1.131 cartas que se intercambiaron Emily y Eliot?. Tras poner fin a la relación, Emily tiene la idea de donar esas cartas para que expertos pudieran investigar su vida y su obra en un futuro y, aunque Eliot no se negó, pone una única condición: que nadie pudiera abrirlas hasta pasados 50 años del fallecimiento del que más tarde muriera de los dos.

En 2017, la editorial Visor publicó el primer tomo de sus Poesías completas, 1909 – 1962, y en su desbordante recorrido de mil ciento cuarenta y cinco páginas, en impecable edición bilingüe, con la incorporación de un centenar de poemas inéditos.

En 2019 se estrenó el documental T.S Eliot: En busca de la felicidad dirigido por Adrian Munsey y Vance Goodwin, que cuenta los altibajos románticos de la vida de T.S Eliot, cuya obra se convertiría en el material de base de “Cats”, uno de los mayores éxitos de la historia de Broadway.

Enlaces de interés :

https://www.britannica.com/biography/T-S-Eliot/Later-poetry-and-plays

https://www.theguardian.com/books/2017/jun/02/diaries-of-ts-eliots-first-wife-reveal-her-torment-at-end-of-their-marriage

https://cadenaser.com/programa/2020/08/16/a_vivir_que_son_dos_dias/1597571279_057443.html

https://www.dailymail.co.uk/home/books/article-10858465/T-S-Eliot-lonely-deeply-unhappy-fell-erotically-love-younger-woman.html

https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-eliot-esta-principio-201810120203_noticia.html

https://theconversation.com/por-que-no-despreciar-el-teatro-de-t-s-eliot-174729

Documental ” En busca dela felicidad” https://www.filmin.es/player?type=film&mediaId=42806

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