10 Poemas de Juan Carlos Mestre

Antepasados

Mis antepasados inventaron la Vía Láctea,

dieron a esa intemperie el nombre de la necesidad,

al hambre le llamaron muralla del hambre,

a la pobreza le pusieron el nombre de todo lo que no es extraño a la pobreza.

Poco es lo que puede hacer un hombre con el pensamiento del hambre,

apenas dibujar un pez en el polvo de los caminos,

apenas atravesar el mar en una cruz de palo.

Mis antepasados cruzaron el mar sobre una cruz de palo,

pero no pidieron audiencia,

así que vagaron por los legajos

como los erizos y los lagartos vagan por los senderos de las aldeas.

Y llegaron a los arenales,

en los arenales la tierra es brillante como escamas de pez,

la vida en los arenales sólo tiene largos días de lluvia y luego largos días de viento.

Poco es lo que puede hacer un hombre que sólo ha tenido en la vida estas cosas, 

apenas quedarse dormido recostado en el pensamiento del hambre

mientras oye la conversación de los gorriones en el granero,

apenas sembrar leña de flor en la sábana de los huertos,

andar descalzo sobre la tierra brillante

y no enterrar en ella a sus hijos.

Mis antepasados inventaron la Vía Láctea,

dieron a esa intemperie el nombre de la necesidad,

atravesaron el mar sobre una cruz de palo.

Entonces pusieron nombre al hambre para que el amo del hambre

se llamara dueño de la casa del hambre 

y vagaron por los caminos

como los erizos y los lagartos vagan por los senderos de las aldeas.

Poco es lo que puede hacer un hombre con las migas de la piedad,

comer pan mojado los días de lluvia a los que luego seguirán largos días de viento

y hablar de la necesidad,

hablar de la necesidad como se habla en las aldeas

de todas las cosas pequeñas que se pueden envolver con cuidado en un pañuelo.

De: Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo (Premio Adonáis, 1985)

Enigma

Entró la cabeza sedienta en la casa de las putas, allí estaba Rimbaud

Con la pata atada como una gallina y la cabeza desnuda

Estaba Rimbaud, carcomido como una canoa y con la lengua blanca

Nada le dije, qué cosa deshilachada le hubiera dicho yo a Rimbaud

La verdad, pude haberme hecho pasar por ti, pero no lo hice

Pude hacerme pasar por él, te juro, me alcanzaba el talento

Discreto, en un rinconcito, estaba el bicho de Rimbaud 

Con la pata atada como una gallina y la cabeza desnuda

No demasiado guapo, dispuesto, eso sí, a ponerse violento

Era como un santo enfermo estorbando en medio del altar

Como amante no creo que hubiera dado más juego que una monja

Ceroso, con las uñas sucias y oliendo como una lata de petróleo

Rimbaud en persona espantando las moscas de la rosa podrida

No tuve valor de pasarle el libro que acababa de presentar a un concurso

Lo noté atemorizado con los turistas y con los hombres que nacen viejos

No sé qué hacía toda esa gente lúgubre observando a Rimbaud

Con la pata atada como una gallina y la cabeza desnuda

Yo había perdido a mi amor y buscaba a la bella durmiente

Yo le rehusé la mirada no fuera a ser que me lanzase el machete

Con los ojos cerrados Rimbaud podía dar en el blanco a cinco kilómetros

Con los ojos abiertos te metía su espada de palo hasta la empuñadura

Yo era hijo de un padre alcohólico y de madre desconocida

Me sudaban las manos al verlo rodeado de delincuentes y saltimbanquis

No me atreví a pedirle un prólogo para el libro con el que acababa de perder un concurso

Respiraba fatigosamente como una cama arrugada tras las persianas bajadas

Estaba sentado cerca del espejo donde las chicas amables se retocan los pómulos

Con la pata atada como una gallina y la cabeza desnuda

Callar es bueno, pero una sola palabra suya bastó para enfermarme

De: La poesía ha caído en desgracia (Premio Jaime Gil de Biedma, 1992)

No me arrepiento de nada ni de nadie

No me arrepiento de nada ni de nadie, la vida es un monólogo

entre la índole extinguida de una estrella y la natural semilla.

Mi alma crece silenciosa hacia un lugar incierto,

allí las fieras luctuosas, allí el sicario gótico y el infortunio ciego.

Brota el arco iris de los cálices que sostuvo Homero,

le brota su cuerno al fauno, el eco al precipicio, su luz al cielo.

Ésta es la frontera de mi vida, ésta la hora izquierda

exacta en el destino del corazón de un prófugo.

Yo iré donde tú vayas vida esquiva, en tempestad, de noche,

junto al fugitivo cazador de las lagunas, con el presidiario absuelto,

yo cruzaré los médanos con lumbre, yo abrasaré los remolinos ciegos.

He sido parcial con los vencidos, seguiré siendo parcial ante los muertos.

Recuerdo de mi infancia tres peligros,

recuerdo el mal, los ojos sin pretexto del maldito,

recuerdo el aire que había en las palabras,

recuerdo un sueño, su prodigio, recuerdo el asno blanco del lechero.

He vagado por ahí, irrevocable, alegre, desmedido,

he ofendido con voluntad a los jerarcas

y al atónito perpetuo en su torre de herrumbre.

Salgo de un lugar y voy a otro, me inspiran compasión las jaulas.

No soy distinto al péndulo en la cueva ni al nadador vendado,

mi mayor habilidad es la pereza de encontrarme con otros a menudo.

De lo mismo que me acusan yo me acuso, jamás mis amuletos me abandonan.

Siento ante la noche una curiosidad equívoca,

tengo ante lo súbito un poder magnético.

 De: La tumba de Keats (Premio Jaén de Poesía, 1999)

Sucede

sucede que un día viene a cenar apollinaire y no hay nada en la nevera

sucede que nuestra conversación es gratis como propaganda a la salida del metro

sucede un arma corta calibre veintidós y un centímetro cúbico de carruseles belgas

suceden los maniáticos minutos los maniáticos segundos las maniáticas horas

sucede un aroma caliente en las calabazas de pentecostés

sucede un yacimiento de icebergs en la vajilla rota del último sueño

sucede el tic sucede el tac sucede veronal en los relojes viejos

sucede que hay alquimistas en las primeras lluvias

suceden pájaros trompeta mariposas rubias jóvenes anillos de leño

sucede un funicular entre la aurora boreal y los maizales del club paraíso

suceden altavoces de verbena en el deshielo de las pompas fúnebres

suceden vientos niños en las heladerías que soñó petrarca

sucede que al otro lado del teléfono vive acacia de madagascar

sucede la oreja del nautilus en el buzón de las nieves astutas

sucede un centavo de ruiseñor en el monedero de la dormición de la virgen

suceden lágrimas populares incompatibles con el binóculo

suceden manos que cuidan del esparto en el mausoleo de lenin

sucede el extintor de las rosas en el cortejo de las siemprevivas

sucede el apostolillo verde de los semáforos

sucede que voy a contarte las cosas de mi vida tal como eran

sucede un telegrama de nitroglicerina en tu lápiz de labios

sucede que yo te quiero un noventa por ciento más que tu novio

De:  La casa roja. Premio Nacional de Poesía 2009

La citroneta azul

                                                         En una citroneta azul

                                                         haciendo sonar el claxon de la luna

                                                         voy de regreso al pueblo donde mis amigos

                                                         salen cada noche a esperar los ovnis.

                                                         Sueñan en el cielo las estrellas

                                                         y las fugaces sombras de las niñas muertas

                                                         elevan en los prados sus cometas

                                                         con recados para los platillos voladores.

                                                         Todo esto se podría decir de otra manera

                                                         si allá tras las cortinas del espacio

                                                         existiera el silabario, el colibrí, la esfera 

                                                          del vagabundo aerolito de los pájaros.

                                                         Yo no espero otra luz que la tristeza

                                                         de quien regresa a una escuela abandonada

                                                         donde aletean todavía en la pizarra

                                                         las mariposas blancas de la melancolía.

                                                                         

                                                                           De: La casa roja.Premio Nacional de Poesía 2009.

Ruiseñor y misericordia

El pájaro que se ahogó en tus lágrimas canta todavía.

VICENTE HUIDOBRO

Te he perdido y la lengua de Virgilio pudrirá las hojas,

la retórica dirá: fuiste mía, te amaba… esas cosas ya vacías

como buzones por donde nunca más pasará el cartero.

Cuando haya amanecido también este dolor te pertenecerá

y los frutos aborrecidos por el frío de las lejanas promesas

entrarán indiferentes en la ausencia del mundo.

Así la tristeza cotidiana de quien ha ignorado el tiempo

espera el milagro de la eternidad repetida en las ramas de espino.

Como entra el pico de los pájaros en la dulzura de las manzanas

dejará el petirrojo una gota de sangre en las fresas de otoño.

Te echaré de menos entre los muertos que no dejan de llorar

y con ajena belleza participan en las destrucciones de la verdad.

Algo ha de permanecer, no los futuros oros del olvido

que deja la noche sobre las mesas carbonizadas de la escritura,

sino la presencia de los amorosos fantasmas que ilusionaron la vida.

No hay sitio para el hombre entre las ruinas de cuanto creyó era el cielo,

ni caben en su corazón los sueños pendientes de haber sido soñados.

Ambicionaron luz sus palabras arrojadas sobre la piedad

mas algo inferior y a él conocido lo arroja de los espacios solares.

Y va oscureciendo sin poder nombrar la razón de esa angustia

y se entierra asimismo en lugares silenciosos, en suburbios

por donde vagan atormentados los perros que cuida.

Amó, pudo haber nombrado la edificación secreta de su deseo,

pero la asfixia del canto, pero la estética de la muerte,

pero los grandes huecos civiles de la consolación

sólo le ofrecen el pan de los rechazos.

Pretendía su perfecto instante de unidad nostálgica

bajo el rumor de las estrellas que aún no han visto el mundo

y entran en correspondencia con la imaginación del que ama.

Oh realidad sin júbilo, espíritu sin elogio por la noche de piedra.

Tú te habrás entregado en el jardín incitante a la caricia de lo distinto,

la fugaz alergia sin raíces que da su rejuvenecida música a los cuerpos

y arrasa en ajenos cultivos la delicadeza de los nuevos amores.

Si el pánico, si desear no fuese distinto a existir en el pánico,

a oír el viento del universo aullando sobre el conocimiento del bien,

las proporciones de la embriaguez decapitadas por la ira del ángel,

si la costumbre de cada hombre negada a su propia obediencia

no hiriese torpemente las sienes al que ha salido del mundo,

el que ama sería amado más allá de la desaparición del amor.

Mas no puede contener el muro sobrecargado de enredaderas nocturnas,

no puede visitar el calvario de arpas embriagadas en los mataderos,

sino vivir en un reino que ya ha sido apartado de la celebración.

No volveré a saber tus ojos, ha anochecido en la última lámpara

y las oscuras raíces entran en la tumba agrietada del hombre.

No hay pasos que te sigan por las verdes alfombras de mármol

ni hay estremecimiento tras el ventanal de las dilatadas esperas.

Sólo el que arrastra su gran ruido por el mundo puede oírte ahora,

beber la mentira, poner cristales rotos bajo la lengua y el párpado,

sólo el herido por lo sagrado, sólo el abismal inocente huésped tuyo

conoce palmo a palmo la celda furiosa, la desnudez, el espectro.

Has nacido para vivir y esa inmortalidad ha derribado la tumba

donde todas las edades buscaban refugio, ah dulce ruiseñor

extraviado en los huérfanos cipreses de la mortal primavera,

qué canto de náufragos te ha atraído a la trampa doliente,

qué otro calor te ha separado de las ardientes profecías de la Tierra.

Nada busca el hombre que ama en la personificación de lo amado,

nada encuentra sino el vendaval que destroza las velas del conocimiento.

Camina por las ciudadelas arrasado por el incendio de lo presentido,

piensa en los climas que desordenan los quebrantados paisajes,

observa las rendiciones, se parece a las rendiciones, procura las rendiciones.

Cuanto ha dicho, cuanto feroz y delicadamente ha susurrado,

lo esparce por las galerías del corazón y en ellas clama

hasta vaciarse e irse cubriendo de anónimas deudas.

Ha descendido al lugar donde los coros permanecen callados

y son estruendo de lo silencioso bajo lamparones de otoño.

No supone, no conoce más que la petrificación de las iniciales,

las toneladas de nombres comprobados en la ventanilla de los inmóviles,

es la docilidad de los enfermos unificados por el sonido de la medianoche,

es la astronomía de la abeja libando las columnas del número.

Eres tú, amor mío, inclinada ante la huella de las herraduras lunares,

la musicada por el guardián de la medida y el bailarín de cerveza,

tú, la poseída por el poseído, los céntimos del jaguar y la cucharilla de arena.

John,

la piedad no ha sido hecha para nosotros, el borgoña

y el mar, las coronas asirias, los caballos que arrastran sobre el agua

la berlina del hijo complaciente en su abismo, no ha sido hecha

para el visitante la boca de tu aliento, la sedición de David ni

la escenografía del andrógino. Vive el generoso invisible

en la tristeza, adormecido lame la rúbrica en su rayo de invierno,

y, leve pasajero de sí mismo, ama al mayordomo preso de su nada.

Mira pasar a los ciudadanos, piensa en el mar y las carrozas fúnebres

que obsesionan de madrugada la nuca de los sanatorios, cuenta los días

suprimidos a la felicidad, los fragmentos arrancados al friso

de cuanto no ha de ser ni fugaz ni hermosura. Oh condición sin dolor

del que camina a distancia de su éxtasis y en ello halla placer,

y en aquello que goza tala otro bosque y algún amor se destruye.

Oh paciente enamorado, signo aún vivo del ruiseñor

atrapado en las resinas del árbol del paraíso,

no cantas para resistir la intemperie del que camina hacia su estrella

con zapatos de piedra, ni vuelas de una rama a otra para ocultarte en el sigilo.

Buscas desaparecer e inmolarte en el canto, pero qué canto

inaugurado en la academia donde soñó el latino,

qué ebrio cancionero de campesinos en la vieja taberna,

qué trino en la húmeda alameda clausurada al amado, dos pies

es la distancia que separa dos siglos, los dedos de los dioses

aún húmedos por la sustancia de las mismas palabras

que bisbisea el bufón, el imán de la flauta, el indetenible

mensajero que por la prolongación del aire ya traspasa

la puerta donde la granada y el perro conversan con mi corazón.

Ah si pudiera robarle a la existencia otro instante

y en él permanecer y esperarte y allí despacioso creer para siempre.

De: La visita de Safo y otros poemas para despedir a Lennon.Calambur(2011)

Todos los libros llenos de palabras

Y todos los libros llenos de palabras

y todos los calendarios llenos de días

y todos los ojos llenos de lágrimas

y llena de nubes la cabeza de todos los mares

y llenos de coronas y puntapiés todos los relojes de arena

y de jirafas molidas todos los pechos condecorados

y todas las manos llenas de verano y caracoles marinos

y todos los dormitorios llenos de manojos de explicaciones

y de pantalones disecados las sillas en todos los prostíbulos

y todos los huecos llenos de público

y todas las camas llenas de electrocutados

y todos los animales llenos de espíritu y pánico

y de feroces gritos los árboles en todos los aserraderos

y todos los tribunales llenos de testimonios

y todos los sueños llenos de sacacorchos

y llenas de chicas todas las estrellas

y todos los libros llenos de palabras

y todos los calendarios llenos de días

y todos los ojos llenos de lágrimas

y todas las peceras y todos los pupitres y todas las cenas íntimas

y todos los razonamientos llenos de indudables edificios

y toda la primavera llena de moscas y crisantemos

y llenas todas las iglesias y todos los calcetines y todas las peluquerías

y todas las mujeres llenas de gloria

y llenos también de gloria todos los hombres

y todas las perreras llenas de ángeles

y todas las llaves llenas de puertas

y todos los bazares llenos de ratones

y llenos de barrenderos todos los cuadros

y llenas de estiércol todas las escobas de la patria

y todas las cabezas llenas de radiografías e intríngulis

y llenas de luz todas las subestaciones eléctricas

y llenos de amor todos los manicomios

y todos los cementerios llenos de salvavidas

De: La bicicleta del panadero. Premio de la Crítica 2012 y el Premio Estado Crítico de ese mismo año. 

Ciencia secreta

                                   De acuerdo con Osman Bonneval
                                   Una factura eléctrica que conocí en un libro
                                   Todo enamorado es un enfermo secreto
                                   Un individuo individual que por lo menos
                                   Tiene dos hijas, una casi verdad otra casi belleza
                                   De acuerdo con el enamorado secreto
                                   Todo lo perfecto es resultado del extremismo italiano
                                   Una perspectiva de Brunelleschi recién salida del Bing Bang
                                   Apenas un instante en la partitura de los papagayos
                                   Casanova cebado de malicia y carneritos animales
                                   La minoría de tu cabeza que ejerce de camarero en el ojo de
                                                            la cerradura

                                              De: La bicicleta del panadero.Premio de la Crítica 2012 y el Premio Estado Crítico de ese mismo año. 

Las patatas enterradas

las patatas enterradas en un cuadro de joan miró

se convierten en pájaros escondidos bajo la lana en el fondo de un tambor

esas lluvias dormidas no necesitan una silla para trabajar sentadas

dicen finas palabras con ojos de gallina mientras soplan el polvillo de las lentejas

dicen santa es la miel santa la miel vieja que no espera ninguna desgracia en la casa dormida

solamente una vez durante toda la vida sale la estrella a platicar con los carneros que no tienen apellido

la noche está patas arriba y los insignificantes con nariz de gancho van a la sinagoga a llorar por la destrucción del templo

la madre los afeita bajo el impermeable con piel de fruta

se rasuran el mentón y los pelillos de las orejas

vienen los ratones con los bolsillos llenos de piedrecitas y garbanzos a volcar los candiles

ohhhhhh         ahhhhhh         ohhhhhh

cómo picotean allí dentro sus blancos zapatos de lejía y azúcar

en la última fila apoyados en el hombro de la nieve muerta preguntan a qué vendrá pentecostés

a frotar con aceite los huertecillos con baldosas de oro a amarse bajo las colchas de cama

qué caminata por la corona de los reyes

solo por hacer algo cruza cada uno su noche y el dedo de los anillos les dice pasa

allí está giorgio que detestaba las flores y amaba los frutos

allí las criaturas de apollinaire tirando desde la torre eiffel huevos a los alemanes

moishe         moishe         moishe

las patatas azules enterradas en los lienzos de joan miró lloran porque han perdido los resguardos

será que lo hacen porque la hermosura no se puede comprar sino cambiarse por otra belleza

la nodriza y el herrero han cerrado sus ojos y ahora se las arreglan sin beber

sobre el jabón mojado juegan las niñas que han comprado una vela

a la hora de la siesta las patatas escuchan música y se sirven pastelitos tricolor

todos los días son el día de todos los santos

los caballos comen fríjoles y las pensiones se llenan por un rato de mujeres y hombres a la manera de josephine baker

amén por los que al mondar las patatas escuchan alguna palabra de su madre

amén por los que con una mínima inclinación de cabeza dejan a dios con la boca abierta

la lluvia no tiene dinero los corderos no tienen dinero los fuegos artificiales no tienen dinero

igual desciende la bendición sobre sus propósitos

igual el ruiseñor mira a la trompeta por el rabillo del ojo y las esposas y los huéspedes de la revolución industrial quedan pensativos

ohhhhhh         ahhhhhh         ohhhhhh

no es necesario caerle bien a la gente basta con no interrumpir el trabajo del mar acariciarle el pelo a la democracia

eso sueñan las patatas bajo el arroz con pollo que se sirven los lanzadores de béisbol después de morderse la lengua

las patatas se bajan de los taxis de cartón y simplemente entran en restaurantes carísimos llenos de obreros graduándose y apodos bastante lindos

y el hombre que se mantenía al margen de todo se gira para decir no encuentro mi cartera

y el hombre que se negaba a ver se da la vuelta para declarar por primera vez ¡te amo!

tal vez no para siempre esta felicidad es para ti

ohhhhhh         ahhhhhh         ohhhhhh

las patatas enterradas en un lienzo de joan miró

De: Museo de la clase obrera (Calambur, 2018)

Asamblea

queridos compañeros carpinteros y ebanistas

les traigo el saludo solidario de los metafísicos

también para nosotros la situación se ha hecho insostenible

los afiliados se niegan a seguir pagando cuotas

a partir de este momento la lírica no existe

con el permiso de ustedes la poesía

ha decidido dar por terminadas sus funciones este invierno

no lo tomen a mal

pero aún quisiéramos pedirles una cosa

mis viejos camaradas amigos de los árboles

acuérdense de nosotros cuando canten la internacional

De: Museo de la clase obrera (Calambur, 2018)

Juan Carlos Mestre. Imagen Diario de León

Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, España, 15 de abril de 1957). Poeta, grabador y ensayista. Premio Nacional de Poesía (2009) por su obra La casa roja.

 Licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autónoma de Barcelona con la tesis «Escritura y Realidad en el Periodismo Contemporáneo». 

A los dieciséis años comenzó a escribir en El Diario de León y posteriormente, siendo estudiante de Periodismo en Barcelona, trabajó en el periódico Mundo Obrero y colaboró en la revista Ajoblanco en la época en que la revista fue dirigida por Amparo Tuñón, su profesora en la Facultad de Teoría Literaria,  y que aglutinó a su alrededor a filósofos, poetas, arquitectos, artistas y dibujantes de cómics de la escena contracultural de Barcelona y del resto de España de los años 70.

A los veinte años publicó su primer libro de poemas: ‘Siete poemas escritos bajo la lluvia’.

De su relación con la poesía narra Mestre en una entrevista concedida a Astorga redacción(1) el 28 de Junio de 2020:

Cuando naciste ¿la poesía ya estaba ahí?

«Justo ahí, en la misma puerta, en la misma calle, en el mismo pueblo.»

«Mis abuelos maternos eran vecinos y compadres de los Pereira y su hijo, Antonio Pereira, fue desde siempre, yo diría que desde antes de nacer, la mano del ángel anunciador de cuanto luego ha sido su generosidad en mi vida. Ahí está su para mí conmovedor cuento ‘La imposición de manos’, cuya protagonista es mi madre Esperancita Mestre. Añade a eso que Gilberto Ursinos era íntimo amigo de mi padre y, que siendo adolescente, guió con una delicadeza imborrable mis primeros pasos en la aventura de las palabras. A los 14 conocí en ese mismo espacio de destino a Antonio Gamoneda, cuya fraternidad y bondad intelectual me acompañan hasta hoy. En una misma calle del mundo se dio el azar de conocer y amar a la laica trinidad de mi vida, si se puede decir así, literaria. Sí, estaba ahí la poesía, en ellos tres, en su manera emocionante, antisolemne, civil  y sagrada de estar tan dignamente en el mundo y compartir los misterios de la existencia.»

Un día del mes de mayo Gilberto Núñez Ursinos deja en la panadería de tu padre un paquete para ti envuelto en papel de estraza. ¿Fue un mensaje de compromiso con la Poesía? 

Justo la tarde antes de su suicidio, así es. Mi padre me lo entregó al volver del cementerio, aquel domingo terrible de la primavera del 72. A lápiz había escrito escuetamente: “Dáselo al niño”. Nada más. Eso es todo. Dentro había tres libritos de la colección Adonáis: Anábasis de Saint-John Perse, Los cantos Pisanos de Ezra Pound y Sublevación inmóvil de Antonio Gamoneda, con la dedicatoria autógrafa: «A Gilberto Ursinos. Compañero vertical en la poesía que avanza”. Yo acababa de cumplir los 15 años, y poco o nada había leído hasta entonces que no fuese la chatarra retórica que nos obligaban a masticar en la escuela, vidas de santos, florilegios y pavadas varias, una sosería capaz de disuadir a cualquier chaval de volver a abrir un libro. Literalmente, por aquel entones Gilberto Ursinos era mi único libro, una persona libro, un ciudadano hecho solo de la verdad de las palabras, él estaba en el mundo como lo que era, un mágico poeta; recitaba de memoria, en francés, en inglés, que yo no entendía pero me maravillaba, poemas de Verlaine y Rimbaud y de Keats; nos hablaba de lugares y cosas solo habitables y concebibles a través de la imaginación; tenía extrañas interconexiones con los gatos, articulaba el habla de los ruiseñores, se quitaba el sombrero ante los cerezos en flor, mantenía confidencias con los árboles y las estrellas, amaba el cine, el único psicoanalista que por dos perras tenía nuestro pueblo, era amigo de los desobedientes y los humildes y jamás compartió mesa con los poderosos. En plena juventud lo visitó la enfermedad, y esa y otras sombras de desamor acercaron a él la melancolía que nubló la condición alegre que había sido siempre el noroeste su corazón y el norte de su vida.   Su muerte me dejó solo, yo creo que en alguna manera irremediable para siempre; su presencia y su ausencia fueron definitivas en mí conocimiento del mundo, la fraternidad como única memoria digna y perdurable de lo que yo reconozco como cultura civil, la voz, las voces de la poesía, la poesía como conciencia de algo de lo que no se puede tener conciencia de ninguna otra manera. Aquellos tres libros fueron una herencia y una suerte de mandato, una guía espiritual y estética que no se ha separado de mí nunca más, y  que sigue siendo hoy, casi cincuenta años después, lo que él es en mí ese recuerdo: “un pequeño templo en las montañas”.


Mestre es autor de varios libros de poesía y ensayo, como Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo (Premio Adonáis, 1985)La visita de Safo y otros poemas para despedir a Lennon,(Calambur, 2011), La poesía ha caído en desgracia (Premio Jaime Gil de Biedma, 1992) o La tumba de Keats (Premio Jaén de Poesía, 1999). Por su libro La casa roja obtuvo el Premio Nacional de Poesía 2009, y por La bicicleta del panadero recibió el Premio de la Crítica 2012 y el Premio Estado Crítico de ese mismo año.  Su último poemario Museo de la clase obrera ha sido editado en el 2018, seguido en el 2019 de 20O gramos de patacas tristes, su primer libro escrito es lengua gallega.  

Su obra poética ha sido recogida en varias antologías como Las estrellas para quien las trabaja (Edilesa, 2007), Un poema no es una misa cantada (Lustra Editores, Perú, 2013), Historia Natural de la Felicidad (Fondo de Cultura Económica, 2014), Tierra de los significados (El Ángel Editor, Ecuador, 2014), Asamblea (Editorial Universitaria, Honduras, 2018), o La hora izquierda (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2019).

En el 2017 se le concedió el Premio de las Letras de Castilla y León en reconocimiento al conjunto de su obra, así como la Medalla Europea “Homero” de Poesía y Arte, y el “Annual Cheng Ziáng Prize of the China Writers Association”.

Ha realizado las antologías sobre la obra poética de Rafael Pérez EstradaLa palabra destino (2001), y La visión comunicable (2001) de Rosamel del Valle, además de la edición comentada de la novela de Enrique Gil y Carrasco, El señor de Bembibre (2004); asimismo, es autor de El universo está en la noche (2006), libro de versiones sobre mitos y leyendas mesoamericanas, así como de la traducción, junto a Guadalupe Grande, de La aldea de sal, del poeta brasileño Lêdo Ivo), y conjuntamente con Alexandra Domínguez, de la Obra poética 1904-1974 de Saint-John Perse, editada por Galaxia Gutenberg  en el 2021.

En el ámbito de las artes plásticas ha expuesto su obra gráfica y pictórica en galerías de España, EE.UU., Europa y Latinoamérica. En 1999 obtiene la Mención de Honor en el Premio Nacional de Grabado de la Calcografía Nacional, y semejante distinción en la VII Bienal Internacional de Grabado Caixanova 2002, Premio Internacional de Arte Gráfico Atlante 2009 y III Premio Internacional de Grabado de la Fundación Vivanco en el 2010.

Ha ilustrado, entre otras múltiples publicaciones, libros de Enrique Gil y Carrasco, Fernando Fernán Gómez, Antonio Gamoneda, Federico García Lorca, Jorge Manrique, Carlos Oquendo de Amat, o Guillaume Apollinaire.

De su diálogo con la obra de otros artistas y poetas han surgido, entre otros, los libros conjuntos Piedra de Alma, con José María Parreño, Crónica de amor de una muchacha albina, con Rafael Pérez Estrada, EmboscadosCavalo Morto, con Amancio PradaBestiario apócrifo, con Álvaro Delgado (2000), Enea y los gatos, con Javier Fernández de Molina (2002), El Adepto, con Bruno Ceccobelli (2005), Arde la oscuridad, con Alfredo Erias (2007), Los sepulcros de Cronos, con el escultor Evaristo Bellotti  (2007), Tractatus Lamazares sobre la obra plástica de Antón Lamazares (2019) y, más recientemente, Extravío en la luz y Venas Comunales, con el poeta Antonio Gamoneda.

Ha editado numerosos libros de artista, como el Cuaderno de Roma (2005), versión gráfica de La tumba de Keats, resultado de su estancia como becario en la Academia de España en Roma, y realizado grabaciones discográficas junto a músicos como Amancio Prada, Luis Delgado, Hugo Westerdahl, Cuco Pérez o José Zárate.

Enlaces de interés :

Fuente de la bio y poemas :

(1)http://astorgaredaccion.com/archive/25368/la-poesia-de-jc-mestre-o-la-desobediencia-a-la-esclerosis-de-la-costumbre

https://www.diariodeleon.es/monograficos/filandon/241201/1699759/juan-carlos-mestre-hay-opcion-solidaridad-e-insurgencia-autoritarismo-barbarie.html

http://elcaracoldescalzo.blogspot.com/2022

https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura—ocio/lectura-museo-clase-obrera-jcmestre/20180813151909154791.html

https://www.lanuevacronica.com/lnc-culturas/mestre-deshacerse-civilmente-del-que-disiente-es-un-acto-de-cobardia-democratica-y-un-delito-contra-la-inteligencia_49969_102.html

https://www.rtve.es/play/videos/un-pais-para-leerlo/entrevista-juan-carlos-mestre/16352736


Juan Carlos Mestre en la clausura de Contrapunto 2020 en Santander dedicado a la construcción de la memoria de las violencias desde las vencidas.

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