7 Poemas de Margarita Ferreras

Soy una fruta de oro
ácida y dulce,
fría y ardiente.
Revoloteas
como una mariposa
con un alfiler grande
atravesado el cuerpo.
¡En el arranque de la nuca
La aguja fría del deseo!

Por la verde, verde oliva 

Por la verde, verde oliva 
y el verde, verde limón, 
llegaron los ojos negros 
que te embrujaron de amor. 
por la verde, verde oliva 
y el verde, verde limón. 
La sombra color cuchillo 
que da el arco de una puerta 
cobijaba a una mujer 
en largas horas de espera. 
El cielo es azul añil 
de pincelada violenta, 
mientras la cal en el patio 
de blancura reverbera. 
La calle arriba y abajo 
la blanca Muerte pasea 
con la guadaña en el hombro 
y en la boca una azucena. 
Por la verde, verde oliva 
y el verde, verde limón, 
se acercan los ojos negros 
con un hechizo de amor. 
Por la verde, verde oliva 
y el verde, verde limón. 
Llega y abraza con furia 
a la mujer deseada 
y le da en el corazón 
el hielo de las entrañas. 
Los martillazos del pecho 
la van poniendo amarilla, 
las piernas se le desmayan 
y le amarga la saliva. 
Enroscándose ella misma 
el cuerpo de la culebra, 
dice con voz de martirio 
y al mismo tiempo de entrega. 
Yo he visto unos ojos negros 
en una cara morena, 
si no han de ser para mí 
que se los coma la tierra. 
por la verde, verde oliva 
y el verde, verde limón, 
ya se van los ojos negros 
arrastrando un corazón. 
Por la verde, verde oliva 
y el verde, verde limón. 

De : Pez en la tierra, 1932

Se abre la mañana como una rosa plena.
Ciñe el cielo a la tierra con sus brazos de aire.

Hora caliente.

Vibración nerviosa

Sangre salpicada.

Rosas, rosas, rosas. […]

Los pájaros, los árboles, las rosas,

las bocas encendidas y entreabiertas

pierden su vida, gota a gota.

La lengua corrosiva del sol

ha comido la sombra.

Crepitan en la hoguera de la luz

las horas

(PT, p. 49).

Revuelto en oleadas de agonía

trepa por mis raíces

y florece en sonrisa,

este instinto

que araña como un topo

en las sombras amargas

que me entierran en vida.

(PT, p. 19)

Ni argolla ni dogal

quiero ser en amor. 

Prefiero seguir

la lección de la rosa. 

Si una mano me hiere

le daré mi aroma.

Huelo estas lilas

y desandan mis venas

la mitad de mi vida.

Era mi carne intacta

desnuda transparencia

incolora del agua.

Y removéis el poso

siervas de los sentidos

de los ecos remotos

en delicia presente.

Grité en el cuerpo de las fieras,

bailé desesperada en los desiertos,

me clavó sus agujas la lluvia

y sentí vehementes corazones de pájaros. (…)

Me llamaban con su voz sin sonido

en ciudades dormidas, casas deshabitadas,

nidos vacíos, cauces secos,

árboles mutilados, pozos sin agua.

(P.T p. 28)

María Margarita Ferreras Lorenzo (Alcañices, Zamora, España, 26 de febrero de 1900 – Palencia, España, 19 de noviembre de 1964). Poeta y escritora perteneciente a la generación del 27.

Hija de  Abelisa Lorenzo García, oriunda de Canfranc, y Francisco Ferreras Toro, oriundo de Alcañices. Él era interventor de Hacienda en la provincia de Palencia; ella había obtenido el Diploma de Honor escolar en 1878. Tras el fallecimiento del padre Margarita y su madre se trasladan a Madrid. Allí residían los únicos miembros que quedaban de la familia paterna. Su tío, José Ferreras Toro, era periodista, abogado y político del Partido Constitucional.

Asistió como alumna a la Residencia de Señoritas de Madrid y frecuentó el Lyceum Club Femenino. La poeta fue socia también del Ateneo de Madrid. Conocida en los ambientes literarios participó en numerosos eventos, como la lectura de poemas de poetas hispanoamericanos, entre ellos, de Juana Ibarbouru, en el homenaje que se hizo al poeta uruguayo Juan Zorrilla de San Martín en el Ateneo de Madrid en marzo de 1932.

Margarita Ferreras fue uno de los primeros amores del escritor Álvaro Retana -a quien se consideraba “el novelista más guapo del mundo”-, cuando ella era adolescente. La madre de la joven no aprobaba este noviazgo, por lo que se llevó a la muchacha a Barcelona, «donde no tardó en buscarle un protector adinerado». Este hecho no impidió que Ferreras enviase cartas de amor apasionadas a Retana, el cual le dedicó su obra Ninfas y sátiros.

Su relación con Retana nos da datos de la joven recién llegada a Madrid. Además de plasmar el momento en el que se conocieron en su estudio a través del primo del novelista y de certificar que la madre de ésta la acompañaba al encuentro, relata cómo Margarita Ferreras buscaba ascender socialmente a través del teatro.

En torno al año 1928, pretendió asumir el papel protagonista en la obra Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín de Federico García Lorca, aunque el papel fue asignado, finalmente, a la actriz Magda Donato, hermana de Margarita Nelken.

La función no llegó a estrenarse, se dice que por lo mal que le sentó a Ferreras el desplante y por tener el apoyo de su amante, el infante Fernando de Baviera, primo del rey Alfonso XIII.

Margarita Ferreras participó plenamente del ambiente cultural del Madrid del primer tercio del siglo XX. Por esos años no es raro encontrar el nombre de Margarita Ferreras en los periódicos de Madrid con motivo de los actos culturales que tienen lugar en la ciudad. Lo podemos leer en las informaciones que se publican a propósito del banquete que se le ofrece al escritor José Martínez Ruiz (Azorín) con ocasión de la publicación de su libro Angelita.  También tenemos referencias expresas de Ferreras por Manuel Azaña,  cuando fue presidente de del Ateneo en 1930,  según los datos que don Manuel expone en una carta a su amigo Cipriano Rivas Cherif. En la misiva le participa la presencia de Margarita el día en que pronunció su discurso de toma de posesión en el mes de junio. Se refiere don Manuel a que Margarita le preguntó a [Ángel] Galarza en un corrillo si él era un hombre sensual, porque le parecía frío y sereno, sin que nadie desvelara o revelara el temple del aludido. A continuación se refiere a lo escandalizada que se mostró su “tierna esposa ante tales curiosidades de la Margarita y supone ella que hasta entre las malas debe haber clases, unas más desvergonzadas que otras”.

 Francisco Ayala llegó a decir de ella que era «demasiado conocida» y la llega a describir como una auténtica diva que recibía a sus invitados descendiendo “majestuosamente” por unas escaleras y vistiendo ropas bordadas en seda. Incluso su nombre apareció en el prólogo de un libro de García Lorca.

Frecuentaba los círculos feministas intelectuales más notorios de la época, como el Lyceum Club o la Residencia de señoritas, que dirigía María de Maeztu.

Pero se sabe que tanto en la Residencia de Señoritas como en el Lyceum Club no guardaba buena relación con el resto de mujeres, quizá porque vivió un estilo de vida más adelantado que el resto, según cuenta el investigador Fran Garcerá.

Poco antes de la guerra, Margarita Ferreras había comenzado a sufrir algún tipo de trastorno nervioso o mental. Margarita fue ingresada en un sanatorio debido a sus problemas nerviosos y le fue diagnosticada una psicosis exógena.

Mantuvo correspondencia con Miguel de Unamuno y María de Maeztu entre otros.

Entre la ingente correspondencia de Miguel de Unamuno –escritor epistolar donde los haya- se hallaron cuatro cartas remitidas por Ferreras entre 1933 y 1935 en las que solicita verle. Se trata en concreto de ocho documentos, de los que tres son cartas fechadas entre el 26 de marzo de 1934 y el 27 de diciembre de 1935.

Todos se conservan en la casa-museo del escritor vasco en Salamanca y en ellos se pueden leer alusiones a los problemas dinerarios de la poeta con el infante Fernando de Baviera, así como referencias a las penosas circunstancias y estado de la remitente como leemos la primera, en la que alude al “enfermatorio” en el que está internada, un hospital psiquiátrico en el que -según cita literal- “me paso horas y horas acurrucada en un rincón como un animal enfermo”. Afirma además sentirse “sola, abandonada y enferma, arañándome en el pecho, antes de lograr dormir, las negativas y las evasivas de los que necesito creer que son mis amigos. A esta fe momentánea trato de asirme desesperadamente como a un aliento de esperanza hasta que logro hundirme en el sueño de un pozo de olvido”.

Cuando estalló la Guerra Civil, Margarita escapó a Valencia, donde enloqueció. 

 El escritor Manuel Altolaguirre escribió en sus memorias El caballo griego: reflexiones y recuerdos (1927- 1958) que se encontró con Ferreras durante la guerra civil en Valencia perdida la razón. En 1930 su residencia estaba fijada en la calle de Miguel Ángel, número 17, de Madrid, como se evidencia de una denuncia policial que interpuso por el robo de una pitillera y un encendedor, ambos de oro. También el dato de que en 1939 residió en la calle de Calderón de la Barca, número 1, de Murcia. Tras la guerra civil vivió durante un tiempo en Madrid, aunque se trasladó a Zamora ya que obtuvo auxilio por enfermedad de la Junta Provincial de Beneficencia de Zamora en 1964.

Segun Altolaguirre :

[…] me sobrecoge pensar en mi encuentro con la poetisa Margarita Cañedo, que con la razón perdida, despeinada y mostrando desgarrados sus antiguos vestidos, se me apareció en una calle de Valencia pidiéndome socorro. Había sido, en tiempo de la monarquía, amante de un infante de España, que la colmó de riquezas.

Vivía en un palacete con fachada de mármol y lucía lujosas alhajas cuando asistía a los teatros. Sin duda el desvío de su principesco amante hizo que adoptara ideas republicanas y como era todavía joven y hermosa, sostuvo amoríos con algunos políticos destacados.

[…] Margarita no pudo resistir el ambiente de la guerra. Se sentía sola, sin comprender la razón de los acontecimientos y con un terror inmenso por el porvenir. Tuve que acompañarla al cuarto del hotel donde vivía y por muchas que fueren mis atenciones, no recuperaba el buen sentido y siempre estaba a punto de realizar planes disparatados.  Nunca más he vuelto a oír hablar de ella.

Pez en la tierra fue su único libro. Publicado en 1932, en la imprenta de Concha Méndez y Manuel Altolaguirre, tuvo una tirada de 250 ejemplares, en papel de lino. Fué un libro audaz que rezuma erotismo y posee un sentido reivindicativo, pionero e infrecuente en su día, sobre el papel de la mujer. 

 Tras el prólogo, Margarita Ferreras incluye unos versos de San Juan de la Cruz a modo de anticipo o aviso para navegantes del tipo de poesía amorosa que nos vamos a encontrar:

Estábame en mí muriendo

y en ti solo respiraba…

Yo me metía en su fuego

sabiendo que me abrasaba.

No habrá más libros de esta autora zamorana. Quizá no hubo más versos tampoco de Margarita Ferreras, poeta de una única obra con sólo 28 poemas y una corta edición de 250 ejemplares .

Fran Garcerá, especializado en las poetas de la llamada Edad de Plata, asegura haber descubierto que falleció el 19 de noviembre de 1964 en la residencia de las hermanas hospitalarias de Palencia y que allí fue enterrada.

Shirley Mangini, de la Universidad de California, considera que ‘Pez en la tierra’ es un libro de poesía vanguardista, una «obra sumamente erótica e insólita para aquellos tiempos».

Margarita Ferreras es una de las últimas mujeres rescatadas de la Generación del 27. Poco a poco se va reparando el olvido.

Enlaces de interés :

https://zamorateca.com/2022/12/24/tambien-nosotras-dos-zamoranas-en-la-generacion-del-27/

https://luisantoniodevillena.es/web/noticias/noticia-de-una-olvidada-margarita-ferreras/

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