11 Poemas de Anne Carson

«Si supiera que es la poesía no tendría necesidad de escribir. Es algo que busco a tientas en la oscuridad»

Anne Carson

A pesar de su dolor,otro día

La niebla del río (7 AM) se dispersa y comienza, se estremece y comienza

en las rocas otoñales del molino.

Restos de hojas resplandecen. He hallado mi cordura.

La evidencia (7 PM): ella toma sus medicamentos, yo doy un paseo por el río.

La rueda de molino huele a húmeda hoja de maíz.

Detrás de mí (2:38 AM) en la oscuridad del Motel Dorset oigo el clic del calentador

y a ella, que se despierta en el otro extremo de la ciudad

en un cuarto pequeño y cálido

aferrándose a un rosario que brilla en lo oscuro.

No importa qué se diga del tiempo, la vida va en una sola dirección,

es una verdad que resplandece.

La niebla del río (7 AM) es plata desollada

cuando el alba oscurece

el día de mi partida.

PELIGRO NO LEVAR NI ECHAR ANCLAS

dice el letrero justo en la orilla.

La no conciencia nos engulle.

Ella en la cama como ramita doblada.

Yo, como siempre, ida.

Tres

Tres mujeres silenciosas en la mesa de la cocina.

La cocina de mi madre es oscura y pequeña pero del otro lado de la ventana

está el páramo, paralizado con hielo.

Se extiende hasta donde alcanza la vista

a lo largo de kilómetros planos hasta un cielo blanco sólido no iluminado.

Mamá y yo estamos masticando lechuga cuidadosamente.

El reloj de la pared de la cocina emite un bajo zumbido irregular que salta

una vez en el minuto justo de las doce.

Tengo a Emily pág. 216 abierta y apoyada sobre la azucarera

pero furtivamente estoy observando a mi madre.

Miles de preguntas chocan contra mis ojos desde adentro.

Mi madre está estudiando su lechuga.

Paso a la pág. 217.

“En mi fuga a través de la cocina tropecé con Hareton

quien ahorcaba una camada de cachorros

desde el respaldo de una silla en la puerta. . .”

Es como si a todas nos hubieran bajado dentro de una atmósfera de vidrio.

De tanto en tanto un comentario atraviesa el vidrio.

Impuestos en el lote de atrás. No es un buen melón,

falta para los melones.

La peluquera del pueblo encontró a Dios, cierra la tienda cada martes.

De nuevo hay ratones en el cajón de los repasadores.

Pequeñas bolitas. Mordieron

los bordes de las servilletas, si supieran

lo que cuestan las servilletas de papel hoy en día.

Esta noche llueve.

Mañana llueve.

Ese volcán en las Filipinas otra vez activo. Esa que no me acuerdo el nombre

Anderson se murió no Shirley no

la cantante de ópera. Negra.

Cáncer.

No estás comiendo tu guarnición, ¿no te gustan los pimientos?

Por la ventana puedo ver hojas muertas que atraviesan las tierras planas

y residuos de nieve herida por la mugre de los pinos.

En el centro del páramo

donde la tierra desciende hacia una depresión,

el hielo ha comenzado a abrirse.

Llegan aguas abiertas y negras

cuajadas como la ira. Mi madre habla repentinamente.

Esa psicoterapia no te está ayudando tanto, me parece.

No lo estás superando.

Mi madre tiene esa manera de resumir las cosas.

A ella nunca le había gustado Law

pero le gustaba la idea de que yo tuviera un hombre y que continuara con mi vida.

Pues él es de los que toman y tú de las que dan espero que funcione,

era todo lo que dijo después de haberlo conocido.

Dar y tomar eran sólo palabras para mí

en ese momento. Nunca antes había estado enamorada.

Era como una rueda que bajaba rodando una colina.

Pero temprano esta mañana mientras mamá dormía

y yo estaba abajo leyendo la parte de Cumbres Borrascosas

donde Heathcliff se aferra a la celosía durante la tormenta sollozando

¡Entra! ¡Entra! al fantasma del tesoro de su corazón,

caí de rodillas sobre la alfombra y también sollocé.

Ella sabe cómo ahorcar cachorros,

esa Emily.

No es como tomarse una aspirina, sabes, le respondo débilmente.

La Dra. Haw dice que el duelo es un proceso prolongado.

Ella frunce el ceño. ¿Y qué se logra

con todo ese remover el pasado?

Oh —extiendo las manos—

¡Yo me impongo! La miro directamente a los ojos.

Ella sonríe. Sí lo haces.

Ben Okri © 2010 Beowulf Sheehan/PEN American Center

El guante del tiempo

Cierto no soy más que la sombra de un pasajero en este planeta
pero a mi alma le gusta vestirse con elegancia
a pesar de las manchas.
Ella atraviesa la puerta.
Se quita su guante.
Acaso gira la cabeza.
Acaso cruza la pierna.
Ésa es una pregunta.
Quién está hablando.
También una pregunta.
Lo único que puedo decir
es que no veo ninguna prueba de otro guante.
Las palabras no son una frase, no te demores en ello.
Demórate en esto.
No es un tiempo vacío, es el momento
en que las cortinas revolotean dentro del cuarto.
Cuando se prepara la lámpara.
Cuando la luz da contra la pared justo ahí.
¿Y el guante?
Entonces se elevó: la vida que ella pudo haber vivido (par les soirs bleus d’été).
Da la casualidad
de que la pintura es inmóvil.
Pero si acercas la oreja al lienzo oirás
los sonidos de un gran estribillo que va avanzando.
En algún lugar alguien viaja hacia ti,
viaja día y noche.
Pasan abedules sin hojas.
El camino rojo se desvanece.
Toma, agarra esto:
una prueba.
Da la casualidad
de que un buen guante de etiqueta
mide 22 centímetros del dobladillo a la punta de los dedos.
A este guante lo “tomaron por la espalda”
(como dijo Godard de su King Lear).
Mientras escuchaba a sus hijas Lear
deseó ver sus cuerpos enteros
estirados a lo largo de sus voces
como cabritilla blanca.
¿Pues en qué difiere el tiempo de la eternidad salvo en que lo medimos? –

Líneas

Mientras hablo con mamá ordeno cosas. Lomos de libros junto al teléfono.

Clips

en un cuenco de porcelana. Residuos de goma manchan la mesa. Ella habla

con nostalgia

de la muerte. Empiezo a girar los clips en la dirección contraria.

Fuera

de la ventana la nieve cae en líneas rectas. A mi madre,

amor

de mi vida, le cuento lo que almorcé. Las líneas caen ahora

más

de prisa. El destino añade peso en los extremos (para apresurarnos)

quisiera

decirle: es señal de la misericordia de Dios. Ella no me retendrá

dice, ella

no me pasará factura. Los milagros se escurren sin darnos cuenta. Los

clips

están eternamente alineados. ¡La misericordia de Dios! Cuánto tiempo

la sentiré

arder, dijo la niña intentando ser

amable.

carsonann

El viejo sueter azul de papá

Hoy cuelga del respaldo de la silla de la cocina

donde siempre me siento, cuelga

del mismo respaldo y de la misma silla donde solía sentarse.

Me lo pongo al entrar,

como él solía, sacudiendo

la nieve de sus botas.

Me lo pongo y me siento en la oscuridad.

Él no haría esto.

Lajas de frío caen desde el hueso de la luna.

Sus leyes eran un secreto.

Pero recuerdo el momento en que supe

que perdía el juicio dentro de sus leyes.

Estaba de pie en la curva de la entrada cuando lo vi.

Llevaba puesto el suéter azul con los botones abrochados hasta

el cuello.

No sólo porque era una calurosa tarde de julio

pero la mirada en su rostro…

como un niño a quien la tía vistió temprano en la mañana

antes de un largo viaje

en trenes fríos y venteados andenes

sentado muy tieso en la orilla de su asiento

mientras las sombras, como largos dedos,

sobre almiares dejados atrás,

aún lo estremecen

porque él viaja mirando hacia atrás.

(Traducción de Jeannette L. Clariond)

En el esfuerzo que uno hace por hallar su camino entre los contenidos de la memoria

(insiste Aristóteles)

es útil el principio de asociación:

«pasar rápidamente de un punto al siguiente.

Por ejemplo de leche a blanco,

de blanco a aire,

de aire a húmedo,

tras lo cual uno recuerda el otoño en el supuesto de que esté tratando de recordar

esa estación».

O suponiendo,

amable lector,

qué no estés tratando de recordar el otoño sino la libertad,

un principio de libertad

que existió entre dos personas, pequeño y salvaje,

como son los principios, pero ¿cuáles son aquí las reglas?

Como él dice,

la locura puede ponerse de moda.

Pasar entonces rápidamente

de un punto al siguiente,

Por ejemplo de pezón a duro,

de duro a cuarto de hotel,

de cuarto de hotel

a la frase encontrada en una carta que escribió en un taxi el día que se cruzó con

su mujer

que iba caminando

por la otra acera, pero ella no le vio, se dirigía

-así de ingeniosas son las combinaciones de ese estado de flujo que llamamos

nuestra historia moral acaso no son tan claras casi como las fórmulas matemáticas

salvo que están escritas en el agua-

al juzgado

a presentar los documentos para el divorcio, una frase como

qué sabor entre tus piernas.

Tras lo cual mediante esta facultad absolutamente divina, la

«memoria de las palabras y las cosas»,

uno recuerda

la libertad.

¿Es eso yo? grita irrumpiendo el alma.

Almita, pobre animal incierto:

cuidado con este invento «siempre útil para aprender y vivir»

como dice Aristóteles, Aristóteles,

que no tenía marido,

rara vez menciona la belleza

y es probable que de muñeca pasara rápidamente a esclava cuando trataba de

recordar esposa.

(La belleza del marido, un ensayo narrativo en 29 tangos) Traducción de Ana Becciu

annecarson

Figura sentada con ángulo rojo

Si el cuerpo es siempre profundo pero es aún más profundo en la superficie.

Si los condicionales son de dos tipos reales e hipotéticos.

Si estás empujando, empujando y luego comienza a arrastrarte.

Si la policía en esa ciudad quemase las manos de la gente con un soplete.

Si (cuerpos) muy oscuros o rojizos nadan allí.

Si después ella se sentara como haría una persona mayor, sin los pantalones puestos,

confundida.

Si te adentras, si excavas, si te arriesgas a reconstruir.

Si el punto que durante años ha sido alimentado se aviva un poco.

Si la figura sentada empezara con una idea de interrogación.

Si hubiese una calidad de luz eléctrica muy fuerte.

Si tuvieses la idea de la interrogación.

Si la interrogación es un deseo de conseguir información que no se da ni se ofrece

libremente.

Si enterrada sin dejar casi huella en lo oscuro de su energía sedente, dentro de tu  

cuerpo hay otro cuerpo a la deriva.

Si al principio sonara como lluvia.

Si tu defensa es perfecta fueron los árboles después de todo los que se alejaron.

Si los objetos no son sólidos.

Si no hay caras, si lo que tú interrogas no son caras.

Si el rojo te hace pensar en la suerte o en cómo opera la suerte.

Si los pies se cruzan de modo que se escurre, escurren (Cristo) las analogías.

Si como dice Artaud quien no huele una bomba cocida y un vértigo comprimido no

merece estar vivo.

Si eliges qué deshacer, si sabes cómo tomar esa decisión.

Si la conduces hacia el agua.

Si le ofreces un regalo digamos un pensamiento de Pascal.

Si le das “fracciones infinitas de soledad” (Nabokov).

Si le da un poco de Artaud como “todos los escritos son mierda todos los escritores

son cerdos”.

Si los condicionales son de dos clases posibles e imposibles.

Si ella se aleja deslizándose, si tú lo haces.

Si el rojo es el color del cliché.

Si el rojo es el mejor color.

Si el rojo es el color del dolor del arte.

Si Artaud es un cliché.

Si los artistas te dicen que el arte es anterior al pensamiento.

Si quieres saber cosas como dónde está exactamente esa pierna.

Si los caballos estuviesen agotados.

Si ella suplicara, si viniera a la mesa, si la secuencia no importa.

Si comienza, un hilillo, este fino y lento gotear de la mente.

Si quieres saber por qué el escurrirse afecta tus nervios.

Si quieres saber por qué no puedes alcanzar tus propias ideas bellas.

Si en cambio llegas al borde de lo pensable, que se filtra.

Si detienes las filtraciones con condicionales.

Si los condicionales son de dos tipos reales e irreales.

Si nada permanece.

Si ella espera junto a ella misma.

Si Miroslav nos advirtió del exceso de inteligencia de los animales de laboratorio.

Si cuidar de ella es la noche.

Si un enigma entrara en la habitación.

Si todos los demás enigmas lucharan por salir.

Si fuera de aquí la luz huyera de las copas de los árboles que se alzan sobre un muro

de ladrillos de enfrente.

Si los condicionales son de dos tipos ahora es de noche y todos los gatos son pardos.

Si todas las víctimas de David exceden por decenas de miles a todas las víctimas de

Saúl.

Si ellos no sienten el dolor igual que nosotros.

Si condujeras hasta aquí con juguetes en el asiento trasero.

Si escribieras una palabra en el suelo de la celda con gotas de agua y la videograbaras

mientras se seca.

Si Vitrubio dice que ningún templo puede ser construido de manera coherente a menos

que se arme exactamente como un cuerpo humano.

Si el rojo es el color de la letra cursiva.

Si la letra cursiva es una tentación para el pensamiento.

Si Freud dice que la relación entre mirada y lo que se desea conlleva seducción.

Si Vitrubio no habla sobre desmantelar los templos pero podemos suponer que el

mismo canon es válido.

Si la seducción no está al servicio de nadie.

Si los condicionales son de dos tipos seducidos y despiertos.

Si no importa cómo te sostienes sobre uno no puedes ver al otro, no puedes rozar la

médula del sueño, no puedes leer lo que era esa palabra.

Si “hipotético” aplicado a los condicionales quiere decir que la prótasis es falsa.

Si (por ejemplo) “no hubieras destruido el barómetro esto nos hubiera prevenido”

implica que ahora estamos en medio de un temporal.

Si de hecho es una noche clara yo diría que casi implacablemente clara.

Si el condicional viene antes de condimento y condolencia.

Si no quieres recordar qué palabra era.

Si tu vida te desorienta (vida taimada).

Si la lluvia azota tu cara como las crines de todos los caballos de este siglo.

Si los condicionales son de dos tipos inscritos y dónde puedo escribir esto.

Ensayo sobre las cosas en las que más pienso

En el error.

Y en sus emociones.

Estar a punto del error es una condición del miedo.

Estar en medio del error es estar en un estado de locura y de derrota.

Darte cuenta de que has cometido un error produce vergüenza y remordimiento.

¿O sí?

Veamos.

Mucha gente, incluyendo a Aristóteles, opina que el error

es un suceso mental interesante y valioso.

Cuando habla de la metáfora en su Retórica,

Aristóteles dice que hay tres tipos de palabras:

las extrañas, las ordinarias y las metafóricas.

“Las palabras extrañas simplemente nos descolocan;

las palabras ordinarias nos transmiten lo que ya sabíamos;

usando metáforas es como nos topamos con lo nuevo y con lo fresco”

(Retórica, 1410b10-15).

¿En qué consiste esa frescura de las metáforas?

Aristóteles dice que la metáfora hace que la mente se experimente a sí misma

en el acto de cometer un error.

Ve la mente como algo que se mueve a lo largo de una superficie plana

hecha de lenguaje ordinario

y luego de repente

esa superficie se rompe o se complica.

Emerge lo inesperado.

Al principio parece raro, contradictorio o incorrecto.

Y después sí tiene sentido.

Y es en ese momento cuando, según Aristóteles,

la mente se dirige a sí misma y se dice:

“¡Qué verdad es! ¡Y aun así cómo lo había malinterpretado yo todo!”

Es posible aprender una lección de los errores auténticos de las metáforas.

No es solo que las cosas no son lo que parecen,

y de ahí que nos confundamos;

además, dicha equivocación es en sí valiosa.

Pero esperad un momento, dice Aristóteles,

hay mucho que ver y sentir por ahí.

Las metáforas le enseñan a la mente

a disfrutar del error

y a aprender

de la yuxtaposición entre lo que es y lo que no es.

Hay un proverbio chino que dice:

un pincel no puede escribir dos caracteres en la misma pincelada.

Y aun así

eso es justamente lo que hace un buen error.

Veamos un ejemplo.

Es un fragmento de cierto poema griego antiguo

que contiene un error de aritmética.

Por lo visto el poeta no sabe

que 2+2=4.

Fragmento Alkman 20:

[?] lo cual hacen tres estaciones, verano

e invierno y en tercer lugar otoño

y en cuarto lugar primavera cuando

hay florecimientos pero comer suficiente

no lo es.

Alkman vivió en Esparta en el s. VII a.C.

Entonces Esparta era un estado pobre

y es improbable

que Alkman llevara una vida de rico bien alimentado.

Este hecho es el contexto de sus observaciones

que desembocan en el hambre.

Siempre tenemos la sensación de que el hambre

es un error.

Alkman hace que experimentemos este error

con él

mediante un uso efectivo del error computacional.

Para un poeta espartano pobre sin nada

en sus bolsillos

al final del invierno,

ahí viene la primavera

como una ocurrencia a deshora de la economía natural,

la cuarta en una serie de tres,

desequilibrada su aritmética

y su verso yámbico.

El poema de Alkman se parte en dos a mitad camino con ese metro yámbico

sin dar ninguna explicación

sobre de dónde viene la primavera

o sobre por qué los números no nos ayudan

a controlar mejor la realidad.

Tres cosas me gustan del poema de Alkman.

Primero, que es pequeño,

ligero

y económico de una manera más que perfecta.

Segundo, que parece sugerir la presencia de ciertos colores como el verde pálido

sin ni siquiera nombrarlos.

Tercero, que consigue sacar a relucir

algunas preguntas metafísicas de primer orden

(como la de Quién hizo el mundo)

sin un análisis excesivo.

Fijémonos en que en el predicado verbal “lo cual hacen” en el primer verso

no hay sujeto: [?]

Es muy poco habitual en griego

que el predicado verbal no tenga sujeto; de hecho,

es un error gramatical.

Si les preguntáis, los filólogos estrictos os dirán

que este error no es más que un accidente de transmisión,

que el poema tal y como nos ha llegado

con toda seguridad es un fragmento suelto

de un texto más extenso

y que es casi seguro que Alkman nombró

al agente de la creación

en los versos precedentes.

Bueno, puede ser.

Pero, como sabéis, el principal objetivo de la filología

es reducir todo placer textual

a un mero accidente histórico.

Y no me siento cómoda con la idea de que podemos saber exactamente

qué es lo que quiere decir el poeta.

Por lo tanto, dejemos el interrogante aquí

al comienzo del poema

y admiremos la valentía de Alkman

a la hora de confrontar aquello que queda entre paréntesis.

La cuarta cosa que me gusta

del poema de Alkman

es la impresión que da

de hacer que se desembuche la verdad, en contra de sí misma.

Muchos poetas aspiran

a conseguir este tono de lucidez inadvertida

pero pocos se dan cuenta tan fácilmente como Alkman.

Por supuesto, su simplicidad es un fake.

Alkman no es para nada simple,

es un maestro de la organización

(o lo que Aristóteles llamaría un “imitador”

de la realidad).

La imitación (mímesis, en griego)

es el término que utiliza Aristóteles para designar a los errores auténticos de la poesía.

Lo que me gusta de este término

es la facilidad con la que admite

que aquello con lo que nos las vemos cuando hacemos poesía es el error,

la obstinada creación del error,

el rompimiento deliberado y la complicación de los errores

de los cuales puede emerger

lo inesperado.

Así que un poeta como Alkman

deja a un lado el miedo, la ansiedad, la vergüenza, el remordimiento

y el resto de emociones tontas que asociamos con el hecho de cometer errores

para aceptar

la verdad verdadera.

La verdad verdadera en el caso de los humanos es la imperfección.

Alkman rompe con las reglas de la aritmética

y hace peligrar la gramática

y no da pie con bola en cuanto a la forma métrica de sus versos

para llevarnos a aceptar este hecho.

Al final del poema el hecho sigue ahí

y probablemente Alkman no tiene menos hambre.

Sin embargo, algo ha cambiado en el coeficiente de nuestras expectativas.

Porque, haciendo que nos equivocáramos,

Alkman ha perfeccionado algo.

Sí, ha mejorado algo, ha mejorado algo de una manera

más que perfecta.

Con un solo pincel.

annnneeee

Segundo marido,un erudito

Las raciones escaseaban, ella hacía cola para conseguir manzanas y cerillas.
Entretanto, en su frío apartamento, él seguía traduciendo textos babilonios.
Petersburgo ya no era la capital (sino Moscú). Húmeda oscuridad
detrás de los letreros.
Las manos rompían estatuas.
La gente saqueaba incluso los cementerios.
El “Consejo en apoyo a la vida de los artistas”
servía sopa barata y trozos de pan
a escritores nocturnos con botas y chales y orejas laponas.
Junto a la sopa más de uno le decía. Me dejas de piedra.
El perro ha envejecido, susurraba entonces Ajmátova.
En casa, entretanto, el erudito le había quitado la piel a
varias palabras desconocidas.
Sus incisiones producían un sonido azul y apagado como seda.

Yo

Oigo pequeños chasquidos dentro de mi sueño.

La noche gotea su taconeo de plata

espalda abajo.

A las cuatro. Me despierto. Pensando

en el hombre que

se marchó en septiembre.

Se llamaba Law.

Mi rostro en el espejo del baño

tiene manchas blancas en la parte baja.

Me enjuago la cara y vuelvo a la cama.

Mañana voy a ver a mi madre.

3. Pero una dedicatoria es apropiada sólo cuando se hace ante testigos: es una rendición hecha necesariamente en público, como la entrega de estandartes en las batallas 

Sabes que hace años estuve casada y cuando mi marido se fue [se llevó mis cuadernos.

Cuadernos con espiral de alambre.

Conoces ese verbo frío furtivo: escribir. Le gustaba escribir, le [disgustaba tener que empezar solo con una idea.Usaba mis comienzos con propósitos diversos.

Por ejemplo, en [un bolsillo encontré una carta (para su amante de entonces) empezada con una frase que yo había copiado de Homero: [???????????????, como dice Homero que se alejó Andrómaca cuando se separó de Héctor: «volviéndose a cada paso» bajó de la torre de Troya y se fue por calles de piedra hasta la casa [de su leal esposo y allí con las mujeres entonó un lamento por el hombre vivo en su [mansión.

Leal a nada mi marido. Entonces, ¿por qué lo amé desde mi juventud hasta [la madurez y la sentencia de divorcio llegó por correo?

La belleza. No es ningún secreto. No me avergüenza decir que [lo amé por su belleza.

Como volvería a amarlo si lo tuviera cerca. La belleza convence. Sabes que la belleza [hace posible el sexo.

La belleza hace el sexo sexo.

Tú mejor que nadie entiendes esto… calla, pasemos al orden natural.

Otras especies, que no son venenosas, suelen tener [coloraciones y dibujos similares a los de las especies venenosas.

La imitación que una especie venenosa hace de otra no [venenosa se llama mimetismo.

Mi marido no era mimético.

Mencionarás, claro, los juegos de guerra.

Te lo conté muchas veces protestando porque se quedaban aquí toda la noche con los tableros abiertos y alfombras y lamparitas y cigarrillos [como la carpa de Napoleón, supongo, ¿quién podía dormir?

Mirándolo bien mi marido era un [hombre que sabía más de la batalla de Borodino que del cuerpo de su mujer, ¡mucho más! Las tensiones [trepaban por las paredes y se vertían en el cielorraso, a veces jugaban del viernes por la noche sin parar hasta el lunes [por la mañana. él Y sus pálidos amigos iracundos Sudaban muchísimo. Comían carne de los países del juego.

Los celos fueron una parte nada desdeñable de mi relación con la batalla [de Borodino.

Lo detesto.

¿De veras?

Por qué pasar la noche jugando.

El tiempo es real.

Es un juego.

Es un juego real.

¿Es una cita?

Ven aquí.

No.

Necesito tocarte.

No.

Sí.

Aquella noche hicimos el amor «de verdad», algo que aún no [habíamos hecho pese a que llevábamos seis meses casados.

Gran misterio. Ninguno sabía dónde colocar su pierna y [todavía hoy no estoy segura de que lo hiciéramos bien.

Parecía contento. Eres como Venecia, me dijo, sublime.

Temprano al día siguiente redacté una conferencia («Sobre la defloración») que luego me robó y publicó en una revistita bimestral.

Esto era, por encima de todo, una interacción típica entre [nosotros.

O debería decir ideal.

Ninguno de los dos había visto nunca Venecia.

De La belleza del marido(2002)

Podrías

Si no eres la persona libre que quieres ser, busca un lugar donde puedas contar la verdad sobre ello. Contar cómo te va con todo. La franqueza es como una madeja que se produce a diario en el vientre, tiene que desenrollarse en algún lado. Podrías susurrar de cara a un pozo. Podrías escribir una carta y mantenerla guardada en la gaveta. Podrías escribir una maldición en una cinta de plomo y enterrarla para que nadie la lea por mil años. No se trata de encontrar un lector, se trata de contar. Piensa en una persona de pie, sola en un cuarto. La casa está en silencio. La persona lee un pedazo de papel. No existe nada más. Todas sus venas se pasan al papel. Toma la pluma y escribe en él unos signos que nadie más va a ver, le confiere así como una plusvalía,

y todo lo remata con un gesto

tan privado y preciso como su propio nombre.

Anne Carson (Toronto-Canadá, 21 de junio de 1950 ). Poeta, ensayista y traductora. Graduada por la Universidad de Michigan (EE. UU.) y es Doctora Honoris Causa por la Universidad de Toronto (Canadá). Premio Princesa de Asturias de las Letras 2020.

 

A los  15 años Anne  descubrió una edición bilingüe de los poemas de la poeta griega Safo en una librería local, algo que impactó su vida ,según explica la propia autora:

“Yo era una adolescente desafecta necesitada de estímulos. La visión de las dos páginas yuxtapuestas, una de ellas un texto impenetrable pero de gran belleza visual, me cautivó y me compré el libro. Al año siguiente destinaron a mi padre a otra ciudad igual de aburrida, pero lo que me salvó fue que en el instituto había una profesora de latín, una mujer excéntrica, que cuando supo de mi interés por aprender griego se ofreció a darme clases a la hora del almuerzo. Se llamaba Alice Cowan y le debo mi carrera y mi felicidad”

Después de varias visicitudes académicas terminó su formación  en 1981 con el grado de Doctora con una tesis sobre Safo, Odi et Amo Ergo Sum, publicada en 1986. Ha sido profesora en su casa de estudios y en la Universidad Mc Gill.

Publicó su primer libro de poemas, Short Talks (1992), a los 42 años, en una editorial independiente. El título más conocido de Anne Carson es Autobiografía de Rojo, “novela” en verso en la que reescribe el mito de Hércules y Gerión en clave homoerótica. “Fue una apuesta. Un día le dije a un amigo novelista que jamás sería capaz de escribir una novela y me retó a intentarlo”. Aunque no está muy claro qué es, el libro tuvo un éxito fulminante, alcanzando cifras de ventas que rara vez se asocian con los autores de poesía. “Es el único libro que me piden que firme cuando leo en público. A veces pienso”, ironiza, “que debería haber dejado de escribir después de publicarlo”.

Alguna de sus obras más conocidas son :

 Eros the Bittersweet An Essay (Eros el dulce-amargo )(1986), Tipos de agua. El camino de Santiago (1995),Autobiography of Red (Autobiografía de rojo). Una novela en verso(1998),Men in the Off Hours, Hombres en sus horas libres (2001),The Beauty of the Husband (La belleza del marido)(2002), un ensayo narrativo en 29 tangos; con él obtuvo el Premio T. S. Eliot de poesía, concedido por primera vez a una mujer. Si no, el invierno. Fragmentos de Safo (2002), Decreación. Poesía, ensayos, ópera (2005), Nox (2010),Antigonick (2015), Flota (2016), Bakkhai (2017).

Entre otros premios ha recibido:

El Premio Literario Lannan (1996), Premio Pushcart (1997), la Beca Guggenheim (1998), la Beca MacArthur (2000), el Premio de Poesía Griffin (2001),el Premio T. S. Eliot de poesía, concedido por primera vez a una mujer, el premio Princesa de Asturias de las Letras 2020.

En 2015, su traducción de la tragedia de Sófocles, Antígona, se representó en Luxemburgo y en el Centro Barbican. La producción fue dirigida por Ivo van Hove y es protagonizada por Juliette Binoche.

Está considerada por la crítica literaria como la poeta viva más importante de las letras anglosajonas.

Enlaces de interés : 

Anne Carson visual

Web de la autora: 

Poetry

Anne Carson y lo que perdura cuando ya no está


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