5 Poemas de Sukeina Ali Taleb

Agua

El agua nunca pesa en la carga del camello,

me dice al oído una dulce voz de mujer.

Cuando el sol amenaza con su aliento cálido,

y se hace imposible avanzar un paso más,

el agua no pesa, no.

Cargué entonces mi mochila con agua para el camino,

y dejé atrás mi camello, dejé también mi jaima,

vestí otras ropas, y me calcé unos zapatos nuevos .

Me  adentré en tierras de alquitrán y lodo,

donde los árboles crecen negros,

y a veces el ruido no te deja pensar.

Donde no hay descanso para el viajero,

y sientes que unas manos te aprietan el corazón

y no te sale la voz.

El agua nunca pesa en la carga del camello,

oigo entre risas decir a los niños.

Avancé entonces, recorriendo caminos,

esos zapatos pensé, me llevarán lejos.

Salté por encima de los pozos,

de agua, estancada,

me equivoqué, confié, también lloré lágrimas,

de agua.

Pero el agua en mi mochila nunca faltó,

el agua no pesa, no.

El agua nunca pesa en la carga del camello,

me llegan voces antiguas

del desierto del Sáhara y de la montaña verde,

no olvides llevar agua, pequeña.

El agua es vida, te calma, te salva,

agua dulce para curar heridas,

y junto al agua,

carga bien tu mochila de otras cosas,

las cosas valiosas no pesan.

No te arrepientas de dar y ser generosa.

El agua nunca pesa en la carga del camello,

y  al cerrar los ojos, me sumerjo en el recuerdo,

y siento en mi nuca el suave hálito de los que se fueron.

El agua nunca pesa, pequeña.

No seas tonta. No te arrepientas.

Y ¿donde queda el Sahara?

Y… ¿dónde queda el Sahara?

A un palmo de tu casa cuando ves su perfil dibujado en un mapa. A dos horas de vuelo de España. A un salto enérgico desde la isla más alargada canaria. A un beso de agua Atlántica.

En tus ojos cuando recuerdan, veo el Sahara. En tu habla, que es mi habla. En las palabras de una lengua que los saharauis aman, tanto como amaba Lope, Tirso, Calderón de la Barca.

Queda a 38 años del final de su historia colonial. A 100 años de historia borrada. Olvidada. Queda a pocos pasos de la gente sin memoria.

Y a miles y miles de historias de hombres y mujeres que aterrizaron en esas tierras cálidas. Queda lejos de ser una provincia más de España, como lo fue, créeme, en otra España.

En tu corazón siento el latir del Sahara. Occidental lo llaman. Western Sahara. Marruecos no se llama. No. Queda muy lejos del vecino que ansía lo que no es suyo. A años luz de distancia. Hablamos lenguajes distintos. Y no entiendo nada.

En sus cicatrices de altos muros y minas me duele el Sahara. Un Sahara que sangra. Queda muy lejos de la palabra Justicia. A muchos días con sus noches del Cabo de Buena Esperanza.

¿Y dónde queda el Sahara? preguntas por romper el hielo. Queda, pienso, a un te quiero hoy y no te quiero mañana. Muy cerca de un dulce sueño que arrebatan al alba.

Los políticos de chaqueta y corbata se empeñan en situarla a cientos de miles de kilómetros de distancia. Para ellos, me atrevería a decir, no existe el Sahara. Y aun así, en mi retina se refleja cada granito de arena de un desierto que se baña juguetón en el océano.

Como una intrépida malabarista paseo haciendo equilibrios sobre una línea imaginaria. Es el Trópico de Cáncer que atraviesa como una lanza el Sahara y el mismísimo continente de África. Y desde lo alto veo una tierra luminosa. También convulsa y valiente. Y desde hace poco desconfiada.

¿Y dónde queda el Sahara? Orgullosa te digo, que a escasos milímetros de tu piel, cuando me estrechas la mano. O la mano de cada saharaui que vive luchando en la zona ocupada, en los campamentos de refugiados, en la lucha diplomática o en la lucha diaria, muy lejos de su tierra amada. Sahara.

sukiiiinaaaa

De dioses hombres y ratones

A mis oídos llegó un día la historia de un hombre ciego.Entre verdad y leyenda, este cuento llegó a mí, arrastrado y aupado por el viento. El viento del Sáhara que ruge airado en ocasiones, y otras, como hoy, suave y apacible  para permitir que se escuche esta sencilla historia de dioses, hombres y ratones.

Dios fue a visitar a un hombre ciego,
su fin era concederle un único deseo.
El hombre ciego pensó,
y un instante tardó en decidir su deseo.
Entre las miles de cosas que un hombre puede desear,
aquel hombre ciego le pidió a su Dios
ver el mundo del que tanto había oído hablar,
aunque sólo fuera un minuto.
Dios le concedió el deseo,
y le permitió ver el mundo.
Cuando sus ojos se abrieron
y en ellos penetró por primera vez la luz del sol,
la suerte puso en su camino a un peludo y torpe ratón
que avanzaba a saltitos sobre las alfombras.
Lo observó atento,
y al cumplirse el minuto,
sus ojos se cerraron
y en ellos no volvió a penetrar jamás la luz solar.
Desde aquel momento,
cuando escuchaba a otros hombres hablar,
ya no se quedaba en silencio.
Si oía decir que algo era muy grande,
apuntaba convencido: grande como aquel ratón que un día vi,
si alguien era ágil, el hombre ciego señalaba,
 ágil como aquel ratón que un día vi,
y si algo era realmente bello,
para nuestro hombre ciego era bello y hermoso
como aquel ratón que un día vio.

Vida

He dejado de buscar tu nombre,
se había instalado en mí, no recuerdo desde cuándo,
quizá desde que la nieve cubría los bancos
y los paseos entre hileras de flores era nuestra rutina de fin de semana.

Dejé de rendirte cuentas,
de comer los domingos, de esperar tu llamada.
Me dijeron que la vida pasa, y que no importan las palabras,
y así una mañana me arrancaron tu nombre
y desde entonces no he vuelto a pronunciarlo.

He dejado de buscar tu nombre,
porque grito y nadie me contesta,
porque pregunto y no hay respuesta,
porque el silencio lo llena todo,
y se ríe de mí sin decir nada.

Es solo una palabra, pienso,
y entonces busco entre mis recuerdos,
y se me escapa el llanto, y no debo,
es solo una palabra, pienso.
Y te veo bailar en la cocina,
una suerte de albóndigas y gazpacho,
de vino dulce, de risas,
y no sé qué hacer con tu nombre.
Quiero decirlo, y no puedo.

De niña me enseñaron a unir sus sílabas,
pero nadie me dijo que un día tendría que aprender
 a dejar de pronunciarlo.
A eso nadie te enseña.
Eso lo aprendes solo.
Mejor rápido que lento.
Es solo una palabra, pienso.

Aprendí tu nombre cuando el mundo era un lugar seguro,
y las amapolas dibujaban un mar rojo
en los descampados,
y nos divertía hacer ramos de novia,
con pétalos que se deshacían en nuestras manos.
Y jugar al balón,
entre hierbas silvestres, abuelillos, espigas,
y olor a campo.
La ciudad lo tenía todo.
Tampoco conocías otro escenario.

Y de pronto  tu nombre,  arraigado en mi cuerpo,
se me hizo extraño.
Nadie me avisó. Lo borraron de mí
un mañana, fría como todas,
como si estuviera escrito con mala caligrafía,
como si ya no valiera.
Como si se hubiera agotado.
Las palabras no pasan, pienso.
Pero la vida pasa, me dijeron,
y que el tiempo no espera.
Cómo utilizar esta palabra que tanto quiero,
que me enseñaron con tanto esmero.
No sé qué debo pensar.
Este vocablo, que me dio la vida,
hoy se  me hace ajeno.

La vida borra con autoridad de un bandazo
vocablos de mi diccionario.
Me dicen que es una simple palabra, que es sencillo.
Mamá, decía ayer,
mamá, no volveré a decirlo.

 

El Titán olvidó llorar

El Titán olvidó llorar

y olvidó por estensión tener corazón

si en una vida caben cien vidas

el titán lloró amargamente por cada una

pero olvidó dejar lagrimas para la última,

algo se murió en ti Titán,

entonces se enoja

y armado hasta los dientes lanza rocas

desata un vendaval

y el cielo ruge

yo busco sus ojos entre el tumulto de huesos

de historias e historias rotas,

algo se murió en ti gigante,

lobo solitario

y tan triste

yo te busco incansable,

inamovible Titán,

y sueño con encontrar en ti

en mi búqueda anhelante

el brillo de una lágrima que te desarme.

Sukeina Aali-Taleb ( Madrid en 1974) de padre saharaui y madre gallega.Poeta, periodista y profesora.

Licenciada en la Facultad de Ciencias de la Información (Periodismo) de la Universidad Complutense en Madrid, año 1997. Periodista, profesora en institutos públicos de Madrid y conferenciante. 

Ha publicado reportajes en numerosas publicaciones del sector editorial español. Desde el año 2002 hasta el 2008,  trabajajó como redactora en el suplemento dominical MAGAZINE del diario El Mundo .

Es miembro del grupo de escritores «La Generación de la Amistad Saharaui», un grupo de poetas saharauis que pretende transmitir el sufrimiento de su pueblo, «unidos por historias de pastores que se perdieron persiguiendo sus sueños tras una nube», a través de la poesía (y también la prosa) en lengua castellana.

 Apoya al Frente Polisario en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado en Tinduf (Argelia) desde 1995. Fué Coordinadora de la presentación de la Candidatura de las mujeres saharauis al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2001 .

Ha trabajado en la  coordinación y organización del Festival Internacional de Cine del Sáhara (FISAHARA 05). En la actualidad, es la coordinadora del blog de El País «¿Y…dónde queda el Sáhara?».

 

Enlaces de interés :

 

https://www.google.com/search?client=safari&rls=en&q=y+donde+queda+el+sahara+blog+el+pais&ie=UTF-8&oe=UTF-8

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