Implications of One Plus One
Sometimes we collide, tectonic plates merging,
continents shoving, crumpling down into the molten
veins of fire deep in the earth and raising
tons of rock into jagged crests of Sierra.
Sometimes your hands drift on me, milkweed’s
airy silk, wingtip’s feathery caresses,
our lips grazing, a drift of desires gathering
like fog over warm water, thickening to rain.
Sometimes we go to it heartily, digging,
burrowing, grunting, tossing up covers
like loose earth, nosing into the other’s
flesh with hot nozzles and wallowing there.
Sometimes we are kids making out, silly
in the quilt, tickling the xylophone spine,
blowing wet jokes, loud as a whole
slumber party bouncing till the bed breaks.
I go round and round you sometimes, scouting,
blundering, seeking a way in, the high boxwood
maze I penetrate running lungs bursting
toward the fountain of green fire at the heart.
Sometimes you open wide as cathedral doors
and yank me inside. Sometimes you slither
into me like a snake into its burrow.
Sometimes you march in with a brass band.
Ten years of fitting our bodies together
and still they sing wild songs in new keys.
It is more and less than love: timing,
chemistry, magic and will and luck.
One plus one equal one, unknowable except
in the moment, not convertible into words,
not explicable or philosophically interesting.
But it is. And it is. And it is. Amen.
Implicaciones del uno más uno
A veces chocamos, se fusionan las placas tectónicas,
los continentes se empujan, se ajan en las fundidas
venas de fuego, allá bajo la tierra, y levantan
montones de rocas en las cimas dentadas de Sierra.
A veces tus manos me recorren, seda fina
de algodoncillo, caricias que vuelan de la punta de las alas,
los labios se nos rozan, un cúmulo de deseos se citan
como la niebla sobre el mar templado, espesa, a punto de la lluvia.
A veces lo perseguimos con ahínco, escarbando,
revolviendo, gruñendo, sacudiendo las mantas
como tierra desprendida, husmeando en el otro
la carne con boquillas calientes, y revolcándonos allí.
A veces niños somos besándonos, ridículos
bajo la colcha, acariciando las vértebras xilófonas,
haciendo gracias húmedas, escandalosos como
una fiesta de pijamas que brinca hasta quebrar la cama.
Te doy vueltas y vueltas, a veces, explorando,
torpe, buscando una forma de entrar, el alto boj
laberíntico penetro, bullendo los pulmones que estallan,
hacia la fuente de tierno fuego del corazón.
A veces te abres como las puertas de una iglesia
y me arrastras. Te deslizas, a veces,
como el áspide en su escondite adentro de mi ser.
A veces te adentras con una banda de música.
Diez años ahormando nuestros cuerpos juntos
y todavía resuenan salvajes con nueva luz.
Es más que amor y menos: ritmo,
química, magia, el querer y la suerte.
Uno más uno es igual a uno, incognoscible salvo
en el momento, no convertible en palabras,
no explicable o filosóficamente interesante.
Pero así es. Y lo es. Y lo es. Amén.
De Available Light: Poems by Marge Piercy, 1988.

El miedo
Despierto con huellas de dientes
en mi cuello.
Tengo la sensación de que algo
falta. No estoy entera.
De este cuerpo mío, blando,
debo
sacar algún provecho, antes de ser
tragada como aceituna, antes
de que
se expanda la fosa con mis
huesos.
Los minutos son boquitas de
hormigas;
dientes de tiburón, los días. Y la
noche, como mandíbulas enormes de
ballena, se abre.

Trato de llamar tu atención sin ser muy obvia
Yo: Acomodo mi cuerpo
frente a ti como un platón
lleno de manzanas o como
un racimo de uvas.
Yo: Dondequiera que esté
estoy adentro esperando.
Soy la fiera oquedad.
Soy el deseo de lo que
adentro de mí crece.

Canción postrada
Húmedo, húmedo, en la humedad metido,
creo que eres cerveza, leche y semen.
Eres remolino de agua, un dios del río
con cabeza afelpada. De tu nariz
brota la sangre, y de tu boca el vino.
Eres humectante que cura catarros y
resfríos. Emites un vapor perenne,
exhalación, riachuelo de orina, lágrimas
tibias. Tienes una erección en frío y,
escurridizo, te pierdes debajo de la
lama. De pronto caes, fogoso, ganas tú,
barullero, y en todas las habitaciones
tocas puertas. Mientras yo, cual medusa
vibrante, como un salmón que encalla.
sobre tu suavidad resbalo y quedo plena.

Derecho a la vida
Una mujer no es un árbol de peras
inconsciente y fecundo del que caen los frutos
al mundo. Hasta los perales
se llenan un año y descansan al siguiente.
En los huertos descuidados cae la fruta
tibia y madura en el pasto, y los árboles se elevan
nudosos para regalo de los pájaros, a cuarenta pies de altura
entre espinas de una pulgada de largo,
que estallan con atavismo en la suave madera.
Una mujer no es una canasta en la que escondes
tus panecillos para mantenerlos calientes. No es una gallina
ponedora bajo la que deslizas huevos de pato.
No es la bolsa donde guardas el dinero
de tus hijos para usarlo después en tus guerras.
No es un banco donde tus genes ganan intereses
y mutaciones interesantes bajo esta lluvia
sucia. Tú tampoco lo eres.
Yo escojo lo que entra en mí; lo que se vuelve
carne de mi carne. Sin mis opciones, no viven la política
ni la ética. Yo no soy tu campo de maíz
ni tu mina de uranio; no soy tu ternera
de engorde, tu vaca de leche.
No me usarás como fábrica.
Los curas y los congresistas no son dueños
de acciones sobre mi vientre o mi mente.
Este es mi cuerpo. Si te lo doy
quiero que me lo devuelvas. Mi vida
es un derecho no negociable.

Blues luctuoso para Janis Joplin
Tu voz siempre me golpeó el nervio del codo,
la maldita fantasía del gran corazón en su congoja;
me arrastró como una luna de cobre,
por todas sus fases hasta alcanzar la libertad.
No puedo menos que amarte con mis pesadillas.
Tu voz chirría en la médula ósea
cocinada en el inmenso lupanar
del masoquismo en que nadamos.
Mujer maltratada, sufriente, defraudada.
Nos han domesticado para habitar
la casa candente de la explotación.
Nunca tenemos tanta vida,
ni somos tan personas,
hasta que caminamos
plenas de blues nocturnos;
cuando más vale que un hombre inexistente
haya partido
(ausencia que es gas para inflar globos)
y nos queda el pensamiento,
la sensación, la voluntad.
¡Oh!, ¡hembra blues tiranizada, jugosa, prolija!
Palpita tu rostro inflamado y malquerido.
Vuela tu cabello de alambres
desparramando la energía. Bocanada
de llamas
para quien toda su vida es combustible.
Tú personificaste a la mamá perfecta
que no se agota en las entregas,
como la sopa de pollo para embriagar
a la raza de hombres-ratas.
Personificaste el dolor
que se prende del pecho como un niño;
y a la goma de mascar, linda y pasiva.
Mujer ajena a la esperanza mendiga y
sin fin del mundo,
luchando encarnizadamente para ser fornicada; ese deseo llamado amor
Y que dejan colgando de la escarpia,
esa necesidad de amar
como un hueco que llora en el alma;
esa droga que nos cuelga y arrastra, matándonos,
tan fría como el aguanieve
que congeló tu sangre.

Attack of the Squash People
And thus the people every year
in the valley of humid July
did sacrifice themselves
to the long green phallic god
and eat and eat and eat.
They’re coming, they’re on us,
the long striped gourds, the silky
babies, the hairy adolescents,
the lumpy vast adults
like the trunks of green elephants.
Recite fifty zucchini recipes!
Zucchini tempura; creamed soup;
sauté with olive oil and cumin,
tomatoes, onion; frittata;
casserole of lamb; baked
topped with cheese; marinated;
stuffed; stewed; driven
through the heart like a stake.
Get rid of old friends: they too
have gardens and full trunks.
Look for newcomers: befriend
them in the post office, unload
on them and run. Stop tourists
in the street. Take truckloads
to Boston. Give to your Red Cross.
Beg on the highway: please
take my zucchini, I have a crippled
mother at home with heartburn.
Sneak out before dawn to drop
them in other people’s gardens,
in baby buggies at churchdoors.
Shot, smuggling zucchini into
mailboxes, a federal offense.
With a suave reptilian glitter
you bask among your raspy
fronds sudden and huge as
alligators. You give and give
too much, like summer days
limp with heat, thunderstorms
bursting their bags on our heads,
as we salt and freeze and pickle
for the too little to come.

Poema obsceno
A pesar del aire cálido
mis campos tienen nieve.
Deseo retorcerme y culebrear.
Un gemido entre la oscuridad
desvaneciente
nos dice, claro está,
quien va ganando.
La paja del techo
amenaza con desbordarse
pero yo quiero escarbar
y transplantar algunas yerbas.
Mis montañas están turgentes.
Sobre la arcilla color hoja seca
de mi jardín
las orugas parecen bocas.
¿Por qué no te apresuras
y te quitas la ropa?

Toad Dreams
That afternoon the dream of the toads
rang through the elms by Little River
and affected the thoughts of men,
though they were not conscious that
they heard it.–Henry Thoreau
The dream of toads: we rarely
credit what we consider lesser
life with emotions big as ours,
but we are easily distracted,
abstracted. People sit nibbling
before television’s flicker watching
ghosts chase balls and each other
while the skunk is out risking grisly
death to cross the highway to mate;
while the fox scales the wire fence
where it knows the shotgun lurks
to taste the sweet blood of a hen.
Birds are greedy little bombs
bursting to give voice to appetite.
I had a cat who died of love.
Dogs trail their masters across con-
tinents. We are far too busy
to be starkly simple in passion.
We will never dream the intense
wet spring lust of the toads.

What Are Big Girls Made Of?
The construction of a woman:
a woman is not made of flesh
of bone and sinew
belly and breasts, elbows and liver and toe.
She is manufactured like a sports sedan.
She is retooled, refitted and redesigned
every decade.
Cecile had been seduction itself in college.
She wriggled through bars like a satin eel,
her hips and ass promising, her mouth pursed
in the dark red lipstick of desire.
She visited in ’68 still wearing skirts
tight to the knees, dark red lipstick,
while I danced through Manhattan in mini skirt,
lipstick pale as apricot milk,
hair loose as a horse’s mane. Oh dear,
I thought in my superiority of the moment,
whatever has happened to poor Cecile?
She was out of fashion, out of the game,
disqualified, disdained, dis-
membered from the club of desire.
Look at pictures in French fashion
magazines of the 18th century:
century of the ultimate lady
fantasy wrought of silk and corseting.
Paniers bring her hips out three feet
each way, while the waist is pinched
and the belly flattened under wood.
The breasts are stuffed up and out
offered like apples in a bowl.
The tiny foot is encased in a slipper
never meant for walking.
On top is a grandiose headache:
hair like a museum piece, daily
ornamented with ribbons, vases,
grottoes, mountains, frigates in full
sail, balloons, baboons, the fancy
of a hairdresser turned loose.
The hats were rococo wedding cakes
that would dim the Las Vegas strip.
Here is a woman forced into shape
rigid exoskeleton torturing flesh:
a woman made of pain.
How superior we are now: see the modern woman
thin as a blade of scissors.
She runs on a treadmill every morning,
fits herself into machines of weights
and pulleys to heave and grunt,
an image in her mind she can never
approximate, a body of rosy
glass that never wrinkles,
never grows, never fades. She
sits at the table closing her eyes to food
hungry, always hungry:
a woman made of pain.
A cat or dog approaches another,
they sniff noses. They sniff asses.
They bristle or lick. They fall
in love as often as we do,
as passionately. But they fall
in love or lust with furry flesh,
not hoop skirts or push up bras
rib removal or liposuction.
It is not for male or female dogs
that poodles are clipped
to topiary hedges.
If only we could like each other raw.
If only we could love ourselves
like healthy babies burbling in our arms.
If only we were not programmed and reprogrammed
to need what is sold us.
Why should we want to live inside ads?
Why should we want to scourge our softness
to straight lines like a Mondrian painting?
Why should we punish each other with scorn
as if to have a large ass
were worse than being greedy or mean?
When will women not be compelled
to view their bodies as science projects,
gardens to be weeded,
dogs to be trained?
When will a woman cease
to be made of pain?
¿De qué están hechas las chicas grandes?
La construcción de una mujer: una mujer no está hecha de carne, de hueso y nervio, de vientre, pechos, hígado, codos y dedos de los pies. Se manufactura como un auto deportivo. Se remodela, reajusta y rediseña todas las décadas. Cecilia en la universidad había sido la seducción misma. Se retorcía entre las barras como una anguila de seda, con las caderas y el culo que eran una promesa, y la boca fruncida con el carmín oscuro del deseo. Nos visitó en el 68 y todavía usaba falda ajustada hasta la rodilla y el mismo carmín oscuro, mientras yo bailaba por Manhattan en minifalda con los labios pálidos como leche de damasco y el pelo suelto como las crines de una yegua. Oh, queridas, ¿Me creí superior en ese momento, le pasara lo que le pasara a la pobre Cecilia? Ella ya estaba fuera de moda, fuera de juego, descalificada, desdeñada, des- membrada del club del deseo. Miren las fotos de las revistas de moda francesas del siglo XVIII: el siglo de la última fantasía para damas forjada en seda y corsés. El miriñaque les corría la cadera un metro para cada lado, la cintura apretada, la panza comprimida por las maderas. Los pechos con relleno abajo y a los costados servidos como manzanas en un bol. El piececito preso en una zapatilla que jamás fue pensada para caminar. Y arriba de todo un colosal dolor de cabeza: el pelo como pieza de museo, ornamentado a diario con cintas, grutas y floreros, montañas y fragatas en plena navegación, globos y lobos, al capricho de un peluquero desatado. Los sombreros eran tartas de casamiento rococó que le hubieran hecho sombra al Strip de Las Vegas. He aquí a una mujer en forma con el exoesqueleto torturándole la carne: una mujer hecha de dolor. ¡Y ahora qué superiores somos! Miren a la mujer moderna: delgada como cuchilla de tijera. Corre todas las mañanas en una cinta, se mete a gruñir y a tirar en una máquina de pesas y poleas, con una imagen en mente a la que nunca se podrá aproximar, un cuerpo de vidrio rosa que nunca se arruga, nunca crece, nunca desaparece. Se sienta a la mesa y cierra los ojos a la comida con hambre, siempre con hambre: una mujer hecha de dolor. . Un perro o un gato se acercan, se huelen el hocico. Se olfatean el culo. Se gruñen o se lamen. Se enamoran tan seguido como nosotras, y con la misma pasión. Pero ellos se enamoran o se apasionan a pelo, sin miriñaque ni corpiño con push up sin extirparse una costilla ni hacerse liposucción. No es para los perros, ni machos ni hembras, que los caniches se podan como macizos topiarios. Si solamente pudiéramos gustarnos en bruto los unos a los otros. Si solamente pudiéramos querernos a nosotras mismas como queremos a un bebé que nos balbucea en los brazos. Si no nos programaran y nos reprogramaran para necesitar lo que nos venden. ¿Por qué íbamos a querer vivir en una propaganda? ¿Por qué íbamos a querer flagelarnos las blanduras hasta hacerlas líneas rectas como un cuadro de Mondrian? ¿Por qué nos íbamos a castigar con el desprecio, como si tener grande el culo fuera peor que la codicia o la maldad? ¿Cuándo vamos a dejar las mujeres de estar obligadas a ver nuestros cuerpos como experimentos de ciencias, como jardines que hay que desmalezar como perros que hay que domesticar? ¿Cuándo una mujer va a dejar de estar hecha de dolor?

Una mujer fuerte
Una mujer fuerte es una mujer esforzada.
Una mujer fuerte es una mujer que se sostiene
/de puntillas
y levanta unas pesas mientras intenta cantar Boris
/Godunov…
Una mujer fuerte es una mujer «manos a la obra»
limpiando el pozo negro de la historia.
.
Y mientras saca la porquería con la pala
habla de que no le importa llorar,
porque abre los conductos de los ojos…
Ni vomitar, porque estimula los músculos del estómago…
Y sigue dando paladas, con lágrimas en la nariz.
.
Una mujer fuerte es una mujer con una voz en la cabeza,
que le repite: «Te lo dije: sos fea, sos mala, sos tonta…
nadie más te va a querer nunca».
«¿Por qué no eres femenina,
por qué no eres suave y discreta…
por qué no estás muerta…?».
.
Una mujer fuerte es una mujer empeñada
en hacer algo que los demás están empeñados en que
/no se haga.
Está empujando la tapa de plomo de un ataúd
/desde adentro.
Está intentando levantar con la cabeza la tapa de
/una alcantarilla.
Está intentando romper una pared de acero a cabezazos…
Le duele la cabeza.
La gente que espera a que haga el agujero,
le dice: «date prisa…¡eres tan fuerte…!»
Una mujer fuerte es una mujer que sangra por dentro.
Una mujer fuerte es una mujer que se hace a sí misma.
Fuerte cada mañana mientras se le sueltan los dientes
y la espalda la destroza.
«Cada niño, un diente…», solían decir antes.
Y ahora «por cada batalla… una cicatriz».
.
Una mujer fuerte es una masa de cicatrices
que duelen cuando llueve.
Y de heridas que sangran cuando se las golpea.
Y de recuerdos que se levantan por la noche
y recorren la casa de un lado a otro, calzando botas…
.
Una mujer fuerte es una mujer que ansía el amor
como si fuera oxígeno, para no ahogarse…
Una mujer fuerte es una mujer que ama con fuerza
y llora con fuerza…
Y se aterra con fuerza y tiene necesidades fuertes…
.
Una mujer fuerte es fuerte en palabras, en actos,
en conexión, en sentimientos…
No es fuerte como la piedra
sino como la loba amamantando a sus cachorros.
La fuerza no está en ella,
pero la representa como el viento llena una vela.
.
Lo que la conforta es que los demás la amen,
tanto por su fuerza como por la debilidad de la que ésta
emana,
como el relámpago de la nube.
El relámpago deslumbra, llueve, las nubes se dispersan
Sólo permanece el agua de la conexión, fluyendo con
/nosotras.
Fuerte es lo que nos hacemos unas a otras.
.
Hasta que no seamos fuertes juntas
una mujer fuerte es una mujer fuertemente asustada…

Marge Piercy ( Detroit, Michigan, EE.UU., 31 de marzo de 1936). Poeta, escritora y activista. Perteneciente a la Generación Beat.
Nació en el seno de una familia de clase trabajadora que había sido duramente golpeada por la Depresión. Cuando Marge era pequeña, vivieron en una pequeña casa en un barrio de clase trabajadora en Detroit .
Estudiante indiferente en sus primeros años, Piercy desarrolló un amor por los libros cuando contrajo fiebre reumática en su infancia y podía hacer poco más que leer. La madre de Marge era una gran lectora y animó a su hija a hacer lo mismo. Piercy se fue de casa a los diecisiete años gracias a una beca para la Universidad de Michigan que pagó su matrícula y fue el primer miembro de su familia en asistir a la universidad . Obtuvo una maestría de la Universidad North- western.
Piercy se fue a Francia con su primer marido, un judío francés que era físico de partículas y que se había opuesto activamente a la guerra en Argelia. Aunque era un hombre amable y brillante, sus expectativas de los roles sexuales convencionales en el matrimonio y su incapacidad para tomar en serio sus escritos hicieron que ella lo dejara. Después de ese matrimonio, Piercy vivió en Chicago, tratando de aprender a escribir el tipo de poesía y ficción que imaginaba pero que aún no podía producir. Se mantuvo a sí misma en una variedad de trabajos de medio tiempo; era secretaria, telefonista, dependienta en una tienda por departamentos, modelo de artistas, profesora de medio tiempo mal pagada.
Durante la década de 1960, Piercy participó activamente en movimientos políticos como Estudiantes para una Sociedad Democrática (SDS) y el Movimiento contra la guerra en Vietnam. Sin embargo, quizás lo más importante ha sido la participación sostenida de Piercy en el feminismo, el marxismo y el pensamiento ambiental.
Marge recuerda esos años en Chicago como los más duros de su vida adulta. Se sentía invisible. Como mujer, la sociedad la definía como una fracasada: divorciada a los veintitrés años, pobre, que vivía de un trabajo a tiempo parcial. Como escritora, era completamente invisible. Escribió novela tras novela, pero no era publicada. Piercy comenta que en ese momento sabía dos cosas sobre su vocación literaria: quería escribir ficción con una dimensión política (Simone de Beauvoir era su modelo) y quería escribir sobre mujeres de clase trabajadora, que no fueran tan simples como se suponía que debían ser.
En 1962 se volvió a casar con un informático. Este segundo matrimonio no era convencional. Era una relación abierta y muchas veces otras personas vivían con ellos. Vivieron en Cambridge, en San Francisco, en Boston y en Brooklyn. En ese momento ambos estaban molestos por la guerra en Vietnam. Mientras tanto, Piercy todavía estaba tratando de publicar. Al darse cuenta de que uno de los problemas con la novela que estaba tratando de vender era su punto de vista feminista, decidió conscientemente asumir un personaje de punto de vista masculino en Going Down Fast. Sin embargo, desde 1965 hasta el colapso de su salud en 1969, el enfoque principal de Piercy fue político.
En 1971 se mudaron a Cape Cod. Tenían poca idea de cómo sería vivir todo el año en el Cabo, ya que nunca habían vivido en ningún otro lugar que no fuera el centro de las ciudades. Compraron un terreno en Wellfleet y construyeron una casa sencilla. Piercy comenzó Pequeños cambios y los poemas del Tarot, “Acostando la torre”. Su creatividad pareció liberarse repentinamente cuando recuperó la salud y cierta paz. Comenzó a trabajar en el jardín. Le encantaba escarbar en la tierra y cultivar, verduras, hierbas y flores. Se volvió activa en el movimiento de mujeres en el Cabo. En 1976 la pareja se separó.
Piercy conoció a su actual esposo, Ira Wood, seis años antes de casarse en 1982. Escribieron juntos una obra de teatro The Last White Class y una novela que se publicó en 1998, Storm Tide, y en 1997 fundaron Leapfrog Press, una pequeña editorial.
Piercy ha sido reconocida con cuatro doctorados Honorio causa; participa activamente en causas contra la guerra, feministas y ambientales. Oradora popular en los campus universitarios, ha sido escritora destacada en Bill Moyers’ PBS Specials, Prairie Home Companion, Fresh Air, Today Show y muchos programas de radio en todo el país, incluidos Air America y Oprah & Friends. Sus poemas se leen con frecuencia en The Writer’s Almanac de Garrison Keillor. Elogiada como una de las pocas escritoras estadounidenses que son poetas consumadas además de novelistas (Piercy es una de las poetas más vendidas de EE.UU.), también es la maestra de muchos géneros: novelas históricas, ciencia ficción (Él, ella y Eso ganó el Premio Arthur C. Clarke a la Mejor Ciencia Ficción en el Reino Unido), novelas de comentario social y entretenimiento contemporáneo. Ha enseñado, dado conferencias y/o realizado su trabajo en más de 400 universidades de todo el mundo.
Escritora extremadamente prolífica, Piercy ha publicado unos 20 libros de poesía y otras tantas novelas. También ha escrito obras de teatro, varios volúmenes de no ficción, una memoria, y ha editado la antología Early Ripening: American Women’s Poetry Now (1988).
Su obra es directa, expresión y reflejo de una vida comprometida, radical, con conciencia de clase y feminista.
Enlaces de interés :
Sitio oficial: https://margepiercy.com
Excelente la seleción de poemas de una de las grandes poetas de habla inglesa.
Muchas gracias Raul por tu comentario. Seguiremos adelante con la ilusión de tener poetas seguidores como tú en nuestra página.
¡Un abrazo!
PoetryAlquimia