Dualidad
Digo el ave
Dices el canto
Digo el mar
Dices el ancla
Digo el camino
me cortas: hacia la casa.
Superficie es tu cuerpo,
superficie sin secretos ni mareas
un secreto es mi cuerpo
a todos tus barcos el naufragio
dices el ave
Digo la bala
Dices el mar
con la ola a la palabra derribo.
Dices el camino.
El mar no tiene caminos.
Hombre
Agotado
en el cruce del camino.
Sin vigor que anteponer,
sin deseos de regresar
exhausto
divisaba tres cruces
a las que quiso estar uncido.
Dimas, Gestas y Melek-Yahud
Con Él se fueron al polvo,
a colorear al pálido barro,
como estela incombustible
en las cenizas tibias
del Eclesiastés.
El apóstol Pedro silenciaba
los escritos de
Magdalena.
Palabras quemadas
en sus labios petrificados
que desconocen temblor alguno.
“Sólo a mí
me besaba en la boca
a mí me llamaba amada por Dios.”
Rosa
…en la noche de la materia florecen flores
negras. Ya poseen su terciopelo y
la formula de su perfume.
G. Bachelard, El agua y los sueños.
Invadida con maleza de mi ensueño
de mi fe
e inmundicia.
Ella florecía meciéndose justa,
plateada y negra.
Por casualidad la llamaban rosa.
Por casualidad la nombraban
roja.
Aunque para mi era claro su enigma,
la idea furtiva,
– De la flor metamórfica,
¿Pero será flor?
No estoy segura.
De su esencia plateada y escarlata
emergía como brillante serpiente
y pudo ser perla barroca,
de forma y color irrepetible
y ser avispa precisa y punzante
fierecilla en la rama, a la vez rama.
Sin embargo permanecía rosa
juega conmigo, existe en mi -o te hiero-
pedía en mi jugando.
-Cuando nadie-. Hacia la nada te hará señas.
Entonces irás.
Y la sombra de la espina,
no te detendrá.
¡Párate!
cambiemos nombre.
Llámame flor y
legión
separando el mundo con la verde espina.
En el mundo del ensueño
y en el mundo
poblado por Ellos.
Ante sus ojos nada valgo
me creen sin cordura,
pero denme,
denme, denme
la orfandad
el llanto por la confusa quimera.
repiten que imaginar es inútil
me ejecutan con su cordialidad pavorosa…
Pero sabrán
que esta rosa
podría
ser flor
y galaxia completa
Invadida con maleza de mi ensueño
florecía meciéndose justa
plateada y negra.
Mi fe
e inmundicia.
Disparos
El estadista dispara
con cifras,
el gacetillero con letras,
el psicólogo con tu propia identidad,
convertida en bala,
el niño con su desamparo,
el político con su flatulencia crónica.
Y tú me disparas,
al
no dispararme.
Amoc II
En mi sueño entró un malayo,
con rostro de hojarasca.
en mi corazón clavando un dardo,
dijo :
“éste es amoc”
impenetrable es la medianoche.
soy esta medianoche.
Las estrellas
son mis llagas,
la luna la garganta…
dame malayo
la pócima,
para curar las llagas,
acallando el extraño
y penoso
plañido lunar.
Para amoc,
dijo el malayo,
no servirán las pócimas.
¿Cómo curar las heridas,
si son, las estrellas?
¿Cómo callar la voz,
si la luna, es tu garganta?
Lo sé viejo
no hables…
el solo de la luna en mi garganta,
en el oscuro badián,
el ave
me compone un canto,
recitativo:
amoc,
amoc,
amoc.
Mística
Iban tras el misterio huella a huella a salto de mata,
¿Escucharon las voces de prodigios del bosque,
como el niño de Akira Kurosawa?
¿Espiaban los cantos de las flautas zorrunas?
Díganme : ¿Su ánima se congelaba de miedo?
¿Enturbiaban su mente en la trampa de la mística?
¿Acechaban en la lluvia soleada,
fila garbosa de bodas de zorras?
temiendo el sonido de la hojarasca
¿Temiendo inhalar,
temiendo tropezarse en sí mismos?
¿Querían entrar bajo el arcoíris?
¿Bajo el arcoíris
y no regresar?
Orificios de flautas peligrosas como bocas de rifles
en la garganta la soga, el horror tenso.
Bajo el arcoíris.
Bajo el arcoíris voy.
A ese que va huella a huella …
un favor:
ni una palabra.
Voces desde la adolescencia
El sauna hinchado de vapores,
con el siseo de azuladas piedrotas…
La abuela, en greñas nebulosas,
viejos rizomas de los brazos,
a mis temores revisa,
mira,
debajo de las cenizas, las brasas,
del afligido fuego de las parteras…
escondo el rostro en mis rodillas,
los hombros en el frío sudor.
Calor infernal, y tú con escalofrío,
sólo los enclenques,
en el sauna tiemblan…
Me da terror, abuela,… temo
abuela, tengo temor.
Me espantan los miedos no revelados,
el susurro de la palabra…espíritu
las calles donde los muertos Lázaros,
huyen de ser resucitados,
las caras montaraces foliáceas,
los ojos vacíos amodorrados
mis propios pensamientos impensados,
temo mi desnudez,
mira, en las caderas desnudas…
aquí en lo profundo… de mi carne,
una desnuda mujer, entre las brazas
el aro ardiente gira…
—hija dame agüita del pozo…
—¡gira el aro ardiente!
Una mañana
Una mañana,
despertarás,
muerto del otoño.
La abulia catedrática,
de los cielos,
con un bostezo diligente,
arrojará
tu currículum,
una hoja llena de frases comunes.
Así :
post mortem.
Pero tú caminas, simplón
ingenuo,
con la estearina en la piel,
muerto del otoño,
el rostro muerto refleja los rasgos de los caminantes,
de pronto, comprendes,
la estática,
de tu mecánica prisa,
pero sigues,
a tu aparato bípedo, apresuras,
y con los ruidos ajenos
tratas de mezclar,
tus decibeles
roncos :
el agitado suspiro,
rápida fumada,
exhalación…
Y de repente,
La palmípeda,
hoja del arce
te agarra por la solapa,
como instrucción del código postmortal :
empieza a aferrarse.
Otra cosa : sé exacto.
sé su
barómetro, –
¿La humedad? –
Acomoda botones en los ojales…
sé su cronómetro,
su actinómetro,
su picnómetro, –
puede ser de utilidad.
Sé su
termómetro :
treinta y seis punto cinco, exactos,
para el coito,
si ella
no sufre de necrofilia.
Digamos,
sé exacto, como dato de tu muerte,
lo más singular : sé su
alcoholímetro,
-P2 –
embellecimiento
para nuestro hermano
el cadáver,
Acuérdate de esto,
cuando despiertes muerto del otoño,
y la eternidad
te parecerá
la peor ratonera divina.
Una mañana,
despertarás
muerto del otoño…
muerto…
y esto,
cómo decirlo sin alterarte,
en el tiempo indefinido
Cuando
Cuando de los valores
quedan los añicos,
dejas de cantar
y distinguir los colores,
y como gusano
te acrisolas en deseo
el sin sentido de las alargadas soledades:
La casa en la orilla de la tierra.
La lluvia en la orilla de la tierra.
La muerte en la orilla de la tierra.
Personal
Mi mundo hemisférico,
mi femenino,
mi izquierdo,
entre complejos de porquería
y de reina.
Y tu mundo derecho,
y tu mente
global de Edipo…
Anfisa Osinnik ( Siberia- Rusia, 1957). Poeta y traductora. Hizo estudios en el Instituto de Literatura Máximo Gorki en Moscú. Osinnik emigró a México donde formó una familia y una nueva vida, desde 1988 vive en Veracruz, México.
Ha traducido al ruso la obra de poetas mexicanos como Francisco Hernández, Miriam Moscona, Ricardo Castillo y Jorge Esquinca y a plasmar en español el pensamiento de Alexander Chatalov, Alexander Eremenko, Polina Barskova, Olga Sedakova, Gennady Aidi, Timur Kibirov, Vitali Kalpidi entre otros.
Enlaces de interés:
https://www.uv.mx/universo-hemeroteca/135/arte/arte07.htm
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