Amapola
Cuando me encuentre con el sucio otoño y el paño
primaveral.
Cuando estés, tú desnuda sobre los cráneos que amaron
y los fervientes estemos muertos,
y las hojas sean mías sobre esa colina. Oh, amapola.
Cuando mi alma atraviese la Estigia y mi memoria teja ruidos
en el vacío.
Cuando tú y yo amapola
conozcamos a Vivaldi y a Enrique Ibsen. Y yo duerma sobre ti
y tú sobre mí. Oh, amapola,
Oh dulce y bella flor mía.
Todos han muerto
Todos han muerto.
La última vez que visité el pueblo
Eglé me consolaba
y estaba segura, como yo,
de que habían muerto todos.
Me acostumbré a la idea de saberlos callados
bajo la tierra.
Al comienzo me pareció duro entender
que mi abuela no trae canastos de higo
y se aburre debajo del mármol.
En el invierno
me tocaba visitar con los demás muchachos
el bosque ruinoso,
sacar pequeños peces del río
y tomar, escuchando, un buen trago.
No recuerdo con exactitud
cuándo empezaron a morir.
Asistía a las ceremonias y me gustaba
colocar flores en la tierra recién removida.
Todos han muerto.
La última vez que visité el pueblo
Eglé me esperaba
dijo que tenía ojeras de abandonado
y le sonreí con la beatitud de quien asiste
a un pueblo donde la muerte va llevándose todo.
Hace ya mucho tiempo que no voy al poblado.
No sé si Eglé siguió la tradición de morir
o aún espera.
De : Todos han muerto (1971)
Elegía
Mientras haya muerte viviré cantando,
errando en una onda de música desesperada. En los inviernos,
en cualquier estación, son muchos los que han muerto por mí.
Siempre deseo dejar la vida sin amargura,
dejarla como yo la he visto. La esperanza que me da la noche,
quizá la obsesión de estar muerto, han impedido que me sepulte,
que vuele sobre el hilo de mi alma solar.
Me gustaría vestirme con el color de la muerte,
llevar en mí la rigurosa fantasía. Querer a una mujer pálida que tenga
las alas como nunca.
Mi deseo no es huir de la vida sino fijarla en lo que
arrebata. Esta luz de hoy nada cubre y sólo el sueño del cadáver invita a viajar.
Yo vivo sigiloso
esperando que se abra la tierra para cubrirla con mi melancolía
Mi melancolía debe ser mi cuerpo muerto con sus ojos verdes
cerrados.
Mi melancolía es culpa de los muertos
y de sus grandes magias. Padres míos, magos que vinieron y
se esfumaron.
Que vagan como relámpagos de polvo debajo de la tierra.
De : Todos han muerto (1971)
Arte de anochecer
Hay un arte de anochecer.
De la entrada del cuerpo al alma,
de la niebla a la redondez
y del círculo al cielo;
hay un arte de luz,
un campo donde anochecer
es mirar la vida
con el cuerpo cerrado.
Hay un arte de anochecer,
un descenso en la entrada del día
a la completa oscuridad.
Un intermedio donde es necesario
recibir y saber todo sin estremecimiento.
Hay un arte,
un paisaje a veces amable,
a veces torvo,
donde ascenso y descenso son accesorios
de la materia limpia.
Hay un arte de anochecer.
Quien haya vivido o soñado con bosques,
luces y demonios,
lo sabe.
De : Arte de anochecer (1975)
Campos de naipe y de conejos
A Teresa
Bienvenida a mi boca
al astro de mi paladar
pequeña y grande abeja.
Conocida en pleno verano,
cuando lejos de mis amigos
huía a cádiz en busca de cristóbal
colón,
mi gran hermano del agua y del viento antiguos
que se aposentaban en mi carne como un millar de carabelas
recién disparadas a la tierra de gracia por las nubes.
Bienvenida, bienvenida mía,
a esa tierra prohibida durante siglos
por los teólogos,
pero que mantuvo el reflujo del cielo doméstico
en mis ojos
mientras mi padre
y
mi
madre
hacían el amor en un lecho
de rosas.
Bievenida
como los cometas que salen del paraíso,
que bajan como tú
alzando las manos semejantes al pavo real
que custodia la ruina delirante del santo de asís
en la niebla de oviedo.
Semejante tú
al vuelo del pájaro que asedia la atmósfera,
a la heridas rojas de mi país en el amanecer.
Bienvenida abeja
al cáliz del granado que cultivo para ninguna guerra.
Bienvenida a este mi país,
mi casa,
mi día de ayer y de hoy.
Bienvenida al fluir de los ríos,
al arca de noé,
al vientre de mis hijas,
al poema de las praderas rojas,
a la luz de la biblia,
a los campos de naipes y conejos.
Bienvenida porque soy un delirante
que ando vestido de boscajes.
Bienvenida
porque el día de verano deja olor a sirenas,
a pastos de luna de málaga.
Yo soy el cofre:
me llaman el hijo de la copa de huesos de la
pandilla de lautréamont.
De Fluir y de Utopía
Cómo volverá la palabra ignorada
al pecho de la noche.
Un día marcho con mis vestigios,
ato piedras en el amanecer.
Confiado en la utopía me harto como
relámpago,
me hago dueño de nervios incesantes
que no prometen quietud al porvenir.
Me convierto en vasallo de lo oscuro
de fluir que baña dos veces mi cielo
y que perturba la tarde en que te quiero
tanto.
De : Fuerza del dia (1985)
Canto a mí mismo
Yo era el poeta de mi tierra
y de toda la tierra.
Adentro de mí llovía y relampagueaba
y sentía siempre unas inmensas ganas
de llorar.
Yo me reía de las frutas que caen en los
tinglados y asustan el silencio
y hablaba con los muertos y con los animales
que pasan por la miseria vestidos de capitanes
largos.
Yo era un gran poeta de los muertos
como jamás hubo otro en la comarca
y me asustaba de ver subir las flores
hacia la cal ambigua de las tumbas.
Soñaba
cantaba por las noches una desgarrada melodía
y volvía a soñar entre muros y ciudades perdidas
persiguiendo sombras halladas entre el porfiado
frenesí de ausentes y de borrachos insondables.
Yo era un poeta
y me enamoraba de mí y de ti y de todas las miradas
que vienen desde lejanos pueblos a la imaginada mesa
del ecuador
a buscar estrellas y panes de cobre para maldecir
hombres
en el centro del mundo.
Comía sobras
robaba
leía el amanecer
bebía y fumaba hasta sentir un agradable
golpe en los pulmones.
Creía en la muerte y me aprestaba
a tomar el poder de mi país.
Confiaba en un grupo de poetas locos
que fueron apareciendo de puntos cardinales
distantes
incapaces de apagar sus deseos detrás de una
música rota por el olor de las botellas
y del encanto miserable.
Yo me cantaba y me celebraba a mí mismo
ganaba la vida sin hacer
buscaba que mi razón perdiera
y salía conmigo y contigo a buscar campos y ciudades
para soñar y matar a los padres de mis padres
quemar el mundo
y pagar algún día con mi cuerpo en la hoguera
el desenfreno de mi vaga ilusión.
Caía sobre mí mismo
y amaba mis fracasos.
Sentía el placer de ser otro
que escribe un poema sin principio ni fin
alerta por si viene la muerte y revienta
mi pobre y útil reino del cuerpo.
De Culpas de juglar (1996)
Todo ha sido soñar
El don de la palabra no es un don,
es apenas
arder
en el propio fuego, abrasarse
hasta que la mano dibuje
el vasto
signo
de la desolación.
Hábitos
Mi oficio
regentar el vacío
Sólo tengo un pequeño estudio en arriendo
en Mérida
Mis tres hijas hacen y caminan sus sendas
ausentes de mí en eso de sabernos
con hábitos de familia.
Mi hijo muerto yace bajo una lápida
bajo prohibición de que grabe en ella
los epitafios que para él soñé
Mis libros formaron un pobre y curvo lomo
de estantería
que algunas veces entre emoción y tragos
salen del escondrijo
y leo perturbado poemas de muerte
amor paisajes y melancolía
Regento un vacío insoportable
doloroso
esperando que mi mujer se acueste
a mi lado
recién bañada
o
diga
Vamos a bailar que salieron las vacas
y las
estrellas.
De: Todo ha sido soñar (2006)
Fuera de orden
a Diómedes Cordero
Estoy ordenando a mi vida.
Estoy fuera de horario,
de convenciones, de proyectos.
Vivo en un espacio de pocos metros
soñando.
Vivo inquieto, a la espera.
Gozo el silencio del poema que llega.
Escriba o no puedo recibir mi voz alta.
Gozo la entrada de la muerte que sueño.
Hablo con ella
en este espacio donde cabe el mundo
donde mi cuerpo y el abismo tienen su silla.
Estoy ordenando mi vida.
Pago mis culpas y mis cuentas con exactitud
y me asusto de prevenir.
Estoy ordenando mi vida con el poema
y en el poema es difícil vivir.
Origenes
Oh alba que tenías tanto pájaro.
era por tu alcohol de hojarasca el que
bebíamos.
Era por ti, ahora lo comprendo,
como llegamos desde un mismo sitio
a
la
muerte.
De : Arte de anochecer
José Barroeta conocido como Pepe Barroeta (Pampanito, Trujillo, Venezuela, 24 de septiembre de 1942- Mérida, Venezuela, 5 de junio de 2006). Poeta, ensayista, profesor y abogado.
Graduado como Abogado y Doctor en Literatura Iberoamericana, profesor del área de Literatura Hispanoamericana y Venezolana en la Escuela de Letras de la Universidad de Los Andes.
Durante su tiempo de residencia en Caracas, donde llegó como estudiante en los años 50, fue uno de los líderes del grupo de poetas bohemios reunidos en lo que se denominaba “la República del Este”. A lo largo de su vida también perteneció a los grupos Literarios “Tabla Redonda”, “, “Trópico uno¨ y ¨ La Pandilla de Lautréamont¨ que se inició en 1958
En 1971 publicó su libro esencial, Todos han muerto. Pepe Barroeta vivió años en París, otros en Barcelona, y de vuelta a Mérida a enseñar en la Escuela de Letras de la Universidad de los Andes y a disfrutar de tertulias y amigos en el Tecafé. Pepe vivió a fondo toda la bohemia literaria del momento que le toco vivir.
Autor de seis libros de poemas:
- Todos han muerto (1971)
- Cartas a la extraña (1972)
- Arte de Anochecer(1975)
- Fuerza del día (1985)
- Culpas de juglar (1996)
- Obra poética 1971-1996 (Ediciones El Otro, El Mismo, 2001)
- Elegías y olvidos (2006), inédito hasta el año 2006.
- Todos sus poemarios fueron reunidos en Todos han muerto. Poesía completa (1971-2006), publicado por la Editorial Candaya en el año 2006.
Como ensayista publicó:
- 1982, La hoguera de otra edad. Aproximación a dos grupos literarios: El techo de la ballena y Tabla redonda
- 1990, Poesía española (Novísimos y Postnovísimos)
- 1992, El padre, imagen y retorno (La imagen del padre en la poesía venezolana contemporánea)
- 1994, Lector de travesías (Estudios sobre la poesía de Luis Camilo Guevara, Rafael Cadenas y Víctor Valera Mora.
Entre sus distinciones destacan:
- Primer premio en el festival Nacional de la juventud (1968) con Todos han Muerto
- Premio Literario Pro-Venezuela. Seccion Poesia (1974) Con su libro Arte de Anochecer
- Primer premio Bienal de Literatura “Miguel Otero Silva” (Ateneo de Barcelona, 1982) con Fuerza al día.
José Barroeta, Pepe, murió en Mérida el 5 de junio de 2006. Murió cuatro días antes de que apareciera Todos han muerto, el volumen que recoge su poesía completa. Tenía 64 años.
Según Eugenio Montejo : “En la poesía de José Barroeta se percibe la presencia de algunos versos dados, de esos infrecuentes versos que parecen imponérsele a un poeta de modo autónomo y con pleno adueñamiento de su voz. Los versos dados, cuando realmente aparecen en la página, guían al conjunto de la composición y en cierta forma la ordenan, pues son éstos los que aportan las respuestas antes de que las preguntas lleguen a formularse. Marina Tsvietáieva va aún más lejos al afirmar que “uno de los indicios de la falsa poesía es la ausencia de versos dados”.
Su amigo Rafael Rattia nos dijo.”Su animadversión hacia el poder era proporcional a su inaudito amor por la lengua de Cervantes. Puedo decirlo con la certeza absoluta de que nadie se atreverá a refutarlo: el poeta Pepe Barroeta nació, como su amigo y compañero de quimeras, “de parto bravo” y perteneció a una estirpe de creadores ácratas, insurrectos por línea paterna, ingobernables e insumisos y alérgicos a toda expresión de poder”.
Enlaces de interés :
https://web.archive.org/web/20080216172010/http://www.candaya.com/todoshanmuerto.htm
https://www.candaya.com/antigua/todoshanmuertoturia.pdf
https://www.candaya.com/antigua/todoshanmuertoanimalsospechoso.pdf
https://herederosdelcaos08.tripod.com/id16.html
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